Musica Para el Alma

miércoles, 18 de septiembre de 2019

LAS LAUDES JUEVES 19 ORACIÓN PARA INICIAR EL DÍA


Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XXIV
De la Feria. Salterio IV

19 de setiembre

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)


V. 
Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Ant. 
Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: OH DIOS, AUTOR DE LA LUZ.

Oh Dios, autor de la luz,
de los cielos la lumbrera,
que el universo sostienes
abriendo tu mano diestra.

La aurora, con mar de grana,
cubriendo está las estrellas,
bautizando humedecida
con el rocío la tierra.

Auséntanse ya las sombras,
al orbe la noche deja,
y al nuevo día el lucero,
de Cristo imagen, despierta.

Tú, día de día, oh Dios,
y Luz de Luz, de potencia
soberana, oh Trinidad,
doquier poderoso reinas.

Oh Salvador, ante ti
inclinamos la cabeza,
y ante el Padre y el Espíritu,
dándote gloria perpetua. Amén.

SALMODIA

Ant 1. 
En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Salmo 142, 1-11 - LAMENTACIÓN Y SÚPLICA ANTE LA ANGUSTIA

Señor, escucha mi oración;
tú que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.

El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.

Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.

Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.

En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti;
indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.

Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Ant 2. El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.

Cántico: CONSUELO Y GOZO PARA LA CIUDAD SANTA. Is 66, 10-14a

Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
a su pecho seréis alimentados
y os saciaréis de sus consuelos
y apuraréis las delicias
de sus pechos abundantes.

Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella
como un río la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.

Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quién su madre consuela,
así os consolaré yo
y en Jerusalén seréis consolados.

Al verlo se alegrará vuestro corazón
y vuestros huesos florecerán como un prado.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.

Ant 3. Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

Salmo 146 - PODER Y BONDAD DEL SEÑOR

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.

Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;

que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado,
y a las crías de cuervo que graznan.

No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los músculos del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

LECTURA BREVE Rm 8, 18-21

Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación entera está en expectación, suspirando por esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios; porque las creaturas todas quedaron sometidas al desorden, no porque a ello tendiesen de suyo, sino por culpa del hombre que las sometió. Y abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los hijos de Dios.

RESPONSORIO BREVE

V. 
Velando medito en ti, Señor.
R. Velando medito en ti, Señor.

V. Porque fuiste mi auxilio.
R. Medito en ti, Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Velando medito en ti, Señor.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas 13, 1--14, 1

ÚLTIMA SENTENCIA DE REPROBACIÓN

Cuando Efraím hablaba, era respetado en Israel; pero se hizo reo de idolatría y murió. Y ahora repiten el pecado: se funden ídolos de plata, imágenes de artesanos, obras de escultores. Les dirigen oraciones, ofrecen sacrificios humanos, adoran a los toros. Por ello serán como nube matutina, como rocío temprano que pasa, como tamo arrebatado de la era, como humo por la ventana.

Pero yo soy el Señor, Dios tuyo desde Egipto; no reconocerás a otro Dios que a mí, ni tendrás otro salvador fuera de mí. Yo te escogí en el desierto, en tierra árida. Cuando pacían se hartaban, se hartaban y se engreía su corazón, y así se olvidaban de mí. Seré para ellos como león, los acecharé como pantera en el camino. Los asaltaré como una osa a quien roban las crías, despedazaré su pecho, los devoraré como un león; las fieras los descuartizarán.

Te matan, Israel, porque sólo en mí está tu auxilio. ¿Dónde está tu rey para salvarte en todas tus ciudades?; ¿dónde tus gobernantes, a quienes pedías: «Dadnos un rey y príncipes»? Airado, te di un rey, y encolerizado te lo quitaré.

La iniquidad de Efraím está registrada, está archivado su pecado. Le asaltan dolores de parto: hijo necio, que a su tiempo no sabe colocarse en la matriz. ¿Los libraré del poder del abismo, los rescataré de la muerte? ¿Dónde están tus plagas, muerte, dónde tus fiebres, abismo? El consuelo se aparta de mi vista.

Aunque germinaba entre sus hermanos, vendrá el viento solano, el huracán que sube del desierto: aridece el verde, se seca el manantial; saquean los tesoros, los enseres preciosos. Samaría expiará la rebelión contra su Dios: caerán a espada, sus hijos serán estrellados, abrirán en canal a las preñadas.

RESPONSORIO Os 13, 4-5

R. Yo soy el Señor, Dios tuyo desde Egipto; no reconocerás a otro Dios que a mí, * ni tendrás otro salvador fuera de mí.
V. Yo te escogí en el desierto, en tierra árida.
R. Ni tendrás otro salvador fuera de mí.

SEGUNDA LECTURA

Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermón 46, 9: CCL 41, 535-536)

SÉ UN EJEMPLO PARA LOS FIELES

Al referirse el Señor a lo que buscan los malos pastores ya alude también a lo que descuidan; con ello quedan evidenciados los males que sufren las ovejas. Son muy pocas las ovejas bien alimentadas y sanas, es decir, aquellas a quienes no falta el sólido manjar de la verdad y se apacientan abundantemente con los dones de Dios. Pero los malos pastores ni a éstas perdonan; les parece poco descuidar a las enfermas y errantes, a las débiles y descarriadas, y llegan incluso a dar muerte a las que están fuertes y sanas. Y si estas últimas conservan la vida, viven, en todo caso, únicamente porque Dios cuida de ellas, pero por lo que se refiere a los pastores, éstos hacen lo posible por matarlas. Quizá preguntes: «¿Cómo las matan?» Pues las matan con su mala vida y con sus malos ejemplos. ¿Acaso piensas que se dijo en vano a aquel gran siervo de Dios, uno de los miembros más destacados del sumo pastor: Sé para todos modelo por tus buenas obras; y también: Sé un ejemplo para los fieles?

En efecto, con frecuencia, incluso las buenas ovejas, al ver la mala vida de los pastores, apartan sus ojos de los preceptos del Señor y se fijan más bien en la conducta del hombre, diciendo en su interior: «Si mi prelado vive de tal manera, yo, que soy simple oveja, ¿no podré hacer lo que hace él?» De esta manera el mal pastor lleva a la muerte incluso a las ovejas fuertes. Y, ¿qué piensas que hará con las demás el que, en lugar de fortalecer a las débiles, dio muerte, con su mal ejemplo, incluso a las que había encontrado robustas y sanas?

Os digo, pues, y os repito que si las ovejas viven y mantienen todavía la salud por la fuerza del Señor, recordando aquellas palabras que oyeron de su mismo Señor: Cumplid y guardad lo que os digan, pero no los imitéis en sus obras, sin embargo, el que vive mal en presencia del pueblo, en cuanto de él depende, mata a aquel que contempla el mal ejemplo de su vida. Que este tal pastor no se consuele, pues, pensando que la oveja no ha muerto; vive, sin duda, pero él es un homicida. Es igual que cuando un hombre impuro mira a una mujer para desearla: aunque ella persevere casta, él ha pecado, como lo dice claramente el Señor: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. No penetró ciertamente en su habitación para pecar con ella, pero pecó en el interior de su corazón.

Así también, todo el que vive indignamente ante aquellos que están bajo su cuidado, en cuanto de él depende, da muerte incluso a las ovejas sanas; pues el que lo imita muere, y el que no lo imita vive. Sin embargo, en cuanto de él depende, lleva a ambos a la muerte; por ello dice: Matáis a las mejor alimentadas, pero no apacentáis las ovejas.

RESPONSORIO Lc 12, 48; Sb 6, 6

R. A aquel a quien mucho se le ha dado mucho se le exigirá; * y a quien más se le haya confiado más se le reclamará.
V. Un juicio severo les espera a los que mandan.
R. Y a quien más se le haya confiado más se le reclamará.

Jueves, 19 de septiembre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,36-50):

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debla quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

Palabra del Señor


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. 
Anuncia, Señor, la salvación a tu pueblo y perdónanos nuestros pecados.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Anuncia, Señor, la salvación a tu pueblo y perdónanos nuestros pecados.

PRECES

Invoquemos a Dios, de quién viene la salvación para su pueblo, diciendo:

Tú, que eres nuestra vida, escúchanos, Señor.

Bendito seas, Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque en tu gran misericordia nos has hecho nacer de nuevo para una esperanza viva,
por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.

Tú que, en Cristo, renovaste al hombre, creado a imagen tuya,
haz que reproduzcamos la imagen de tu Hijo.

Derrama en nuestros corazones, lastimados por el odio y la envidia,
tu Espíritu de amor.

Concede hoy trabajo a quienes lo buscan, pan a los hambrientos, alegría a los tristes,
a todos la gracia y la salvación.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir:

Padre nuestro...

ORACION

Concédenos, Señor, acoger siempre el anuncio de la salvación para que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos te sirvamos, con santidad y justicia, todos nuestros días. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. 
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

San Alonso de Orozco
19 de Setiembre
Alonso de Orozco nació el 17 de octubre de 1500 en Oropesa, provincia de Toledo (España), donde su padre era gobernador del castillo local. Cursó los primeros estudios en la vecina Talavera de la Reina y durante tres años actuó como “seise” o niño cantor en la catedral de Toledo, en la que aprendió música con notable provecho. A la edad de 14 años fue enviado por sus padres a la Universidad de Salamanca, donde ya estudiaba uno de sus hermanos.
Los sermones de la cuaresma de 1520 predicados en la catedral por el profesor agustino Tomás de Villanueva sobre el salmo “In exitu Israel de GYPTO” maduraron su vocación a la vida consagrada y, poco más tarde, atraído por el ambiente de santidad del convento de San Agustín, entró en él, emitiendo en 1523 la profesión religiosa en manos de Santo Tomás de Villanueva.
Una vez ordenado sacerdote en 1527, los superiores vieron en Alonso tan profunda espiritualidad y tal capacidad para anunciar la Palabra de Dios que muy pronto lo destinaron al ministerio de la predicación. Ya desde los 30 años ocupó también diversos cargos, pero a pesar de su austeridad de vida, en el modo de gobernar se mostró lleno de comprensión. Impulsado por el deseo del martirio, en 1549 se embarcó para México como misionero, pero durante la travesía hacia las Islas Canarias padeció un grave ataque de artritis y los médicos, temiendo por su vida, le impidieron la prosecución del viaje.
En 1554, siendo prior del convento de Valladolid, ciudad desde decenios atrás residencia de la Corte, fue nombrado predicador real por el emperador Carlos V y, al trasladarse la Corte a Madrid en 1561, también él tuvo que pasar a la nueva capital del Reino, fijando su residencia en el convento de San Felipe el Real.
Vida sencilla
No obstante a ejercer un cargo que estaba exento de la jurisdicción directa de sus superiores religiosos y dotado de renta, renunciando a privilegios, quiso vivir como un fraile más, en pobreza y bajo la inmediata obediencia de sus superiores. Solamente hacía una comida, dormía a lo sumo tres horas, porque decía que le bastaban para emprender el nuevo día, y en una tabla por cama, con sarmientos por colchón. En su celda no había más que una silla, un candil, una escoba y unos libros. La eligió cerca de la puerta para atender mejor a los pobres que hasta allí se acercaban a suplicarle ayuda. Sin que la cotidiana asistencia al coro le resultara de obs?táculo, además de cumplir con sus obligaciones como predicador regio, visitaba los enfermos en los hospitales, a los encarcelados en las prisiones y a los pobres en las calles y en sus casas. El resto del tiempo lo pasaba en oración, en la composición de sus libros, y preparando sus sermones. Predicaba con gran sinceridad de palabras, pero con mucha hondura espiritual, fervor y afecto, a veces, con lágrimas en los ojos, expresando la ternura de Dios hasta en el tono de la voz, igual en el palacio ante el Rey y la Corte que en las iglesias a las que era llamado.
Gozó de gran popularidad entre los más diversos ambientes sociales. Personajes de la sociedad y de la cultura testificaron en su proceso de canonización, tales como la infanta Isabel Clara Eugenia, los duques de Alba y de Lerma, los literatos Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Gil González Dávila. El trato con las clases elevadas no le desvió de su sencillo estilo de vida. Su fama se extendió por toda Madrid. El pueblo que le llamab a, muy a pesar suyo, “el santo de San Felipe”, lo amó apreciando en él su exquisita sensibilidad en el acercarse a todos sin distinción.
Obras
Compuso numerosas obras tanto en latín como en castellano. La simplicidad de los títulos indican la intención pastoral del autor: Regla de vida cristiana (1542), Vergel de oración y monte de contemplación (1544), Memorial de amor santo (1545), Desposorio espiritual (1551), Bonum certamen (1562), Arte de amar a Dios y al prójimo (1567), Libro de la suavidad de Dios (1576), Tratado de la corona de Nuestra Señora (1588), Guarda de la lengua (1590). Como su acción, los escritos nacieron de su espíritu contemplativo y de la lectura de la Sagrada Escritura. Devoto de María, estaba convencido de escribir por mandato suyo.
Cultivó también un ferviente amor a su propia Orden, componiendo obras sobre su historia y su espiritualidad con ánimo de mover a la imitación de sus hombres mejores. En esta misma línea, inducido por un deseo de reforma interior, que luego convergería con el movimiento de recolección en la misma Orden, llevó a término varias fundaciones de conventos tanto de religiosos agustinos como de agustinas de vida contemplativa.
Su muerte
En agosto de 1591 cayó enfermo con fiebre, sin faltar por eso ningún día a la celebración de la Misa, puesto que nunca, ni siquiera en el transcurso de sus diversas enfermedades, había dejado de celebrar el santo sacrificio, ya que repetía con cierto gracejo que “Dios no hace mal a nadie”. Durante su enfermedad, fue visitado por el rey Felipe II, el príncipe heredero Felipe con la infanta Isabel, y el cardenal arzobispo de Toledo, Gaspar de Quiroga, quien le dio de comer de su mano y le pidió la bendición.
La noticia de la muerte, acaecida el 19 de septiembre de 1591 en el Colegio de la Encarnación que había fundado dos años antes —actualmente sede del Senado español— conmocionó la ciudad. Por la capilla ardiente pasó el pueblo de Madrid, que, como refiere Quevedo, se agolpó ante la iglesia del Colegio hasta derribar las puertas, pues todos deseaban hacerse con reliquias, astillas de la cama, fragmentos de sus ropas, zapatos y cilicios. El Cardenal Arzobispo se reservó para si la cruz de madera que durante largos años “el santo de San Felipe” había llevado consigo.
Fue beatificado por León XIII el 15 de enero de 1882 y canonizado en 2002 por el Beato Juan Pablo II.
Vicisitudes históricas hicieron que sus restos fueran trasladados a distintos lugares. Actualmente reposan en la iglesia madrileña de las agustinas hasta este momento denominadas del Beato Orozco.
El sacerdote José María de Yermo y Parres nació en la Hacienda de Jalmolonga, municipio de Malinalco, Edo. de México el 10 de noviembre de 1851, hijo del abogado Manuel de Yermo y Soviñas y de María Josefa Parres. De nobles orígenes, fue educado cristianamente por el papá y la tía Carmen ya que su madre murió a los 50 días de su nacimiento. Muy pronto descubrió su vocación al sacerdocio.
A la edad de 16 años deja la casa paterna para ingresar en la Congregación de la Misión en la Ciudad de México. Después de una fuerte crisis vocacional deja la familia religiosa de los Paúles y continúa su camino al sacerdocio en la Diócesis de León, Gto. y allí fue ordenado el 24 de agosto de 1879. Sus primeros años de sacerdocio fueron fecundos de actividad y celo apostólico. 
Fue un elocuente orador, promovió la catequesis juvenil y desempeñó con esmero algunos cargos de importancia en la curia, a los cuales por motivo de enfermedad tuvo que renunciar. El nuevo obispo le confía el cuidado de dos iglesitas situadas en la periferia de la ciudad: El Calvario y el Santo Niño. Este nombramiento fue un duro golpe en la vida del joven sacerdote. Le sacudió profundamente en su orgullo, sin embargo decidió seguir a Cristo en la obediencia sufriendo esta humillación silenciosamente. 
Un día, mientras se dirigía a la Iglesia del Calvario, se halla de improviso ante una escena terrible: unos puercos estaban devorándose a dos niños recién nacidos. Estremecido por aquella tremenda escena, se siente interpelado por Dios, y en su corazón ardiente de amor proyecta la fundación de una casa de acogida para los abandonados y necesitados. Obtenida la autorización de su obispo pone mano a la obra y el 13 de diciembre 1885, seguido por cuatro valientes jóvenes, inaugura el Asilo del Sagrado Corazón en la cima de la colina del Calvario. Este día es también el inicio de la nueva familia religiosa de las “Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres”. 
Desde ese día el Padre Yermo pone el pie sobre el primer peldaño de una larga y constante escalada de entrega al Señor y a los hermanos, que sabe de sacrificio y abnegación, de gozo y sufrimiento, de paz y de desconciertos, de pobrezas y miserias, de apreciaciones y de calumnias, de amistades y traiciones, de obediencias y humillaciones. Su vida fue muy atribulada, pero aunque las tribulaciones y dificultades se alternaban a ritmo casi vertiginoso, no lograron nunca abatir el ánimo ardiente del apóstol de la caridad evangélica. 
En su vida no tan larga (1851-1904) fundó escuelas, hospitales, casas de descanso para ancianos, orfanatos, una casa muy organizada para la regeneración de la mujer, y poco antes de su santa muerte, acontecida el 20 de septiembre de 1904 en la ciudad de Puebla de los Ángeles, llevó a su familia religiosa a la difícil misión entre los indígenas tarahumaras del norte de México. Su fama de santidad se extendió rápidamente en el pueblo de Dios que se dirigía a él pidiendo su intercesión. Fue beatificado por Su Santidad San Juan Pablo II el 6 de mayo 1990 en la Basílica de Ntra. Sra. de Guadalupe en la Ciudad de México y canonizado el 21 de Mayo del 2000 en Roma.