Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XIII
De la Feria. Salterio I
VIERNES DE LA SEMANA XIII
De la Feria. Salterio I
5 de julio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Himno: EDIFICASTE UNA TORRE
Edificaste una torre
para tu huerta florida;
un lagar para tu vino
y, para el vino, una viña.
Y la viña no dio uvas,
ni el lagar buena bebida:
sólo racimos amargos
y zumos de amarga tinta.
Edificaste una torre,
Señor, para tu guarida;
un huerto de dulces frutos,
una noria de aguas limpias,
un blanco silencio de horas
y un verde beso de brisas.
Y esta casa que es tu torre,
este mi cuerpo de arcilla,
esta sangre que es tu sangre
y esta herida que es tu herida
te dieron frutos amargos,
amargas uvas y espinas.
¡Rompe, Señor, tu silencio,
rompe tu silencio y grita!
Que mi lagar enrojezca
cuando tu planta lo pise,
y que tu mesa se endulce
con el vino de tu viña. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Ant 2. Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Cántico: QUE LOS PUEBLOS TODOS SE CONVIERTAN AL SEÑOR. Is 45, 15-25
Es verdad: tú eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen
nunca jamás.
Así dice el Señor, creador del cielo
- él es Dios -,
él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor y no hay otro.»
No te hablé a escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«Buscadme en el vacío.»
Yo soy el Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera,
y rezan a un dios que no puede salvar.
Declarad, aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
- No hay otro Dios fuera de mí -.
Yo soy un Dios justo y salvador,
y no hay ninguno más.
Volveos hacia mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios y no hay otro.
Yo juro por mi nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»,
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder.»
A él vendrán avergonzados
los que se enardecían contra él,
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Ant 3. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
LECTURA BREVE Ef 4, 29-32
No salga de vuestra boca palabra desedificante, sino la que sirva para la necesaria edificación, comunicando la gracia a los oyentes. Y no provoquéis más al santo Espíritu de Dios, con el cual fuisteis marcados para el día de la redención. Desterrad de entre vosotros todo exacerbamiento, animosidad, ira, pendencia, insulto y toda clase de maldad. Sed, por el contrario, bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios os ha perdonado en Cristo.
RESPONSORIO BREVE
V. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
V. Indícame el camino que he de seguir.
R. Hazme escuchar tu gracia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Himno: EDIFICASTE UNA TORRE
Edificaste una torre
para tu huerta florida;
un lagar para tu vino
y, para el vino, una viña.
Y la viña no dio uvas,
ni el lagar buena bebida:
sólo racimos amargos
y zumos de amarga tinta.
Edificaste una torre,
Señor, para tu guarida;
un huerto de dulces frutos,
una noria de aguas limpias,
un blanco silencio de horas
y un verde beso de brisas.
Y esta casa que es tu torre,
este mi cuerpo de arcilla,
esta sangre que es tu sangre
y esta herida que es tu herida
te dieron frutos amargos,
amargas uvas y espinas.
¡Rompe, Señor, tu silencio,
rompe tu silencio y grita!
Que mi lagar enrojezca
cuando tu planta lo pise,
y que tu mesa se endulce
con el vino de tu viña. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Ant 2. Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Cántico: QUE LOS PUEBLOS TODOS SE CONVIERTAN AL SEÑOR. Is 45, 15-25
Es verdad: tú eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen
nunca jamás.
Así dice el Señor, creador del cielo
- él es Dios -,
él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor y no hay otro.»
No te hablé a escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«Buscadme en el vacío.»
Yo soy el Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera,
y rezan a un dios que no puede salvar.
Declarad, aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
- No hay otro Dios fuera de mí -.
Yo soy un Dios justo y salvador,
y no hay ninguno más.
Volveos hacia mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios y no hay otro.
Yo juro por mi nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»,
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder.»
A él vendrán avergonzados
los que se enardecían contra él,
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Ant 3. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
LECTURA BREVE Ef 4, 29-32
No salga de vuestra boca palabra desedificante, sino la que sirva para la necesaria edificación, comunicando la gracia a los oyentes. Y no provoquéis más al santo Espíritu de Dios, con el cual fuisteis marcados para el día de la redención. Desterrad de entre vosotros todo exacerbamiento, animosidad, ira, pendencia, insulto y toda clase de maldad. Sed, por el contrario, bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios os ha perdonado en Cristo.
RESPONSORIO BREVE
V. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
V. Indícame el camino que he de seguir.
R. Hazme escuchar tu gracia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 15, 1-23
EL SEÑOR RECHAZA A SAÚL POR SU DESOBEDIENCIA
En aquellos días, Samuel dijo a Saúl:
«El Señor me envió para ungirte rey de su pueblo, Israel. Por tanto, escucha las palabras del Señor. Así dice el Señor de los ejércitos: "Voy a tomar cuentas a Amalec de lo que hizo contra Israel, atacándolo cuando subía de Egipto. Ahora ve y atácalo; entrega al exterminio todos sus haberes, y a él no lo perdones; mata a hombres y mujeres, niños de pecho y chiquillos, toros y ovejas, camellos y burros."»
Saúl convocó al ejército y le pasó revista en Telán: doscientos mil de infantería y diez mil de caballería. Marchó a las ciudades amalecitas y puso emboscadas en la vaguada. A los quenitas les envió este mensaje:
«Vosotros, salid del territorio amalecita y bajad. Os portasteis muy bien con los israelitas cuando subían de Egipto, y yo no quiero mezclaros con Amalec.»
Los quenitas se apartaron de los amalecitas. Saúl derrotó a los amalecitas, desde Telán, según se va a La Muralla, en la frontera de Egipto. Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, pero a su ejército lo pasó a cuchillo. Saúl y su ejército perdonaron la vida a Agag, a las mejores ovejas y vacas, al ganado bien cebado, a los corderos y a todo lo que valía la pena, sin querer exterminarlo; en cambio, exterminaron lo que no valía nada. El Señor dirigió la palabra a Samuel:
«Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha apostatado de mí y no cumple mis órdenes.»
Samuel se entristeció y se pasó la noche gritando al Señor. Por la mañana, madrugó y fue a encontrar a Saúl; pero le dijeron que se había ido a La Vega, donde había erigido una estela, y después, dando un rodeo, había bajado a Guilgal. Samuel se presentó a Saúl, y éste le dijo:
«El Señor te bendiga. He cumplido el encargo del Señor.»
Samuel le preguntó:
«¿Y qué son esos balidos que oigo y esos mugidos que siento?»
Saúl contestó:
«Los han traído de Amalec. La tropa ha dejado con vida a las mejores ovejas y vacas, para ofrecérselas en sacrificio al Señor. El resto lo hemos exterminado.»
Samuel replicó:
«Pues déjame que te cuente lo que el Señor me ha dicho esta noche.»
Contestó Saúl:
«Dímelo.»
Samuel dijo:
«Aunque te creas pequeño, eres la cabeza de las tribus de Israel, porque el Señor te ha nombrado rey de Israel. El Señor te envió a esta campaña con orden de exterminar a esos pecadores amalecitas, combatiendo hasta acabar con ellos. ¿Por qué no has obedecido al Señor? ¿Por qué has echado mano a los despojos, haciendo lo que el Señor reprueba?»
Saúl replicó:
«¡Pero si he obedecido al Señor! He hecho la campaña a la que me envió, he traído a Agag, rey de Amalec, y he exterminado a los amalecitas. Si la tropa tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, lo hizo para ofrecérselas en sacrificio al Señor, tu Dios, en Guilgal.»
Samuel contestó:
«¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros. Pecado de adivinos es la rebeldía, crimen de idolatría es la obstinación. Por haber rechazado al Señor, el Señor te rechaza hoy como rey.»
RESPONSORIO 1S 15, 22; Os 6, 6
R. ¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? * Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros.
V. Yo quiero misericordia y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.
R. Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad queda grasa de los carneros.
SEGUNDA LECTURA
Del libro de san Agustín, obispo, Sobre la predestinación de los elegidos.
(Cap. 15, 30-31: PL 44, 981-983)
JESUCRISTO ES DEL LINAJE DE DAVID SEGÚN LA CARNE
El más esclarecido ejemplar de la predestinación y de la gracia es el mismo Salvador del mundo, el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús; porque para llegar a serlo, ¿con qué méritos anteriores, ya de obras, ya de fe, pudo contar la naturaleza humana que en él reside? Yo ruego que se me responda a lo siguiente: aquella naturaleza humana que en unidad de persona fue asumida por el Verbo, coeterno del Padre, ¿cómo mereció llegar a ser Hijo unigénito de Dios? ¿Precedió algún mérito a esta unión? ¿Qué obró, qué creyó o qué exigió previamente para llegar a tan inefable y soberana dignidad? ¿No fue acaso por la virtud y asunción del mismo Verbo, por lo que aquella humanidad, en cuanto empezó a existir, empezó a ser Hijo único de Dios?
Manifiéstese, pues, ya a nosotros, en el que es nuestra Cabeza, la fuente misma de la gracia, la cual se derrama por todos sus miembros según la medida de cada uno. Tal es la gracia, por la cual se hace cristiano el hombre desde el momento en que comienza a creer; la misma por la cual aquel Hombre, unido al Verbo desde el primer momento de su existencia, fue hecho Jesucristo; del mismo Espíritu Santo, de quien Cristo fue nacido, es ahora el hombre renacido; por el mismo Espíritu Santo, por quien se verificó que la naturaleza humana de Cristo estuviera exenta de todo pecado, se nos concede a nosotros ahora la remisión de los pecados. Sin duda, Dios tuvo presciencia de que realizaría todas estas cosas. Porque en esto consiste la predestinación de los santos, que tan soberanamente resplandece en el Santo de los santos. ¿Quién podría negarla de cuantos entienden rectamente las palabras de la verdad? Pues el mismo Señor de la gloria, en cuanto que el Hijo de Dios se hizo hombre, sabemos que fue también predestinado.
Fue, por tanto, predestinado Jesús, para que, al llegar a ser hijo de David según la carne, fuese también, al mismo tiempo, Hijo de Dios según el Espíritu de santidad; pues nació del Espíritu Santo y de María Virgen. Tal fue aquella singular elevación del hombre, realizada de manera inefable por el Verbo divino, para que Jesucristo fuese llamado a la vez, verdadera y propiamente, Hijo de Dios e hijo del hombre; hijo del hombre, por la naturaleza humana asumida, e Hijo de Dios, porque el Verbo unigénito la asumió en sí; de otro modo no se creería en una trinidad, sino en una cuaternidad de personas.
Así fue predestinada aquella humana naturaleza a tan grandiosa, excelsa y sublime dignidad, más arriba de la cual no podría ya darse otra elevación mayor; de la misma manera que la divinidad no pudo descender ni humillarse más por nosotros, que tomando nuestra naturaleza con todas sus debilidades hasta la muerte de cruz. Por tanto, así como ha sido predestinado ese hombre singular para ser nuestra Cabeza, así también una gran muchedumbre hemos sido predestinados para ser sus miembros. Enmudezcan, pues, aquí las deudas contraídas por la humana naturaleza, pues ya perecieron en Adán, y reine por siempre esta gracia de Dios, que ya reina por medio de Jesucristo, Señor nuestro, único Hijo de Dios y Único Señor. Y así, si no es posible encontrar en nuestra Cabeza mérito alguno que preceda a su singular generación, tampoco en nosotros, sus miembros, podrá encontrarse merecimiento alguno que preceda a tan multiplicada regeneración.
RESPONSORIO Cf. Ga 4, 4-5; Ef 2, 4; Rm 8, 3
R. Mirad que ya se cumplió el tiempo, y ha enviado Dios a su Hijo a la tierra, nacido de una Virgen, nacido bajo la ley, * para rescatar a los que estaban bajo la ley.
V. Por el gran amor con que nos amó, envió a su propio Hijo, sometido a una existencia semejante a la de la carne de pecado.
R. Para rescatar a los que estaban bajo la ley.
Del primer libro de Samuel 15, 1-23
EL SEÑOR RECHAZA A SAÚL POR SU DESOBEDIENCIA
En aquellos días, Samuel dijo a Saúl:
«El Señor me envió para ungirte rey de su pueblo, Israel. Por tanto, escucha las palabras del Señor. Así dice el Señor de los ejércitos: "Voy a tomar cuentas a Amalec de lo que hizo contra Israel, atacándolo cuando subía de Egipto. Ahora ve y atácalo; entrega al exterminio todos sus haberes, y a él no lo perdones; mata a hombres y mujeres, niños de pecho y chiquillos, toros y ovejas, camellos y burros."»
Saúl convocó al ejército y le pasó revista en Telán: doscientos mil de infantería y diez mil de caballería. Marchó a las ciudades amalecitas y puso emboscadas en la vaguada. A los quenitas les envió este mensaje:
«Vosotros, salid del territorio amalecita y bajad. Os portasteis muy bien con los israelitas cuando subían de Egipto, y yo no quiero mezclaros con Amalec.»
Los quenitas se apartaron de los amalecitas. Saúl derrotó a los amalecitas, desde Telán, según se va a La Muralla, en la frontera de Egipto. Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, pero a su ejército lo pasó a cuchillo. Saúl y su ejército perdonaron la vida a Agag, a las mejores ovejas y vacas, al ganado bien cebado, a los corderos y a todo lo que valía la pena, sin querer exterminarlo; en cambio, exterminaron lo que no valía nada. El Señor dirigió la palabra a Samuel:
«Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha apostatado de mí y no cumple mis órdenes.»
Samuel se entristeció y se pasó la noche gritando al Señor. Por la mañana, madrugó y fue a encontrar a Saúl; pero le dijeron que se había ido a La Vega, donde había erigido una estela, y después, dando un rodeo, había bajado a Guilgal. Samuel se presentó a Saúl, y éste le dijo:
«El Señor te bendiga. He cumplido el encargo del Señor.»
Samuel le preguntó:
«¿Y qué son esos balidos que oigo y esos mugidos que siento?»
Saúl contestó:
«Los han traído de Amalec. La tropa ha dejado con vida a las mejores ovejas y vacas, para ofrecérselas en sacrificio al Señor. El resto lo hemos exterminado.»
Samuel replicó:
«Pues déjame que te cuente lo que el Señor me ha dicho esta noche.»
Contestó Saúl:
«Dímelo.»
Samuel dijo:
«Aunque te creas pequeño, eres la cabeza de las tribus de Israel, porque el Señor te ha nombrado rey de Israel. El Señor te envió a esta campaña con orden de exterminar a esos pecadores amalecitas, combatiendo hasta acabar con ellos. ¿Por qué no has obedecido al Señor? ¿Por qué has echado mano a los despojos, haciendo lo que el Señor reprueba?»
Saúl replicó:
«¡Pero si he obedecido al Señor! He hecho la campaña a la que me envió, he traído a Agag, rey de Amalec, y he exterminado a los amalecitas. Si la tropa tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, lo hizo para ofrecérselas en sacrificio al Señor, tu Dios, en Guilgal.»
Samuel contestó:
«¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros. Pecado de adivinos es la rebeldía, crimen de idolatría es la obstinación. Por haber rechazado al Señor, el Señor te rechaza hoy como rey.»
RESPONSORIO 1S 15, 22; Os 6, 6
R. ¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? * Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros.
V. Yo quiero misericordia y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.
R. Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad queda grasa de los carneros.
SEGUNDA LECTURA
Del libro de san Agustín, obispo, Sobre la predestinación de los elegidos.
(Cap. 15, 30-31: PL 44, 981-983)
JESUCRISTO ES DEL LINAJE DE DAVID SEGÚN LA CARNE
El más esclarecido ejemplar de la predestinación y de la gracia es el mismo Salvador del mundo, el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús; porque para llegar a serlo, ¿con qué méritos anteriores, ya de obras, ya de fe, pudo contar la naturaleza humana que en él reside? Yo ruego que se me responda a lo siguiente: aquella naturaleza humana que en unidad de persona fue asumida por el Verbo, coeterno del Padre, ¿cómo mereció llegar a ser Hijo unigénito de Dios? ¿Precedió algún mérito a esta unión? ¿Qué obró, qué creyó o qué exigió previamente para llegar a tan inefable y soberana dignidad? ¿No fue acaso por la virtud y asunción del mismo Verbo, por lo que aquella humanidad, en cuanto empezó a existir, empezó a ser Hijo único de Dios?
Manifiéstese, pues, ya a nosotros, en el que es nuestra Cabeza, la fuente misma de la gracia, la cual se derrama por todos sus miembros según la medida de cada uno. Tal es la gracia, por la cual se hace cristiano el hombre desde el momento en que comienza a creer; la misma por la cual aquel Hombre, unido al Verbo desde el primer momento de su existencia, fue hecho Jesucristo; del mismo Espíritu Santo, de quien Cristo fue nacido, es ahora el hombre renacido; por el mismo Espíritu Santo, por quien se verificó que la naturaleza humana de Cristo estuviera exenta de todo pecado, se nos concede a nosotros ahora la remisión de los pecados. Sin duda, Dios tuvo presciencia de que realizaría todas estas cosas. Porque en esto consiste la predestinación de los santos, que tan soberanamente resplandece en el Santo de los santos. ¿Quién podría negarla de cuantos entienden rectamente las palabras de la verdad? Pues el mismo Señor de la gloria, en cuanto que el Hijo de Dios se hizo hombre, sabemos que fue también predestinado.
Fue, por tanto, predestinado Jesús, para que, al llegar a ser hijo de David según la carne, fuese también, al mismo tiempo, Hijo de Dios según el Espíritu de santidad; pues nació del Espíritu Santo y de María Virgen. Tal fue aquella singular elevación del hombre, realizada de manera inefable por el Verbo divino, para que Jesucristo fuese llamado a la vez, verdadera y propiamente, Hijo de Dios e hijo del hombre; hijo del hombre, por la naturaleza humana asumida, e Hijo de Dios, porque el Verbo unigénito la asumió en sí; de otro modo no se creería en una trinidad, sino en una cuaternidad de personas.
Así fue predestinada aquella humana naturaleza a tan grandiosa, excelsa y sublime dignidad, más arriba de la cual no podría ya darse otra elevación mayor; de la misma manera que la divinidad no pudo descender ni humillarse más por nosotros, que tomando nuestra naturaleza con todas sus debilidades hasta la muerte de cruz. Por tanto, así como ha sido predestinado ese hombre singular para ser nuestra Cabeza, así también una gran muchedumbre hemos sido predestinados para ser sus miembros. Enmudezcan, pues, aquí las deudas contraídas por la humana naturaleza, pues ya perecieron en Adán, y reine por siempre esta gracia de Dios, que ya reina por medio de Jesucristo, Señor nuestro, único Hijo de Dios y Único Señor. Y así, si no es posible encontrar en nuestra Cabeza mérito alguno que preceda a su singular generación, tampoco en nosotros, sus miembros, podrá encontrarse merecimiento alguno que preceda a tan multiplicada regeneración.
RESPONSORIO Cf. Ga 4, 4-5; Ef 2, 4; Rm 8, 3
R. Mirad que ya se cumplió el tiempo, y ha enviado Dios a su Hijo a la tierra, nacido de una Virgen, nacido bajo la ley, * para rescatar a los que estaban bajo la ley.
V. Por el gran amor con que nos amó, envió a su propio Hijo, sometido a una existencia semejante a la de la carne de pecado.
R. Para rescatar a los que estaban bajo la ley.
Viernes, 5 de julio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,9-13):
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
PRECES
Adoremos a Cristo, que salvó al mundo con su cruz, y supliquémosle diciendo:
Señor, ten misericordia de nosotros.
Señor Jesucristo, cuya claridad es nuestro sol y nuestro día,
haz que, desde el amanecer, desaparezca de nosotros todo sentimiento malo.
Vela, Señor, sobre nuestros pensamientos, palabras y obras,
a fin de que nuestro día sea agradable ante tus ojos.
Aparta de nuestros pecados tu vista,
y borra en nosotros toda culpa.
Por tu cruz y tu resurrección,
llénanos del gozo del Espíritu Santo.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Ya que somos hijos de Dios, oremos a nuestro Padre como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Dios misericordioso, que has iluminado las tinieblas de nuestra ignorancia con la luz de tu palabra: acrecienta en nosotros la fe que tú mismo nos has dado; que ninguna tentación pueda nunca destruir el ardor de la fe y de la caridad que tu gracia ha encendido en nuestro Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
San Antonio Maria
Zaccaria (1502-1539)
5 de Julio
5 de Julio
En este sacerdote que murió muy joven, sí que se cumplió aquella
frase del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia "Vivió muy poco tiempo,
pero hizo obras como si hubiera tenido una vida muy larga".
Nació en Cremona, Italia, en 1502. Quedó huérfano de padre cuando
tenia muy pocos años. Su madre, viuda a los 18 años, renunció a nuevos
matrimonios que se le ofrecían con tal de dedicarse totalmente a la educación
de su hijita y los resultados que obtuvo fueron admirables.
Estudió medicina en la Universidad de Padua, y allí supo cuidarse
muy bien para huir de las juergas universitarias y así conservar la santa
virtud de la castidad. Desde joven renunció a los vestidos elegantes y
costosos, y vistió siempre como la gente pobre, y el dinero que ahorraba con
esto, lo repartía entre los más necesitados.
A los 22 años se graduó de médico y su gran deseo era dedicarse
totalmente a atender a las gentes más pobres, la mayor parte de las veces
gratuitamente, y aprovechar su profesión para ayudarles también a sus pacientes
a salvar el alma y ganarse el cielo. Pero unos años después, sus directores
espirituales le aconsejaron que hiciera también los estudios sacerdotales, y
así logró ordenarse de sacerdote. Así fue doblemente médico: de los cuerpos y
de las almas.
Antonio María tuvo siempre desde muy pequeño un inmenso amor por
los pobres. Ya en la escuela, volvía a veces a casa sin saco, porque lo había
regalado a algún pobrecito que había encontrado por ahí tiritando de frío.
Durante sus años de profesional y sacerdote, todo lo que consigue lo reparte
entre los más necesitados.
Se trasladó a Milán (la ciudad de mayor número de habitantes en
Italia) porque en esa gran ciudad tenía más posibilidades de extender su
apostolado a muchas gentes. Y allí, por medio de la hermana Luisa Torelli fundó
la comunidad de las hermanas llamadas "Angelicales" (nombre que les
pusieron porque su convento se llamaba de "Los Santos Angeles"). El
fin de esta comunidad era preservar a las jovencitas que estaban en peligro de
caer en vicios, y redimir y volver al buen camino a las que ya habían caído.
Estas hermanas le ayudaron muchísimo a nuestro santo en todos sus apostolados.
Luego con otros compañeros fundó la Comunidad llamada
"Clérigos de San Pablo" los cuales, por vivir en un convento llamado
de San Bernabé, fueron llamados por la gente "Los Padres Bernabitas".
Esta congregación tenía por fin predicar para convertir a los pecadores,
extender por todas partes la devoción a la Pasión y muerte de Cristo, y a su
santa Cruz. Y esforzarse lo más posible por tratar de obtener la renovación de
la vida espiritual y piadosa entre el pueblo, que estaba muy decaida y
relajada. Estos religiosos hicieron tanto bien en la ciudad y sus alrededores
que unos años mas tarde, San Carlos, gran arzobispo de Milán, dirá de ellos:
"Son la ayuda más formidable que he encontrado en mi arquidiócesis".
San Antonio María sentía un gran cariño por la Sagrada Eucaristía,
donde está Cristo presente en la Santa Hostia, con su Cuerpo, Sangre, alma y
divinidad. Por eso propagó por todas partes la devoción de las Cuarenta Horas,
que consiste en dedicar tres días cada año, en cada templo, a honrar
solemnemente a la Sma. Eucaristía con rezos, cantos y otros actos solemnes de
culto.
Otra de sus grandes devociones era la pasión y muerte de Cristo.
Cada viernes, a las tres de la tarde hacía sonar las campanas, para recordar a
la gente que a esa hora había muerto Nuestro Señor. Siempre llevaba una imagen
de Jesús crucificado, y se esmeraba por hacer que sus oyentes meditaran en los
sufrimientos de Jesús en su Pasión y Muerte, porque esto aumenta mucho el amor
hacia el Redentor. Y una tercera devoción que lo acompaño en sus años de
sacerdocio fue un enorme entusiasmo por las Cartas de San Pablo. Su lectura lo
emocionaba hasta el extremo, y de ellas predicaba, y a sus discípulos les
insistía en que leyeran tan preciosas cartas frecuentemente, y que meditaran en
sus importantísimas enseñanzas. A él le sucedió lo que le ha pasado a miles y
millones de creyentes en el mundo entero, que al leer las Cartas de San Pablo
han descubierto en ellas unos mensajes celestiales tan interesantes que quedan
entusiasmados para siempre por su lectura y meditación.
A nuestro santo le correspondió vivir en los tiempos difíciles en
los que en Alemania el falso reformador Lutero proclamaba una falsa reforma en
la religión, y en Roma y España, San Ignacio y sus jesuitas empezaban a
trabajar por conseguir una verdadera reforma de la Iglesia, y muchísimos
católicos sentían un intenso deseo de que empezara una era de mayor fervor y
menos frialdad y maldad. San Antonio María fue uno de los que con su enorme
apostolado preparó la gran Reforma de la Iglesia Católica que iba a traer el
Concilio de Trento.
Siendo aún muy joven, sintió que de tanto trabajar por el
apostolado, le faltaban las fuerzas. Se fue a casa de su santa madre, y en sus
brazos murió el 5 de julio de 1539. Tenía apenas 37 años, pero había hecho
labores apostólicas como si hubiera trabajado por tres docenas de años más. El
Papa León XIII lo declaró santo en 1897. Y nosotros le pedimos a San Antonio
Zaccaría, que pida mucho al buen Dios para que la Iglesia Católica se renueve
día por día y no vaya a caer nunca en la relajación y que no se enfríe nunca en
el santo fervor que Nuestro Señor quiere de cada uno de los creyentes.