Musica Para el Alma

lunes, 3 de septiembre de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
De la primera carta a Timoteo 6, 11-21
LOS RICOS NO SEAN ALTANEROS, SINO GENEROSOS
Hermano: Como hombre de Dios que eres, huye de la codicia del dinero, corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne profesión delante de muchos testigos.

Te recomiendo en la presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el bienaventurado y único monarca, Rey de reyes y Señor de los señores, el único inmortal, el que habita en la luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni puede ver. A él sea el honor y el imperio eterno. Amén.

A los ricos de este mundo incúlcales que no sean altaneros y que no tengan puesta su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo, para que lo disfrutemos. Que practiquen la beneficencia, que se hagan ricos en buenas obras, que sean generosos y dadivosos, y que vayan atesorando para sí un excelente caudal de bienes para el futuro, con el que podrán adquirir la vida verdadera.

Timoteo, guarda el depósito de la fe a ti confiado. Evita las inútiles y perniciosas discusiones y las objeciones de una falsa ciencia. Algunos que se adhirieron a ella se han desviado de la fe. La gracia sea con vosotros.
RESPONSORIO    Col 2, 6. 7; Mt 6, 19. 20
R. Vivid según Cristo Jesús, el Señor, tal como os lo enseñaron, enraizados y cimentados en él y apoyados en la fe, como se os instruyó, * y rebosad en continua acción de gracias.
V. No alleguéis tesoros en la tierra, sino atesorad tesoros en el cielo.
R. Y rebosad en continua acción de gracias.
SEGUNDA LECTURA
Del libro de la Imitación de Cristo
(Libro 3, 14)
LA FIDELIDAD DEL SEÑOR DURA POR SIEMPRE
Señor, tus juicios resuenan sobre mí con voz de trueno; el temor y el temblor agitan con violencia todos mis huesos, y mi alma está sobrecogida de espanto.

Me quedo atónito al considerar que ni aun el cielo es puro a tus ojos.

Y si en los ángeles hallaste maldad, y no fueron dignos de tu perdón, ¿qué será de mí? Cayeron las estrellas del cielo, y yo, que soy polvo, ¿qué puedo presumir?

Se precipitaron en la vorágine de los vicios aun aquellos cuyas obras parecían dignas de elogio; y a los que comían el pan de los ángeles los vi deleitarse con las bellotas de animales inmundos.

No es posible, pues, la santidad en el hombre, Señor, si retiras el apoyo de tu mano. No aprovecha sabiduría alguna, si tú dejas de gobernarlo. No hay fortaleza inquebrantable, capaz de sostenernos, si tú cesas de conservarla.

Porque, abandonados a nuestras propias fuerzas, nos hundimos y perecemos; mas, visitados por ti, salimos a flote y vivimos.

Y es que somos inestables, pero gracias a ti cobramos firmeza; somos tibios, pero tú nos inflamas de nuevo.

Toda vanagloria ha sido absorbida en la profundidad de tus juicios sobre mí.

¿Qué es toda carne en tu presencia? ¿Acaso podrá gloriarse el barro contra el que lo formó?

¿Cómo podrá la vana lisonja hacer que se engría el corazón de aquel que está verdaderamente sometido a Dios? No basta el mundo entero para hacer ensoberbecer a quien la verdad hizo que se humillara, ni la alabanza de todos los hombres juntos hará vacilar a quien puso toda su confianza en Dios.

Porque los mismos que alaban son nada, y pasarán con el sonido de sus palabras. En cambio, la fidelidad del Señor dura por siempre.
RESPONSORIO    Sal 118, 114-115. 113
R. Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu palabra. * Apartaos de mí los perversos, cumpliré los mandatos de mi Dios.
V. Detesto la doblez de corazón y amo tu voluntad.
R. Apartaos de mí los perversos, cumpliré los mandatos de mi Dios.

ORACIÓN.
OREMOS,
Oh Dios todopoderoso, de quien procede todo don perfecto, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, aumentes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.