Musica Para el Alma

jueves, 30 de agosto de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
De la primera carta a Timoteo 3, 1-16
CUALIDADES REQUERIDAS EN LOS MINISTROS DE LA IGLESIA
Hermano: Sentencia verdadera es ésta: Aspirar al cargo de obispo es aspirar a una excelente función. Por lo mismo, es preciso que el obispo sea irreprochable, que no se haya casado más que una vez, que sea sensato, bien educado, hospitalario, con cualidades para enseñar, no dado al vino ni violento, sino indulgente, amigo de la paz y desinteresado; que sepa gobernar bien su propia casa y educar dignamente a sus hijos.

Quien no sabe gobernar su propia casa ¿cómo podrá llevar el cuidado de la Iglesia de Dios? No debe ser recién «convertido», no sea que se le suban los humos a la cabeza y caiga en la misma condena del demonio. Y debe también gozar de buena reputación ante los de fuera para que no sirva de escándalo y caiga en las redes del diablo.

Los diáconos deben asimismo ser dignos y sin doblez, no dados al vino ni a torpes pegocios: que guarden con limpia conciencia el misterio de la fe. Sean primero probados y luego, si fueren irreprensibles, podrán ejercer su diaconado. Las mujeres deben ser igualmente dignas, no murmuradoras; moderadas y fieles en todo. Los diáconos que sean casados una sola vez y sepan gobernar bien a sus hijos y a su propia casa. Los que ejercen bien el diaconado alcanzan un puesto honroso y grande entereza en la fe de Cristo Jesús.

Te escribo la presente con la esperanza de ir pronto a verte. Pero, si tardo, sabrás ya de este modo cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad.

Realmente es grande el misterio que veneramos. Él, Cristo, fue manifestado en fragilidad humana, fue santificado por el Espíritu, fue mostrado a los ángeles, fue proclamado a los gentiles, fue objeto de fe para el mundo, fue elevado a la gloria.
RESPONSORIO    Cf. Hch 20, 28; 1Co 4, 2
R. Tened cuidado del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, * como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo.
V. En un administrador lo que se busca es que sea fiel.
R. Como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Jerónimo, presbítero, sobre el libro del profeta Joel
(PL 25, 967-968)
CONVERTÍOS A MÍ
Convertíos a mí de todo corazón y que vuestra penitencia interior se manifieste por medio del ayuno, del llanto y de las lágrimas; así, ayunando ahora, seréis luego saciados; llorando ahora, podréis luego reír; lamentándoos ahora, seréis luego consolados. Y ya que la costumbre tiene establecido rasgar los vestidos en los momentos tristes y adversos -como nos lo cuenta el Evangelio al decir que el pontífice rasgó sus vestiduras para significar la magnitud del crimen del Salvador, o como nos dice el libro de los Hechos que Pablo y Bernabé rasgaron sus túnicas al oír las palabras blasfematorias-, así os digo que no rasguéis vuestras vestiduras, sino vuestros corazones repletos de pecado; pues el corazón, a la manera de los odres, no se rompe nunca espontáneamente, sino que debe ser rasgado por la voluntad. Cuando, pues, hayáis rasgado de esta manera vuestro corazón, volved al Señor, vuestro Dios, de quien os habíais apartado por vuestros antiguos pecados, y no dudéis del perdón, pues, por grandes que sean vuestras culpas, la magnitud de su misericordia perdonará, sin duda, la vastedad de vuestros muchos pecados.

Pues el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; él no se complace en la muerte del malvado, sino en que el malvado cambie de conducta y viva; él no es impaciente como el hombre, sino que espera sin prisas nuestra conversión y sabe retirar su malicia de nosotros, de manera que, si nos convertimos de nuestros pecados, él retira de nosotros sus castigos y aparta de nosotros sus amenazas, cambiando ante nuestro cambio. Cuando aquí el profeta dice que el Señor sabe retirar su malicia, por malicia no debemos entender lo que es contrario a la virtud, sino las desgracias con que nuestra vida está amenazada, según aquello que leemos en otro lugar: Bástale a cada día su desgracia, o bien aquello otro: ¿Sucede una desgracia en la ciudad que no la mande el Señor?

Y porque dice, como hemos visto más arriba, que el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad y que sabe retirar su malicia, a fin de que la magnitud de su clemencia no nos haga negligentes en el bien, añade el profeta: Quizá se arrepienta y nos perdone y nos deje todavía su bendición. Por eso, dice, yo, por mi parte, exhorto a la penitencia y reconozco que Dios es infinitamente misericordioso, como dice el profeta David: Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa.

Pero como sea que no podemos conocer hasta dónde llega el abismo de las riquezas y sabiduría de Dios, prefiero ser discreto en mis afirmaciones y decir sin presunción: Quizá se arrepienta y nos perdone. Al decir quizá ya está indicando que se trata de algo o bien imposible o por lo menos muy difícil. Habla luego el profeta de ofrenda y libación para nuestro Dios: con ello quiere significar que, después de habernos dado su bendición y perdonado nuestro pecado, nosotros debemos ofrecer a Dios nuestros dones.
RESPONSORIO    Cf. Sal 23, 4; 2Co 6, 6; Col 2, 14; Jl 2, 13
R. Convertíos todos a Dios con pureza de alma y con caridad sincera, * para que se cancele la nota deudora de vuestros pecados.
V. Rasgad vuestros corazones y no vuestras vestiduras, y convertíos al Señor, vuestro Dios.
R. Para que se cancele la nota deudora de vuestros pecados.

ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, que unes en un mismo sentir los corazones de los que te aman, impulsa a tu pueblo a amar lo que pides y a desear lo que prometes, para que, en medio de la inestabilidad de las cosas humanas, estén firmemente anclados nuestros corazones en el deseo de la verdadera felicidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.