PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 59, 1-14
PENITENCIA Y SALVACIÓN
Mira, la mano del Señor no es tan corta que no pueda salvar, ni es tan duro de oído que no pueda oír. Son vuestras culpas las que crean separación entre vosotros y vuestro Dios; son vuestros pecados los que tapan su rostro, para que no os oiga.
Pues vuestras manos están manchadas de sangre; vuestros dedos, de crímenes; vuestros labios dicen mentiras; vuestras lenguas murmuran maldades. No hay quien invoque la justicia, ni quien pleitee con sinceridad; se apoyan en la mentira, afirman la falsedad, conciben el crimen y dan a luz la maldad.
Incuban huevos de serpiente y tejen telas de araña; quien come esos huevos muere; si se cascan, salen víboras. Sus telas no sirven para vestidos; son tejidos que no pueden cubrir. Sus acciones son criminales, las obras de sus manos son violentas.
Sus pies corren al mal, tienen prisa por derramar sangre inocente; sus planes son planes criminales, destrozos y ruinas jalonan su camino. No conocen el camino de la paz, no existe el derecho en sus senderos; se abren sendas tortuosas; quien las sigue no conoce paz. Por eso, está lejos de nosotros el derecho, y no nos alcanza la justicia: esperamos la luz, y vienen tinieblas; claridad, y caminamos a oscuras.
Como ciegos, vamos tanteando la pared; andamos a tientas, como gente sin vista. En pleno día, tropezamos como al anochecer; en pleno vigor, estamos como muertos.
Todos gruñimos como osos, y nos quejamos como palomas. Esperamos en el derecho, pero nada; en la salvación, y está lejos de nosotros. Porque nuestros crímenes son muchos en tu presencia, y nuestros pecados nos acusan; nuestros crímenes nos acompañan, y reconocemos nuestras culpas: rebelarnos y olvidarnos del Señor, volver la espalda a nuestro Dios, tratar de opresión y revuelta, urdir por dentro engaños; y así se tergiversa el derecho, y la justicia se queda lejos; porque en la plaza tropieza la lealtad, y la sinceridad no encuentra acceso.
RESPONSORIO Is 59, 12; 1Jn 1, 8
R. Nuestros crímenes son muchos en tu presencia, y nuestros pecados nos acusan; * nuestros crímenes nos acompañan, y reconocemos nuestras culpas.
V. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
R. Nuestros crímenes nos acompañan, y reconocemos nuestras culpas.
SEGUNDA LECTURA
De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo.
(Catequesis 1, 2-3. 5-6: PG 33, 371. 375-378)
RECONOCE EL MAL QUE HAS HECHO, AHORA QUE ES EL TIEMPO PROPICIO
Si hay aquí alguno que esté esclavizado por el pecado, que se disponga por la fe a la regeneración que nos hace hijos adoptivos y libres; y así, libertado de la pésima esclavitud del pecado y sometido a la dichosa esclavitud del Señor, será digno de poseer la herencia celestial. Despojaos, por la confesión de vuestros pecados, del hombre viejo, viciado por las concupiscencias engañosas, y vestíos del hombre nuevo que se va renovando según el conocimiento de su creador. Adquirid, mediante vuestra fe, las arras del Espíritu Santo, para que podáis ser recibidos en la mansión eterna. Acercaos a recibir el sello sacramental, para que podáis ser reconocidos favorablemente por aquel que es vuestro dueño. Agregaos al santo y racional rebaño de Cristo, para que un día, separados a su derecha, poseáis en herencia la vida que os está preparada.
Porque los que conserven adherida la aspereza del pecado, a manera de una piel velluda, serán colocados a la izquierda, por no haberse querido beneficiar de la gracia de Dios, que se obtiene por Cristo a través del baño de regeneración. Me refiero no a una regeneración corporal, sino al nuevo nacimiento del alma. Los cuerpos, en efecto, son engendrados por nuestros padres terrenos, pero las almas son regeneradas por la fe, porque el Espíritu sopla donde quiere. Y así entonces, si te has hecho digno de ello, podrás escuchar aquella voz: Bien, siervo bueno y fiel, a saber, si tu conciencia es hallada limpia y sin falsedad.
Pues si alguno de los aquí presentes tiene la pretensión de poner a prueba la gracia de Dios, se engaña a sí mismo e ignora la realidad de las cosas. Procura, oh hombre, tener un alma sincera y sin engaño, porque Dios penetra el interior del hombre.
El tiempo presente es tiempo de reconocer nuestros pecados. Reconoce el mal que has hecho, de palabra o de obra, de día o de noche. Reconócelo ahora que es el tiempo propicio, y en el día de la salvación recibirás el tesoro celeste.
Limpia tu recipiente, para que sea capaz de una gracia más abundante, porque el perdón de los pecados se da a todos por igual, pero el don del Espíritu Santo se concede a proporción de la fe de cada uno. Si te esfuerzas poco, recibirás poco, si trabajas mucho, mucha será tu recompensa. Corres en provecho propio; mira, pues, tu conveniencia.
Si tienes algo contra alguien, perdónalo. Vienes para alcanzar el perdón de los pecados: es necesario que tú también perdones al que te ha ofendido.
RESPONSORIO Pr 28, 13; 1Jn 1, 9
R. Al que oculta sus crímenes no le irá bien en sus cosas; * el que los confiesa y se enmienda obtendrá misericordia.
V. Si confesamos nuestros pecados, fiel y bondadoso es Dios para perdonarnos.
R. El que los confiesa y se enmienda obtendrá misericordia.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.