Musica Para el Alma

jueves, 5 de julio de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
Del libro de Nehemías 12, 27-46
INAUGURACIÓN DE LA MURALLA DE JERUSALÉN
En aquellos días, al inaugurar la muralla de Jerusalén, buscaron a los levitas por todas partes, para traerlos a Jerusalén a celebrar la inauguración con una fiesta y con acciones de gracias, al son de platillos, arpas y cítaras. Se reunieron los cantores del valle del Jordán, de la comarca de Jerusalén, de las aldeas de Netofat, de Bet Guilgal y de los campos de Loma y Azmaut, porque los cantores se habían construido aldeas en las cercanías de Jerusalén. Los sacerdotes y los levitas se purificaron y luego purificaron al pueblo, las puertas y la muralla.

Mandé a las autoridades de Judá que subiesen a la muralla y organicé dos grandes coros. Uno iba por la derecha, encima de la muralla, hacia la puerta de la Basura. Cerraban la marcha Oseas, la mitad de las autoridades de Judá, Azarías, Esdras, Mesulán, Judá, Benjamín, Semayas, Jeremías; sacerdotes con trompetas, Zacarías, hijo de Jonatán, hijo de Semayas, hijo de Matanías, hijo de Miqueas, hijo de Zacur, hijo de Asaf, y sus hermanos, Semayas, Azarel, Milalay, Guilalay, Maay, Netanel, Judá y Jananí, con los instrumentos de David, hombre de Dios. Esdras, el letrado, iba al frente de ellos. Pasaron por la puerta de la Fuente y, siguiendo en línea recta, subieron a la escalera de la ciudad de David y bajaron por la cuesta de la muralla, junto al palacio de David, hasta la puerta del Agua, a levante.

El segundo coro, al que seguía yo con la mitad de las autoridades y los sacerdotes Eliaquín, Maseyas, Minyamín, Miqueas, Elioenay, Zacarías y Ananías, con trompetas, y Maseyas, Semayas, Eleazar, Uzí, Juan, Malquías, Elán, Ezer, se dirigió hacia la izquierda, por encima de la muralla, a lo largo de la torre de los Hornos hasta el muro ancho, y continuó por la puerta de Efraím, la puerta Antigua, la puerta del Pescado, la torre de Jananel, la torre de los Cien y la puerta de los Rebaños, hasta detenerse en la puerta de la Cárcel. Los dos coros se situaron en el templo de Dios; los cantores cantaban dirigidos por Yizrajías.
Aquel día, ofrecieron sacrificios solemnes y hubo fiesta, porque el Señor los inundó de gozo; también las mujeres y los niños participaron en ella. La algazara de Jerusalén se escuchaba desde lejos.

Por entonces, se nombraron los intendentes de los almacenes destinados a provisiones, ofrendas, primicias y diezmos, donde se guardaban, por campos y pueblos, las porciones que prescribe la ley para los sacerdotes y los levitas. Porque los judíos estaban contentos de los sacerdotes y levitas en funciones, que se ocupaban del culto de su Dios y del rito de la purificación, como habían mandado David y su hijo Salomón, y también de los cantores y porteros.

Ya desde antiguo, en tiempos de David y Asaf, había jefes de cantores y cánticos de alabanza y de acción de gracias a Dios. Y en tiempos de Zorobabel y de Nehemías todos los israelitas subvenían diariamente a las necesidades de los cantores y porteros, y hacían ofrendas sagradas a los levitas, igual que éstos a los descendientes de Aarón.
RESPONSORIO    Is 26, 1; cf. Sal 47, 3
R. Tenemos una ciudad fuerte, * ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
V. El monte Sión, altura hermosa, es la alegría de toda la tierra y la ciudad del gran rey.
R. Ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
SEGUNDA LECTURA
Del libro de san Agustín, obispo, Sobre la predestinación de los elegidos.
(Cap. 15, 30-31: PL 44, 981-983)
JESUCRISTO ES DEL LINAJE DE DAVID SEGÚN LA CARNE
El más esclarecido ejemplar de la predestinación y de la gracia es el mismo Salvador del mundo, el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús; porque para llegar a serlo, ¿con qué méritos anteriores, ya de obras, ya de fe, pudo contar la naturaleza humana que en él reside? Yo ruego que se me responda a lo siguiente: aquella naturaleza humana que en unidad de persona fue asumida por el Verbo, coeterno del Padre, ¿cómo mereció llegar a ser Hijo unigénito de Dios? ¿Precedió algún mérito a esta unión? ¿Qué obró, qué creyó o qué exigió previamente para llegar a tan inefable y soberana dignidad? ¿No fue acaso por la virtud y asunción del mismo Verbo, por lo que aquella humanidad, en cuanto empezó a existir, empezó a ser Hijo único de Dios?

Manifiéstese, pues, ya a nosotros, en el que es nuestra Cabeza, la fuente misma de la gracia, la cual se derrama por todos sus miembros según la medida de cada uno. Tal es la gracia, por la cual se hace cristiano el hombre desde el momento en que comienza a creer; la misma por la cual aquel Hombre, unido al Verbo desde el primer momento de su existencia, fue hecho Jesucristo; del mismo Espíritu Santo, de quien Cristo fue nacido, es ahora el hombre renacido; por el mismo Espíritu Santo, por quien se verificó que la naturaleza humana de Cristo estuviera exenta de todo pecado, se nos concede a nosotros ahora la remisión de los pecados. Sin duda, Dios tuvo presciencia de que realizaría todas estas cosas. Porque en esto consiste la predestinación de los santos, que tan soberanamente resplandece en el Santo de los santos. ¿Quién podría negarla de cuantos entienden rectamente las palabras de la verdad? Pues el mismo Señor de la gloria, en cuanto que el Hijo de Dios se hizo hombre, sabemos que fue también predestinado.

Fue, por tanto, predestinado Jesús, para que, al llegar a ser hijo de David según la carne, fuese también, al mismo tiempo, Hijo de Dios según el Espíritu de santidad; pues nació del Espíritu Santo y de María Virgen. Tal fue aquella singular elevación del hombre, realizada de manera inefable por el Verbo divino, para que Jesucristo fuese llamado a la vez, verdadera y propiamente, Hijo de Dios e hijo del hombre; hijo del hombre, por la naturaleza humana asumida, e Hijo de Dios, porque el Verbo unigénito la asumió en sí; de otro modo no se creería en una trinidad, sino en una cuaternidad de personas.

Así fue predestinada aquella humana naturaleza a tan grandiosa, excelsa y sublime dignidad, más arriba de la cual no podría ya darse otra elevación mayor; de la misma manera que la divinidad no pudo descender ni humillarse más por nosotros, que tomando nuestra naturaleza con todas sus debilidades hasta la muerte de cruz. Por tanto, así como ha sido predestinado ese hombre singular para ser nuestra Cabeza, así también una gran muchedumbre hemos sido predestinados para ser sus miembros. Enmudezcan, pues, aquí las deudas contraídas por la humana naturaleza, pues ya perecieron en Adán, y reine por siempre esta gracia de Dios, que ya reina por medio de Jesucristo, Señor nuestro, único Hijo de Dios y Único Señor. Y así, si no es posible encontrar en nuestra Cabeza mérito alguno que preceda a su singular generación, tampoco en nosotros, sus miembros, podrá encontrarse merecimiento alguno que preceda a tan multiplicada regeneración.
RESPONSORIO    Cf. Ga 4, 4-5; Ef 2, 4; Rm 8, 3
R. Mirad que ya se cumplió el tiempo, y ha enviado Dios a su Hijo a la tierra, nacido de una Virgen, nacido bajo la ley, * para rescatar a los que estaban bajo la ley.
V. Por el gran amor con que nos amó, envió a su propio Hijo, sometido a una existencia semejante a la de la carne de pecado.
R. Para rescatar a los que estaban bajo la ley.

ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.