SÁBADO DE LA SEMANA VIII
De la Feria. Salterio IV
2 de junio
OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: A CAMINAR SIN TI, SEÑOR, NO ATINO
A caminar sin ti, Señor, no atino;
tu palabra de fuego es mi sendero;
me encontraste cansado y prisionero
del desierto, del cardo y del espino.
Descansa aquí conmigo del camino,
que en Emaús hay trigo en el granero,
hay un poco de vino y un alero
que cobije tu sueño, Peregrino.
Yo contigo, Señor, herido y ciego;
tú conmigo, Señor, enfebrecido,
el aire quieto, el corazón en fuego.
Y en diálogo sediento y torturado
se encontrarán en un solo latido,
cara a cara, tu amor y mi pecado. Amén.
SALMODIA
Ant 1. El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.
Salmo 49 I - LA VERDADERA RELIGIOSIDAD
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece:
viene nuestro Dios, y no callará.
Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra,
para juzgar a su pueblo:
«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo.
Ant 2. Invócame el día del peligro y yo te libraré.
Salmo 49 II
«Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
-yo, el Señor, tu Dios-.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños;
pues las fieras de la selva son mías,
y hay miles de bestias en mis montes;
conozco todos los pájaros del cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.
Si tuviera hambre, no te lo diría;
pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Invócame el día del peligro y yo te libraré.
Ant 3. El sacrificio de acción de gracias me honra.
Salmo 49 III
Dios dice al pecador:
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?
Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;
te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.»
Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El sacrificio de acción de gracias me honra.
V. No dejamos de orar y pedir por vosotros.
R. Que lleguéis al pleno conocimiento de la voluntad de Dios.
PRIMERA LECTURA
De la segunda carta a los Corintios 12, 14--13, 13
CERCANA VISITA DEL APÓSTOL PARA CORREGIR A LOS CORINTIOS
Hermanos: Por tercera vez estoy preparado para ir hacia vosotros, y no os seré gravoso. Es que no busco vuestros bienes, sino a vosotros mismos. Pues no deben los hijos atesorar para los padres, sino los padres para los hijos. Y yo gustosamente gastaré lo que tengo y me consumiré yo mismo todo entero por el bien de vuestras almas. Si yo os amo tanto, ¿voy a ser menos amado de vosotros?
Bueno, diréis tal vez, personalmente yo no os he sido gravoso, pero tal vez penséis que, astuto como soy, os he sorprendido por medio de una trampa, dando un hábil rodeo. Pero decidme, ¿es que os he explotado por medio de alguno de mis enviados? Rogué a Tito que fuera a veros, y envié con él al hermano que sabéis. ¿Acaso se aprovechó Tito de vosotros? ¿No procedimos ambos con la misma disposición de espíritu, y no seguimos los mismos pasos?
Ya hace rato que os ha de parecer que nos estamos justificando ante vosotros. No. Hablamos cristianamente, ante la presencia de Dios. Y todo, carísimos, es por vuestra edificación. Temo que a mi llegada no os voy a encontrar como yo os quisiera, y que vosotros me vais a encontrar cual no querríais. Temo que haya contiendas, envidias, animosidades, rivalidades, detracciones, murmuraciones, insolencias, desórdenes. Temo que a mi llegada me humille Dios de nuevo por causa vuestra, y que tenga que llorar por muchos que antes pecaron y no se han arrepentido de su impureza, de su fornicación y del libertinaje a que se han entregado.
Por tercera vez voy ahora a veros. Toda cuestión se decidirá por el testimonio de dos o tres testigos. Ya os lo dije. Y ahora, ausente, lo vuelvo a repetir con antelación. Y lo digo tal como, estando presente la segunda vez, lo advertí a los que habían pecado y a todos los demás: cuando vaya otra vez, no andaré con miramientos, ya que andáis buscando pruebas de que Cristo habla por mí, el cual no se muestra débil con vosotros, sino que ejerce en vosotros su poder.
Pues aunque por su condición de debilidad humana Cristo fue crucificado, ahora tiene vida por la omnipotencia de Dios. Y nosotros, aunque débiles ahora con su debilidad, por la omnipotencia de Dios tendremos vida con él, para poder actuar entre vosotros.
Examinaos, a ver si estáis firmes en la fe. Haced un examen sobre vosotros mismos. ¿No os dais cuenta de que Jesucristo está en vosotros? Seguramente que sí. A no ser que vuestro examen dé un resultado negativo. Esperamos, sin embargo, que reconozcáis que para nosotros la prueba no es negativa. Rogamos a Dios que no hagáis nada malo, no para que nosotros quedemos bien, sino para que vosotros practiquéis el bien, aunque nosotros, con ello, tuviéramos que quedar mal.
Nosotros no tenemos ningún poder contra la verdad, sólo estamos al servicio de la verdad. Y nos alegramos cuando, por ser vosotros fuertes por vuestra recta actuación, tenemos nosotros que mostrarnos como débiles en la nuestra hacia vosotros. Lo que en definitiva deseamos y pedimos es vuestra completa perfección.
Por eso os escribo esto en mi ausencia, para que cuando me presente ahí no tenga que proceder con rigor, conforme a la autoridad que me dio el Señor, autoridad que es para edificación, no para destrucción.
Finalmente, hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, alentaos unos a otros, tened un mismo sentir y vivid en paz; y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
Saludaos unos a otros con el ósculo santo. Os saludan todos los fieles.
La gracia de Jesucristo el Señor, el amor de Dios y la participación del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
RESPONSORIO 2Co 13, 11; Flp 4, 7
R. Alegraos, trabajad por vuestra perfección, vivid en paz; * y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
V. La paz de Dios, que está por encima de todo conocimiento, guardará vuestros corazones en Cristo Jesús.
R. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Ambrosio, obispo, Sobre los misterios.
(Núms. 52-54. 58: SC 25 bis, 186-188. 190)
ESTE SACRAMENTO QUE RECIBES SE REALIZA POR LA PALABRA DE CRISTO
Vemos que el poder de la gracia es mayor que el de la naturaleza y, con todo, aún hacemos cálculos sobre los efectos de la bendición proferida en nombre de Dios. Si la bendición de un hombre fue capaz de cambiar el orden natural, ¿qué diremos de la misma consagración divina, en la que actúan las palabras del Señor y Salvador en persona? Porque este sacramento que recibes se realiza por la palabra de Cristo. Y si la palabra de Elías tuvo tanto poder que hizo bajar fuego del cielo, ¿no tendrá poder la palabra de Cristo para cambiar la naturaleza de los elementos? Respecto a la creación de todas las cosas leemos que él lo dijo y fueron hechas, él lo mandó y existieron. Por tanto, si la palabra de Cristo pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podrá cambiar en algo distinto lo que ya existe? Mayor poder supone dar el ser a lo que no existe que dar un nuevo ser a lo que ya existe.
Mas, ¿para qué usamos de argumentos? Atengámonos a lo que aconteció en su propia persona, y los misterios de su encarnación nos servirán de base para afirmar la verdad del misterio. Cuando el Señor Jesús nació de María, ¿por ventura lo hizo según el orden natural? El orden natural de la generación consiste en la unión de la mujer con el varón. Es evidente, pues, que la concepción virginal de Cristo fue algo por encima del orden natural. Y lo que nosotros hacemos presente es aquel cuerpo nacido de una virgen. ¿Por qué buscar el orden natural en el cuerpo de Cristo, si el mismo Señor Jesús nació de una virgen, fuera de las leyes naturales? Era real la carne de Cristo que fue crucificada y sepultada; es, por tanto, real el sacramento de su carne.
El mismo Señor Jesús afirma: Esto es mi cuerpo. Antes de las palabras de la bendición celestial, otra es la realidad que se nombra; después de la consagración, es significado el cuerpo de Cristo. Lo mismo podemos decir de su sangre. Antes de la consagración, otro es el nombre que recibe; después de la consagración, es llamada «sangre». Y tú dices: «Amén», que equivale a decir: «Así es». Que nuestra mente reconozca como verdadero lo que dice nuestra boca, que nuestro interior asienta a lo que profesamos externamente.
Por esto la Iglesia, contemplando la grandeza del don divino, exhorta a sus hijos y miembros de su familia a que acudan a los sacramentos, diciendo: Comed, mis familiares, bebed y embriagaos, hermanos míos. Qué es lo que hay que comer y beber, nos lo enseña en otro lugar el Espíritu Santo por boca del salmista: Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. En este sacramento está Cristo, porque es el cuerpo de Cristo. No es, por tanto, un alimento material, sino espiritual. Por ello dice el Apóstol, refiriéndose a lo que era figura del mismo, que nuestros padres comieron el mismo manjar espiritual, y bebieron de la misma espiritual bebida. En efecto, el cuerpo de Dios es espiritual, el cuerpo de Cristo es un cuerpo espiritual y divino, ya que Cristo es espíritu, tal como leemos: El espíritu ante nuestra faz, Cristo el Señor. Y en la carta de Pedro leemos también: Cristo murió por vosotros. Finalmente, este alimento fortalece nuestro corazón, y esta bebida alegra el corazón del hombre, como recuerda el salmista.
RESPONSORIO Mt 26, 26; Jb 31, 31
R. Mientras estaban cenando, Jesús tomó pan y, habiendo pronunciado la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, y dijo: * «Tomad y comed, esto es mi cuerpo.»
V. Decían las gentes de mi campamento: «¿Quién no ha quedado saciado de la carne de su mesa?»
R. Tomad y comed, esto es mi cuerpo.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dirige, Señor, la marcha del mundo, según tu voluntad, por los caminos de la paz, y que tu Iglesia se regocije con la alegría de tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.