Musica Para el Alma

domingo, 22 de abril de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los apóstoles 12, 24—13, 14a
MISIÓN DE BERNABÉ Y PABLO
En aquellos días, la palabra del Señor arraigaba y se difundía cada vez más. Bernabé y Saulo, una vez que hubieron cumplido su misión, volvieron de Jerusalén y se llevaron consigo a Juan, por sobrenombre Marcos.

Había en la Iglesia de Antioquía profetas y doctores. Entre ellos estaban Bernabé y Simón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahem, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. Un día en que celebraban el culto del Señor y guardaban ayuno, les habló así el Espíritu Santo:

«Separadme a Bernabé y a Saulo para el ministerio a que los he destinado.»

Por lo que, después de orar y ayunar, les impusieron las manos y los despidieron. Enviados, pues, por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. Llegados a Salamina, comenzaron a predicar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, teniendo como auxiliar a Juan. Luego recorrieron toda la isla hasta Pafos; y allí se encontraron con un mago, un falso profeta judío, que se llamaba Barjesús. Éste vivía con el procónsul Sergio Paulo, hombre muy sensato, quien, deseoso de escuchar la palabra de Dios, hizo llamar a Bernabé y a Saulo. Pero Elimas, o «el mago» -que esto quiere decir su nombre-, les contradecía y procuraba por todos los medios apartar de la fe al procónsul. Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, clavando en él los ojos, le increpó así:

«Hombre todo lleno de superchería y vileza, hijo del diablo, enemigo de todo lo bueno, ¿cuándo vas a dejar de torcer los rectos caminos del Señor? Ahora mismo te va a herir la mano del Señor: vas a quedar ciego y, por algún tiempo, no vas a poder ver la luz del sol.»

Al momento, le sobrevino un ensombrecimiento y oscuridad completa de la vista. Y empezó a dar vueltas de una parte a otra, buscando a alguno que lo llevase de la mano. Cuando el procónsul vio lo que acababa de suceder, abrazó la fe, maravillado de la doctrina del Señor.

Pablo y sus compañeros zarparon de Pafos y llegaron a Perge de Panfilia; pero Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén, mientras que ellos, partiendo de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia.
RESPONSORIO    Hch 13, 2; Jn 15, 16
R. Un día en que celebraban el culto del Señor, les habló así el Espíritu Santo: * «Separadme a Bernabé y a Saulo para el ministerio a que los he destinado.» Aleluya.
V. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros.
R. Separadme a Bernabé y a Saulo para el ministerio a que los he destinado. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
Del Libro de san Basilio Magno, obispo, Sobre el Espíritu Santo
(Cap. 15, núms. 35-36: PG 32, 130-131)
EL ESPÍRITU ES EL QUE DA LA VIDA
El Señor, que es quien nos da la vida, estableció para nosotros la institución del bautismo, símbolo de muerte y de vida: por el agua es representada la muerte y por el Espíritu se nos dan las arras de la vida.

El bautismo tiene una doble finalidad: la destrucción del cuerpo de pecado, para que no fructifiquemos ya más para la muerte, y la vida en el Espíritu, que tiene por fruto la santificación; por esto el agua, al recibir nuestro cuerpo como en un sepulcro, suscita la imagen de la muerte; el Espíritu, en cambio, nos infunde una fuerza vital y renueva nuestras almas, pasándolas de la muerte del pecado a la vida original. Esto es lo que significa renacer del agua y del Espíritu, ya que en el agua se realiza nuestra muerte y el Espíritu opera nuestra vida.

Con la triple inmersión y la triple invocación que la acompaña se realiza el gran misterio del bautismo, en el que la muerte halla su expresión figurada y el espíritu de los bautizados es iluminado con el don de la ciencia divina. Por tanto, si alguna virtualidad tiene el agua, no la tiene por su propia naturaleza, sino por la presencia del Espíritu. Porque el bautismo no es remoción de las manchas del cuerpo, sino la petición que hace a Dios una buena conciencia. Y para prepararnos a esa nueva vida, que es fruto de su resurrección, es por lo que el Señor nos propone toda la doctrina evangélica: que no nos dejemos llevar por la ira, que soportemos los males, que no vivamos sojuzgados por la afición a los placeres, que nos libremos de la preocupación del dinero; todo esto nos lo manda para inducirnos a practicar aquellas cosas que son connaturales a esa nueva vida.

Por el Espíritu Santo se nos restituye en el paraíso, por él podemos subir al reino de los cielos, por él obtenemos la adopción filial, por él se nos da la confianza de llamar a Dios con el nombre de Padre, la participación de la gracia de Cristo, el derecho de ser llamados hijos de la luz, el ser partícipes de la gloria eterna y, para decirlo todo de una vez, la plenitud de toda bendición, tanto en la vida presente como en la futura; por él podemos contemplar como en un espejo, cual si estuvieran ya presentes, los bienes prometidos que nos están preparados y que por la fe esperamos llegar a disfrutar. En efecto, si tales son las arras, ¿cuál no será la plena posesión? Y si tan valiosas son las primicias, ¿cuál no será su total realización?
RESPONSORIO     
R. Cuando nuestra carne surge del agua del bautismo, dejando en ella sepultados sus antiguos delitos, * el Espíritu Santo desciende del cielo sobre ella, como la paloma del diluvio, para ofrecerle la paz, pues la antigua arca era figura de la Iglesia. Aleluya.
V. ¡Bendito sea el sacramento del bautismo, por el cual obtenemos la salvación eterna!
R. El Espíritu Santo desciende del cielo sobre ella, como la paloma del diluvio, para ofrecerle la paz, pues la antigua arca era figura de la Iglesia. Aleluya.

ORACIÓN.
OREMOS,
Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, conserva a tus fieles en continua alegría y concede los gozos del cielo a quienes has librado de la esclavitud del pecado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.