PRIMERA LECTURA
Del libro del Génesis 27, 30-45
JACOB SUPLANTA A ESAÚ
En aquellos días, apenas terminó Isaac de bendecir a Jacob, mientras salía Jacob de la presencia de su padre Isaac, su hermano Esaú volvía de cazar. También él preparó un guiso sabroso, y se lo llevó a su padre, y le dijo:
«Padre, incorpórate y come de la caza de tu hijo, y después me bendecirás tú.»
Le preguntó Isaac, su padre:
«¿Quién eres tú?»
Respondió él:
«Soy Esaú, tu hijo primogénito.»
Isaac quedó aterrorizado en extremo, y preguntó:
«Entonces, ¿quién es el que ha venido y me ha traído la caza? Yo la he comido antes de que tú llegaras, lo he bendecido, y quedará bendito.»
Cuando oyó Esaú las palabras de su padre, dio un grito atroz, y, amargado en extremo, dijo a su padre: «Bendíceme a mí también, padre.»
Dijo Isaac:
«Tu hermano ha hecho trampa, y se ha llevado la bendición.»
Respondió Esaú:
«Con razón se llama Jacob: ya es la segunda vez que me echa la zancadilla; primero me quitó mi privilegio de primogénito, y ahora me ha quitado mi bendición.»
Y añadió:
«¿No te queda otra bendición para mí?» Respondió Isaac a Esaú:
«Lo he nombrado señor tuyo, y he declarado a sus hermanos siervos suyos; le he concedido el trigo y el vino; ¿qué puedo ya hacer por ti, hijo mío?»
Respondió Esaú:
«¿Es que sólo tienes una bendición? Bendíceme también a mí, padre mío.»
Esaú rompió a llorar a gritos. Isaac, su padre, conmovido, le dijo:
«En tierra estéril, sin rocío del cielo, tendrás tu morada. Vivirás de la espada y servirás a tu hermano. Y, cuando te rebeles, sacudirás el yugo de tu cuello.»
Esaú guardaba rencor a Jacob, por la bendición que éste había recibido de su padre, y se decía:
«Cuando llegue el luto por mi padre, mataré a mi hermano Jacob.»
Le contaron a Rebeca lo que decía su hijo mayor Esaú, y mandó llamar a Jacob, el hijo menor, y le dijo:
«Esaú, tu hermano, quiere matarte para vengarse. Por tanto, hijo mío, escúchame: Huye a Harán, a casa de Labán, mi hermano, y quédate con él una temporada, hasta que se le pase a tu hermano la ira contra ti y se olvide de lo que has hecho. Después, te haré traer de allí; no quiero verme privada de mis dos hijos en un solo día.»
RESPONSORIO Sb 10, 10
R. La Sabiduría guió al justo por caminos seguros cuando tuvo que huir de la ira de su hermano, * y le descubrió el reino de Dios.
V. Le dio el conocimiento de las cosas santas y éxito en sus trabajos.
R. Y le descubrió el reino de Dios.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados del Pseudo-Hilario, sobre los salmos.
(Salmo 132: PLS 1, 244-245)
LA MULTITUD DE LOS CREYENTES NO ERA SINO UN SOLO CORAZÓN Y UNA SOLA ALMA
Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos. Ciertamente, qué paz y qué alegría cuando los hermanos conviven unidos, porque esta convivencia es fruto de la asamblea eclesial; se los llama hermanos porque la caridad los hace concordes en un solo querer.
Leemos que, ya desde los orígenes de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan importante: La multitud de los creyentes no era sino un solo corazón y una sola alma. Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de oración, todos miembros de un mismo cuerpo que es único.
Qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos. El salmista añade una comparación para ilustrar esta paz y alegría, diciendo: Es ungüento precioso en la cabeza, que baja por la barba de Aarón hasta la franja de su ornamento. El ungüento con que Aarón fue ungido sacerdote estaba compuesto de substancias olorosas. Plugo a Dios que así fuese consagrado por primera vez su sacerdote; y también nuestro Señor fue ungido de manera invisible entre todos sus compañeros. Su unción no fue terrena; no fue ungido con el aceite con que eran ungidos los reyes, sino con aceite de júbilo. Y hay que tener en cuenta que, después de aquella unción, Aarón, de acuerdo con la ley, fue llamado ungido.
Del mismo modo que este ungüento, doquiera que se derrame, extingue los espíritus inmundos del corazón, así también por la unción de la caridad exhalamos para Dios la suave fragancia de la concordia, como dice el Apóstol: Somos perfume que proviene de Cristo. Así, del mismo modo que Dios halló su complacencia en la unción del primer sacerdote Aarón, también es una paz y una alegría convivir los hermanos unidos.
La unción va bajando de la cabeza a la barba. La barba es distintivo de la edad viril. Por esto nosotros no hemos de ser niños en Cristo, a no ser únicamente en el sentido ya dicho, de que seamos niños en cuanto a la ausencia de malicia, pero no en el modo de pensar. El Apóstol llama niños a todos los infieles, en cuanto que son todavía débiles para tomar alimento sólido y necesitan de leche, como dice el mismo Apóstol: Os di a beber leche; no os ofrecí manjar sólido, porque aún no lo admitíais. Y ni siquiera ahora lo admitís.
RESPONSORIO Rm 12, 5; Ef 4, 7; 1Co 12, 13
R. Siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, e individualmente somos miembros unos de otros. * A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida del don de Cristo.
V. Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo; y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
R. A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida del don de Cristo.
ORACIÓN.
OREMOS,
Concédenos, Señor, Dios nuestro, venerarte con toda el alma y amar a todos los hombres con afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.