Musica Para el Alma

jueves, 1 de junio de 2017

VIERNES 2 LAUDES

VIERNES 2 DE JUNIO 2017

Invocación

Himno

    Salmodia

    Antífona 1: Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado. Aleluya.
    Salmo 50
    Misericordia, Dios mío
    Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana. (Ef 4,23-24)
    Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
    por tu inmensa compasión borra mi culpa;
    lava del todo mi delito,
    limpia mi pecado.

    Pues yo reconozco mi culpa,
    tengo siempre presente mi pecado:
    contra ti, contra ti solo pequé,
    cometí la maldad que aborreces.

    En la sentencia tendrás razón,
    en el juicio resultarás inocente.
    Mira, en la culpa nací,
    pecador me concibió mi madre.

    Te gusta un corazón sincero,
    y en mi interior me inculcas sabiduría.
    Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
    lávame: quedaré más blanco que la nieve.

    Hazme oír el gozo y la alegría,
    que se alegren los huesos quebrantados.
    Aparta de mi pecado tu vista,
    borra en mí toda culpa.

    Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
    renuévame por dentro con espíritu firme;
    no me arrojes lejos de tu rostro,
    no me quites tu santo espíritu.

    Devuélveme la alegría de tu salvación,
    afiánzame con espíritu generoso:
    enseñaré a los malvados tus caminos,
    los pecadores volverán a ti.

    Líbrame de la sangre, oh Dios,
    Dios, Salvador mío,
    y cantará mi lengua tu justicia.
    Señor me abrirás los labios,
    y mi boca proclamará tu alabanza.

    Los sacrificios no te satisfacen:
    si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
    Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
    un corazón quebrantado y humillado,
    tú no lo desprecias.

    Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
    reconstruye las murallas de Jerusalén:
    entonces aceptarás los sacrificios rituales,
    ofrendas y holocaustos,
    sobre tu altar se inmolarán novillos.
    Antífona 2: Cristo, cargado con nuestros pecados, subió al leño. Aleluya.
    Jr 14,17-21
    Lamentación del pueblo en tiempo de hambre y guerra
    Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. (Mc 1,15)
    Mis ojos se deshacen en lágrimas,
    día y noche no cesan:
    por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
    una herida de fuertes dolores.

    Salgo al campo: muertos a espada;
    entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
    tanto el profeta como el sacerdote
    vagan sin sentido por el país.

    ¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
    ¿Tiene asco tu garganta de Sión?
    ¿Por qué nos has herido sin remedio?
    Se espera la paz y no hay bienestar,
    al tiempo de la cura sucede la turbación.

    Señor, reconocemos nuestra impiedad,
    la culpa de nuestros padres,
    porque pecamos contra ti.

    No nos rechaces, por tu nombre,
    no desprestigies tu trono glorioso;
    recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
    Antífona 3: Entrad a la presencia del Señor con vítores. Aleluya.
    Salmo 99
    Alegría de los que entran en el templo
    El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (San Atanasio)
    Aclama al Señor, tierra entera,
    servid al Señor con alegría,
    entrad en su presencia con vítores.

    Sabed que el Señor es Dios:
    que él nos hizo y somos suyos,
    su pueblo y ovejas de su rebaño.

    Entrad por sus puertas con acción de gracias,
    por sus atrios con himnos,
    dándole gracias y bendiciendo su nombre:

    «El Señor es bueno,
    su misericordia es eterna,
    su fidelidad por todas las edades.»

    Lectura Breve

    Hch 5, 30-32
    El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de
    un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la
    conversión, el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo,
    que Dios da a los que le obedecen.

    Responsorio Breve

    V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
    R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
    V. El que por nosotros colgó del madero.
    R. Aleluya, aleluya.
    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

    Canto Evangélico

    Antifona: Cristo Jesús murió y resucitó, y está ahora a la diestra de Dios; él vive para siempre
    para interceder por nosotros, Aleluya.
    Benedictus Lc 1, 68-79
    El Mesías y su precursor
    Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
    porque ha visitado y redimido a su pueblo,
    suscitándonos una fuerza de salvación
    en la casa de David, su siervo,
    según lo había predicho desde antiguo
    por boca de sus santos profetas.
    Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
    y de la mano de todos los que nos odian;
    realizando la misericordia
    que tuvo con nuestros padres,
    recordando su santa alianza
    y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
    Para concedernos que, libres de temor,
    arrancados de la mano de los enemigos,
    le sirvamos con santidad y justicia,
    en su presencia, todos nuestros días.
    Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
    porque irás delante del Señor
    a preparar sus caminos,
    anunciando a su pueblo la salvación,
    el perdón de sus pecados.
    Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
    nos visitará el sol que nace de lo alto,
    para iluminar a los que viven en tinieblas
    y en sombra de muerte,
    para guiar nuestros pasos
    por el camino de la paz.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Preces

    Oremos a Dios Padre, a quien pertenece el honor y la gloria por los siglos de los siglos, y
    pidámosle nos conceda ir creciendo en la esperanza por la acción del Espíritu Santo;
    digámosle:
    Ven, Señor, en nuestra ayuda y sálvanos.
    Padre todopoderoso, envía tu Espíritu para que interceda por nosotros,
    — porque no sabemos pedir lo que nos conviene.
    Envíanos tu Espíritu, luz esplendorosa,
    — y haz que penetre hasta lo más íntimo de nuestro ser.
    No nos abandones, Señor, en el abismo en que nos sumergen nuestros pecados,
    — porque somos obra de tus manos.
    Concédenos comprensión para asistir a los débiles y frágiles en la fe,
    — no con impaciencia y resentimiento, sino con auténtica caridad.
    Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
    Dirijamos ahora al Padre nuestra oración con las mismas palabras que Cristo nos enseñó:
    Padre nuestro.

    Padre Nuestro

    Padre nuestro, que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre,
    venga tu reino,
    hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
    Danos hoy nuestro pan de cada día,
    perdona nuestras ofensas,
    como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
    no nos dejes caer en tentación,
    y líbranos del mal.

    Oración

    Oremos:
    Oh Dios, que por la glorificación de tu Hijo Jesucristo y la venida del Espíritu Santo nos
    has abierto las puertas de tu reino, haz que la recepción de dones tan grandes nos mueva

    a dedicarnos con mayor empeño a tu servicio y a vivir con mayor plenitud las riquezas de
    nuestra fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
    Amén.