PRIMERA LECTURA
Del libro de Josué 5, 13--6, 21
TOMA DE JERICÓ
En aquellos días, estando Josué cerca de Jericó, levantó los ojos y vio a un hombre plantado frente a él con una espada desnuda en la mano. Josué se adelantó hacia él y le dijo:
«¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?»
Respondió:
«No, yo soy el jefe del ejército del Señor. Vengo ahora... »
Cayó Josué rostro en tierra, lo adoró y dijo:
«¿Qué manda mi señor a su siervo?»
El jefe del ejército del Señor respondió a Josué: «Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es sagrado.»
Así lo hizo Josué.
Jericó estaba cerrada a cal y canto por miedo a los israelitas: nadie salía ni entraba. El Señor dijo a Josué:
«Mira, yo pongo en tus manos a Jericó y a su rey. Vosotros, los combatientes, todos los hombres de guerra, rodearéis la ciudad, dando una vuelta alrededor. Así harás durante seis días. Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas jubilares delante del arca. El séptimo día daréis la vuelta a la ciudad siete veces y los sacerdotes tocarán las trompetas. Cuando el cuerno jubilar suene y cuando oigáis la voz de las trompetas, todo el pueblo prorrumpirá en un gran clamoreo y el muro de la ciudad se vendrá abajo. Y el pueblo se lanzará al asalto cada uno frente a sí.»
Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes y les dijo:
«Tomad el arca de la alianza y que siete sacerdotes lleven las siete trompetas jubilares delante del arca del Señor.»
Al pueblo le dijo:
«Pasad y dad la vuelta a la ciudad y que la vanguardia pase delante del arca del Señor.»
Se hizo según la orden dada por Josué al pueblo. Siete sacerdotes, llevando las siete trompetas jubilares, pasaron delante del arca del Señor y tocaron las trompetas; el arca de la alianza del Señor iba tras ellos; la vanguardia iba delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas y la retaguardia marchaba detrás del arca. Según iban caminando, tocaban las trompetas.
Josué había dado esta orden al pueblo:
«No gritéis ni dejéis oír vuestras voces; que no salga ni una palabra de vuestra boca hasta el día en que yo os diga: "Gritad." Entonces gritaréis.»
Hizo que el arca del Señor diera la vuelta a la ciudad una vez; luego volvieron al campamento, donde pasaron la noche. Josué se levantó de mañana y los sacerdotes tomaron el arca del Señor. Siete sacerdotes, llevando las siete trompetas jubilares delante del arca del Señor, iban caminando y tocando las trompetas según caminaban. La vanguardia iba delante de ellos y la retaguardia detrás del arca del Señor, desfilando al son de las trompetas. Dieron el segundo día una vuelta a la ciudad y volvieron al campamento. Durante seis días se hizo lo mismo.
El séptimo día, se levantaron con el alba y dieron la vuelta a la ciudad siete veces, según el mismo rito. A la séptima vuelta los sacerdotes tocaron la trompeta y Josué dijo al pueblo:
«La ciudad será consagrada como anatema al Señor con todo lo que hay en ella. Únicamente Rajab, la meretriz, quedará con vida, así como todos los que estén con ella en su casa, por haber ocultado a los exploradores que enviamos. Pero vosotros guardaos del anatema, no vayáis a quedaros con algo de lo que es anatema, llevados de la codicia, porque expondríais al anatema a todo el campamento de Israel y le acarrearíais la desgracia. Toda la plata y todo el oro, todos los objetos de bronce y de hierro están consagrados al Señor; ingresarán en su tesoro. Y ahora, ¡lanzad el grito de guerra, porque el Señor os ha entregado la ciudad!»
El pueblo levantó un gran clamoreo y se tocaron las trompetas. Cuando se escuchó la voz de las trompetas, todos prorrumpieron en un griterío inmenso y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella. Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, bueyes, ovejas y asnos, pasándolos a filo de espada.
RESPONSORIO Cf. Is 25, 1. 2; Hb 11, 30
R. Señor, tú eres mi Dios, te alabaré y te daré gracias: * tú convertiste la ciudad en escombros y no será ya jamás reconstruida.
V. Por la fe se derrumbaron las murallas de Jericó, después que los hijos de Israel dieron vueltas alrededor de ellas durante siete días.
R. Tú convertiste la ciudad en escombros y no será ya jamás reconstruida.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro de Josué.
(Homilía 6, 4: PG 12, 855-856)
LA CONQUISTA DE JERICÓ
Los israelitas ponen cerco a Jericó, porque ha llegado el momento de conquistarla. ¿Y cómo la conquistan? No sacan la espada contra ella, ni la acometen con el ariete, ni vibran los dardos; las únicas armas que emplean son las trompetas de los sacerdotes, y ellas hacen caer las murallas de Jericó.
Hallamos con frecuencia en las Escrituras que Jericó es figura del mundo. En efecto, aquel hombre de que nos habla el Evangelio, que bajaba de Jerusalén a Jericó y que cayó en manos de unos ladrones, sin duda era un símbolo de Adán, que fue arrojado del paraíso al destierro de este mundo. Y aquellos ciegos de Jericó, a los que vino Cristo para hacer que vieran, simbolizaban a todos aquellos que en este mundo estaban angustiados por la ceguera de la ignorancia, a los cuales vino el Hijo de Dios. Esta Jericó simbólica, esto es, el mundo, está destinada a caer. El fin del mundo es algo de que nos hablan ya desde antiguo y repetidamente los libros santos.
¿Cómo se pondrá fin al mundo? ¿Con qué medios? Con la voz -dice- de las trompetas. ¿De qué trompetas? El apóstol Pablo te descubrirá el sentido de estas palabras misteriosas. Oye lo que dice: Resonará la trompeta y los muertos en Cristo despertarán incorruptibles, y el Señor mismo, a una orden, a la voz del arcángel y al sonido de la trompeta divina, bajará del cielo. Será entonces cuando Jesús, nuestro Señor, vencerá y abatirá a Jericó, salvándose únicamente aquella prostituta de que nos habla el libro santo, con toda su familia. Vendrá -dice el texto sagrado- nuestro Señor Jesús, y vendrá al son de las trompetas.
Salvará únicamente a aquella mujer que acogió a sus exploradores, figura de todos los que acogieron con fe y obediencia a sus apóstoles y, como ella, los colocaron en la parte más alta, por lo que mereció ser asociada a la casa de Israel. Pero a esta mujer, con todo su simbolismo, no debemos ya recordarle ni tenerle en cuenta sus culpas pasadas. En otro tiempo fue una prostituta, mas ahora está unida a Cristo con un matrimonio virginal y casto. A ella pueden aplicarse las palabras del Apóstol: He hecho lo posible por desposaros con un solo Esposo, y por llevaros a Cristo con la pureza propia de una doncella inocente. El mismo Apóstol, en su estado anterior, puede compararse a ella, ya que dice: También nosotros fuimos en un tiempo insensatos, rebeldes a Dios, descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres.
¿Quieres ver con más claridad aún cómo aquella prostituta ya no lo es? Escucha las palabras de Pablo: Y en verdad que eso erais algunos; pero fuisteis lavados, fuisteis santificados, fuisteis justificados en el nombre de Jesucristo, el Señor, por el Espíritu de nuestro Dios. Ella, para poder salvarse de la destrucción de Jericó, siguiendo la indicación de los exploradores, colgó de su ventana un cordón de hilo escarlata, como signo eficaz de salvación. Este cordón representaba la sangre de Cristo, por la cual es salvada actualmente toda la Iglesia, en el mismo Jesucristo nuestro Señor, al cual sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO Is 49, 22. 26; Jn 8, 28
R. Con la mano hago seña a las naciones, alzo mi estandarte para los pueblos. * Y sabrá todo el mundo que yo soy el Señor, tu salvador, y que tu redentor es el Héroe de Jacob.
V. Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces sabréis que «Yo soy»,
R. Y sabrá todo el mundo que yo soy el Señor, tu salvador, y que tu redentor es el Héroe de Jacob.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.