*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*Laudes - 17 DE DICIEMBRE 2025*
El siguiente es el formulario que corresponde a
laudes de la liturgia de las horas para el día, miércoles, 17 de diciembre de
2025.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Himno 1
Ya muy cercano, Emmanuel
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.
Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.
Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.
Ven, Vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.
Ven, Llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar libre su vía,
con la esperanza del gran día.
Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.
Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.
Salmodia
Antífona 1: Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
Salmo 85
Oración de un pobre ante las adversidades
Bendito
sea Dios que nos alienta en nuestras luchas. (2Co 1,3.4)
Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor,
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Antífona 2: Dichoso el hombre que camina por sendas de justicia y habla con
rectitud.
Is 33,13-16
Dios juzgará con justicia
La
promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están
lejos. (Hch 2,39)
Los lejanos, escuchad lo que he hecho;
los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sión los pecadores,
y un temblor agarra a los perversos;
«¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?»
El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión,
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.
Antífona 3: Aclamad al Rey y Señor.
Salmo 97
El Señor, juez vencedor
Este
salmo canta la primera venida del Señor y la conversión de las naciones. (S.
Atanasio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:
tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
Lectura Breve
Is 11, 1-3a
Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz
brotará un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de
sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de
ciencia y de temor del Señor.
Responsorio Breve
V. Sobre
ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. El
Señor anuncia su palabra a Jacob.
R. Sus decretos y mandatos a Israel.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro del profeta Isaías 40, 1-11
CONSUELO PARA EL CORAZÓN DE JERUSALÉN
Consolad, consolad a mi pueblo —dice vuestro Dios—.
Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia,
ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano del Señor castigo doble
por todos sus pecados.
Una voz clama: «En el desierto abrid camino al Señor, trazad en la estepa una
calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro
rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se revelará la
gloria del Señor, y toda criatura a una la verá.
Pues la boca del Señor ha hablado.»
Una voz dice: «¡Grita!»
Y digo: «¿Qué he de gritar?» — «Toda carne es hierba y todo su esplendor como
flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el
viento del Señor (pues, cierto, hierba es el pueblo).
La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios
permanece por siempre.
Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa,
alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: «Ahí
está vuestro Dios.»
Ahí viene el Señor con poder, y su brazo lo sojuzga todo. Ved que su salario le
acompaña, y su paga le precede. Como pastor pastorea su rebaño: recoge en
brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas.
Responsorio Is 40, 2; Za 1, 16.17
R. Hablad
al corazón de Jerusalén, y gritadle que * se ha cumplido su servicio, y
está pagado su crimen.
V. Me vuelvo con misericordia a Jerusalén; el Señor consolará otra
vez a Sión y elegirá de nuevo a Jerusalén.
R. Se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen.
Segunda Lectura
De las cartas de san León Magno, papa
(Carta 31, 2-3: PL 54, 791-793)
EL MISTERIO DE NUESTRA RECONCILIACIÓN
De nada sirve reconocer a nuestro Señor como hijo
de la bienaventurada Virgen María y como hombre verdadero y perfecto, si no se
le cree descendiente de aquella estirpe que en el Evangelio se le atribuye.
Pues dice Mateo: Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán; y a continuación
viene el orden de su origen humano hasta llegar a José, con quien se hallaba desposada
la madre del Señor.
Lucas, por su parte, retrocede por los grados de ascendencia y se remonta hasta
el mismo origen del linaje humano, con el fin de poner de relieve que el primer
Adán y el último Adán son de la misma naturaleza.
Para enseñar y justificar a los hombres, la omnipotencia del Hijo de Dios podía
haber aparecido, por supuesto, del mismo modo que había aparecido ante los
patriarcas y los profetas, es decir, bajo apariencia humana: por ejemplo,
cuando trabó con ellos un combate o mantuvo una conversación, cuando no rehuyó
la hospitalidad que se le ofrecía y comió los alimentos que le presentaban.
Pero aquellas imágenes eran indicios de este
hombre; y las significaciones místicas de estos indicios anunciaban que él
había de pertenecer en realidad a la estirpe de los padres que le antecedieron.
Y, en consecuencia, ninguna de aquellas figuras era el cumplimiento del
misterio de nuestra reconciliación, dispuesto desde la eternidad, porque el
Espíritu Santo aún no había descendido a la Virgen ni la virtud del Altísimo la
había cubierto con su sombra, para que la Palabra hubiera podido ya hacerse
carne dentro de las virginales entrañas, de modo que la Sabiduría se
construyera su propia casa; el Creador de los tiempos no había nacido aún en el
tiempo, haciendo que la forma de Dios y la de siervo se encontraran en una sola
persona; y aquel que había creado todas las cosas no había sido engendrado
todavía en medio de ellas.
Pues de no haber sido porque el hombre nuevo, encarnado en una carne pecadora como
la nuestra, aceptó nuestra antigua condición y, consustancial como era con el
Padre, se dignó a su vez hacerse consustancial con su madre, y, siendo como era
el único que se hallaba libre de pecado, unió consigo nuestra naturaleza, la
humanidad hubiera seguido para siempre bajo la cautividad del demonio. Y no
hubiésemos podido beneficiarnos de la victoria del triunfador, si su victoria
se hubiera logrado al margen de nuestra naturaleza.
Por esta admirable participación ha brillado para nosotros el misterio de la regeneración,
de tal manera que, gracias al mismo Espíritu por cuya virtud Cristo fue concebido
y nació, hemos nacido de nuevo de un origen espiritual.
Por lo cual, el evangelista dice de los creyentes: Éstos no han nacido de
sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Responsorio Cf. Is 11, 10; Lc 1, 32
R. Mirad:
la raíz de Jesé descenderá como salvación de los pueblos y la buscarán los gentiles; * y
su nombre será glorioso.
V. El Señor le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa
de Jacob para siempre.
R. Y su nombre será glorioso.
Lecturas de la Feria de Adviento
(17 de diciembre)
17
Dic 2025
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Mateo (1,1-17)*
Libro
del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus
hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés engendró a Esrón,
Esrón engendró a Aran, Aran engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón,
Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de
Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán,
Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat,
Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán,
Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés,
Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a
sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel
engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín,
Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín
engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán
engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació
Jesús, llamado Cristo.
Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde
David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a
Babilonia hasta el Cristo, catorce.
Palabra
del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Entended
que el reino de Dios está ya cerca; os aseguro que no tardará.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a Dios Padre, que trazó desde antiguo un
plan de salvación para su pueblo, y
digámosle:
Guarda a tu pueblo, Señor.
Oh Dios, que prometiste a tu pueblo un vástago que haría justicia,
— vela por la santidad de tu Iglesia.
Inclina, oh Dios, el corazón de los hombres a tu palabra,
— y afianza la santidad de tus fieles.
Por tu Espíritu consérvanos en el amor,
— para que podamos recibir la misericordia de tu Hijo que se acerca.
Haz que nos mantengamos firmes, Dios de clemencia,
— hasta el día de la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones
libres.
Pidamos ahora con gran confianza la venida del reino de Dios, con las palabras
que Cristo
nos enseñó: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Dios, creador y restaurador del hombre, que has
querido que tu Hijo, Palabra eterna, se
encarnara en el seno de María, siempre Virgen; escucha nuestras súplicas, y que
Cristo, tu
Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su
condición
divina. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
Si
preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición
solemne:
V. El
Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano,
custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de
Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - 17 DE DICIEMBRE 2025
El siguiente es el formulario que corresponde a
vísperas de la liturgia de las horas para el día, miércoles, 17 de diciembre de
2025.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
·
Himno 1
·
Himno 2
Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.
En desgracia los hombres,
dura la tierra.
Cuanta más nieve cae,
más cielo cerca.
La tierra tan dormida
ya se despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza.
Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida. Amén.
Salmodia
Antífona 1: Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.
Salmo 125
Dios, alegría y esperanza nuestra
Si
sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo. (2Co 1,7)
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
Antífona 2: Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
Salmo 126
El esfuerzo humano es inútil sin Dios
Sois
edificio de Dios. (1Co 3,9)
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Antífona 3: Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.
Col 1,12-20
Himno a Cristo, primogénito de toda
criatura y primer resucitado de entre los muertos
Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Lectura Breve
1 Ts 5, 23-24
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente
y que todo vuestro ser —espíritu,
alma y cuerpo— sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor
Jesucristo.
Fiel es a sus promesas el que os ha convocado; y él las cumplirá.
Responsorio Breve
V. Muéstranos,
Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Canto Evangélico
Antifona: Oh
Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro
confín
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la
salvación.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos
esperan su llegada, y digámosle:
Ven, Señor, y no tardes más.
Esperamos alegres tu venida,
— ven, Señor Jesús.
Tú que existes antes de los tiempos,
— ven y salva a los que viven en el tiempo.
Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan,
— ven a restaurar la obra de tus manos.
Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal,
— ven y arráncanos del dominio de la muerte.
Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante,
— ven y danos tu vida eterna.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones
libres.
Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino,
— ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.
Pidamos ahora con gran confianza la venida del reino de Dios, con las palabras
que Cristo
nos enseñó: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Dios, creador y restaurador del hombre, que has
querido que tu Hijo, Palabra eterna, se
encarnara en el seno de María, siempre Virgen; escucha nuestras súplicas, y que
Cristo, tu
Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su
condición
divina. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
