Lecturas
del Viernes de la IV Semana del Tiempo Ordinario
07 Feb 2025
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,14-29)*
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se
había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas
milagrosas actúan en él».
Otros decían:
«Es Elías».
Otros:
«Es un profeta como los antiguos».
Herodes, al oírlo, decía:
«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel
encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano
Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes
respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al
escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus
magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados.
El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso
desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de
Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la
entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un
sepulcro.
Palabra del Señor
*Que la
Paz del Señor llegue primero a vuestros corazones antes que mis palabras*
*(Quiero que ahora mismo me des en una bandeja
la cabeza de Juan, el Bautista. El rey se puso muy triste; pero, por el
juramento y los convidados, no quiso desairarla)*
*Reconocer que me
equivoqué y arrepentirme se me hace muy difícil, inclinar la cabeza y decir tú
tenías razón, es duro, me cuesta mucho. En algunas ocasiones prefiero hablar
mentiras con tal de quedar bien. El Señor que me conoces está muy decidido en
ayudarme, con amor y con misericordia, y de una manera especial me hace una
invitación a reconocer mis errores, mis limitaciones, mis dificultades que las
tengo. El Señor quiere regálame, el don precio del arrepentimiento y de pedir
perdón cada vez que me equivoco*.
*El que desea y quiere amar, con el corazón
según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.