*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO
DE NAVIDAD
JUEVES - INFRAOCTAVA DE
NAVIDAD
Del Propio de la Fiesta.
26 de diciembre
*SAN ESTEBAN, protomártir (FIESTA)*.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. A Cristo recién nacido, que ha
otorgado a Esteban la corona de la gloria, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A Cristo recién nacido, que ha
otorgado a Esteban la corona de la gloria, venid, adorémosle.
Himno: CRISTO ES LA VIDA
Cristo es la vida que, viniendo al mundo,
con sus heridas extirpó la muerte,
y, vuelto al Padre, a su derecha goza
reino perenne.
A él sigue Esteban, su primer discípulo,
galardonado de gloriosa suerte,
aquella que al morir le dio el Espíritu
benignamente.
Nube de piedras su existencia apaga,
sin que la rabia de los malos cese,
piadoso acaba perdonando a aquellos
sayones crueles.
Oh, te pedimos, santo protomártir,
hoy habitante de la paz celeste,
que, desde el alto empíreo, nos depares
gratas mercedes.
Gloria a la Trinidad hoy entonemos,
que a Esteban coronó en dichosa muerte:
luchó el mártir, triunfó, y reina en los cielos
gloriosamente. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Mi alma está unida a ti, Dios mío, pues mi carne fue lapidada por
confesar tu nombre.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi alma está unida a ti, Dios mío,
pues mi carne fue lapidada por confesar tu nombre.
Ant 2. Esteban vio los cielos abiertos, y
al punto entró en ellos; dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Esteban vio los cielos abiertos, y
al punto entró en ellos; dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.
Ant 3. Veo los cielos abiertos y a Jesús a
la diestra del Padre.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Veo los cielos abiertos y a Jesús a
la diestra del Padre.
LECTURA BREVE Hch 6, 2b-5a
«No está bien que nosotros descuidemos la palabra de Dios por atender al
servicio de las mesas. Elegid, pues, hermanos, de entre vosotros, a siete
hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encomendar
este servicio. Nosotros, por nuestra parte, nos dedicaremos a la oración en
común y al ministerio de la palabra.» Y pareció bien esta proposición a toda la
comunidad.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Me
asaltaron angustias y opresiones.
R. Pero tus mandatos son mi delicia.
PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los apóstoles 6, 8—7, 2a. 44-59
MARTIRIO DE SAN ESTEBAN
Esteban, lleno de gracia y de poder sobrenatural, obraba señales y prodigios
entre el pueblo. Algunos de la facción llamada de los libertos y algunos
cirenenses y alejandrinos y otros de Cilicia y del Asia proconsular se levantaron
a disputar con Esteban; pero no podían resistir a la sabiduría y al espíritu
con que hablaba.
Por eso sobornaron a algunos para que presentasen esta acusación:
«Nosotros le hemos oído proferir blasfemias contra Moisés y contra Dios.»
Así excitaron los ánimos del pueblo, de los ancianos y de los escribas. Luego,
cayendo de improviso sobre él, lo arrebataron y lo condujeron ante el Consejo.
Allí hicieron comparecer testigos falsos con esta acusación:
«Este hombre no cesa de hablar contra el lugar santo y contra la ley. Nosotros
le hemos oído decir que ese Jesús Nazareno destruirá este templo y cambiará las
costumbres que nos ha transmitido Moisés.»
Todos los que estaban sentados en el Consejo pusieron en él los ojos, y vieron
su rostro como el de un ángel. El sumo sacerdote le preguntó:
«¿Es verdad lo que éstos dicen?»
Él contestó:
«Hermanos y padres, escuchad: Nuestros padres tuvieron consigo, en el desierto,
el tabernáculo del testimonio. Así lo había dispuesto el que mandó a Moisés
fabricarlo según el modelo que le había mostrado. Nuestros padres lo recibieron
en herencia y lo introdujeron, bajo la dirección de Josué, en la tierra que
ocupaban los gentiles, a quienes arrojó Dios para dar lugar a nuestros padres.
Y así hasta los días de David. David halló gracia a los ojos de Dios. Pidió el
privilegio de construir morada para el Dios de Jacob; pero fue Salomón quien se
la edificó, aunque ciertamente el Altísimo no habita en casas construidas por
los hombres, como dice el profeta: "El cielo es mi trono y la tierra es
escabel de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir —dice el Señor—, o cuál va a
ser el lugar de mi descanso? ¿No soy yo quien ha hecho todas estas cosas?"
¡Hombres de dura cerviz, que cerráis obstinadamente vuestro entendimiento y vuestro
corazón a la verdad, vosotros habéis ido siempre en contra del Espíritu Santo!
Lo mismo que hicieron vuestros padres hacéis también vosotros. ¿A qué profeta
dejaron de perseguir vuestros padres? Ellos quitaron la vida a los que
anunciaban la venida del Justo, al cual vosotros habéis ahora traicionado y
asesinado; vosotros, que recibisteis la ley por ministerio de los ángeles y no
la guardasteis.»
Al escuchar esta diatriba, ardían de rabia sus corazones y rechinaban sus
dientes de coraje. Esteban, por su parte, lleno del Espíritu Santo, con la
mirada fija en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a su diestra; y
exclamó:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la diestra de Dios.»
Ante estas palabras, con gran gritería, se taparon los oídos. Embistieron todos
a una contra él y, sacándolo a empellones fuera de la ciudad, lo apedrearon.
Los testigos dejaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo. Mientras
lo apedreaban, Esteban oraba con estas palabras:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Y, puesto de rodillas, dijo con fuerte voz:
«Señor, no les tomes en cuenta este pecado.»
Y, dicho esto, murió. Saulo, por su parte, aprobaba su muerte.
RESPONSORIO
R. Esteban, siervo de Dios, a quien apedreaban los
judíos, vio los cielos abiertos, y al punto entró en ellos; * dichoso
mortal, para quien los cielos se abrieron.
V. Cuando era destrozado por la fragorosa
tempestad de piedras, vio en las profundidades del cielo una intensa claridad.
R. Dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Fulgencio de Ruspe, obispo
(Sermón 3, 1-3. 5-6: CCL 91 A, 905-909)
LAS ARMAS DE LA CARIDAD
Ayer celebrábamos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos
el martirio triunfal de su soldado.
Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne, salió del palacio
del seno virginal y se dignó visitar el mundo; hoy su soldado, abandonando la
tienda de su cuerpo, ha entrado triunfante en el cielo.
Nuestro Rey, a pesar de su condición altísima, por nosotros viene humilde, mas
no con las manos vacías: él trae para sus soldados una dádiva espléndida, ya
que no sólo les otorga copiosas riquezas, sino que les da también una fortaleza
invencible en el combate. En efecto, trae consigo el don de la caridad, que
eleva a los hombres hasta la participación de la naturaleza divina.
Y, al repartir estos dones, en nada queda él empobrecido, sino que de un modo
admirable enriquece la pobreza de sus fieles sin mengua de sus tesoros
inagotables.
La misma caridad que hizo bajar a Cristo del cielo a la tierra ha hecho subir a
Esteban de la tierra al cielo. La misma caridad que había precedido en la
persona del Rey resplandeció después en su soldado.
Esteban, para merecer la corona que significaba su nombre, tuvo por arma la
caridad, y ella le dio siempre la victoria. Por amor a Dios no cedió ante la
furia de los judíos, por amor al prójimo intercedió por los que lo apedreaban.
Por esta caridad refutaba a los que estaban equivocados, para que se enmendasen
de su error; por ella oraba por los que lo apedreaban, para que no fuesen
castigados.
Apoyado en la fuerza de esta caridad, venció la furia y crueldad de Saulo y,
habiéndolo tenido por perseguidor en la tierra, logró tenerlo por compañero en
el cielo. Movido por esta santa e inquebrantable caridad, deseaba conquistar
con su oración a los que no había podido convertir con sus palabras.
Y ahora Pablo se alegra con Esteban, goza con él de la gloria de Cristo, con él
desborda de alegría, con él reina. Allí donde entró primero Esteban, aplastado
por las piedras de Pablo, entró luego Pablo, ayudado por las oraciones de
Esteban.
Ésta es, hermanos míos, la verdadera vida, donde Pablo no es avergonzado por la
muerte de Esteban, donde Esteban se congratula de la compañía de Pablo, porque
en ambos es la caridad la fuente de su alegría. La caridad de Esteban, en
efecto, superó la furia de los judíos, la caridad de Pablo cubrió la multitud
de los pecados, la caridad de ambos les hizo merecer juntamente la posesión del
reino de los cielos.
La caridad, por tanto, es la fuente y el origen de todo bien, la mejor defensa,
el camino que lleva al cielo. El que camina en la caridad no puede errar ni
temer, porque ella es guía, protección, camino seguro.
Por esto, hermanos, ya que Cristo ha colocado la escalera de la caridad, por la
que todo cristiano puede subir al cielo, aferraos a esta pura caridad,
practicadla unos con otros y subid por ella cada vez más arriba.
RESPONSORIO
R. El día de ayer nació el Señor en la tierra,
para que el día de hoy Esteban naciese en el cielo; entró Jesús en el
mundo, * para que Esteban entrara en la gloria.
V. Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de
nuestra carne, salió del palacio del seno virginal y se dignó visitar el mundo.
R. Para que Esteban entrara en la gloria.
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Mateo
(10,17-22)*
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No os fiéis de la gente, porque
os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán
comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante
ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais
a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que
decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará
por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los
padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán.
Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará.»
Palabra del Señor
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant. Las puertas del cielo se abrieron para Esteban, que fue el primero
en ingresar al ejército de los mártires, y victorioso entró coronado en los
cielos.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Las puertas del cielo se abrieron
para Esteban, que fue el primero en ingresar al ejército de los mártires, y
victorioso entró coronado en los cielos.
PRECES
Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al
recordar hoy a los santos mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios,
aclamémoslo diciendo:
Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida
como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.
Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar
su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.
Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus
pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre
del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Con la confianza de que Cristo ha abierto también los cielos para nosotros con
su muerte, digamos la oración que él nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Concédenos, Señor, imitar las virtudes de san Esteban, cuya
entrada en la gloria celebramos; y, así como él supo rogar por sus mismos
perseguidores, sepamos nosotros amar a nuestros enemigos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: HERMANOS, DIOS HA NACIDO
Hermanos, Dios ha nacido
sobre un pesebre. Aleluya.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.»
Desde su cielo ha traído
mil alas hasta su cuna.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.»
Hoy mueren todos los odios
y renacen las ternuras.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.»
El corazón más perdido
ya sabe que alguien le busca.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.»
El cielo ya no está solo,
la tierra ya no está a oscuras.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.» Amén.
SALMODIA
Ant 1. Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores
sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Eres príncipe desde el día de tu
nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes
de la aurora.
Ant 2. Del Señor viene la misericordia y
la redención copiosa.
Salmo 129 - DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Del Señor viene la misericordia y
la redención copiosa.
Ant 3. En el principio, antes de los
siglos, la Palabra era Dios, y hoy esta Palabra ha nacido como Salvador del
mundo.
Cántico: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER
RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Cf. Col 1, 12-20
Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En el principio, antes de los
siglos, la Palabra era Dios, y hoy esta Palabra ha nacido como Salvador del
mundo.
LECTURA BREVE 1Jn 1, 5b. 7
Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si caminamos en la luz, lo mismo
que está él en la luz, entonces vivimos en comunión unos con otros; y la sangre
de Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pecado.
RESPONSORIO BREVE
V. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
V. Y puso su morada entre nosotros.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se
encontraba en la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, Señor, descendió
del cielo, desde el trono real. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cuando un sosegado silencio todo lo
envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu Palabra
omnipotente, Señor, descendió del cielo, desde el trono real. Aleluya.
PRECES
Acudamos a Cristo, Palabra eterna de Dios, que al poner su morada
entre nosotros nos ha abierto el camino de la salvación, y digámosle con fe:
Líbranos, Señor, de todo mal.
Por el misterio de tu encarnación, por tu nacimiento y por tu infancia, por
toda tu vida consagrada al servicio del Padre:
Líbranos, Señor, de todo mal.
Por tus trabajos, por tu predicación y por tus largas horas de camino, por toda
tu vida de entrega a la salvación de los pecadores:
Líbranos, Señor, de todo mal.
Por tu agonía y tu pasión, por tu cruz y tu desamparo, por tus angustias, por
tu muerte y tu sepultura:
Líbranos, Señor, de todo mal.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Por tu santa resurrección y tu admirable ascensión, por el don del Espíritu
Santo, por tu triunfo eterno y tu gloria, libra, Señor, a nuestros hermanos que
ya han muerto.
Líbranos, Señor, de todo mal.
Ya que Cristo con su nacimiento ha hecho de todos nosotros los hijos de Dios,
acudamos a nuestro Padre, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Concédenos, Dios todopoderoso, que el nacimiento de tu Hijo en
nuestra carne mortal nos libre de la antigua servidumbre del pecado que pesa
aún sobre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.