Musica Para el Alma

sábado, 28 de diciembre de 2024

LAS ALUDES DEL DOMINGO 29


 

*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

*Laudes - Domingo dentro de la

Octava de Navidad 2024*

 

El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas para el día domingo, 29 de diciembre de 2024.

 

*Santo Tomás Becket, obispo y mártir*

 

Nació en Londres el año 1118; fue clérigo de Cantorbery y canciller del reino, y fue elegido obispo el año 1162. Defendió valientemente los derechos de la Iglesia contra el rey Enrique II, lo cual le valió el destierro a Francia durante seis años. Vuelto a la patria, hubo de sufrir todavía numerosas dificultades, hasta que los esbirros del rey lo asesinaron el año 1170.

 

 

Invitatorio

 

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Antifona: A Cristo, el Hijo de Dios, que vivió sumiso a María y a José, venid, adorémosle.

 

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

 

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

(Se repite la antífona)

 

Laudes

 

Himno

 

Entonad los aires
con voz celestial:
«Dios niño ha nacido
pobre en un portal.»

Anúnciale el ángel
la nueva al pastor,
que niño ha nacido
nuestro Salvador.

Adoran pastores
en sombras al Sol,
que niño ha nacido,
de una Virgen, Dios.

Haciéndose hombre,
al hombre salvó;
un niño ha nacido,
ha nacido Dios. Amén.

 

Salmodia

 

Antífona 1: Los padres de Jesús solían ir todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua.

 

Salmo 62, 2-9

El alma sedienta de Dios

Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.

 

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

 

Antífona 2: Jesús iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

 

Dn 3,57-88.56

Toda la creación alabe al Señor

Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)

 

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

 

Antífona 3: Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía de él.

 

Salmo 149

 

Alegría de los santos

Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

 

Lectura Breve

 

Dt 5, 16

Honra a tu padre y a tu madre; así se prolongarán tus días y te irá bien en la tierra que el
Señor, tu Dios, te va a dar.

 

Responsorio Breve

 

V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que fuiste obediente a María y a José.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

 

 

V. Haré que todos tus hijos sean discípulos del Señor.
R. Y que una paz abundante reine entre ellos.

 

Lecturas

 

Primera Lectura

 

De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 21-6, 4

LA VIDA CRISTIANA EN LA FAMILIA Y EN LA SOCIEDAD

 

Hermanos: Vivid sumisos unos a otros como lo pide el respeto debido a Cristo.
Las mujeres deben someterse a sus maridos como si se sometieran al Señor; porque el
marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de ella, que
es su cuerpo. Ahora bien, como la Iglesia está sometida a Cristo, así también las mujeres
deben someterse en todo a sus maridos.
Y vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a su Iglesia y se
entregó a la muerte por ella para santificarla, purificándola en el baño del agua, que va
acompañado de la palabra, y para hacerla comparecer ante su presencia toda
resplandeciente, sin mancha ni defecto ni cosa parecida, sino santa e inmaculada. Así
deben también los maridos amar a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. Amar a su
mujer es amarse a sí mismo.
Nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la cuida con cariño. Lo
mismo hace Cristo con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso dejará
el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola
carne.» ¡Gran misterio es éste! Y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En resumen: ame
cada uno a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.
Y vosotros, hijos, obedeced a vuestros padres, como lo quiere el Señor, pues esto es lo
justo: «Honra a tu padre y a tu madre.» Éste es el primer mandamiento que lleva consigo
una promesa: «Para que te vaya bien y vivas muchos años sobre la tierra.»
Y los padres, por vuestra parte, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos y
educadlos según el espíritu del Señor.

 

Responsorio Ef 6, 1-2. 3; Le 2, 51

 

R. Vosotros, hijos, obedeced a vuestros padres, como lo quiere el Señor, pues esto es lo
justo: 
* «Honra a tu padre y a tu madre.»
V. Jesús bajó a Nazaret con María y José, y vivía sumiso a ellos.
R. Honra a tu padre y a tu madre.

 

 

Segunda Lectura

 

De las alocuciones del papa Pablo sexto
(Alocución en Nazaret, 5 de enero de 1964)

 

EL EJEMPLO DE NAZARET

 

Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde
se inicia el conocimiento de su Evangelio.
Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y
misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los
hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida.
Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es Cristo. Aquí
comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su
estancia entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, los tiempos,
las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, de todo aquello de lo
que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido.
Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual si
queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo.
¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de
Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación a la
verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!
Pero estamos aquí como peregrinos y debemos renunciar al deseo de continuar en esta
casa el estudio, nunca terminado, del conocimiento del Evangelio. Mas no partiremos de
aquí sin recoger rápida, casi furtivamente, algunas enseñanzas de la lección de Nazaret.
Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en
nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan
necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas
voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret
enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a
escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la
necesidad y el valor de una conveniente formación del estudio, de la meditación, de una
vida interior intensa de la oración personal que sólo Dios ve.
Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el
significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter
sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e
incomparable que es su función en el plano social.
Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del hijo
del artesano: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley
del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de
manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo que el trabajo no puede
ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y la libertad para ejercerlo no provienen tan sólo
de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia
un fin más noble.

Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y
señalarles al gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas sus causas justas, es
decir: a Cristo, nuestro Señor.

 

Responsorio 2 Co 13, 11; Ef 5, 19; Col 3, 23

 

R. Alegraos, trabajad por vuestra perfección, alentaos unos a otros, tened un mismo sentir
y vivid en paz, 
* cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.
V. Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres.
R. Cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.

 

 

Lecturas del La Sagrada Familia de Jesús, María y José

29 Dic 2024

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,41-52)

 

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.
Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

 

Palabra del Señor

 

Canto Evangélico

 

Antifona: Ilumínanos, Señor, con los ejemplos de tu familia, y dirige

nuestros pasos por el camino de la paz. Ver antífona alternativa

 

Benedictus Lc 1, 68-79

 

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Adoremos a Cristo, Hijo del Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana, y supliquémosle, diciendo:

 

Señor Jesús, tú que quisiste ser obediente, santifícanos.

 

Oh Jesús, Palabra eterna del Padre, que quisiste vivir bajo la autoridad de María y de José, — enséñanos a vivir en la humildad y en la obediencia.

 

Maestro de los hombres, que quisiste que María tu madre conservara en su corazón tus palabras y tus acciones, — enséñanos a escuchar con corazón puro y bueno las palabras de tu boca.

 

Oh Cristo, tú que creaste el universo y quisiste ser llamado hijo del artesano, — enséñanos a trabajar con empeño y conciencia en nuestras tareas.

Oh Jesús, que en el seno de tu familia de Nazaret creciste en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y los hombres, — concédenos crecer siempre en ti, que eres nuestra cabeza.

 

Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.

 

Gracias a Jesucristo somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

 

Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a
los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y
su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por
nuestro Señor Jesucristo.

 

Amén.

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.