*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*SABADO
SEMANA II*
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Escuchemos la voz del Señor y entremos
en su descanso.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: SEÑOR YO SÉ QUE EN LA MAÑANA PURA.
Señor, yo sé que, en la mañana pura
de este mundo, tu diestra generosa
hizo la luz antes que toda cosa,
porque todo tuviera su figura.
Yo sé que te refleja la segura
línea inmortal del lirio y de la rosa
mejor que la embriagada y temerosa
música de los vientos de la altura.
Por eso te celebro yo en el frío
pensar exacto a la verdad sujeto,
y en la ribera sin temblor del río;
por eso yo te adoro, mudo y quieto,
y por eso, Señor, el dolor mío
para llegar hasta ti se hizo soneto. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Por la mañana proclamamos, Señor, tu
misericordia y de noche tu fidelidad.
Salmo 91 - ALABANZA A DIOS QUE CON
SABIDURÍA Y JUSTICIA DIRIGE LA VIDA DE LOS HOMBRES.
Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.
Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como una palmera
y se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu
fidelidad.
Ant 2. Dad gloria a nuestro Dios.
Cántico: BENEFICIOS DE DIOS PARA CON SU
PUEBLO Dt 32, 1-12
Escuchad, cielos, y hablaré;
oye, tierra, los dichos de mi boca;
descienda como lluvia mi doctrina,
destile como rocío mi palabra;
como llovizna sobre la hierba,
como sereno sobre el césped;
voy a proclamar el nombre del Señor:
dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas,
sus caminos son justos,
es un Dios fiel, sin maldad;
es justo y recto.
Hijos degenerados, se portaron mal con él,
generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor,
pueblo necio e insensato?
¿no es él tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?
Acuérdate de los días remotos,
considera las edades pretéritas,
pregunta a tu padre y te lo contará,
a tus ancianos y te lo dirán:
Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad,
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios,
la porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue la parte de su heredad.
Lo encontró en una tierra desierta,
en una soledad poblada de aullidos:
lo rodeó cuidando de él,
lo guardó como a las niñas de sus ojos.
Como el águila incita a su nidada,
revolando sobre los polluelos,
así extendió sus alas, los tomó
y los llevó sobre sus plumas.
El Señor solo los condujo
no hubo dioses extraños con él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dad gloria a nuestro Dios.
Ant 3. ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
Salmo 8 - MAJESTAD DEL SEÑOR Y DIGNIDAD
DEL HOMBRE.
Señor, dueño nuestro,
¡que admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por las aguas.
Señor, dueño nuestro,
¡que admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
LECTURA BREVE Rm 12, 14-16a
Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. Alegraos con los que se alegran;
llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir entre vosotros, sin apetecer
grandezas; atraídos más bien por lo humilde.
RESPONSORIO BREVE
V. Te aclamarán mis labios, Señor, cuando
salmodie para ti.
R. Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
V. Mi lengua recitará tu auxilio.
R. Cuando salmodie para ti.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
V. Señor, enséñame tus caminos.
R. Instrúyeme en tus sendas.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de los Reyes 4, 8-37
EL HIJO DE LA SUNAMITA.
En aquellos días, pasó Eliseo por Sunán. Había
allí una mujer rica que le obligó a comer en su casa; después, siempre que él
pasaba, entraba allí a comer. Un día, dijo la mujer a su marido:
«Mira, ese que viene siempre por casa es un profeta santo. Si te parece, le
hacemos en la azotea una habitación pequeña de tabique: le ponemos allí una
cama, una mesa, una silla y un candil; y, cuando venga a casa, podrá quedarse
allí arriba.»
Un día que Eliseo llegó a Sunán, subió a la habitación de la azotea y durmió
allí. Después, dijo a su criado Guejazi:
«Llama a la sunamita.»
La llamó y se presentó ante él. Entonces, Eliseo habló a Guejazi:
«Dile: "Te has tomado todas estas molestias por nosotros. ¿Qué puedo hacer
por ti? Si quieres alguna recomendación para el rey o el general ..."»
Ella dijo:
«Yo vivo con los míos.»
Pero Eliseo insistió:
«¿Qué podríamos hacer por ella?»
Guejazi comentó:
«Qué sé yo. No tiene hijos y su marido es viejo.» Eliseo dijo:
«Llámala.»
La llamó. Ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo:
«El año que viene por estas fechas abrazarás a un hijo.»
Ella respondió:
«Por favor, no, señor, no engañes a tu servidora.»
Pero la mujer concibió, y dio a luz un hijo al año siguiente por aquellas
fechas, como le había predicho Eliseo. El niño creció. Un día fue adonde su
padre, que estaba con los segadores y dijo:
«¡Me duele la cabeza!»
Su padre dijo a un criado:
«Llévalo a su madre.»
El criado lo cogió y se lo llevó a su madre; ella lo tuvo en sus rodillas hasta
el mediodía, y el niño murió. Lo subió y lo acostó en la cama del profeta.
Cerró la puerta y salió. Llamó a su marido y le dijo:
«Haz el favor de mandarme un criado y una burra; voy a ir corriendo adonde el
profeta y vuelvo en seguida.»
Él le dijo:
«¿Por qué vas a ir hoy a visitarlo, si no es luna nueva ni sábado?»
Pero ella respondió:
«Hasta luego.»
Hizo aparejar la burra y ordenó al criado:
«Toma el ronzal y anda. No aflojes la marcha si no te lo digo.»
Marchó, pues, y llegó adonde estaba el profeta, en el monte Carmelo. Cuando
Eliseo la vio venir, dijo a su criado Guejazi:
«Allí viene la sunamita. Corre a su encuentro y pregúntale qué tal están ella,
su marido y el niño.»
Ella respondió:
«Estamos bien.»
Pero al llegar junto al profeta, en lo alto del monte, se abrazó a sus pies.
Guejazi se acercó para apartarla, pero el profeta le dijo:
«Déjala, que está apenada, y el Señor me lo tenía oculto sin revelármelo.»
Entonces, la mujer dijo:
«¿Te pedí yo un hijo? ¡Te dije que no me engañaras!»
Eliseo ordenó a Guejazi:
«Cíñete, coge mi bastón y ponte en camino; si encuentras a alguno, no lo
saludes, y, si te saluda alguno, no le respondas. Y coloca mi bastón sobre el
rostro del niño.»
Pero la madre exclamó:
«¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré.»
Entonces, Eliseo se levantó y la siguió. Mientras tanto, Guejazi se había
adelantado y había puestoel bastón sobre el rostro del niño, pero el niño no
habló ni reaccionó. Guejazi volvió al encuentro de Eliseo y le comunicó:
«El niño no se ha despertado.»
Eliseo entró en la casa y encontró al niño muerto tendido en su cama. Entró,
cerró la puerta y oró al Señor. Luego, subió a la cama y se echó sobre el niño,
boca con boca, ojos con ojos, manos con manos, encogido sobre él; la carne del
niño fue entrando en calor. Entonces, Eliseo se puso a pasear por la
habitación, de acá para allá; subió de nuevo a la cama y se encogió sobre el
niño, y así hasta siete veces; el niño estornudó y abrió los ojos. Eliseo llamó
a Guejazi y le ordenó:
«Llama a la sunamita.»
La llamó, y, cuando llegó, le dijo Eliseo: «Toma a tu hijo.»
Ella entró y se arrojó a sus pies postrada en tierra. Luego, cogió a su hijo y
salió.
RESPONSORIO 2R 4, 32. 33. 34; Mt
7, 8
R. Eliseo
entró en la casa y encontró al niño muerto; cerró la puerta y oró al Señor * La
carne del niño fue entrando en calor.
V. Todo el que pide recibe y el que busca halla y
al que llama se le abrirá.
R. La carne del niño fue entrando en calor.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las
herejías
(Libro 4, 17, 4-6: SC 100, 590-594)
YO QUIERO MISERICORDIA Y NO SACRIFICIOS
Dios quería de los israelitas, por su propio bien,
no sacrificios y holocaustos, sino fe, obediencia y justicia. Y así, por boca
del profeta Oseas, les manifestaba su voluntad, diciendo: Yo quiero
misericordia y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos. Y el
mismo Señor en persona les advertía: Si hubieseis comprendido bien lo que
quiere decir: «Yo quiero misericordia y no sacrificios», no habríais juzgado
mal de los que no han cometido pecado alguno, con lo cual daba testimonio a
favor de los profetas, de que predicaban la verdad, y a ellos les echaba en
cara su culpable ignorancia.
Y al enseñar a sus discípulos a ofrecer a Dios las primicias de su creación, no
porque él lo necesite, sino para el propio provecho de ellos, y para que se
mostrasen agradecidos, tomó pan, que es un elemento de la creación, pronunció
la acción de gracias, y dijo: Esto es mi cuerpo. Del mismo modo, afirmó que el
cáliz, que es también parte de esta naturaleza creada a la que pertenecemos, es
su propia sangre, con lo cual nos enseñó cuál es la oblación del nuevo
Testamento; y la Iglesia, habiendo recibido de los apóstoles esta oblación,
ofrece en todo el mundo a Dios, que nos da el alimento, las primicias de sus
dones en el nuevo Testamento, acerca de lo cual Malaquías, uno de los doce
profetas menores, anunció por adelantado: Vosotros no me agradáis —dice el
Señor de los ejércitos—, no me complazco en la ofrenda de vuestras manos. Desde
el oriente hasta el poniente es grande mi nombre entre las naciones, y en todo
lugar se ofrecerá incienso a mi nombre y una oblación pura, porque mi nombre es
grande entre las naciones —dice el Señor de los ejércitos—, con las cuales
palabras manifiesta con toda claridad que cesarán los sacrificios del pueblo
antiguo y que en todo lugar se le ofrecerá un sacrificio, y éste ciertamente
puro, y que su nombre será glorificado entre las naciones.
Este nombre que ha de ser glorificado entre las naciones no es otro que el de nuestro
Señor, por el cual es glorificado el Padre, y también el hombre. Y si el Padre
se refiere a su nombre, es porque en realidad es el mismo nombre de su propio
Hijo, y porque el hombre ha sido hecho por él. Del mismo modo que un rey, si
pinta una imagen de su hijo, con toda propiedad podrá llamar suya aquella
imagen, por la doble razón de que es la imagen de su hijo y de que es él quien
la ha pintado, así también el Padre afirma que el nombre de Jesucristo, que es
glorificado por todo el mundo en la Iglesia, es suyo porque es el de su Hijo y
porque el mismo, que escribe estas cosas, lo ha entregado por la salvación de
los hombres.
Por lo tanto, puesto que el nombre del Hijo es propio del Padre, y la Iglesia
ofrece al Dios todopoderoso por Jesucristo, con razón dice, por este doble
motivo: En todo lugar se ofrecerá incienso a mi nombre y una oblación pura. Y
Juan, en el Apocalipsis, nos enseña que el incienso es las oraciones de los
santos.
RESPONSORIO Cf. Lc 22, 19. 20;
Pr 9, 5
R. «Esto es mi
cuerpo que va a ser entregado por vosotros; - ésta es la sangre de la nueva
alianza que será derramada por vosotros», dice el Señor. * Cuantas
veces lo toméis, hacedlo en memoria mía.
V. Venid a comer de mi pan y a beber el vino que
he mezclado.
R. Cuantas veces lo toméis, hacedlo en memoria
mía.
*Lecturas del Sábado de la
18ª semana del Tiempo Ordinario*
Sábado, 12
de agosto de 2023
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Mateo
(17,14-20)*
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: «Señor,
ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se
cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido
capaces de curarlo.»
Jesús contestó: «¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar
con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»
Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los
discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos
echarlo nosotros?»
Les contestó: «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un
grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría.
Nada os sería imposible.»
Palabra del Señor
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant. Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por
el camino de la paz.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU
PRECURSOR Lc 1, 68-79
+Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz.
PRECES
Celebremos la sabiduría y la bondad de
Cristo, que ha querido ser amado y servido en los hermanos, especialmente en
los que sufren, y supliquémosle insistentemente diciendo:
Señor, acrecienta nuestro amor.
Al recordar esta mañana tu santa resurrección,
te pedimos, Señor, que extiendas los beneficios de tu redención a todos los
hombres.
Que todo el día de hoy sepamos dar buen testimonio del nombre cristiano
y ofrezcamos nuestra jornada como un culto espiritual agradable al Padre.
Enséñanos, Señor, a descubrir tu imagen en todos los hombres
y a saberte servir a ti en cada uno de ellos.
Cristo, Señor nuestro, vid verdadera de la que nosotros somos sarmientos,
haz que permanezcamos en ti y demos fruto abundante para que con ello sea
glorificado nuestro Padre que está en el cielo.
Se pueden añadir algunas intenciones
libres
Con la confianza que nos da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo como
Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Que nuestra voz, Señor, nuestro espíritu
y toda nuestra vida sean una continua alabanza en tu honor, y ya que toda
nuestra existencia es un don gratuito de tu liberalidad, haz que también cada
una de nuestras acciones te esté plenamente dedicada. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo
mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
I VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: ÉSTE ES EL TIEMPO EN QUE LLEGAS
Éste es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.
Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.
¡Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete!
¡Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!
Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando
mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Anunciad a los pueblos y decidles: «Mirad, viene Dios, nuestro
Salvador.»
Salmo 140, 1-9 - ORACIÓN ANTE EL PELIGRO
Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.
Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo opondré mi oración a su malicia.
Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Anunciad a los pueblos y decidles:
«Mirad, viene Dios, nuestro Salvador.»
Ant 2. Mirad: el Señor vendrá y todos sus
santos vendrán con él; en aquel día habrá una gran luz. Aleluya.
Salmo 141 - ORACIÓN DEL HOMBRE ABANDONADO: TU ERES MI REFUGIO
A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.
Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
Me vuelvo a la derecha y miro:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.
A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi heredad en el país de la vida.»
Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.
Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mirad: el Señor vendrá y todos sus
santos vendrán con él; en aquel día habrá una gran luz. Aleluya.
Ant 3. Vendrá el Señor con gran poder y lo
contemplarán todos los hombres.
Cántico: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL - Flp 2,
6-11
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vendrá el Señor con gran poder y lo
contemplarán todos los hombres.
LECTURA BREVE 1Ts 5, 23-24
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser
-espíritu, alma y cuerpo- sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de
nuestro Señor Jesucristo. Fiel es a sus promesas el que os ha convocado; y él
las cumplirá.
RESPONSORIO BREVE
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Mirad: el Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la
tierra.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mirad: el Señor viene de lejos y su
resplandor ilumina toda la tierra.
PRECES
Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada,
y digámosle:
Ven, Señor, y no tardes más.
Esperamos alegres tu venida,
ven, Señor Jesús.
Tú que existes antes de los tiempos,
ven y salva a los que viven en el tiempo.
Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan,
ven a restaurar la obra de tus manos.
Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal,
ven y arráncanos del dominio de la muerte.
Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante,
ven y danos tu vida eterna.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino,
ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.
Pidamos ahora con grande confianza la venida del reino de Dios, con las
palabras que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, despierta en tus fieles el deseo de prepararse a la venida
de Cristo por la práctica de las buenas obras, para que, colocados un día a su
derecha, merezcan poseer el reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.