*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
TIEMPO
ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA
XVIII
Propio de la fiesta.
6 de agosto
*LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. (FIESTA)*
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. A Cristo, el rey supremo de la gloria, venid adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A Cristo, el rey supremo de la gloria, venid adorémosle.
Himno: JESÚS DE DULCE MEMORIA.
Jesús de dulce memoria,
que das la paz verdadera;
más dulce que toda miel
es tu divina presencia.
Nada se canta más suave,
ni grato se experimenta,
ni alegría mayor hay
que de Cristo un alma llena.
Jesús, tu dulzura excede
-fuente de paz verdadera-
todos los gozos humanos,
cuanto el hombre soñar pueda.
Si nuestras mentes visitas,
la luz de verdad destella,
el mundo aparece vano,
todo, tu amor lo supera.
Danos, benigno, perdón,
de la gracia gran cosecha;
haz que gocemos perennes
de tu esplendor la presencia.
Cantamos tus alabanzas,
Jesús, sentado a la diestra
de tu Padre, cuyo Amor
tu ser divino revela. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Hoy en el monte el Señor Jesucristo brillaba en su rostro como el
sol y resplandecía en sus vestidos como la luz.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Hoy en el monte el Señor Jesucristo brillaba en su rostro como el
sol y resplandecía en sus vestidos como la luz.
Ant 2. Hoy, al transfigurarse el Señor y al escucharse la voz del Padre,
que daba testimonio de él, fueron vistos Moisés y Elías, circundados de gloria
y hablando de la muerte que Jesús iba a padecer.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Hoy, al transfigurarse el Señor y al escucharse la voz del Padre,
que daba testimonio de él, fueron vistos Moisés y Elías, circundados de gloria
y hablando de la muerte que Jesús iba a padecer.
Ant 3. La ley se nos dio por mediación de Moisés y la profecía por mediación
de Elías: ambos se han aparecido hoy, circundados de gloria y conversando con
el Señor en el monte santo.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. La ley se nos dio por mediación de Moisés y la profecía por
mediación de Elías: ambos se han aparecido hoy, circundados de gloria y
conversando con el Señor en el monte santo.
LECTURA BREVE Ap 21, 10. 23
El ángel me transportó en espíritu a un monte altísimo y me enseñó la ciudad
santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios. La ciudad no necesita
ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su
lámpara es el Cordero.
RESPONSORIO BREVE
V. Lo coronaste, Señor, de gloria y dignidad. Aleluya, aleluya.
R. Lo coronaste, Señor, de gloria y dignidad. Aleluya, aleluya.
V. Lo colocaste por encima de todas tus creaturas.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Lo coronaste, Señor, de gloria y dignidad. Aleluya, aleluya.
V. Dios les hablaba desde la columna de nube.
R. Oyeron sus mandatos.
PRIMERA LECTURA
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3, 7—4,
6
GLORIA DIFUNDIDA POR CRISTO EN LA NUEVA ALIANZA
Hermanos: Si el régimen de la ley que mata, que fue grabada con letras en
piedra, fue glorioso, y de tal modo que ni podían fijar la vista los israelitas
en el rostro de Moisés por la gloria de su rostro, que era pasajera, ¿cuánto
más glorioso no será el régimen del espíritu? Efectivamente, si hubo gloria en
el régimen que lleva a la condenación, con mayor razón hay profusión de gloria
en el régimen que conduce a la justificación. Y, en verdad, lo que en aquel
caso fue gloria, no es tal en comparación con ésta, tan eminente y radiante.
Pues si lo perecedero fue como un rayo de gloria, con más razón será glorioso
lo imperecedero.
Estando, pues, en posesión de una esperanza tan grande, procedemos con toda
decisión y seguridad, y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para
que no se fijasen los hijos de Israel en su resplandor, que era perecedero. Y
sus entendimientos quedaron embotados, pues, en efecto, hasta el día de hoy
perdura ese mismo velo en la lectura de la antigua alianza. El velo no se ha
descorrido, pues sólo con Cristo queda removido. Y así, hasta el día de hoy,
siempre que leen a Moisés, persiste un velo tendido sobre sus corazones. Mas
cuando se vuelvan al Señor, será descorrido el velo. El Señor es espíritu, y
donde está el Espíritu del Señor, ahí está la libertad. Y todos nosotros,
reflejando como en un espejo en nuestro rostro descubierto la gloria del Señor,
nos vamos transformando, en su propia imagen, hacia una gloria cada vez mayor,
por la acción del Señor, que es espíritu.
Por eso, investidos, por la misericordia de Dios, de este ministerio, no
sentimos desfallecimiento, antes bien, renunciamos a todo encubrimiento
vergonzoso del Evangelio; procedemos sin astucia y sin adulterar la palabra de
Dios y, dando a conocer la verdad, nos encomendamos al juicio de toda humana
conciencia en la presencia de Dios. Si, con todo, nuestro Evangelio queda cubierto
como por un velo, queda así encubierto sólo para los que van camino de
perdición, para aquellos cuyos entendimientos incrédulos cegó el dios del mundo
presente, para que no vean brillar la luz del mensaje evangélico sobre la
gloria de Cristo, que es imagen de Dios.
No nos predicamos a nosotros mismos, sino que predicamos a Cristo Jesús como
Señor; nosotros nos presentamos como siervos vuestros por Jesús. El mismo Dios
que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas», ha hecho brillar la luz en
nuestros corazones, para que demos a conocer la gloria de Dios que resplandece
en el rostro de Cristo.
RESPONSORIO 1Jn 3, 1. 2
R. Mirad qué amor nos ha tenido el Padre * para
llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
V. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque
lo veremos tal cual es.
R. Para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de Anastasio Sinaíta, obispo, en el día de la
Transfiguración del Señor .
(Núms. 6-10: «Mélanges d'archéologie et d'histoire» 67 [1955], 241-244)
QUE BIEN ESTARÍA QUEDARNOS AQUÍ
El misterio que hoy celebramos lo manifestó Jesús a sus discípulos en el monte
Tabor. En efecto, después de haberles hablado, mientras iba con ellos, acerca
del reino y de su segunda venida gloriosa, teniendo en cuenta que quizá no
estaban muy convencidos de lo que les había anunciado acerca del reino y
deseando infundir en sus corazones una firmísima e intima convicción, de modo
que por lo presente creyeran en lo futuro, realizó ante sus ojos aquella admirable
manifestación, en el monte Tabor, como una imagen prefigurativa del reino de
los cielos. Era como si les dijese: «El tiempo que ha de transcurrir antes de
que se realicen mis predicciones no ha de ser motivo de que vuestra fe se
debilite, y por esto, ahora mismo, en el tiempo presente, os aseguro que
algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto al Hijo del hombre
presentarse con la gloria de su Padre.»
Y el evangelista, para mostrar que el poder de Cristo estaba en armonía con su
voluntad, añade: Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a
su hermano Juan, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su
presencia; su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron
blancos como la luz. Y se aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Éstas son las maravillas de la presente solemnidad, éste es el misterio,
saludable para nosotros, que ahora se ha cumplido en el monte, ya que ahora nos
reúne la muerte y, al mismo tiempo, la festividad de Cristo. Por esto, para que
podamos penetrar, junto con los elegidos entre los discípulos inspirados por
Dios, el sentido profundo de estos inefables y sagrados misterios, escuchemos
la voz divina y sagrada que nos llama con insistencia desde lo alto, desde la
cumbre del monte.
Debemos apresurarnos a ir hacia allí -así me atrevo a decirlo- como Jesús, que
allí en el cielo es nuestro guía y precursor, con quien brillaremos con nuestra
mirada espiritualizada, renovados en cierta manera en los trazos de nuestra alma,
hechos conformes a su imagen, y, como él, transfigurados continuamente y hechos
participes de la naturaleza divina, y dispuestos para los dones celestiales.
Corramos hacia allí, animosos y alegres, y penetremos en la intimidad de la
nube, a imitación de Moisés y Elías, o de Santiago y Juan. Seamos como Pedro,
arrebatado por la visión y aparición divina, transfigurado por aquella hermosa
transfiguración, desasido del mundo, abstraído de la tierra; despojémonos de lo
carnal, dejemos lo creado y volvámonos al Creador, al que Pedro, fuera de sí,
dijo: Señor, qué bien estaría quedamos aquí.
Ciertamente, Pedro, en verdad qué bien estaría quedarnos aquí con Jesús, y
permanecer aquí para siempre. ¿Hay algo más dichoso, más elevado, más
importante que estar con Dios, ser hechos conformes con él, vivir en la luz?
Cada uno de nosotros, por el hecho de tener a Dios en sí y de ser transfigurado
en su imagen divina, tiene derecho a exclamar con alegría: Qué bien estaría
quedanos aquí, donde todo es resplandeciente, donde está el gozo, la felicidad
y la alegría, donde el corazón disfruta de absoluta tranquilidad, serenidad y
dulzura, donde vemos a (Cristo) Dios, donde él, junto con el Padre, pone su
morada y dice, al entrar: Hoy ha venido la salud a esta casa, donde con Cristo
se hallan acumulados los tesoros de los bienes eternos, donde hallamos
reproducidas, como en un espejo, las imágenes de las realidades futuras.
RESPONSORIO Mt 17, 2. 3; cf. Lc 9, 32. 34
R. El rostro de Jesús se puso brillante como el sol; * y
los discípulos, al contemplarlo circundado de gloria, se llenaron de temor.
V. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús.
R. Y los discípulos, al contemplarlo circundado de gloria, se
llenaron de temor.
*Lecturas del Transfiguración del Señor*
Sábado, 6 de agosto
de 2022
Evangelio
*Lectura del santo Evangelio según san Lucas (9,28b-36)*
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de
la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus
vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran
Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a
consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y,
espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está
aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los
cubrió. Se asustaron al entrar en la nube.
Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el
momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. De la nube salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado, en
quien tengo mis complacencias, escuchadlo». Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. De la nube salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado, en
quien tengo mis complacencias, escuchadlo». Aleluya.
PRECES
Acudamos al Padre, que maravillosamente transfiguró a Jesucristo,
nuestro Salvador, en el monte santo, y digámosle con fe:
Que tu luz, Señor, nos haga ver la luz.
Padre lleno de amor, tú que transfiguraste a tu Hijo amado en la montaña santa
y, por medio de la nube luminosa, te manifestaste a tí mismo,
haz que escuchemos siempre fielmente la voz de tu Hijo amado.
Señor, tú que nos nutres de lo sabroso de tu casa y nos das a beber del
torrente de tus delicias,
haz que sepamos contemplar en la gloria de tu Hijo transfigurado nuestra futura
condición gloriosa.
Tú que hiciste que del seno de las tinieblas brillara la luz y has hecho
brillar nuestros corazones para que contemplaran tu gloria en el rostro de
Cristo,
haz que tu Iglesia viva atenta a la contemplación de las maravillas de tu Hijo
amado.
Tú que nos has llamado con una vocación santa, por tu gracia manifestada con la
aparición de nuestro Salvador, Cristo Jesús,
ilumina a todos los hombres con el Evangelio, para que lleguen al conocimiento
de la vida incorruptible.
Padre amantísimo, tú que nos has tenido un amor tan grande que has querido nos
llamáramos hijos tuyos y que lo fuéramos en verdad,
haz que, cuando Cristo se manifieste en su gloria, nosotros seamos semejantes a
él.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Ya que Dios nos ha llamado a ser sus hijos, acudamos a nuestro Padre, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, que en la gloriosa transfiguración de Jesucristo
confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de Moisés y de Elías, y
nos hiciste entrever en la gloria de tu Hijo la grandeza de nuestra definitiva
adopción filial, haz que escuchemos siempre la voz de tu Hijo amado y lleguemos
a ser un día sus coherederos en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: EN LA CUMBRE DEL MONTE.
En la cumbre del monte,
su cuerpo de barro
se vistió de soles.
En la cumbre del monte,
su veste de nieve
se cuajó de flores.
En la cumbre del monte,
excelso misterio:
Cristo, Dios y hombre.
En la cumbre del monte,
a la fe se abrieron
nuestros corazones. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los
llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su presencia.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los
llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su presencia.
Ant 2. Una nube brillante los envolvió y de la nube salió una voz que
dijo: «Éste es mi Hijo amado, en quién tengo mis complacencias».
Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Una nube brillante los envolvió y de la nube salió una voz que
dijo: «Éste es mi Hijo amado, en quién tengo mis complacencias».
Ant 3. Cuando bajaban del monte, les dio Jesús esta orden: «A nadie deis
a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los
muertos». Aleluya.
Cantico: ALABAD AL SEÑOR, TODAS LAS NACIONES - Cf. 1Tm 3,16
R. Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, manifestado en fragilidad humana,
santificado por el Espíritu.
R. Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, mostrado a los ángeles,
proclamado a los gentiles.
R. Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, objeto de fe para el mundo,
elevado a la gloria.
R. Alabad al Señor, todas las naciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cuando bajaban del monte, les dio Jesús esta orden: «A nadie deis
a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los
muertos». Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 8, 16-17
El mismo Espíritu se une a nosotros para testificar que somos hijos de Dios; y,
si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de
Cristo, si es que padecemos juntamente con Cristo, para ser glorificados
juntamente con él.
RESPONSORIO BREVE
V. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.
R. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.
V. Fuerza y esplendor están en su templo.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron sobre sus rostros,
sobrecogidos de temor; pero Jesús se llegó a ellos y, tocándolos con la mano,
les dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron sobre sus rostros,
sobrecogidos de temor; pero Jesús se llegó a ellos y, tocándolos con la mano,
les dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Aleluya.
PRECES
Acudamos a nuestro Salvador, maravillosamente transfigurado ante
sus discípulos en el monte santo, y digámosle con fe:
Ilumina, Señor, nuestras tinieblas.
Oh Cristo, que, antes de entregarte a la pasión, quisiste manifestar en tu
cuerpo transfigurado la gloria de la resurrección futura, te pedimos por la Iglesia
que sufre:
que, en medio de las dificultades del mundo, viva transfigurada por la
esperanza de tu victoria.
Cristo, Señor nuestro, que tomando a Pedro, Santiago y Juan los llevaste
contigo a un monte alto, te pedimos por el papa Francisco y por los obispos:
que, llenos de aquella paz y alegría que son fruto de la esperanza en la
resurrección, sirvan fielmente a tu pueblo.
Cristo Jesús, que desde el monte santo hiciste brillar tu rostro sobre Moisés y
Elías, te pedimos por Israel, el pueblo que hiciste tuyo desde tiempos
antiguos:
concédele que alcance la plenitud de la redención.
Cristo, esperanza nuestra, que iluminaste al mundo entero cuando sobre ti
amaneció la gloria del Creador, te pedimos por todos los hombres de buena
voluntad:
haz que caminen siempre siguiendo el resplandor de tu luz.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Cristo, Salvador nuestro, que transformarás nuestro frágil cuerpo en cuerpo
glorioso como el tuyo, te pedimos por nuestros hermanos difuntos:
transfórmalos a imagen tuya y admítelos ya en tu gloria.
Llenos de esperanza, oremos al Padre como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, que en la gloriosa transfiguración de Jesucristo
confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de Moisés y de Elías, y
nos hiciste entrever en la gloria de tu Hijo la grandeza de nuestra definitiva
adopción filial, haz que escuchemos siempre la voz de tu Hijo amado y lleguemos
a ser un día sus coherederos en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.