*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Fidel de
Sigmaringa, Mártir*
24 de Abril
Laudes - SÁBADO III SEMANA DE PASCUA 2021
Sábado, 24 de abril de 2021.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente
ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona
1: Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Aleluya.
Salmo 118, 145-152
XIX (Coph)
Te invoco
de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Antífona
2: Edificaste, Señor, un templo y un altar en tu monte santo.
Aleluya.
Sb 9,1-6.9-11
Dame, Señor, la sabiduría
Os daré
palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente… ningún adversario
vuestro. (Lc 21,15)
Dios de
los padres y Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre,
para que dominase sobre tus criaturas,
y para regir el mundo con santidad y justicia,
y para administrar justicia con rectitud de corazón.
Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues, aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.
Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos
y lo que es recto según tus preceptos.
Mándala de tus santos cielos,
y de tu trono de gloria envíala,
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.
Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
y me guiará prudentemente en mis obras,
y me guardará en su esplendor.
Antífona
3: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Aleluya.
Salmo 116
Invitación universal a la alabanza divina
Los
gentiles alaban a Dios por su misericordia (cf. Rm 15,9)
Alabad al
Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Lectura Breve
Rm 14,7-9
Ninguno
de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos para
el Señor; y si morimos, para el Señor morirnos. En fin, que tanto en vida como
en muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser
Señor de vivos y muertos.
Responsorio Breve
V. El
Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. Dios
nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Aleluya.
R. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Aleluya.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro
del Apocalipsis 11, 1-19
LOS DOS
TESTIGOS INVICTOS
A mí,
Juan, me fue dada una caña parecida a una vara de medir con esta orden: «Levántate,
y mide el templo de Dios y el altar y a los que adoran en él. El atrio exterior
del templo déjalo y no lo midas, porque ha sido entregado a los paganos, que hollarán
la ciudad santa durante cuarenta y dos meses. Yo enviaré a mis dos testigos,
para que, vestidos de saco, hablen en mi nombre durante mil doscientos sesenta
días.
Éstos son los dos olivos y los dos candelabros, los que están en la presencia
del Señor de la tierra. Si alguno quiere hacerles daño, saldrá fuego de sus
bocas que devorará a sus enemigos. Y quien quisiese hacerles mal será muerto
sin remisión. Ellos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga
lluvia durante los días de su ministerio profético; y tienen poder sobre las
aguas, para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda clase de plagas
cuantas veces quieran.
Cuando hayan acabado de dar su testimonio, la Bestia que sube del abismo hará guerra
contra ellos y los vencerá y les quitará la vida. Sus cadáveres yacerán en la
plaza de la gran ciudad, que simbólicamente se llama Sodoma y Egipto, allí
donde fue crucificado su Señor. Gentes de diversos pueblos, tribus, lenguas y
naciones contemplarán sus cadáveres durante tres días y medio, pues no se permitirá
que sean puestos en el sepulcro. Los habitantes de la tierra se alegrarán y regocijarán
por su muerte, y se enviarán mutuamente regalos, porque estos dos profetas eran
el tormento de los moradores de la tierra.»
Pero, después de los tres días y medio, un espíritu de vida, procedente de
Dios, entró en ellos; se levantaron sobre sus pies; y un espanto terrible se
apoderó de quienes los estaban contemplando. Y oí una potente voz del cielo,
que les decía: «Subid acá.»
Y subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos.
En aquella hora ocurrió un violento terremoto; se derrumbó la décima parte de
la ciudad, pereciendo en el terremoto siete mil personas; y los demás quedaron llenos
de espanto y dieron gloria al Dios del cielo.
El segundo ¡ay! ya ha pasado. Pero llega en seguida el tercer ¡ay!
Tocó el séptimo ángel la trompeta; y se dejaron oír en el cielo grandes voces
que decían: «Ha llegado a este mundo el reino de nuestro Dios y de su Ungido, y
reinará por los siglos de los siglos»
Y los veinticuatro ancianos, los que estaban sentados en sus tronos en la
presencia de Dios, cayeron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo:
«Gracias te damos, Señor omnipotente, el que eres y el que eras, porque has
asumido el gran poder y comenzaste a reinar. Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos, y de dar el
galardón a tus siervos los profetas, y a los santos y a los que temen tu
nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la
tierra.»
Entonces, se abrió el santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su
alianza en el santuario y se produjeron relámpagos, fragor de truenos, temblor
de tierra y fuerte granizada.
Responsorio Ap 11, 15: Dn 7, 27
R. Ha
llegado a este mundo el reino de nuestro Dios y de su Ungido, * y
reinará por los siglos de los siglos. Aleluya.
V. Su reino es un reino eterno, y todos los imperios lo
servirán y lo obedecerán.
R. Y reinará por los siglos de los siglos. Aleluya.
Segunda Lectura
Del
comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Libro 4, cap. 2: PG 73, 563-566)
CRISTO
ENTREGÓ SU CUERPO PARA LA VIDA DE TODOS
«Por
todos muero —dice el Señor—, para vivificarlos a todos y redimir con mi carne
la carne de todos. En mi muerte morirá la muerte y conmigo resucitará la
naturaleza humana de la postración en que había caído.
Con esta finalidad me he hecho semejante a vosotros y he querido nacer de la descendencia
de Abrahán para asemejarme en todo a mis hermanos."
San Pablo, al comprender esto, dijo: Los hijos de una misma familia son todos
de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también él;
así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al
diablo.
Si Cristo no se hubiera entregado por nosotros a la muerte, él solo por la
redención de todos, nunca hubiera podido ser destituido el que tenía el poder
de la muerte, ni hubiera sido posible destruir la muerte, pues él es el único
que está por encima de todos.
Por ello se aplica a Cristo aquello que se dice en un lugar del libro de los
salmos, donde Cristo aparece ofreciéndose por nosotros a Dios Padre: Tú no
quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides
sacrificio expiatorio, entonces yo dije: «Aquí estoy».
Cristo fue, pues, crucificado por todos nosotros, para que, habiendo muerto uno
por todos, todos tengamos vida en él. Era, en efecto, imposible que la vida
muriera o fuera sometida a la corrupción natural. Que Cristo ofreciese su carne
por la vida del mundo es algo que deducimos de sus mismas palabras: Padre
santo, dijo, guárdalos. Y luego añade: Por ellos me consagro yo.
Cuando dice consagro debe entenderse en el sentido de «me dedico a Dios» y «me ofrezco
como hostia inmaculada en olor de suavidad»: Pues según la ley se consagraba o llamaba
sagrado lo que se ofrecía sobre el altar. Así Cristo entregó su cuerpo por la
vida de todos, y así nos devolvió la vida. De qué modo lo realizó, intentaré
explicarlo, si puedo.
Una vez que la Palabra vivificante hubo tomado carne restituyó a la carne su
propio bien, es decir, le devolvió la vida y, uniéndose a la carne con una
unión inefable la vivificó, dándole parte en su propia vida divina.
Por ello podemos decir que el cuerpo de Cristo da vida a los que participan de
él: si los encuentra sujetos a la muerte, aparta la muerte y aleja toda
corrupción, pues posee en sí mismo el germen que aniquila toda podredumbre.
Responsorio Jn 10, 14. 15. 10
R. Yo
soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas; * yo
doy mi vida por mis ovejas. Aleluya.
V. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en
abundancia.
R. Yo doy mi vida por mis ovejas. Aleluya.
Sábado, 24 de abril de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (6,60-69)*
En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba
antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras
que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros
que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a
entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir
con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros
creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Dijo
Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna. Y
nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» Aleluya.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a
Cristo, pan de vida, que en el último día resucitará a los que se alimentan con
su palabra y con su cuerpo, y digámosle:
*Señor, danos paz y alegría*.
Hijo de Dios, que resucitado de entre los muertos eres el Príncipe de la vida, —
bendice y santifica a tus fieles y a todos los hombres.
Tú que concedes paz y alegría a todos los que creen en ti, — danos vivir como
hijos de la luz, y alegrarnos de tu victoria.
Aumenta la fe de tu Iglesia, peregrina en la tierra, — para que dé al mundo
testimonio de tu resurrección.
Tú que, habiendo padecido mucho, has entrado ya en la gloria del Padre, —
convierte en gozo la tristeza de los afligidos.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro
maestro: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Oh Dios,
que has renovado por las aguas del bautismo a los que creen en ti, concede tu ayuda
a los que han renacido en Cristo, para que venzan las insidias del mal y permanezcan
siempre fieles a los dones que de ti han recibido. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
*San Fidel de
Sigmaringa, Mártir*
24 de Abril
La congregación de "Propaganda Fide", venera a San Fidel
como su primer mártir. Era éste un sacerdote capuchino, conocido también con el
nombre de Marcos Rey. Desde joven empezó a llevar una vida de penitencia y
también fue conocida su vocación de servicio y defensa a los más pobres por lo
que el pueblo lo llamó "el abogado de los pobres". Por orden de sus
superiores, San Fidel fue enviado con otros ocho capuchinos a predicar a los
swinglianos de Grions, misión que aceptó gustosamente, pese a las amenazas de
los protestantes de aquella región.
Las conversiones numerosas que el santo conseguía a diario se
debían, sin duda, tanto a las largas horas de la noche que dedicaba a la
oración, como a sus sermones e instrucciones cotidianos. Encolerizados de sus
prodigios, los protestantes empezaron a hostigar al religioso, poniendo a la
población en su contra. Enterado de lo sucedido, San Fidel pasó varias noches
de oración ante el Santísimo Sacramento, para luego dirigirse a las aldeas
aledañas. Cuando se dirigía a Grüsch, fue atacado por un puñado de hombres
armados, quienes le exigieron que abjurarse de la fe católica, pero el santo se
negó rotundamente por lo que fue derribado a tierra y acabado a puñaladas.
Vísperas
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Quédate con nosotros,
la noche está cayendo.
¿Cómo te encontraremos
al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros;
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.
¿Cómo sabremos que eres
un hombre entre los hombres,
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu cuerpo,
y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.
Vimos romper el día
sobre tu hermoso rostro,
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche
no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.
Arroja en nuestras manos,
tendidas en tu busca,
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia, en lo más hondo
del corazón del hombre,
tu imagen empañada por la culpa.
Primer Salmo
Salmo 121: La ciudad santa de Jerusalén
Ant: Que la
paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón. Aleluya.
Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén
del cielo (Hb 12,22)
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Que la
paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón. Aleluya.
Segundo Salmo
Salmo 129: Desde lo hondo, a ti grito, Señor
Ant: Con tu
sangre nos compraste para Dios. Aleluya.
Él salvará a su pueblo de los pecados (Mt 1,21)
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Con tu
sangre nos compraste para Dios. Aleluya.
Cántico NT
Filipenses 2,6-11: Cristo, Siervo de Dios, en su misterio
pascual
Ant: ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.
Cristo, a pesar de su condición
divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.
Lectura Bíblica
1P 2,9-10
Vosotros
sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo
adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de las
tinieblas y entrar en su luz maravillosa. Antes erais «no pueblo», ahora sois
«pueblo de Dios»; antes erais «no compadecidos» ahora sois «compadecidos».
V/. Los discípulos se llenaron
de alegría. Aleluya, aleluya.
R/. Los discípulos se llenaron
de alegría. Aleluya, aleluya.
V/. Al ver al Señor.
R/. Aleluya, aleluya.
V/. Gloria al Padre, y al
Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Los discípulos se llenaron
de alegría. Aleluya, aleluya.
Cántico Evangélico
Cántico
Ant: «Yo soy
la puerta -dice el Señor-; quien entre por mí se salvará y encontrará pastos.»
Aleluya.
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: «Yo soy
la puerta -dice el Señor-; quien entre por mí se salvará y encontrará pastos.»
Aleluya.
Preces
Oremos a Cristo, que resucitado de entre los muertos, destruyó la
muerte y nos dio nueva vida, y digámosle:
Tú que vives eternamente,
escúchanos, Señor
·
- Tú que eres la piedra desechada por los arquitectos, pero
convertida en piedra angular,
conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.
· - Tú que
eres el testigo fiel y veraz, el primogénito de entre los muertos,
haz que tu Iglesia dé siempre testimonio de ti ante el mundo.
· - Tú que
eres el único esposo de la Iglesia nacida de tu costado,
haz que todos nosotros seamos testigos de este misterio nupcial.
· - Tú que
eres el primero y el último, que estabas muerto y ahora vives por los siglos de
los siglos,
concede a todos los bautizados perseverar fieles hasta la muerte, a fin de
recibir la corona de la victoria.
· - Tú que
eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios,
alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos.
·
Se pueden añadir algunas
intenciones libres.
Porque Jesús ha resucitado, todos
somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a
nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Final
Dios
todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la
resurrección de Jesucristo, concédenos también la alegría eterna del reino de
tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la
admirable victoria de su Pastor. Que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Si el que preside es un
ministro ordenado, utiliza una de estas dos fórmulas finales:
(Fórmula larga)
V/. El Señor
esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones
y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo
Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
V/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y
Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
(Fórmula breve)
V/. El Señor
esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y
Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
Si se despide a la asamblea
se añade:
V/. Podéis ir
en paz.
R/. Demos gracias a Dios.