*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
24 de diciembre, feria
Laudes
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz sobre
los labios mientras se dice:)
V/. -Señor,
Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo
94: Invitación a la alabanza divina
Ant: Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria.
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este
«hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria.
Himno
Ya muy cercano, Emmanuel,
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.
Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.
Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.
Ven, Vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.
Ven, Llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar libre su vía,
con la esperanza del gran día.
Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.
Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.
Primer Salmo
Salmo 50: Misericordia, Dios mío
Ant: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de
las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo
Israel.
Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva
condición humana (Ef 4,23-24)
Misericordia, Dios mío, por tu
bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
¡Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de
las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo
Israel.
Cántico AT
Tobías 13,10-13.15.16b-17a: Acción de
gracias por la liberación del pueblo
Ant: Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que traía la gloria de Dios
(Ap 21,10.11)
Que todos alaben al Señor
y le den gracias en Jerusalén.
Jerusalén, ciudad santa,
él te castigó por las obras de tus hijos,
pero volverá a apiadarse del pueblo justo.
Da gracias al Señor como es debido
y bendice al rey de los siglos,
para que su templo
sea reconstruido con júbilo,
Para que él alegre en ti
a todos los desterrados,
y ame en ti a todos los desgraciados,
por los siglos de los siglos.
Una luz esplendente iluminará
a todas las regiones de la tierra.
Vendrán a ti de lejos muchos pueblos,
y los habitantes del confín de la tierra
vendrán a visitar al Señor, tu Dios,
con ofrendas para el rey del cielo.
Generaciones sin fin
cantarán vítores en tu recinto,
y el nombre de la elegida
durará para siempre.
Saldrás entonces con júbilo
al encuentro del pueblo justo,
porque todos se reunirán
para bendecir al Señor del mundo.
Dichosos los que te aman,
dichosos los que te desean la paz.
Bendice, alma mía, al Señor,
al rey soberano,
porque Jerusalén será reconstruida
y, allí, su templo para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Segundo Salmo
Salmo 147: Acción de gracias por la
restauración de Jerusalén
Ant: «Mañana será el día de vuestra salvación», dice el Señor de los
ejércitos.
Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero (Ap
21,9)
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: «Mañana será el día de vuestra salvación», dice el Señor de los
ejércitos.
Lectura Bíblica
Is 11,1-3a
Brotará
un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se
posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de
consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el
temor del Señor.
V/. Mañana
quedará borrada la iniquidad de la tierra.
R/. Mañana
quedará borrada la iniquidad de la tierra.
V/. Y sobre
nosotros reinará el Salvador del mundo.
R/. Quedará
borrada la iniquidad de la tierra.
V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Mañana
quedará borrada la iniquidad de la tierra.
Lectura
Bíblica
V/. El Señor anuncia su palabra a Jacob.
R/. Sus decretos y mandatos a Israel.
Se
anuncia a Jerusalén la Buena Nueva
Is 51,17-52,2.7-10
¡Espabílate, espabílate, ponte en pie, Jerusalén!, que bebiste de
la mano del Señor la copa de su ira, y apuraste hasta el fondo el cuenco del vértigo.
Entre los hijos que engendró, no hay quien la guíe; entre los hijos que crió,
no hay quien la lleve de la mano.
Esos dos males te han sucedido, ¿quién te compadece? Ruina y
destrucción, hambre y espada, ¿quién te consuela? Tus hijos yacen desfallecidos
en las encrucijadas, como antílope en la red, repletos de la ira del Señor, de
la amenaza de tu Dios.
Por tanto, escúchalo, desgraciada; borracha, y no de vino. Así
dice el Señor, tu Dios, defensor de su pueblo:
«Mira, yo quito de tu mano la copa del vértigo, no volverás a
beber del cuenco de mi ira; lo pondré en las manos de tus verdugos, que decían
a tu cuello: "Dóblate, que pasemos encima"; y presentaste la espalda
como suelo, como calzada para los transeúntes.»
¡Despierta, despierta, vístete de tu fuerza, Sión, vístete el
traje de gala, Jerusalén, santa ciudad!, porque no volverán a entrar en ti
incircuncisos ni impuros. Sacúdete el polvo, ponte en pie, Jerusalén cautiva;
desata las correas de tu cuello, Sión cautiva.
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que
anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a
Sión: «Tu Dios es rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven
cara a cara al Señor, que vuelve a Sión.
Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela
a su pueblo, rescata a Jerusalén: el Señor desnuda su santo brazo a la vista de
todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro
Dios.
R/. Purificaos, pueblo de Israel, dice el Señor; pues mañana bajará el
Señor. Y desviará de vosotros la enfermedad.
V/. Mañana quedará borrada la maldad de la tierra, y será nuestro rey
el Salvador del mundo.
R/. Y desviará de vosotros la enfermedad.
La
fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
(Sermón 185: PL 38,997-999)
Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti. Despierta, tú
que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz. Por
ti precisamente, Dios se ha hecho hombre.
Hubieses muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el
tiempo. Nunca te hubieses visto libre de la carne del pecado, si él no hubiera
aceptado la semejanza de la carne del pecado. Una inacabable miseria se hubiera
apoderado de ti, si no se hubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca
hubieras vuelto a la vida, si él no hubiera venido al encuentro de tu muerte.
Te hubieras derrumbado, si no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si él no
hubiera venido.
Celebremos con alegría el advenimiento de nuestra salvación y
redención. Celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno
día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día nuestro
tan breve y temporal. Este se convirtió para nosotros en justicia,
santificación y redención: y así -como dice la Escritura-: El que se gloríe,
que se gloríe en el Señor.
Pues la verdad brota de la tierra: Cristo, que
dijo: Yo soy la verdad, nació de una virgen. Y la justicia
mira desde el cielo: puesto que, al creer en el que ha nacido, el hombre no
se ha encontrado justificado por sí mismo, sino por Dios.
La verdad brota de la tierra: porque la
Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo:
porque todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba. La
verdad brota de la tierra: la carne, de María. Y la justicia mira
desde el cielo: porque el hombre no puede recibir nada, si no se lo
dan desde el cielo.
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz
con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de
nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por
él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos
gloriamos apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. No dice:
«Nuestra gloria», sino: La gloria de Dios; porque la
justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo.
Por tanto, el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, y no en sí
mismo.
Por eso, después que la Virgen dio a luz al Señor, el pregón de
las voces angélicas fue así: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra
paz a los hombres que ama el Señor. ¿Por qué la paz en la tierra, sino
porque la verdad brota de la tierra, o sea, Cristo ha nacido de la
carne? Y él es nuestra paz; él ha hecho de los dos pueblos una sola
cosa: para que fuésemos hombres que ama el Señor, unidos suavemente con
vínculos de unidad.
Alegrémonos, por tanto, con esta gracia, para que el testimonio de
nuestra conciencia constituya nuestra gloria: y no nos gloriemos en nosotros
mismos, sino en Dios. Por eso se ha dicho: Tú eres mi gloria, tú
mantienes alta mi cabeza. ¿Pues qué gracia de Dios pudo brillar más
intensamente para nosotros que ésta: teniendo un Hijo unigénito, hacerlo hijo
del hombre, para, a su vez, hacer al hijo del hombre hijo de Dios? Busca
méritos, busca justicia, busca motivos; y a ver si encuentras algo que no sea
gracia.
R/. Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un
vástago. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus
caderas.
V/. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y
sabiduría, espíritu de consejo y valentía.
R/. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de
sus caderas.
Lecturas
del 24 de Diciembre. Feria de Adviento
Viernes, 24 de diciembre de 2021
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,67-79):
EN aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, se llenó de Espíritu Santo y
profetizó diciendo:
«“Bendito sea el Señor, Dios de Israel”,
porque ha visitado y “redimido a su pueblo”,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la “misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza”
y “el juramento que juró a nuestro padre Abrahán” para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante “del Señor a preparar sus caminos”,
anunciando a su pueblo la salvación
por el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
Palabra del Señor
Cántico Evangélico
Ant: A María le llegó el tiempo de dar a luz a su Hijo primogénito.
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Bendito sea el Señor, Dios de
Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: A María le llegó el tiempo de dar a luz a su Hijo primogénito.
Preces
Oremos, hermanos, con todo nuestro espíritu a Cristo redentor, que
vendrá con gran poder y gloria, y digámosle:
Ven, Señor Jesús
· - Señor
Jesucristo, que vendrás con poder desde el cielo,
mira nuestra pequeñez y haznos dignos de tus dones.
· - Tú, que
viniste a anunciar la Buena Noticia a los hombres,
danos fuerza para que también nosotros anunciemos el
Evangelio a nuestros hermanos.
· - Tú que
desde el trono del Padre todo lo gobiernas,
haz que aguardemos con alegría la dicha que esperamos,
tu aparición gloriosa.
· -
Consuela, Señor, con los dones de tu divinidad,
a los que anhelamos la gracia de tu venida.
Se pueden
añadir algunas intenciones libres.
Como
hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo
nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a
nosotros tu reino;
hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación,
y
líbranos del mal.
Final
Apresúrate,
Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que
esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del
Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
24 de diciembre, feria
Vísperas
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Eres la luz y siembras
claridades;
abres los anchos cielos, que sostiene
como columna el brazo de tu Padre.
Arrebatada en rojos torbellinos,
el alba apaga estrellas lejanísimas;
la tierra se estremece de rocío.
Mientras la noche cede y se disuelve,
la estrella matinal, signo de Cristo,
levanta el nuevo día y lo establece.
Eres la luz total, día del día,
el Uno en todo, el Trino todo en Uno:
¡gloria a tu misteriosa teofanía! Amén.
Primer Salmo
Salmo 144-A: Himno a la grandeza de
Dios
Ant: Día tras día te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.
Tú, Señor, el que eras y eres, eres justo (Ap 16,5)
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;
explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Día tras día te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.
Segundo Salmo
Salmo 144-B:
Ant: Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de
los que te invocan.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de
los que te invocan.
Cántico NT
Apocalipsis 15, 3-4: Himno de
adoración
Ant: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Grandes y maravillosas son tus
obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Lectura Bíblica
Rm 8,1-2
Ahora no
pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús, pues, por la
unión con Cristo Jesús, la ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte.
V/. Cristo nos
amó y nos ha librado por su sangre.
R/. Cristo
nos amó y nos ha librado por su sangre.
V/. Nos ha
convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
R/. Por su
sangre.
V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Cristo
nos amó y nos ha librado por su sangre.
Cántico Evangélico
Ant: El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su
misericordia.
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su
misericordia.
Preces
Invoquemos
al Señor Jesús, a quien el Padre entregó por nuestros pecados y lo resucitó
para nuestra justificación, diciendo:
Señor, ten piedad de tu pueblo.
· -
Escucha, señor, nuestras súplicas, perdona los pecados de los que se confiesan
culpables,
y, en tu bondad, otórganos el perdón y la paz.
· - Tú que
por el Apóstol nos has enseñado que, si creció el pecado, más desbordante fue
la gracia,
perdona con largueza nuestros muchos pecados.
· - Hemos
pecado mucho, Señor, pero confiamos en tu misericordia infinita;
vuélvete a nosotros, para que podamos convertirnos a ti.
· - Salva a
tu pueblo de los pecados, Señor,
y sé benévolo con nosotros.
· - Tú que
abriste las puertas del paraíso al ladrón arrepentido, que te reconoció como
Salvador,
ábrelas también para nuestros difuntos.
Se pueden
añadir algunas intenciones libres.
Como
hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo
nos enseñó:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a
nosotros tu reino;
hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación,
y
líbranos del mal.
Final
Apresúrate,
Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que
esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del
Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.