*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*Laudes - Nuestra Señora de Guadalupe,
patrona de América latina y de las Islas Filipinas 2020*
Era el mes de diciembre de
1531, cuando, en la colina de Tepeyac, la Virgen se apareció al humilde indio
Juan Diego. En 1910, Pío X proclamó a la Virgen de Guadalupe patrona de toda
Hispano—América.
El
siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas
para Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América latina y de las Islas
Filipinas el día, sábado, 12 de diciembre de 2020. Otras celebraciones del
día: SÁBADO II
SEMANA DE ADVIENTO .
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid,
adoremos a Cristo, hijo de la siempre Virgen María. Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido
en el seno feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.
El amor hizo nuevas cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que es poderoso
en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría,
el Señor que en los cielos moraba
se hizo carne en la Virgen María.
Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que en su gracia y su amor nos bendijo
y a su reino nos ha destinado. Amén.
Salmodia
Antífona
1: ¿Quién es esa que surge como el alba, hermosa como la luna y
límpida como el sol, imponente como escuadrón a banderas desplegadas?
Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de Dios
Madruga
por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios,
tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Antífona
2: Yo soy la siempre Virgen santa María, Madre del verdadero Dios por
quien se vive.
Dn 3,57-88.56
Toda la creación alabe al Señor
Alabad al
Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona
3: Como el águila incita a volar a sus polluelos y revolotea sobre el
nido, así extendió ella sus alas y los llevó sobre su plumaje.
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos
de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor.
(Hesiquio)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Lectura Breve Sir 50, 5-10
¡Qué
majestuosa cuando salía detrás del velo! Como estrella matutina en medio de las
nubes, como la luna en los días de plenilunio, como el sol cuando brilla sobre
el templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las nubes de gloria, como
flor de rosal en primavera, como lirio junto a un manantial, como vaso de oro
macizo adornado con piedras preciosas.
Responsorio Breve
V. Levanto
mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio?
R. Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el
auxilio?
V. Señor, por ti madrugo, dame una señal propicia.
R. ¿De dónde me vendrá el auxilio?
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el
auxilio?
V. Señora de los jardines, mis compañeros te escuchan.
R. Déjanos oír tu voz.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro del profeta Isaías 52, 7. 9-10; 54, 10a. 11b-14a. 15; 55,
3b. 12b-13
SOBRE LOS MONTES SE ANUNCIA LA PAZ
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que
anuncia la paz, que trae la dicha, que anuncia la salvación, que dice a Sión:
«Ya reina tu Dios»! Prorrumpid a una en gritos de júbilo, soledades de
Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén.
Ha descubierto el Señor su santo brazo a la vista de todas las naciones y han
contemplado los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.
«Podrán correrse los montes —dice el Señor—, podrán moverse las colinas, pero
mi amor nunca se apartará de ti. Yo asentaré tus piedras sobre jaspe y tus
cimientos sobre zafiro. Te pondré almenas de rubíes y puertas de esmeralda, y
haré tus murallas con piedras preciosas. Todos tus hijos serán discípulos del
Señor y su dicha será inmensa.
Serás consolidada en la justicia. Si alguien te ataca, no será de parte mía;
cualquiera que te ataque, contra ti se estrellará. Pues voy a firmar con
vosotros una alianza eterna.» Los montes y colinas romperán a cantar ante vosotros
con gritos de alegría, y aplaudirán los árboles del campo. En lugar del espino
crecerá el ciprés, en lugar de la ortiga crecerán los mirtos. Será esto para
gloria del Señor, para señal eterna que jamás se borrará.
Sal 22, 4; 108, 22; Is 66, 13; Sal
120, 6
R. No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna: aunque
camines por cañadas oscuras, aunque te sientas pobre y desdichado y lleves
traspasado el corazón. * Como una madre acaricia a
su hijo, así yo os consolaré.
V. De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
R. Como una madre acaricia a su hijo, así yo os consolaré.
Segunda Lectura
Del Nicán Mopohua, relato del escritor indígena del siglo dieciséis
don Antonio Valeriano
(«Nicán Mupohua», 12.a edición, Buena Prensa, México, D. F., 1971, pp. 3-19.
21)
LA VOZ DE LA TÓRTOLA SE HA ESCUCHADO EN NUESTRA TIERRA
Un sábado de mil quinientos treinta y uno, a pocos días del mes de
diciembre, un indio de nombre Juan Diego iba muy de madrugada del pueblo en que
residía a Tlatelolco, a tomar parte en el culto divino y a escuchar los mandatos
de Dios. Al llegar junto al cerrillo llamado Tepeyac, amanecía, y escuchó que
le llamaban de arriba del cerrillo: «Juanito, Juan Dieguito.» Él subió a la
cumbre y vio a una señora de sobrehumana grandeza, cuyo vestido era radiante
como el sol, la cual, con palabra muy blanda y cortés, le dijo: «Juanito, el
más pequeño de mis hijos, sabe y ten entendido que yo soy la siempre Virgen
María, Madre del verdadero Dios por quien se vive. Deseo vivamente que se me erija
aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio
y defensa a todos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que
me invoquen y en mí confíen. Ve al Obispo de México a manifestarle lo que mucho
deseo.
Anda y pon en ello todo tu esfuerzo.» Cuando llegó Juan Diego a presencia del
Obispo don fray Juan de Zumárraga, religioso de san Francisco, éste pareció no
darle crédito y le respondió: «Otra vez vendrás y te oiré más despacio.» Juan
Diego volvió a la cumbre del cerrillo, donde la Señora del Cielo le estaba esperando,
y le dijo: «Señora, la más pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje al
Obispo, pero pareció que no lo tuvo por cierto. Por lo cual te ruego que le
encargues a alguno de los principales que lleve tu mensaje para que le crean,
porque yo soy sólo un hombrecillo.» Ella le respondió: «Mucho te ruego, hijo
mío el más pequeño, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo y le digas que yo
en persona, la siempre Virgen santa María, Madre de Dios, soy quien te envío.» Pero
al día siguiente, domingo, el Obispo tampoco le dio crédito y le dijo que era
muy necesaria alguna señal para que se le pudiera creer que le enviaba la misma
Señora del Cielo. Y le despidió.
El lunes, Juan Diego ya no volvió. Su tío Juan Bernardino se puso muy grave y,
por la noche, le rogó que fuera a Tlatelolco muy de madrugada a llamar un sacerdote
que fuera a confesarle.
Salió Juan Diego el martes, pero dio vuelta al cerrillo y pasó al otro lado,
hacia el oriente, para llegar pronto a México y que no lo detuviera la Señora
del Cielo. Mas ella le salió al encuentro a un lado del cerro y le dijo: «Oye y
ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige.
No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy yo aquí que soy tu
madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás, por ventura, en mi regazo? No te
aflija la enfermedad de tu tío. Está seguro de que ya sanó. Sube ahora, hijo
mío, a la cumbre del cerrillo, donde hallarás diferentes flores; córtalas y
tráelas a mi presencia.» Cuando Juan Diego llegó a la cumbre, se asombró
muchísimo de que hubiesen brotado tantas exquisitas rosas de Castilla, porque a
la sazón encrudecía el hielo, y las llevó en los pliegues de su tilma a la
Señora del Cielo. Ella le dijo:
«Hijo mío, ésta es la prueba y señal que llevarás al Obispo para que vea en
ella mi voluntad. Tú eres mi embajador muy digno de confianza.»
Juan Diego se puso en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a
la presencia del Obispo, le dijo: «Señor, hice lo que me ordenaste. La Señora
del Cielo condescendió a tu recado y lo cumplió. Me despachó a la cumbre del
cerrillo a que fuese a cortar varias rosas de Castilla, y me dijo que te las
trajera y que a ti en persona te las diera. Y así lo hago, para que en ellas
veas la señal que pides y cumplas su voluntad. Helas aquí, recíbelas.» Desenvolvió
luego su blanca manta, y, así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes
rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen
de la siempre Virgen santa María, Madre de Dios, de la manera que está y se
guarda hoy en su templo del Tepeyac.
La ciudad entera se conmovió, y venía a ver y a admirar su devota imagen y a
hacerle oración, y, siguiendo el mandato que la misma Señora del Cielo diera a
Juan Bernardino cuando le devolvió la salud, se le nombró como bien había de
nombrarse: «la siempre Virgen santa María de Guadalupe.»
Ct 2, 14; Ap 12, 1
R. Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en las
grietas del barranco, déjame ver tu figura. * Déjame
escuchar tu voz, permíteme ver tu rostro, porque es muy dulce tu hablar y
gracioso tu semblante.
V. Y una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida
del sol, y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza.
R. Déjame escuchar tu voz, permíteme ver tu rostro, porque es
muy dulce tu hablar y
gracioso tu semblante.
Nuestra Señora de Guadalupe
Sábado, 12 de diciembre de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (17,10-13):
10 Sus discípulos le preguntaron:
«¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?»
11 Respondió él: «Ciertamente, Elías ha de
venir a restaurarlo todo.
12 Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero
no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el
Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.»
13 Entonces los discípulos comprendieron que
se refería a Juan el Bautista.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Sube
a un alto monte, alegre mensajero de Jerusalén, di a las ciudades de Judá:
«¡Aquí está vuestro Dios! Como un pastor pastorea a su pueblo.»
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Alabemos
a Dios Padre todopoderoso, el Creador por quien se vive, y digámosle:
Señor, por quien vivimos, escucha nuestras plegarias.
Bendito seas, Señor del universo, que en tu inmensa piedad nos enviaste a la
Madre de tu Hijo, — para llamarnos a la fe y hacernos ingresar a tu pueblo
santo.
Te bendecimos, Señor, porque ocultaste tu mensaje a los sabios y prudentes
según el mundo, — y lo revelaste a los pequeños, a los que son tenidos por
insignificantes y despreciables.
Concédenos ser, como Juan Diego, embajadores tuyos muy dignos de confianza, —
que llevemos a todos los hombres y a todas las naciones tu mensaje de amor y de
paz.
Tú que, con la presencia de María, haces brillar los riscos corno perlas y las
espinas como el oro, — haz que el amor de la Santísima Virgen María nos
transforme en otros Cristos.
Haz que, como Juan Diego, seamos siempre fieles al culto divino y a tus
mandatos, — para que merezcamos, también nosotros, que la Virgen María nos
salga al paso en el camino de nuestra vida.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Con la confianza que nos da la predilección mostrada por la santa Madre de Dios
hacia nosotros, digámosle al Padre de los Cielos, con profundo amor filial:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor,
Dios nuestro, que has concedido a tu pueblo la protección maternal de la
siempre Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, por su intercesión,
permanecer siempre firmes en la fe y servir con sincero amor a nuestros
hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
III
Domingo de Adviento «Gaudete», solemnidad
Salterio:
domingo de la tercera semana
Primeras
Vísperas
Inicio
†
(se hace la
señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
¡Marana tha!
¡Ven, Señor Jesús!
Yo soy la Raíz y el Hijo de David,
la Estrella radiante de la mañana.
El Espíritu y la Esposa dicen: "¡Ven, Señor!"
Quien lo oiga, diga: "¡Ven, Señor!"
Quien tenga sed, que venga; quien lo desee,
que tome el don del agua de la vida.
Sí, yo vengo pronto.
¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!
Primer
Salmo
Salmo
112: Alabado sea el nombre de Dios
Ant: Alégrate,
Jerusalén, porque viene a ti el Salvador. Aleluya.
Derriba
del trono a los poderosos y enaltece a los humildes (Lc 1,52)
Alabad,
siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Alégrate,
Jerusalén, porque viene a ti el Salvador. Aleluya.
Segundo
Salmo
Salmo
115: Acción de gracias en el templo
Ant: Yo soy el
Señor: mi hora está cerca, mi salvación no tardará.
Por medio
de Jesús ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza (Hb 13,15)
Tenía fe,
aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Yo soy el
Señor: mi hora está cerca, mi salvación no tardará.
Cántico
NT
Filipenses
2,6-11: Cristo, Siervo de Dios, en su misterio pascual
Ant: Envía,
Señor, al Cordero que dominará la tierra, desde la peña del desierto al monte
de Sión.
Cristo, a
pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Envía,
Señor, al Cordero que dominará la tierra, desde la peña del desierto al monte
de Sión.
Lectura
Bíblica
1Ts 5,23-24
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo
vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de
nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.
V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V/. Danos tu Salvación.
R/. Tu misericordia.
V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Cántico
Evangélico
Cántico [en
Español] [en Latín]
Ant: No hay
otro Dios fuera de mí, ni nadie será mi semejante; ante mí se doblará toda
rodilla y por mí jurará toda lengua.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: No hay
otro Dios fuera de mí, ni nadie será mi semejante; ante mí se doblará toda
rodilla y por mí jurará toda lengua.
Preces
Invoquemos a Cristo, alegría y
júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle:
¡Ven, Señor, y no tardes más!
·
- Esperamos, alegres, tu venida:
ven, Señor Jesús.
·
- Tú que existes antes de los tiempos,
ven y salva a los que viven en el tiempo.
·
·
- Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan,
ven a restaurar la obra de tus manos.
·
·
- Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal,
ven y arráncanos del dominio de la muerte.
·
·
- Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante,
ven y danos tu vida eterna.
·
·
- Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino,
ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.
·
Se pueden
añadir algunas intenciones libres.
Porque
Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea
tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Final
Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del
nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y
salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un ministro ordenado, o en el rezo
individual:
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.