Musica Para el Alma

martes, 9 de junio de 2020

LAS LAUDES DEL MIÉRCOLES 10 ORACIÓN PARA INICIAR EL DÍA


Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA X
De la Feria. Salterio II

10 de junio

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)


V. 
Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Himno: NACIDOS DE LA LUZ, HIJOS DEL DÍA.

Nacidos de la luz, hijos del día,
Vamos hacia el Señor de la mañana.
Su claridad disipa nuestras sombras
y alegra y regocija nuestras almas.

Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,
nos libre para siempre del pecado,
y podamos así gozar la herencia
que nos legó en su Hijo muy amado.

Honor y gloria a Dios, Padre celeste,
por medio de su Hijo Jesucristo,
y al Don de toda luz, el Santo Espíritu,
que vive por los siglos de los siglos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. 
Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Salmo 76 - RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE ISRAEL.

Alzo mi voz a Dios gritando,
alzo mi voz a Dios para que me oiga.

En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.

Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:

¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?

Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.

Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.

Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.

Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.

Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:

mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Ant 2. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Cántico: ALEGRIA DE LOS HUMILDES EN DIOS 1S 2,1-10

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.

No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos se marchita.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.

Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.

El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Ant 3. El Señor reina, la tierra goza.

Salmo 96 - EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor reina, la tierra goza.

LECTURA BREVE   Rm 8, 35. 37

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.

RESPONSORIO BREVE

V. 
Bendigo al Señor en todo momento.
R. Bendigo al Señor en todo momento.

V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor en todo momento.


Las lecturas

V. Mi alma espera en el Señor.
R. Espera en su palabra.

Primera Lectura De la carta a los Filipenses 2, 12-30

TRABAJAD POR VUESTRA SALVACIÓN

Hermanos míos queridos, si siempre me habéis obedecido, cuando estaba presente, mucho más ahora que estoy ausente. Trabajad por vuestra salvación con respeto y seriedad. Porque es Dios el que obra en vosotros haciendo que queráis y obréis movidos por lo que a él le agrada. Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo, presentándole la palabra de vida para orgullo mío en el día de Cristo, ya que no habré corrido ni me habré fatigado en vano. Y si mi sangre fuese derramada como libación sobre el sacrificio y ofrenda de vuestra fe, yo me alegraría y me congratularía con todos vosotros. También vosotros alegraos y congratulaos conmigo.

Espero en Jesús, el Señor, enviaros en breve a Timoteo. Así cobraré nuevos alientos al enterarme de vuestras cosas. No tengo a ningún otro que comparta tanto mis sentimientos y que se preocupe tan sinceramente de todo lo vuestro. Todos los demás buscan sus intereses personales, no los de Cristo Jesús.

De vosotros son conocidas las pruebas que él ha dado, porque, como un hijo al lado de su padre, ha estado conmigo al servicio del Evangelio. A éste, pues, espero enviaros en seguida, apenas vea clara mi situación; y confío en el Señor que también yo podré ir pronto.

He creído necesario enviaros a Epafrodito, hermano, colaborador y compañero mío de armas, que, delegado por vosotros, me ha atendido en mi indigencia. Estaba él suspirando por veros a todos, y muy preocupado porque a vosotros había llegado la noticia de que había caído enfermo. Y de hecho estuvo a punto de morir, pero Dios tuvo misericordia de él, y no sólo de él, sino también de mí, para que no tuviese yo penas y más penas. Así que, os lo envío con toda premura, para que, al verlo de nuevo, os alegréis, y con esto quedaré yo con menos tristeza. Recibidlo, pues, en el Señor, con toda alegría; y tened en mucha estima a hombres como él. Por la obra de Cristo se puso en peligro de muerte, exponiendo su vida para suplir la asistencia que vosotros mismos no me podíais prestar.

RESPONSORIO    2Pe 1, 10. 11; Ef 5, 8. 11

R. Poned más empeño en consolidar vuestra vocación y elección. * De este modo se os concederá generosamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
V. Caminad como hijos de la luz y no toméis parte en las obras infructuosas de las tinieblas.
R. De este modo se os concederá generosamente la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Lectura Patriótica

De las Homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro de Josué
(Homilía 4, 1: PG 12, 842-843)

EL PASO DEL JORDÁN

En el paso del río Jordán, el arca de la alianza guiaba al pueblo de Dios. Los sacerdotes y levitas que la llevaban se pararon en el Jordán, y las aguas, como en señal de reverencia a los sacerdotes que la llevaban, detuvieron su curso y se amontonaron a distancia, para que el pueblo de Dios pudiera pasar impunemente. Y no te has de admirar cuando se te narran estas hazañas relativas al pueblo antiguo, porque a ti, cristiano, que por el sacramento del bautismo has atravesado la corriente del Jordán, la palabra divina te promete cosas mucho más grandes y excelsas, pues te promete que pasarás y atravesarás los mismos aires.

Oye lo que dice Pablo acerca de los justos: Seremos arrebatados entre nubes al encuentro del Señor por los aires, y así estaremos siempre con el Señor. Nada, pues, ha de temer el justo, ya que toda la creación está a su servicio.

Oye también lo que Dios promete al justo por boca del profeta: Cuando pases por el fuego, la llama no te abrasará, porque yo soy el Señor tu Dios. Vemos, por tanto, cómo el justo tiene acceso a cualquier lugar, y cómo toda la creación se muestra servidora del mismo. Y no pienses que aquellas hazañas son meros hechos pasados y que nada tienen que ver contigo, que los escuchas ahora: en ti se realiza su místico significado. En efecto, tú, que acabas de abandonar las tinieblas de la idolatría y deseas ser instruido en la ley divina, eres como si acabaras de salir de la esclavitud de Egipto.

Al ser agregado al número de los catecúmenos y al comenzar a someterte a las prescripciones de la Iglesia, has atravesado el mar Rojo y, como en aquellas etapas del desierto, te dedicas cada día a escuchar la ley de Dios y a contemplar la gloria del Señor, reflejada en el rostro de Moisés. Cuando llegues a la mística fuente del bautismo y seas iniciado en los venerables y magníficos sacramentos, por obra de los sacerdotes y levitas, parados como en el Jordán, los cuales conocen aquellos sacramentos en cuanto es posible conocerlos, entonces también tú, por ministerio de los sacerdotes, atravesarás el Jordán y entrarás en la tierra prometida, en la que te recibirá Jesús, el verdadero sucesor de Moisés, y será tu guía en el nuevo camino.

Entonces tú, consciente de tales maravillas de Dios, viendo cómo el mar se ha abierto para ti y cómo el río ha detenido sus aguas, exclamarás: ¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos? Y te responderá el oráculo divino: En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.

RESPONSORIO    Sb 17, 1; 19, 20; Sal 76, 20

R. Grandes, en verdad, e inescrutables son tus juicios, Señor; * engrandeciste a tu pueblo y lo glorificaste.
V. Te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas.
R. Engrandeciste a tu pueblo y lo glorificaste.


Miércoles, 10 de junio de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos.»

Palabra del Señor



CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. 
Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.

PRECES

Oremos a nuestro Señor Jesucristo, que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y digámosle confiados:

Escúchanos, Señor.

Quédate con nosotros, Señor, durante todo el día:
que la luz de tu gracia no conozca nunca el anochecer en nuestras vidas.

Que el trabajo de este día sea como una oblación sin defecto,
y que sea agradable a tus ojos.

Que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo
y sal de la tierra para cuantos nos traten.

Que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca en nuestras obras
para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libre de todo mal:

Padre nuestro...

ORACION

Envía, Señor, a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para que, avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos veamos libres de todo error. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. 
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.