Musica Para el Alma

jueves, 2 de abril de 2020

LAS LAUDES DEL VIERNES 3 ORACIÓN PARA INICIAR EL DÍA


Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

TIEMPO DE CUARESMA
VIERNES DE LA SEMANA V
Propio del Tiempo. Salterio I

3 de abril

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)


V. 
Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.

Himno: DELANTE DE LA CRUZ LOS OJOS MÍOS

Delante de la cruz los ojos míos
quédenseme, Señor, así mirando,
y sin ellos quererlo estén llorando,
porque pecaron mucho y están fríos.

Y estos labios que dicen mis desvíos,
quédenseme, Señor, así cantando,
y sin ellos quererlo estén rezando,
porque pecaron mucho y son impíos.

Y así con la mirada en vos prendida,
y así con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida,

quédeseme, Señor, el alma entera;
y así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis me muera. Amén.

SALMODIA

Ant 1. 
Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.

Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.

Ant 2. Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.

Cántico: QUE LOS PUEBLOS TODOS SE CONVIERTAN AL SEÑOR. Is 45, 15-25

Es verdad: tú eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen
nunca jamás.

Así dice el Señor, creador del cielo
—él es Dios;—,
él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor y no hay otro.»

No te hablé a escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«Buscadme en el vacío.»

Yo soy el Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera,
y rezan a un dios que no puede salvar.

Declarad, aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
—No hay otro Dios fuera de mí—.

Yo soy un Dios justo y salvador,
y no hay ninguno más.

Volveos hacia mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios y no hay otro.

Yo juro por mi nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»,
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder.»

A él vendrán avergonzados
los que se enardecían contra él,
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.

Ant 3. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.

Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.

LECTURA BREVE   Is 52, 13-15

Mirad: mi siervo tendrá éxito, será enaltecido y ensalzado sobremanera. Y, así como muchos se horrorizaron de él, pues tan desfigurado estaba que ya ni parecía hombre, no tenía ni aspecto humano, así también muchos pueblos se admirarán de él y, a su vista, los reyes enmudecerán de asombro porque verán algo jamás narrado y contemplarán algo inaudito.

RESPONSORIO BREVE

V. 
Él me librará de la red del cazador.
R. Él me librará de la red del cazador.

V. Me cubrirá con su plumaje.
R. Él me librará de la red del cazador.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Él me librará de la red del cazador.

PRIMERA LECTURA

Del libro de los Números 22, 1-8b. 20-35

BALAAM SE PONE EN CAMINO PARA MALDECIR A ISRAEL

En aquellos días, los israelitas siguieron adelante y acamparon en la estepa de Moab, al otro lado del Jordán, frente a Jericó. Balac, hijo de Sipor, vio cómo había tratado Israel a los amorreos, y Moab tuvo miedo de aquel pueblo tan numeroso; Moab tembló ante los israelitas. Y dijo a los ancianos de Madián: «Esa horda va a apacentarse en nuestra comarca como un buey que pace la hierba de la pradera.»
Balac, hijo de Sipor, era entonces rey de Moab. Y despachó correos a Balaam, hijo de Beor, que habitaba en Petor, junto al Éufrates, en tierra de amonitas, para que lo llamaran, diciéndole: «Ha salido de Egipto un pueblo que cubre la superficie de la tierra, y se ha establecido frente a nosotros. Ven, por favor, a maldecirme a ese pueblo, que me excede en número, a ver si logro derrotarlo y expulsarlo de la región. Pues sé que el que tú bendices queda bendecido y el que tú maldices queda maldecido.» Los ancianos de Moab y de Madián fueron con el precio del conjuro a donde estaba Balaam y le transmitieron el mensaje de Balac. Él les dijo:
«Dormid esta noche aquí y os comunicaré lo que el Señor me diga.» Los jefes de Moab se quedaron con Balaam. Dios vino de noche a donde estaba Balaam y le dijo: «Ya que esos hombres han venido a llamarte, levántate y vete con ellos; pero harás lo que yo te diga.» Balaam se levantó de mañana, aparejó la borrica y se fue con los jefes de Moab. Al verlo ir, se encendió la ira de Dios, y el ángel del Señor se plantó en el camino haciéndole frente. Él iba montado en la borrica, acompañado de dos criados. La borrica, al ver al ángel del Señor plantado en el camino, con la espada desenvainada en la mano, se desvió del camino y tiró por el campo. Pero Balaam le dio de palos para volverla al camino. El ángel del Señor se colocó en un paso estrecho, entre viñas, con dos cercas a ambos lados. La borrica, al ver al ángel del Señor, se arrimó a la cerca, pillándole la Pierna a Balaam contra la tapia. Él la volvió a golpear. El ángel del Señor se adelantó y se colocó en un paso angosto, que no permitía desviarse ni a derecha ni a izquierda. Al ver la borrica al ángel del Señor, se tumbó debajo de Balaam. Él, enfurecido, se puso a golpearla. El Señor abrió la boca a la borrica y ésta dijo a Balaam: «¿Qué te he hecho para que me apalees por tercera vez?»
Contestó Balaam: «Porque te burlas de mí. Si tuviera a mano un puñal, ahora mismo te mataría.» Dijo la borrica: «¿No soy yo tu borrica, en la que montas desde hace tiempo? ¿Me solía portar contigo así?» Contestó él: «No.» Entonces el Señor abrió los ojos a Balaam, y éste vio al ángel del Señor plantado en el camino con la espada desenvainada en la mano, e inclinándose se postró en tierra. El ángel del Señor le dijo:
«¿Por qué golpeas a tu burra por tercera vez? Yo he salido a hacerte frente, porque sigues un mal camino. La borrica me vio y se apartó de mí tres veces. Si no se hubiera apartado, ya te habría matado yo a ti, dejándola viva a ella.» Balaam respondió al ángel del Señor: «He pecado, porque no sabía que estabas en el camino, frente a mí. Pero ahora, si te parece mal mi viaje, me vuelvo a casa.» El ángel del Señor respondió a Balaam: «Vete con esos hombres; pero dirás únicamente lo que yo te diga.» Y Balaam prosiguió con los ministros de Balac.

RESPONSORIO    Ez 13, 9. 3

R. Extenderé mi mano contra los profetas y visionarios falsos y adivinos de embustes; * no tomarán parte en la asamblea de mi pueblo, ni serán inscritos en el censo de la casa de Israel.
V. ¡Ay de los profetas necios que se inventan profecías, cosas que nunca vieron, siguiendo su inspiración!
R. No tomarán parte en la asamblea de mi pueblo, ni serán inscritos en el censo de la casa de Israel.

SEGUNDA LECTURA

Del Tratado de san Fulgencio de Ruspe, obispo, Sobre la fe a Pedro
(Cap. 22, 62: CCL 91 A, 726. 750-751)

SE ENTREGÓ POR NOSOTROS

Los sacrificios de víctimas carnales, que la Santísima Trinidad, el mismo y único Dios del antiguo y del nuevo Testamento, había mandado a nuestros padres que le fueran ofrecidos, significaban la agradabilísima ofrenda de aquel sacrificio en el cual el Hijo de Dios había de ofrecerse misericordiosamente según la carne, él solo, por nosotros.

Él, en efecto, como nos enseña el Apóstol, se entregó por nosotros a Dios como oblación de suave fragancia. Él es el verdadero Dios y el verdadero sumo sacerdote, que por nosotros penetró una sola vez en el santuario, no con la sangre de toros o de machos cabríos, sino con su propia sangre. Esto es lo que significaba el sumo sacerdote del antiguo Testamento cuando entraba con la sangre de las víctimas, una vez al año, en el santuario.

Él es, por tanto, el que manifestó en su sola persona todo lo que sabía que era necesario para nuestra redención; él mismo fue sacerdote y sacrificio, Dios y templo; sacerdote por quien fuimos absueltos, sacrificio con el que fuimos perdonados, templo en el que fuimos purificados, Dios con el que fuimos reconciliados. Pero él fue sacerdote, sacrificio y templo sólo en su condición de Dios unido a la naturaleza de siervo; no en su condición divina sola, porque bajo este aspecto todo es común con el Padre y el Espíritu Santo.

Debemos, pues, retener firmemente y sin asomo de duda que el mismo Hijo único de Dios, la Palabra hecha carne, se ofreció por nosotros a Dios en oblación y sacrificio de agradable olor; el mismo al que, junto con el Padre y el Espíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacerdotes del antiguo Testamento sacrificaban animales; el mismo al que ahora, en el nuevo Testamento, junto con el Padre y el Espíritu Santo, con los que es un solo Dios, la santa Iglesia católica no cesa de ofrecerle, en la fe y la caridad, por todo el orbe de la tierra, el sacrificio de pan y vino.

Aquellas víctimas carnales significaban la carne de Cristo, que él, libre de pecado, había de ofrecer por nuestros pecados, y la sangre que para el perdón de ellos había de derramar; pero en este sacrificio se halla la acción de gracias y el memorial de la carne de Cristo, que él ofreció por nosotros, y de la sangre, que el mismo Dios derramó por nosotros. Acerca de lo cual dice san Pablo en los Hechos de los apóstoles: Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo.

Por tanto, los antiguos sacrificios eran figura y signo de lo que se nos daría en el futuro; pero en este sacrificio se nos muestra de modo evidente lo que ya nos ha sido dado.

Los sacrificios antiguos anunciaban por anticipado que el Hijo de Dios sería muerto en favor de los impíos; pero en este sacrificio se anuncia ya realizada esta muerte, como lo atestigua el Apóstol, al decir: Cuando estábamos nosotros todavía sumidos en la impotencia del pecado, murió Cristo por los pecadores, en el tiempo prefijado por el Padre; y añade: Siendo enemigos, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.

RESPONSORIO    Cf. Col 1, 21-22; Rm 3,25

R. A vosotros, que antes estabais enajenados y enemigos en vuestra mente por las obras malas, ahora Dios os ha reconciliado en el cuerpo de carne de Cristo mediante la muerte, * presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta.
V. Dios ha propuesto a Cristo como instrumento de propiciación, por su propia sangre y mediante la fe.
R. Presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta.

Viernes, 3 de abril de 2020
Evangelio y Reflexión
Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

EN aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad». Y muchos creyeron en él allí.

Palabra del Señor


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. 
«Muchas y buenas obras os he hecho ver —dice el Señor—, ¿por cuál de ellas me queréis apedrear?»

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Muchas y buenas obras os he hecho ver —dice el Señor—, ¿por cuál de ellas me queréis apedrear?»

PRECES

Demos gracias a Cristo, el Señor, que al morir en cruz nos dio la vida, y digámosle con fe:

*Tú que por nosotros moriste, escúchanos, Señor*.

Maestro y Salvador nuestro, tú que nos revelaste con tu palabra el designio de Dios y nos renovaste con tu gloriosa pasión,
no permitas que nuestros días transcurran entre vicios y pecados.

Que sepamos, Señor, mortificarnos hoy al tomar los manjares del cuerpo,
para ayudar con nuestra abstinencia a los hambrientos y necesitados.

Que vivamos santamente este día de penitencia cuaresmal
y lo consagremos a tu servicio mediante obras de misericordia.

Sana, Señor, nuestras voluntades rebeldes
y llénanos de tu gracia y de tus dones.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Que el Espíritu que habita en nosotros y nos une en su amor nos ayude a decir:

Padre nuestro...

ORACION

Perdona, Señor, las culpas que hemos cometido a causa de nuestra debilidad y, por tu misericordia, líbranos de la esclavitud en que nos tienen cautivos nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. 
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Una hermosa tradición muy antigua cuenta que en el siglo V un santo sacerdote llamado Zózimo después de haber pasado muchos años de monje en un convento de Palestina dispuso irse a terminar sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Y que un día vio por allí una figura humana, que más parecía un esqueleto que una persona robusta. Se le acercó y le preguntó si era un monje y recibió esta respuesta: "Yo soy una mujer que he venido al desierto a hacer penitencia de mis pecados". Según la tradición aquella mujer le narró la siguiente historia: Su nombre era María. Era de Egipto. Desde los 12 años llevada por sus pasiones sensuales y su exagerado amor a la libertad se fugó de la casa. Cometió toda clase de impurezas y hasta se dedicó a corromper a otras personas. Después se unió a un grupo de peregrinos que de Egipto iban al Santo Sepulcro de Jerusalén. Pero ella no iba a rezar sino a divertirse y a pasear.
Y sucedió que al llegar al Santo Sepulcro, mientras los demás entraban fervorosos a rezar, ella sintió allí en la puerta del templo que una mano la detenía con gran fuerza y la echaba a un lado. Y esto le sucedió por tres veces, cada vez que ella trataba de entrar al santo templo. Y una voz le dijo: "Tú no eres digna de entrar en este sitio sagrado, porque vives esclavizada al pecado". Ella se puso a llorar, pero de pronto levantó los ojos y vio allí cerca de la entrada una imagen de la Sma. Virgen que parecía mirarla con gran cariño y compasión. Entonces la pecadora se arrodilló llorando y le dijo: "Madre, si me es permitido entrar al templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia. Y le pareció que la Virgen Santísima le aceptaba su propuesta. Trató de entrar de nuevo al templo y esta vez sí le fue permitido. Allí lloró largamente y pidió por muchas horas el perdón de sus pecados. Estando en oración le pareció que una voz le decía: "En el desierto más allá del Jordán encontrarás tu paz".
María egipciana se fue al desierto y allí estuvo por 40 años rezando, meditando y haciendo penitencia. Se alimentaba de dátiles, de raíces, de langostas y a veces bajaba a tomar agua al río. En el verano el terrible calor la hacía sufrir muchísimo y la sed la atormentaba. En invierno el frío era su martirio. Durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a Egipto a dedicarse a su vida anterior de sensualidad, pero un amor grande a la Sma. Virgen Virgen María le daba fortaleza para resistir a las tentaciones. Y Dios le revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba dedicada a la oración y a la meditación.
Le hizo prometer al santo anciano que no contaría nada de esta historia mientras ella no hubiera muerto. Y le pidió que le trajera la Sagrada Comunión. Era Jueves Santo y San Zózimo le llevó la Sagrada Eucaristía. Quedaron de encontrarse el Día de Pascua, pero cuando el santo volvió la encontró muerta, sobre la arena, con esta inscripción en un pergamino: "Padre Zózimo, he pasado a la eternidad el Viernes Santo día de la muerte del Señor, contenta de haber recibido su santo cuerpo en la Eucaristía. Ruegue por esta pobre pecadora, y devuélvale a la tierra este cuerpo que es polvo y en polvo tiene que convertirse". El monje no tenía herramientas para hacer la sepultura, pero entonces llegó un león y con sus garras abrió una sepultura en la arena y se fue. Zózimo al volver de allí narró a otros monjes la emocionante historia, y pronto junto a aquella tumba empezaron a obrarse milagros y prodigios y la fama de la santa penitente se extendió por muchos países.
San Alfonso de Ligorio y muchos otros predicadores narraron muchas veces y dejaron escrita en sus libros la historia de María Egipciaca, como un ejemplo de lo que obra en un alma pecadora, la intercesión de la Sma. Madre del Salvador, la cual se digne también interceder por nosotros pecadores para que abandonemos nuestra vida de maldad y empecemos ya desde ahora una vida de penitencia y santidad.