Musica Para el Alma

viernes, 17 de abril de 2020

LAS LAUDES DEL SÁBADO 18 DE LA OCTAVA DE PASCUA


Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

Laudes – SABADO 18 DENTRO DE LA OCTAVA DE PASCUA 2020


LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. 
Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Ant. 
Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: ESTABA AL ALBA MARÍA

Estaba al alba María,
llamándole con sus lágrimas.

Vino la Gloria del Padre
y amaneció el primer día.
Envuelto en la blanca túnica
de su propia luz divina
-la sábana de la muerte
dejada en tumba vacía-,
Jesús, alzado, reinaba;
pero ella no lo veía.

Estaba al alba María,
la fiel esposa que aguarda.

Mueva el Espíritu al aura
en el jardín de la vida.
Las flores huelan la Pascua
de la carne sin mancilla,
y quede quieta la esposa
sin preguntas ni fatiga.
¡Ya está delante el esposo,
venido de la colina!

Estaba al alba María,
porque era la enamorada. Amén.

SALMODIA

Ant 1. 
Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.

SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.

Ant 2. Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro Dios. Aleluya.

Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. Ha resucitado del sepulcro nuestro Redentor; cantemos un himno al Señor, nuestro Dios. Aleluya.

Ant 3. Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.

Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.

LECTURA BREVE   Hch 10, 40-43

Dios resucitó a Jesús al tercer día e hizo que se apareciese no a todo el pueblo, sino a nosotros, que somos los testigos elegidos de antemano por Dios. Nosotros hemos comido y bebido con él, después que Dios lo resucitó de entre los muertos. Y él nos mandó predicar al pueblo y atestiguar que ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. De él hablan todos los profetas y aseguran que cuantos tengan fe en él recibirán por su nombre el perdón de sus pecados.

RESPONSORIO BREVE

En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:

Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Primera Lectura
De los Hechos de los apóstoles 4, 5-31
PEDRO Y JUAN ANTE EL CONSEJO DE ANCIANOS

A la mañana siguiente, se reunieron los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas de Jerusalén, junto con Anás, el sumo sacerdote, y Caifás, Juan, Alejandro y todos los que eran de familia pontifical. Hicieron comparecer en su presencia a Pedro y a Juan, y les preguntaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho esto vosotros?» Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Ancianos y jefes del pueblo, ya que nos interrogáis hoy en juicio por haber hecho un beneficio a un inválido, para poner en claro
por virtud de quién ha alcanzado éste la salud, sabedlo vosotros y que lo sepa todo el pueblo de Israel: en el nombre de Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros habéis crucificado y a quien Dios ha resucitado de entre los muertos, por él viene este hombre con salud a vuestra presencia. Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; en ningún otro se encuentra la salud, y no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.» Viendo la entereza con que hablaban Pedro y Juan, y considerando que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban asombrados y reconocían en ellos a los discípulos de Jesús; pero viendo allí con ellos al hombre que habían curado, no podían replicar nada en
contra. Ante esto, les mandaron salir fuera del tribunal, y deliberaron entre sí: «¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Que han hecho un milagro clarísimo lo sabe toda Jerusalén, y nosotros no lo podemos negar. Pero, a fin de que esto no se divulgue más
entre la gente, vamos a prohibirles con toda severidad que en adelante hablen a nadie en el nombre de Jesús.» Los llamaron y les intimaron que de ninguna manera hablasen ni enseñasen en el
nombre de Jesús. Pedro y Juan, tomando la palabra, les dijeron: «Juzgad por vosotros mismos si es justo, delante de Dios, obedecer a vosotros antes que a él. Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de lo que hemos visto y oído.» Ellos, profiriendo nuevas amenazas y no hallando motivo para castigarlos, los dejaron
ir libres, ya que tenían miedo del pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido, pues el hombre que había obtenido milagrosamente su curación pasaba de los cuarenta años. Pedro y Juan, una vez puestos en libertad, se dirigieron a los suyos y les
refirieron todo cuanto los pontífices y ancianos les habían dicho. Al oírlo, unidos en unos mismos sentimientos, elevaron su voz a Dios y exclamaron: «Señor, tú hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; tú, por medio del Espíritu Santo, por boca de
nuestro padre David, tu siervo, dijiste: "¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías." Porque verdaderamente, contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato, juntamente con los gentiles y con el pueblo de Israel. Con eso no hacían sino poner por obra cuanto tu voluntad y omnipotencia
habían determinado que sucediese. Ahora, Señor, mira sus amenazas, y haz que tus siervos anunciemos tu palabra con toda entereza y libertad. Muestra tu omnipotencia, haciendo curaciones, señales y prodigios, por el nombre de tu santo siervo Jesús.»
Acabada esta oración, tembló el lugar en que estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo y anunciaban con valentía la palabra de Dios.

Responsorio Cf. Heb 4, 11-12a; Is 28, 16
R. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; * en ningún otro se encuentra la salud. Aleluya.

V. Así dice el Señor: «Mirad, yo coloco en Sión una piedra probada, angular, preciosa, de cimiento.»

R. En ningún otro se encuentra la salud. Aleluya.

Segunda Lectura
De las Catequesis de Cirilo de Jerusalén
(Catequesis 22 [Mistagógica 4], 1. 3-6. 9: PG 33,1098-11)
EL PAN CELESTIAL Y LA BEBIDA DE SALVACIÓN

Nuestro Señor Jesucristo, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo», y, después de tomar el cáliz y pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad, bebed, ésta es mi sangre». Si fue él mismo quien dijo sobre el pan: Esto esmi cuerpo, ¿quién se atreverá en adelante a dudar? Y si él fue quien aseguró y dijo: Ésta es mi sangre, ¿quién podrá nunca dudar y decir que no es su sangre? Por lo cual estamos firmemente persuadidos de que recibimos como alimento el cuerpo y la sangre de Cristo. Pues bajo la figura del pan se te da el cuerpo, y bajo la figura del vino, la sangre; para que, al tomar el cuerpo y la sangre de Cristo, llegues a ser un solo cuerpo y una sola sangre con él. Así, al pasar su cuerpo y su sangre a nuestros
miembros, nos convertimos en portadores de Cristo. Y como dice el bienaventurado Pedro, nos hacemos partícipes de la naturaleza divina. En otro tiempo, Cristo, disputando con los judíos, dijo: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros. Pero como no lograron entender el sentido espiritual de lo que estaban oyendo, se hicieron atrás escandalizados, pensando que se les estaba invitando a comer carne humana. En la antigua alianza existían también los panes de la proposición: pero se acabaron precisamente por pertenecer a la antigua alianza. En cambio, en la nueva alianza, tenemos un pan celestial y una bebida de salvación, que santifican alma y cuerpo. Porque del mismo modo que el pan es conveniente para la vida del cuerpo, así el Verbo lo es para la vida del alma. No pienses, por tanto, que el pan y el vino eucarísticos son elementos simples y comunes: son nada menos que el cuerpo y la sangre de Cristo; de acuerdo con la afirmación categórica del Señor; y aunque los sentidos te sugieran lo contrario, la fe te certifica y asegura la verdadera realidad. La fe que has aprendido te da, pues, esta certeza: lo que parece pan no es pan,
aunque tenga gusto de pan, sino el cuerpo de Cristo; y lo que parece vino no es vino, aun cuando así lo parezca al paladar, sino la sangre de Cristo; por eso, ya en la antigüedad, decía David en los salmos: El pan da fuerzas al corazón del hombre y el aceite da brillo a su rostro; fortalece, pues, tu corazón comiendo ese pan espiritual, y da brillo al rostro de tu alma. Y que con el rostro descubierto y con el alma limpia, contemplando la gloria del Señor como en un espejo, vayamos de gloria en gloria, en Cristo Jesús, nuestro Señor, a quien
sea dado el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Responsorio Lc 22, 19; Ex 12, 27

R. Jesús tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; * haced esto en memoria mía.» Aleluya.

V. Cuando os pregunten vuestros hijos qué significa este rito, les responderéis: «Es el sacrificio de la Pascua del Señor.»

R. Haced esto en memoria mía. Aleluya.

Sábado, 18 de abril de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (16,9-15):

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Palabra del Señor


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. 
Muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Aleluya.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, quien por su poder nos resucitará también a nosotros, y digámosle:

Cristo, vida nuestra, sálvanos.

Cristo, luz esplendorosa que brillas en las tinieblas, rey de la vida y salvador de los que han muerto,
concédenos vivir hoy en tu alabanza.

Señor Jesús, que anduviste los caminos de la pasión y de la cruz,
concédenos que, unidos a ti en el dolor y en la muerte, resucitemos también contigo.

Hijo del Padre, maestro y hermano nuestro, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes,
enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza.

Rey de la gloria, esperamos anhelantes el día de tu manifestación gloriosa,
para poder contemplar tu rostro y ser semejantes a ti.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Dirijámonos ahora al Padre con las palabras que el Espíritu del Señor resucitado pone en nuestra boca:

Padre nuestro...

ORACION

Dios nuestro, que en este día nos abriste las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concédenos a todos los que celebramos su gloriosa resurrección que, por la nueva vida que tu Espíritu nos comunica, lleguemos también nosotros a resucitar a la luz de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. 
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.