Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes - LUNES II SEMANA DE PASCUA 2020
Lunes, 20 de abril de 2020.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los
labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente ha
resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya
Laudes
Himno
Ofrezcan los
cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona 1: Como busca la
cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Aleluya.
Salmo 41
Deseo
del Señor y ansias de contemplar el templo
El
que tenga sed, y quiera, que venga a beber el agua viva. (Ap 22,17)
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»
Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios: «Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?»
Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?”»
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.”»
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»
Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios: «Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?»
Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?”»
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.”»
Antífona 2: Llena, Señor, a
Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria. Aleluya.
Si 36,1-7.13-16
Súplica
en favor de la ciudad santa de Jerusalén
Ésta
es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo. (Jn 17,3)
Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.
Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel a quien nombraste tu primogénito;
ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad,
y al templo de tu gloria.
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.
Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel a quien nombraste tu primogénito;
ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad,
y al templo de tu gloria.
Antífona 3: La gloria de Dios
ilumina la ciudad y su lámpara es el Cordero. Aleluya.
Salmo 18 A (2-7)
Alabanza
al Dios creador del universo
Nos
visitará el sol que nace de lo alto, para guiar nuestros pasos por el camino de
la paz. (Lc 1,78.79)
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Lectura
Breve
Rm 10, Sb-10
«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu
corazón», es decir, el mensaje de la fe que nosotros predicamos. Porque, si
proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu corazón que Dios lo
resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón
creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación.
creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación.
Responsorio
Breve
V. El Señor ha resucitado
del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Primera
Lectura
De los Hechos de los apóstoles 4, 32-5, 16
LA PRIMERA COMUNIDAD CRISTIANA. ANANÍAS Y SAFIRA
En aquellos días, la multitud de los creyentes no
era sino un solo corazón y una sola alma. Nadie tenía como propio lo que
poseía, sino que todo lo tenían en común. Los apóstoles daban testimonio de la
resurrección de Jesús el Señor, con mucho valor, y todos
eran muy bien vistos por el pueblo. No había entre ellos menesterosos, pues todos los que poseían campos o casas los vendían, y traían el producto de la venta para depositarlo en
manos de los apóstoles. Luego, se repartía a cada uno según su necesidad. Tal fue el caso de José, llamado por los apóstoles Bernabé (que quiere decir: «hijo de la consolación»). Era éste un levita, natural de Chipre, que vendió un campo que poseía
para poner el dinero a disposición de los apóstoles. Pero otro, llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una posesión y, reservándose para sí una parte del precio con la complicidad de su mujer, puso lo restante a disposición de los apóstoles. Díjole Pedro: «Ananías, ¿cómo has dejado que Satanás se apodere de tu corazón, engañando al Espíritu Santo, y quedándote con una parte del precio del campo? ¿No era tuyo antes de venderlo? Y, una vez vendido, ¿no quedaba su precio en tu poder? ¿Cómo se te ha ocurrido hacer esto? No has mentido a los hombres, sino a Dios.» Al oír Ananías estas palabras, cayó muerto. Con esto se apoderó un gran temor de todos cuantos lo oyeron contar. Luego, los más jóvenes, envolviéndolo en un lienzo, lo sacaron para darle sepultura. Unas tres horas más tarde entró la mujer, que no sabía lo que había ocurrido. Y Pedro le preguntó:
«Dime, ¿es verdad que habéis vendido el campo a tal precio?»
Ella respondió: «Sí, a ese precio.» Y exclamó Pedro:
«¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? Mira: los pies de los que han sepultado a tu marido están a la puerta y te llevarán a ti también.» En el mismo instante, se desplomó a sus pies y expiró. Entraron los jóvenes y, encontrándola ya cadáver, la sacaron y la enterraron junto a su marido. Con esto se apoderó un gran temor de toda la comunidad y de todos cuantos lo oían contar. Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor. La gente sacaba los enfermos a la calle y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra por lo menos
cayera sobre alguno. Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén llevando enfermos y poseídos de espíritu inmundo; y todos se curaban.
eran muy bien vistos por el pueblo. No había entre ellos menesterosos, pues todos los que poseían campos o casas los vendían, y traían el producto de la venta para depositarlo en
manos de los apóstoles. Luego, se repartía a cada uno según su necesidad. Tal fue el caso de José, llamado por los apóstoles Bernabé (que quiere decir: «hijo de la consolación»). Era éste un levita, natural de Chipre, que vendió un campo que poseía
para poner el dinero a disposición de los apóstoles. Pero otro, llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una posesión y, reservándose para sí una parte del precio con la complicidad de su mujer, puso lo restante a disposición de los apóstoles. Díjole Pedro: «Ananías, ¿cómo has dejado que Satanás se apodere de tu corazón, engañando al Espíritu Santo, y quedándote con una parte del precio del campo? ¿No era tuyo antes de venderlo? Y, una vez vendido, ¿no quedaba su precio en tu poder? ¿Cómo se te ha ocurrido hacer esto? No has mentido a los hombres, sino a Dios.» Al oír Ananías estas palabras, cayó muerto. Con esto se apoderó un gran temor de todos cuantos lo oyeron contar. Luego, los más jóvenes, envolviéndolo en un lienzo, lo sacaron para darle sepultura. Unas tres horas más tarde entró la mujer, que no sabía lo que había ocurrido. Y Pedro le preguntó:
«Dime, ¿es verdad que habéis vendido el campo a tal precio?»
Ella respondió: «Sí, a ese precio.» Y exclamó Pedro:
«¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? Mira: los pies de los que han sepultado a tu marido están a la puerta y te llevarán a ti también.» En el mismo instante, se desplomó a sus pies y expiró. Entraron los jóvenes y, encontrándola ya cadáver, la sacaron y la enterraron junto a su marido. Con esto se apoderó un gran temor de toda la comunidad y de todos cuantos lo oían contar. Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor. La gente sacaba los enfermos a la calle y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra por lo menos
cayera sobre alguno. Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén llevando enfermos y poseídos de espíritu inmundo; y todos se curaban.
Responsorio
Cf. Hch 4, 33— 31b
R. Los apóstoles daban
testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor. * Todos
eran muy bien vistos. Aleluya.
V. Los llenó a todos el Espíritu Santo y anunciaban con valentía la palabra de Dios.
R. Todos eran muy bien vistos. Aleluya.
Segunda
Lectura
De una homilía pascual de un autor antiguo (PG 59,
723-724)
LA PASCUA ESPIRITUAL
La Pascua que celebramos es el origen de la salvación
de todos los hombres, empezando por el primero de ellos, Adán, que pervive aún
en todos los hombres y en nosotros recobra ahora la vida.
Aquellas instituciones temporales que existían al principio para prefigurar la realidad presente eran sólo imagen y prefiguración parcial e imperfecta de lo que ahora aparece; pero una vez presente la realidad, conviene que su imagen se eclipse; del mismo modo
que, cuando llega el rey, a nadie se le ocurre venerar su imagen, sin hacer caso de su persona. En nuestro caso es evidente hasta qué punto la imagen supera la realidad, puesto que aquélla conmemoraba la momentánea preservación de la vida de los primogénitos judíos, mientras que ésta, la realidad, celebra la vida eterna de todos los hombres. No es gran cosa, en efecto, escapar de la muerte por un cierto tiempo, si poco después hay que morir; sí lo es, en cambio, poderse librar definitivamente de la muerte; y éste es nuestro caso una vez que Cristo, nuestra Pascua, se inmoló por nosotros. El nombre mismo de esta fiesta indica ya algo muy grande si lo explicamos de acuerdo con su verdadero sentido. Pues Pascua significa paso, ya que el exterminador aquel que hería a los primogénitos de los egipcios pasaba de largo ante las casas de los hebreos. Y entre nosotros vuelve a pasar de largo el exterminador, porque pasa sin tocarnos, una vez que Cristo nos ha resucitado a la vida eterna. Y, ¿qué significa, en orden a la realidad, el hecho de que la Pascua y la salvación de los primogénitos tuvieron lugar en el comienzo del año? Es sin duda porque también para nosotros el sacrificio de la verdadera Pascua es el comienzo de la vida eterna.
Pues el año viene a ser como un símbolo de la eternidad, por cuanto con sus estaciones que se repiten sin cesar, va describiendo un círculo que nunca finaliza. Y Cristo, el padre del siglo futuro, la víctima inmolada por nosotros, es quien abolió toda nuestra vida pasada y por el bautismo nos dio una vida nueva, realizando en nosotros como una imagen de su muerte y de su resurrección.
Así, pues, todo aquel que sabe que la Pascua ha sido inmolada por él, sepa también que para él la vida empezó en el momento en que Cristo se inmoló para salvarle. Y Cristo se inmoló por nosotros si confesamos la gracia recibida y reconocemos que la vida nos ha
sido devuelta por este sacrificio. Y quien llegue al conocimiento de esto debe esforzarse en vivir de esta vida nueva y no pensar ya en volver otra vez a la antigua, puesto que la vida antigua ha llegado a su fin. Por ello dice la Escritura: Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a vivir más en pecado?
Aquellas instituciones temporales que existían al principio para prefigurar la realidad presente eran sólo imagen y prefiguración parcial e imperfecta de lo que ahora aparece; pero una vez presente la realidad, conviene que su imagen se eclipse; del mismo modo
que, cuando llega el rey, a nadie se le ocurre venerar su imagen, sin hacer caso de su persona. En nuestro caso es evidente hasta qué punto la imagen supera la realidad, puesto que aquélla conmemoraba la momentánea preservación de la vida de los primogénitos judíos, mientras que ésta, la realidad, celebra la vida eterna de todos los hombres. No es gran cosa, en efecto, escapar de la muerte por un cierto tiempo, si poco después hay que morir; sí lo es, en cambio, poderse librar definitivamente de la muerte; y éste es nuestro caso una vez que Cristo, nuestra Pascua, se inmoló por nosotros. El nombre mismo de esta fiesta indica ya algo muy grande si lo explicamos de acuerdo con su verdadero sentido. Pues Pascua significa paso, ya que el exterminador aquel que hería a los primogénitos de los egipcios pasaba de largo ante las casas de los hebreos. Y entre nosotros vuelve a pasar de largo el exterminador, porque pasa sin tocarnos, una vez que Cristo nos ha resucitado a la vida eterna. Y, ¿qué significa, en orden a la realidad, el hecho de que la Pascua y la salvación de los primogénitos tuvieron lugar en el comienzo del año? Es sin duda porque también para nosotros el sacrificio de la verdadera Pascua es el comienzo de la vida eterna.
Pues el año viene a ser como un símbolo de la eternidad, por cuanto con sus estaciones que se repiten sin cesar, va describiendo un círculo que nunca finaliza. Y Cristo, el padre del siglo futuro, la víctima inmolada por nosotros, es quien abolió toda nuestra vida pasada y por el bautismo nos dio una vida nueva, realizando en nosotros como una imagen de su muerte y de su resurrección.
Así, pues, todo aquel que sabe que la Pascua ha sido inmolada por él, sepa también que para él la vida empezó en el momento en que Cristo se inmoló para salvarle. Y Cristo se inmoló por nosotros si confesamos la gracia recibida y reconocemos que la vida nos ha
sido devuelta por este sacrificio. Y quien llegue al conocimiento de esto debe esforzarse en vivir de esta vida nueva y no pensar ya en volver otra vez a la antigua, puesto que la vida antigua ha llegado a su fin. Por ello dice la Escritura: Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a vivir más en pecado?
Responsorio
1 Co 5, 7-8; Rm 4, 25
R. Tirad fuera la levadura
vieja para que seáis una masa nueva, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha
sido inmolado. * Así, pues, celebremos
nuestra fiesta con el cuerpo del Señor. Aleluya.
V. Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación.
R. Así, pues, celebremos nuestra fiesta con el cuerpo del Señor. Aleluya.
Lunes, 20
de abril de 2020
Evangelio y Reflexión
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,1-8):
Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».
Palabra del Señor
Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».
Palabra del Señor
Canto
Evangélico
Antifona: Os digo con
toda verdad: el que no nace de arriba no podrá entrar en el reino de
Dios. Aleluya.
Dios. Aleluya.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a Dios Padre todopoderoso, glorificado por
la muerte y resurrección de Cristo, y digámosle confiados:
*Ilumina, Señor, nuestras mentes*.
Padre, fuente de toda luz, que has querido iluminar el mundo con la gloria de Cristo resucitado, — ilumina, desde el principio de este día, nuestras almas con la luz de la fe.
Tú que por medio de tu Hijo, resucitado de entre los muertos, has abierto a los hombres las puertas de la salvación, — haz que, a través de los trabajos de este día, se acreciente nuestra esperanza.
Tú que por medio de tu Hijo resucitado has derramado sobre el mundo tu Espíritu Santo, — enciende nuestros corazones con el fuego de este mismo Espíritu.
Que Cristo, el Señor, clavado en la cruz para librarnos, — sea hoy nuestra redención y nuestra salvación.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Terminemos nuestra oración con la plegaria que Cristo nos enseñó: Padre nuestro.
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar
Padre, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos
alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
V. El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
R. Amén.