Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA VI
De la Feria. Salterio II
VIERNES DE LA SEMANA VI
De la Feria. Salterio II
21 de febrero
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: TE DOY GRACIAS SEÑOR.
Te doy gracias, Señor.
¡Tanto estabas enojado conmigo!
Tú eres un Dios de amor,
y ahora soy tu amigo,
te busco a cada instante y te persigo.
Eres tú mi consuelo,
tú eres el Dios que salva y da la vida;
eres todo el anhelo
de esta alma que va herida,
ansiándote sin tasa ni medida.
En mi tierra desierta,
tú de la salvación eres la fuente;
eres el agua cierta
que se vuelve torrente,
y el corazón arrasa dulcemente.
¡Quiero escuchar tu canto!
¡Que tu Palabra abrase mi basura
con alegría y llanto!
¡Que mi vida futura
espejo sea sin fin de tu hermosura! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Ant 2. En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Cántico: JUICIO DE DIOS - Ha 3, 2-4. 13a. 15-19
¡Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra!
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar.
Tranquilo espero el día de la angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Ant 3. Glorifica al Señor, Jerusalén.
Salmo 147 - RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Glorifica al Señor, Jerusalén.
LECTURA BREVE Ef 2,13-16
Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos, judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear en él un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte en él al odio.
RESPONSORIO BREVE
V. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
R. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
V. Desde el cielo me enviará la salvación.
R. El Dios que hace tanto por mí.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: TE DOY GRACIAS SEÑOR.
Te doy gracias, Señor.
¡Tanto estabas enojado conmigo!
Tú eres un Dios de amor,
y ahora soy tu amigo,
te busco a cada instante y te persigo.
Eres tú mi consuelo,
tú eres el Dios que salva y da la vida;
eres todo el anhelo
de esta alma que va herida,
ansiándote sin tasa ni medida.
En mi tierra desierta,
tú de la salvación eres la fuente;
eres el agua cierta
que se vuelve torrente,
y el corazón arrasa dulcemente.
¡Quiero escuchar tu canto!
¡Que tu Palabra abrase mi basura
con alegría y llanto!
¡Que mi vida futura
espejo sea sin fin de tu hermosura! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Ant 2. En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Cántico: JUICIO DE DIOS - Ha 3, 2-4. 13a. 15-19
¡Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra!
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar.
Tranquilo espero el día de la angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.
Ant 3. Glorifica al Señor, Jerusalén.
Salmo 147 - RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Glorifica al Señor, Jerusalén.
LECTURA BREVE Ef 2,13-16
Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos, judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear en él un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte en él al odio.
RESPONSORIO BREVE
V. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
R. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
V. Desde el cielo me enviará la salvación.
R. El Dios que hace tanto por mí.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
PRIMERA LECTURA
De la segunda carta a los Tesalonicenses 2, 1-16
EL DÍA DEL SEÑOR
Os rogamos, hermanos, que no os desconcertéis tan fácilmente por lo que toca a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él. No os alarméis ni por revelaciones carismáticas ni por palabras o carta atribuidas a nosotros, en las que se os induzca a pensar que el día del Señor es inminente.
Que nadie os engañe de ninguna manera; porque antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición. El se opone y se alza contra el nombre de Dios y contra todo objeto sagrado, llegando hasta sentarse en el templo de Dios, proclamándose a sí mismo Dios. ¿No recordáis que, estando todavía entre vosotros, os decía una y otra ves estas cosas? Vosotros sabéis qué es lo que lo retiene ahora para que no se manifieste, sino hasta su tiempo. En efecto, el misterio de la iniquidad está ya en acción. Sólo falta que desaparezca de en medio el que ahora pone impedimento.
Entonces se revelará el hombre de la iniquidad, y Jesús lo matará con el aliento de su boca y lo aniquilará, en la manifestación de su venida. La venida del hombre de la iniquidad, por la acción de Satanás, estará acompañada de toda clase de poder, de señales e ilusorio: portentos y de todo género de maldades que seducirán a los que están en camino de perdición, por no haber acogido el amor de la verdad que los hubiera salvado. Por eso les envía Dios un poder seductor que los impulsa a creer en la mentira, y así serán condenados cuanto no dieron fe a la verdad y se complacieron en la iniquidad.
Nosotros debemos dar continuamente gracias a Dios por vosotros, hermanos, a quienes tanto ama el Señor. Dios os eligió desde toda la eternidad para daros la salud por la santificación que obra el Espíritu y por la fe en la verdad. Con tal fin os convocó por medio del mensaje de la salud, anunciado por nosotros, para daros la posesión de la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así pues, hermanos, manteneos firmes y guardad las enseñanzas que aprendisteis de nosotros, ya de viva voz, ya por carta. Que el mismo Señor nuestro, Cristo Jesús, y Dios, nuestro Padre, que por pura bondad nos ha amado y nos ha otorgado consuelo y aliento imperecederos y una feliz esperanza, infunda valor en vuestros corazones y los confirme en la bondad, tanto en vuestras palabras como en vuestras acciones.
RESPONSORIO Mt 24, 30; 2Ts 2, 8
R. Aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, * y verán al Hijo del hombre venir con gran poder y majestad.
V. Entonces se revelará el hombre de la iniquidad, y Jesús lo matará con el aliento de su boca.
R. Y verán al Hijo del hombre venir con gran poder y majestad.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre la primera carta de san Juan
(Tratado 4: PL 35, 2008-2009)
EL DESEO DEL CORAZÓN TIENDE HACIA DIOS
¿Qué es lo que se nos ha prometido? Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. La lengua ha expresado lo que ha podido; lo restante ha de ser meditado en el corazón. En comparación de aquel que es, ¿qué pudo decir el mismo Juan? ¿Y qué podremos decir nosotros, que tan lejos estamos de igualar sus méritos?
Volvamos, pues, a aquella unción de Cristo, a aquella unción que nos enseña desde dentro lo que nosotros no podemos expresar, y, ya que por ahora os es imposible la visión, sea vuestra tarea el deseo.
Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Supón que quieres llenar una bolsa, y que conoces la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás la bolsa, el saco, el odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la bolsa para aumentar su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones.
Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados. Ved de qué manera Pablo ensancha su deseo, para hacerse capaz de recibir lo que ha de venir. Dice, en efecto: No quiero decir con esto que tenga ya conseguido el premio o que sea ya perfecto; yo, hermanos, no considero haber ganado todavía el premio.
¿Qué haces, pues, en esta vida, si aún no has conseguido el premio? Sólo una cosa busco: olvidando lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que veo por delante, voy corriendo hacia la meta para conseguir el premio de la asamblea celestial. Afirma de sí mismo que está lanzado hacia lo que ve por delante y que va corriendo hacia la meta final. Es porque se sentía demasiado pequeño para captar aquello que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre.
Tal es nuestra vida: ejercitarnos en el deseo. Ahora bien, este santo deseo está en proporción directa de nuestro desasimiento de los deseos que suscita el amor del mundo. Ya hemos dicho en otra parte que un recipiente, para ser llenado, tiene que estar vacío. Derrama, pues, de ti el mal, ya que has de ser llenado del bien.
Imagínate que Dios quiere llenarte de miel; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel? Hay que vaciar primero el recipiente, hay que limpiarlo y lavarlo, aunque cueste fatiga, aunque haya que frotarlo, para que sea capaz de recibir algo.
Y así como decimos miel, podríamos decir oro o vino; lo que pretendemos es significar algo inefable: Dios. Y cuando decimos «Dios», ¿qué es lo que decimos? Esta sola sílaba es todo lo que esperamos. Todo lo que podamos decir está, por tanto, muy por debajo de esa realidad; ensanchemos, pues, nuestro corazón, para que, cuando venga, nos llene, ya que seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
RESPONSORIO Sal 36, 4-5
R. Sea el Señor tu delicia, * y él te dará lo que pide tu corazón.
V. Encomienda tu camino al Señor y confía en él.
R. Y él te dará lo que pide tu corazón.
De la segunda carta a los Tesalonicenses 2, 1-16
EL DÍA DEL SEÑOR
Os rogamos, hermanos, que no os desconcertéis tan fácilmente por lo que toca a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él. No os alarméis ni por revelaciones carismáticas ni por palabras o carta atribuidas a nosotros, en las que se os induzca a pensar que el día del Señor es inminente.
Que nadie os engañe de ninguna manera; porque antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición. El se opone y se alza contra el nombre de Dios y contra todo objeto sagrado, llegando hasta sentarse en el templo de Dios, proclamándose a sí mismo Dios. ¿No recordáis que, estando todavía entre vosotros, os decía una y otra ves estas cosas? Vosotros sabéis qué es lo que lo retiene ahora para que no se manifieste, sino hasta su tiempo. En efecto, el misterio de la iniquidad está ya en acción. Sólo falta que desaparezca de en medio el que ahora pone impedimento.
Entonces se revelará el hombre de la iniquidad, y Jesús lo matará con el aliento de su boca y lo aniquilará, en la manifestación de su venida. La venida del hombre de la iniquidad, por la acción de Satanás, estará acompañada de toda clase de poder, de señales e ilusorio: portentos y de todo género de maldades que seducirán a los que están en camino de perdición, por no haber acogido el amor de la verdad que los hubiera salvado. Por eso les envía Dios un poder seductor que los impulsa a creer en la mentira, y así serán condenados cuanto no dieron fe a la verdad y se complacieron en la iniquidad.
Nosotros debemos dar continuamente gracias a Dios por vosotros, hermanos, a quienes tanto ama el Señor. Dios os eligió desde toda la eternidad para daros la salud por la santificación que obra el Espíritu y por la fe en la verdad. Con tal fin os convocó por medio del mensaje de la salud, anunciado por nosotros, para daros la posesión de la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así pues, hermanos, manteneos firmes y guardad las enseñanzas que aprendisteis de nosotros, ya de viva voz, ya por carta. Que el mismo Señor nuestro, Cristo Jesús, y Dios, nuestro Padre, que por pura bondad nos ha amado y nos ha otorgado consuelo y aliento imperecederos y una feliz esperanza, infunda valor en vuestros corazones y los confirme en la bondad, tanto en vuestras palabras como en vuestras acciones.
RESPONSORIO Mt 24, 30; 2Ts 2, 8
R. Aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, * y verán al Hijo del hombre venir con gran poder y majestad.
V. Entonces se revelará el hombre de la iniquidad, y Jesús lo matará con el aliento de su boca.
R. Y verán al Hijo del hombre venir con gran poder y majestad.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre la primera carta de san Juan
(Tratado 4: PL 35, 2008-2009)
EL DESEO DEL CORAZÓN TIENDE HACIA DIOS
¿Qué es lo que se nos ha prometido? Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. La lengua ha expresado lo que ha podido; lo restante ha de ser meditado en el corazón. En comparación de aquel que es, ¿qué pudo decir el mismo Juan? ¿Y qué podremos decir nosotros, que tan lejos estamos de igualar sus méritos?
Volvamos, pues, a aquella unción de Cristo, a aquella unción que nos enseña desde dentro lo que nosotros no podemos expresar, y, ya que por ahora os es imposible la visión, sea vuestra tarea el deseo.
Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Supón que quieres llenar una bolsa, y que conoces la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás la bolsa, el saco, el odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la bolsa para aumentar su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones.
Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados. Ved de qué manera Pablo ensancha su deseo, para hacerse capaz de recibir lo que ha de venir. Dice, en efecto: No quiero decir con esto que tenga ya conseguido el premio o que sea ya perfecto; yo, hermanos, no considero haber ganado todavía el premio.
¿Qué haces, pues, en esta vida, si aún no has conseguido el premio? Sólo una cosa busco: olvidando lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que veo por delante, voy corriendo hacia la meta para conseguir el premio de la asamblea celestial. Afirma de sí mismo que está lanzado hacia lo que ve por delante y que va corriendo hacia la meta final. Es porque se sentía demasiado pequeño para captar aquello que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre.
Tal es nuestra vida: ejercitarnos en el deseo. Ahora bien, este santo deseo está en proporción directa de nuestro desasimiento de los deseos que suscita el amor del mundo. Ya hemos dicho en otra parte que un recipiente, para ser llenado, tiene que estar vacío. Derrama, pues, de ti el mal, ya que has de ser llenado del bien.
Imagínate que Dios quiere llenarte de miel; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel? Hay que vaciar primero el recipiente, hay que limpiarlo y lavarlo, aunque cueste fatiga, aunque haya que frotarlo, para que sea capaz de recibir algo.
Y así como decimos miel, podríamos decir oro o vino; lo que pretendemos es significar algo inefable: Dios. Y cuando decimos «Dios», ¿qué es lo que decimos? Esta sola sílaba es todo lo que esperamos. Todo lo que podamos decir está, por tanto, muy por debajo de esa realidad; ensanchemos, pues, nuestro corazón, para que, cuando venga, nos llene, ya que seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
RESPONSORIO Sal 36, 4-5
R. Sea el Señor tu delicia, * y él te dará lo que pide tu corazón.
V. Encomienda tu camino al Señor y confía en él.
R. Y él te dará lo que pide tu corazón.
Viernes, 21
de febrero de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,34–9,1):
En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras, en esta generación descreída y malvada, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre entre los santos ángeles.»
Y añadió: «Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras, en esta generación descreída y malvada, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre entre los santos ángeles.»
Y añadió: «Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
PRECES
Adoremos a Cristo, que se ofreció a Dios como sacrificio sin mancha para purificar nuestras conciencias de las obras muertas, y digámosle con fe:
En tu voluntad, Señor, encontramos nuestra paz.
Tú que nos has dado la luz del nuevo día,
concédenos también caminar durante sus horas por sendas de vida nueva.
Tú que todo lo has creado con tu poder y con tu providencia lo conservas,
ayúdanos a descubrirte presente en todas tus creaturas.
Tú que has sellado con tu sangre una alianza nueva y eterna,
haz que, obedeciendo siempre tus mandatos, permanezcamos fieles a esa alianza.
Tú que colgado en la cruz quisiste que de tu costado manara sangre y agua,
purifica con esta agua nuestros pecados y alegra con este manantial a la ciudad de Dios.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó Jesucristo:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, Dios todopoderoso, te pedimos nos concedas que del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta celebración matutina así también las podamos cantar plenamente en la asamblea de tus santos por toda la eternidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Nació en Ravena (Italia) el año 1007. Quedó huérfano muy pequeñito
y un hermano suyo lo humilló terriblemente y lo dedicó a cuidar cerdos y lo
trataba como al más vil de los esclavos. Pero de pronto un sacerdote, el Padre
Damián, se compadeció de él y se lo llevó a la ciudad y le costeó los estudios.
En honor a su protector, en adelante nuestro santo se llamó siempre Pedro
Damián.
El antiguo cuidador de cerdos resultó tener una inteligencia
privilegiada y obtuvo las mejores calificaciones en los estudios y a los 25
años ya era profesor de universidad. Pero no se sentía satisfecho de vivir en
un ambiente tan mundano y corrompido, y dispuso hacerse religioso.
Estaba meditando cómo entrarse a un convento, cuando recibió la
visita de dos monjes benedictinos, de la comunidad fundada por el austero San
Romualdo, y al oírles narrar lo seriamente que en su convento se vivía la vida
religiosa, se fue con ellos. Y pronto resultó ser el más exacto cumplidor de
los severísimos reglamentos de su convento.
Pedro, para lograr dominar sus pasiones sensuales, se colocó
debajo de su camisa correas con espinas (cilicio, se llama esa penitencia) y se
daba azotes, y se dedicó a ayunar a pan y agua. Pero sucedió que su cuerpo, que
no estaba acostumbrado a tan duras penitencias, empezó a debilitarse y le llegó
el insomnio, y pasaba las noches sin dormir, y le afectó una debilidad general
que no le dejaba hacer nada. Entonces comprendió que las penitencias no deben
ser tan exageradas, y que la mejor penitencia es tener paciencia con las penas
que Dios permite que nos lleguen, y que una muy buena penitencia es dedicarse a
cumplir exactamente los deberes de cada día y a estudiar y trabajar con todo
empeño.
Esta experiencia personal le fue de gran utilidad después al
dirigir espiritualmente a otros, pues a muchos les fue enseñando que en vez de
hacer enfermar al cuerpo con penitencias exageradas, lo que hay que hacer es
hacerlo trabajar fuertemente en favor del reino de Dios y de la salvación de las
almas.
En sus años de monje, Pedro Damián aprovechó aquel ambiente de
silencio y soledad para dedicarse a estudiar muy profundamente la Sagrada
Biblia y los escritos de los santos antiguos. Esto le servirá después
enormemente para redactar sus propios libros y sus cartas que se hicieron
famosas por la gran sabiduría con la que fueron compuestas.
En los ratos en que no estaba rezando o estudiando, se dedicaba a
labores de carpintería, y con los pequeños muebles que construía ayudaba a la
economía del convento.
Al morir el superior del convento, los monjes nombraron como su
abad a Pedro Damián. Este se oponía porque se creía indigno pero entre todos lo
lograron convencer de que debía aceptar. Era el más humilde de todos, y pedía
perdón en público por cualquier falta que cometía. Y su superiorato produjo tan
buenos resultados que de su convento se formaron otros cinco conventos, y dos
de sus dirigidos fueron declarados santos por el Sumo Pontífice (Santo Domingo
Loricato y San Juan de Lodi. Este último escribió la vida de San Pedro Damián).
Muchísimas personas pedían la dirección espiritual de San Pedro
Damián. A cuatro Sumos Pontífices les dirigió cartas muy serias recomendándoles
que hicieran todo lo posible para que la relajación y las malas costumbres no
se apoderaran de la Iglesia y de los sacerdotes. Criticaba fuertemente a los
que son muy amigos de pasear mucho, pues decía que el que mucho pasea, muy
difícilmente llega a la santidad.
A un obispo que en vez de dedicarse a enseñar catecismo y a
preparar sermones pasaba las tardes jugando ajedrez, le puso como penitencia
rezar tres veces todos los salmos de la Biblia (que son 150), lavarles los pies
a doce pobres y regalarles a cada uno una moneda de oro. La penitencia era
fuerte, pero el obispo se dio cuenta de que sí se la merecía, y la cumplió y se
enmendó.
Los dos peores vicios de la Iglesia en aquellos años mil, eran la
impureza y la simonía. Muchos sacerdotes eran descuidados en cumplir su
celibato, o sea ese juramento solemne que han hecho de esforzarse por ser
puros, y además la simonía era muy frecuente en todas partes. Y contra estos
dos defectos se propuso luchar Pedro Damián.
Varios Sumos Pontífices, sabiendo la gran sabiduría y la admirable
santidad del Padre Pedro Damián, le confiaron misiones delicadísimas. El Papa
Esteban IX lo nombró Cardenal y Obispo de Ostia (que es el puerto de Roma). El
humilde sacerdote no quería aceptar estos cargos, pero el Papa lo amenazó con
graves castigos si no lo aceptaba. Y allí, con esos oficios, obró con admirable
prudencia. Porque al que es obediente consigue victorias.
Resultó que el joven emperador Enrique IV quería divorciarse, y su
arzobispo, por temor, se lo iba a permitir. Entonces el Papa envió a Pedro
Damián a Alemania, el cual reunió a todos los obispos alemanes, y
valientemente, delante de ellos le pidió al emperador que no fuera a dar ese
mal ejemplo tan dañoso a todos sus súbditos, y Enrique desistió de su idea de
divorciarse.
Sus sermones eran escuchados con mucha emoción y sabiduría, y sus
libros eran leídos con gran provecho espiritual. Así, por ejemplo, uno que se
llama "Libro Gomorriano", en contra de las costumbres de su tiempo.
(Gomorriano, en recuerdo de Gomorra, una de las cinco ciudades que Dios
destruyó con una lluvia de fuego porque allí se cometían muchos pecados de
impureza). A los Pontífices y a muchos personajes les dirigió frecuentes cartas
pidiéndoles que trataran de acabar con la Simonía, o sea con aquel vicio que
consiste en llegar a los altos puestos de la Iglesia comprando el cargo con
dinero (y no mereciéndolo con el buen comportamiento). Este vicio tomó el
nombre de Simón el Mago, un tipo que le propuso a San Pedro apóstol que le
vendiera el poder de hacer milagros. En aquel siglo del año mil era muy
frecuente que un hombre nada santo llegara a ser sacerdote y hasta obispo,
porque compraba su nombramiento dando mucho dinero a los que lo elegían para
ese cargo. Y esto traía terribles males a la Iglesia Católica porque llegaban a
altos puestos unos hombres totalmente indignos que no iban a hacer nada bien
sino mucho mal. Afortunadamente, el Papa que fue nombrado al año siguiente de
la muerte de San Pedro Damián, y que era su gran amigo, el Papa Gregorio VII,
se propuso luchar fuertemente contra ese vicio y tratar de acabarlo.
La gente decía: el Padre Damián es fuerte en el hablar, pero es
santo en el obrar, y eso hace que le hagamos caso con gusto a sus llamadas de
atención.
Lo que más le agradaba era retirarse a la soledad a rezar y a
meditar. Y sentía una santa envidia por los religiosos que tienen todo su
tiempo para dedicarse a la oración y a la meditación. Otra labor que le
agradaba muchísimo era el ayudar a los pobres. Todo el dinero que le llegaba lo
repartía entre la gente más necesitada. Era mortificadísimo en comer y dormir,
pero sumamente generosos en repartir limosnas y ayudas a cuantos más podía.
El Sumo Pontífice lo envió a Ravena a tratar de lograr que esa
ciudad hiciera las paces con el Papa. Lo consiguió, y al volver de su
importante misión, al llegar al convento sintió una gran fiebre y murió
santamente. Era el 21 de febrero del año 1072. Inmediatamente la gente empezó a
considerarlo como un gran santo y a conseguir favores de Dios por su
intercesión.
El Papa lo canonizó y lo declaró Doctor de la Iglesia por los
elocuentes sermones que compuso y por los libros tan sabios que escribió.