Musica Para el Alma

lunes, 16 de septiembre de 2019

LAS LAUDES MARTES 17 ORACIÓN PARA INICIAR EL DIA


Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, Dios grande.

Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.



Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.



Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.


Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.



Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»



Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Himno 1
Señor de nuestras horas, Origen, Padre, Dueño,
que, con el sueño, alivias y, en la tregua de un sueño,
tu escala tiendes a Jacob:
al filo de los gallos, en guardia labradora,
despiertan en los montes los fuegos de la aurora,
y de tus manos sube el sol.
Incendia el cielo en sombras el astro matutino,
y el que pecó en tinieblas recobra su camino
en la inocencia de la luz.
Convoca brazo y remo la voz de la marea,
y llora Pedro, el duro patrón de Galilea,
cimiento y roca de Jesús
El gallo nos increpa; su canto al sol dispara,
desvela al soñoliento, y al que pecó lo encara
con el fulgor de la verdad;
a su gozosa alerta, la vida se hace fuerte,
renace la esperanza, da un paso atrás la muerte,
y el mundo sabe a pan y a hogar.
Del seno de la tierra, convocas a tu Ungido,
y el universo entero, recién amanecido,
encuentra en Cristo su esplendor.
Él es la piedra viva donde se asienta el mundo,
la imagen que lo ordena, su impulso más profundo
hacia la nueva creación.
Por él, en cuya sangre se lavan los pecados,
estamos a tus ojos recién resucitados
y plenos en su plenitud.
Y, con el gozo nuevo de la criatura nueva,
al par que el sol naciente, nuestra oración se eleva
en nombre del Señor Jesús. Amén.

Salmodia
Antífona 1: Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.
Salmo 100
Propósitos de un príncipe justo
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. (Jn 14,15)
Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto:
¿cuándo vendrás a mí?

Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa;
no pondré mis ojos
en intenciones viles.

Aborrezco al que obra mal,
no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.

Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes
no los soportaré.

Pongo mis ojos en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ése me servirá.

No habitará en mi casa
quien comete fraudes;
el que dice mentiras
no durará en mi presencia.

Cada mañana haré callar
a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor
a todos los malhechores.

Antífona 2: No apartes de nosotros tu misericordia, Señor.
Dn 3,26-29.34-41
Oración de Azarías en el horno
Arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados. (Hch 3,19)
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
digno de alabanza y glorioso es tu nombre.

Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros
y todas tus obras son verdad,
y rectos tus caminos,
y justos todos tus juicios.

Porque hemos pecado y cometido iniquidad
apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido.
Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.

Por Abrahán, tu amigo;
por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste
multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.

Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.

En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.

Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.

Que éste sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.

Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro.

Antífona 3: Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.
Salmo 143,1-10
Oración por la victoria y la paz
Todo lo puedo en aquél que me conforta. (Flp 4,13)
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Lectura Breve
Is 55,1
Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde.

Responsorio Breve
R. Señor, escucha mi voz, * He esperado en tus palabras. Señor.
V. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio. * He esperado en tus palabras. Gloria al Padre. Señor.

Primera Lectura
Del libro del profeta Oseas 10, 1-11, 1a
LOS ÍDOLOS Y EL REY SERÁN DESTRUIDOS
Vid frondosa era Israel produciendo fruto a su aire: cuanto más aumentaba su fruto,
más aumentaba los altares; cuanto mejor era su tierra, mejores hacía las estelas.
Su corazón es doble, mas ahora van a expiar; él romperá sus altares, demolerá sus
estelas.
Entonces dirán: «No tenemos rey, porque no hemos temido a Yahveh, y el rey, ¿qué
haría por nosotros?

Pronuncian palabras, juramentos vanos, conclusión de alianzas, y el juicio florece como
hierba venenosa en los surcos del campo.
Por el becerro de Bet Aven tiemblan los habitantes de Samaria; sí, por él hace duelo su
pueblo, por él sus sacerdotes: ¡que exulten por su gloria, porque ha emigrado lejos de él!
Él también será llevado a Asiria, como ofrenda para el gran rey.
Efraím recogerá vergüenza, e Israel quedará corrida de su plan.
¡Se ha acabado Samaria! Su rey es como espuma sobre la haz del agua.
Serán destruidos los altos de Aven, el pecado de Israel. Espinas y zarzas treparán por
sus altares. Dirán entonces a los montes: «¡Cubridnos!» y a las colinas: «¡Caed sobre
nosotros!»
Desde los días de Guibeá, has pecado, Israel, ¡allí se han plantado!
¿No los alcanzará en Guibeá la guerra, a los hijos de la injusticia?
Voy a venir a visitarlos, y se aliarán pueblos contra ellos, cuando sean visitados por su
doble culpa.
Efraím era una novilla domesticada, que gustaba de la trilla; yo pasé el yugo sobre su
hermoso cuello; uncí el carro a Efraím, Judá araba, Jacob rastrillaba.
Sembraos simiente de justicia, recoged cosecha de amor, desbarbechado lo que es
barbecho; ya es tiempo de buscar a Yahveh, hasta que venga a lloveros justicia.
Habéis arado maldad, injusticia habéis segado, habéis comido fruto de mentira. Por
haber confiado en tus carros, en la multitud de tus valientes, tumulto de guerra se alzará
en tu pueblo, y todas tus fortalezas serán devastadas, como Salmán devastó a Bet Arbel el
día de la batalla, cuando la madre fue estrellada sobre sus hijos.
Eso ha hecho con vosotros Betel por vuestra redoblada maldad. ¡A la aurora
desaparecerá el rey de Israel!
Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo.

Responsorio Lc 23, 28. 30-31
R. Comenzarán a decir a los montes: “caed sobre nosotros”; y a los collados: “
Ocultadnos.” 
* Porque, si tratan así al árbol verde, al seco ¿cómo lo tratarán?
V. Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
R. Porque, si tratan así al árbol verde, al seco ¿cómo lo tratarán?

Segunda Lectura
Del sermón de san Agustín, obispo, sobre los pastores
(Sermón 46, 4-5: CCL. 41, 531-533)
EL EJEMPLO DE PABLO
En una ocasión en que Pablo se encontraba en una gran indigencia, preso por la
confesión de la verdad, los hermanos le enviaron con qué remediar su indigentenecesidad. Él les dio las gracias y les dijo: Al socorrer mis necesidades, habéis obrado
bien. Yo he aprendido a arreglarme en toda circunstancia. Sé vivir en pobreza y
abundancia. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en
compartir mi tribulación.
Porque trataba de darles a entender lo que se proponía, a propósito del bien que ellos
habían hecho, y no quería ser entre ellos uno de esos que se apacientan a sí mismos en
vez de a las ovejas, por eso, más que alegrarse que hubiesen acudido a remediar su
necesidad, quiso congratularse de su fecundidad en buenas obras. ¿Qué era entonces lo
que pretendía? No es que yo busque regalos, busco que los intereses se acumulen en
vuestra cuenta. "Y no para quedar yo repleto —venía a decirles—, sino para que vosotros
no os quedéis desprovistos."

Así, pues, quienes no puedan, como Pablo, sostenerse con el trabajo de sus manos, no
duden en aceptar la leche de las ovejas, para sustentarse en sus necesidades, pero que
no se olviden de las ovejas débiles. No han de buscar esto como ventaja suya, como si
anunciasen el Evangelio para remedio de su pobreza, sino con el fin de poder entregarse a
la preparación de la palabra de verdad con la que han de iluminar a los hombres. Pues son
como luminarias, según está dicho: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas; No
se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el
candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres,
para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
Si en tu casa se encendiera una lámpara, ¿no le pondrías aceite para que no se
apagara? Y, si, después de ponerle aceite, la lámpara no alumbrara, no se la colocaría en
el candelero, sino que inmediatamente se la tiraría. La necesidad autoriza, pues, a aceptar,
y la caridad, a dar los medios necesarios para la subsistencia. Y ello no porque el
Evangelio sea algo banal, como si lo recibido como medio de vida por quienes lo anuncian
fuera su precio. Si así lo estuvieran vendiendo, lo estarían malvendiendo. En efecto, si el
sustento de sus necesidades han de recibirlo del pueblo, el premio de su entrega es de
Dios de quien tienen que aguardarlo. Pues el pueblo no puede otorgar la recompensa aquienes le sirven en la caridad del Evangelio. Éstos no aguardan su premio sino del mismo
Señor de quien el pueblo espera su salvación.
Entonces, ¿por qué se increpa y acusa a aquellos pastores? Porque, mientras bebían la
leche y se vestían con lana de las ovejas, no se ocupaban de ellas. Buscaban pues, su
interés, no el de Jesucristo.

Responsorio 2 Co 12, 14-15; Flp 2, 17
R. No busco vuestros bienes, sino a vosotros mismos; pues no deben los hijos atesorar
para los padres, sino los padres para los hijos; yo gustosamente gastaré por vosotros todo
lo que tengo, 
* me consumiré yo mismo todo entero por el bien de vuestras almas.
V. Y si mi sangre fuese derramada como libación sobre el sacrificio y ofrenda de vuestra
fe, me alegraría por ello.
R. Me consumiré yo mismo todo entero por el bien de vuestras almas

Martes, 17 de septiembre de 2019
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (7,11-17):

En aquel tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naín, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre.
Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: «No llores.»
Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo Jesús: «Joven, yo te lo mando: levántate.»
Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.
Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.»
La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas.

Palabra del Señor

Canto Evangélico
Antifona: De la mano de todos los que nos odian, sálvanos, Señor.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Preces
Dios nos otorga el gozo de poder alabarlo en este comienzo del día, reavivando con ello nuestra esperanza. Invoquémosle, pues, diciendo:
'Escúchanos, Señor, por la gloria de tu nombre'.

Dios y Padre de nuestro Salvador Jesucristo, te damos gracias porque, por mediación de tu Hijo,
—nos has dado la sabiduría y la inmortalidad.

Concédenos un corazón humilde,
—para que seamos sumisos unos a otros con respeto cristiano.

Derrama tu Espíritu en nosotros, tus siervos,
—para que nuestra caridad fraterna no sea una farsa.

Tú que has dispuesto que el hombre dominara el mundo con su esfuerzo,
—haz que nuestro trabajo te glorifique y santifique a nuestros hermanos.

Ya que Dios nos muestra siempre su amor de Padre, velando amorosamente por nosotros, nos atrevemos a decir: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Aumenta, Señor, nuestra fe, para que la alabanza que sale de nuestros labios vaya siempre acompañada de frutos de vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Hildegarda nació en Bermersheim, en el valle del Rin (actualmente Renania-Palatinado, en Alemania), durante el verano del año 1098, en el seno de una familia noble alemana acomodada.8 Fue la menor de los diez hijos de Hildeberto de Bermersheim, caballero al servicio de Meginhard, conde de Spanheim, y de su esposa, Matilde de Merxheim-Nahet, y por eso fue considerada como el diezmo para Dios, entregada como oblata y consagrada desde su nacimiento a la actividad religiosa, según la mentalidad medieval.10De esta manera, fue dedicada por sus padres a la vida religiosa y entregada para su educación a la condesa Judith de Spanheim (Jutta), hija del conde Esteban II de Spanheim y, por tanto, noble como ella, quien la instruyó en el rezo del salterio, en la lectura del latín —aunque no le enseñó a escribirlo o, cuando menos, no con pericia—, en la lectura de la Sagrada Escritura y en el canto gregoriano.
Durante algunos años maestra y discípula vivieron en el castillo de Spanheim. Cuando Hildegarda cumplió catorce años, ambas se enclaustraron en el monasterio de Disibodenberg. Este monasterio era masculino, pero acogió a un pequeño grupo de enclaustradas en una celda anexa, bajo la dirección de Judith. La ceremonia de clausura solemne fue celebrada el 1 de noviembre de 1112 y en ella participaron Hildegarda, Judith y otra enclaustrada más, también infante. En 1114, la celda se transformó en un pequeño monasterio, a fin de poder albergar el creciente número de vocaciones. En ese mismo año, Hildegarda emitió la profesión religiosa bajo la regla benedictina, recibiendo el velo de manos del obispo Otón de Bamberg. De esta manera continuó su educación monástica rudimentaria dirigida por Judith.
Judith murió en 1136, con fama de santidad tras haber llevado una vida de mucha austeridad y ascesis, que incluyó largos ayunos y penitencias corporales. Hildegarda, a pesar de su juventud, fue elegida como abadesa (magistra) de manera unánime por la comunidad de monjas.
Desde niña, Hildegarda tuvo débil constitución física, sufría de constantes enfermedades y experimentaba visiones. En una hagiografía posterior escrita por el monje Teoderico de Echternach se consignó el testimonio de la propia Hildegarda, donde dejó constancia que desde los tres años tuvo la visión de «una luz tal que mi alma tembló». Estos hechos continuaron aún durante los años en que estuvo bajo la instrucción de Judith quien, al parecer, tuvo conocimiento de ellos. Vivía estos episodios conscientemente, es decir, sin perder los sentidos ni sufrir éxtasis. Ella los describió como una gran luz en la que se presentaban imágenes, formas y colores; además iban acompañados de una voz que le explicaba lo que veía y, en algunos casos, de música.
En 1141, a la edad de cuarenta y dos años, sobrevino un episodio de visiones más fuerte, durante el cual recibió la orden sobrenatural de escribir las visiones que en adelante tuviese. A partir de entonces, Hildegarda escribió sus experiencias, que dieron como resultado el primer libro, llamado Scivias (Conoce los caminos), que no concluyó hasta 1151. Para tal fin, tomó como secretario y amanuense a uno de los monjes de Disibodenberg llamado Volmar y, como colaboradora, a una de sus monjas, llamada Ricardis de Stade.
No obstante, siguió teniendo reticencias para hacer públicas sus revelaciones y los textos resultantes de ellos, por lo que para disipar sus dudas recurrió a uno de los hombres más prominentes y con mayor reputación espiritual de su tiempo: Bernardo de Claraval, a quien dirigió una sentida carta pidiéndole consejo sobre la naturaleza de sus visiones y la pertinencia de hacerlas de conocimiento general. En dicha misiva, enviada hacia 1146, confesaba al ilustre monje cisterciense que lo había visto en una visión «como un hombre que veía directo al sol audaz y sin miedo», y al mismo tiempo que se atribuía a sí misma «debilidad» solicitaba su consejo:
Padre, estoy profundamente perturbada por una visión que se me ha aparecido por medio de una revelación divina y que no he visto con mis ojos carnales, sino solamente en mi espíritu. Desdichada, y aún más desdichada en mi condición mujeril, desde mi infancia he visto grandes maravillas que mi lengua no puede expresar, pero que el Espíritu de Dios me ha enseñado que debo creer. [...]
Por medio de esta visión, que tocó mi corazón y mi alma como una llama quemante, me fueron mostradas cosas profundísimas. Sin embargo, no recibí estas enseñanzas en alemán, en el cual nunca he tenido instrucción. Sé leer en el nivel más elemental, pero no comprenderlo plenamente. Por favor, dame tu opinión sobre estas cosas, porque soy ignorante y sin experiencia en las cosas materiales y solamente se me ha instruido interiormente en mí espíritu. De ahí mi habla vacilante. [...]
La respuesta de Bernardo no fue ni muy extensa ni tan elocuente como la carta enviada por Hildegarda, pero en ella la invitaba a «reconocer este don como una gracia y a responder a él ansiosamente con humildad y devoción [...]». Además, parece que el abad de Claraval posteriormente intervino ante el papa Eugenio III en favor de Hildegarda, ya que tenía trato personal con el obispo de Roma porque éste era también cisterciense y antiguo discípulo suyo.
Precisamente, el arzobispo Enrique de Maguncia bajo cuya jurisdicción se encontraba el monasterio de Disibodenberg, y que estaba enterado de las visiones y profecías de Hildegarda, mandó una comisión al papa Eugenio para informarse de lo sucedido y lograr que se declarara sobre la naturaleza de tales dones. El papa se encontraba por aquellos días en Tréveris para presidir el sínodo que se celebró en aquella ciudad entre 1147 y 1148.
En 1148, un comité de teólogos, encabezado por Albero de Chiny-Namur, obispo de Verdún, a petición del papa, estudió y aprobó parte del Scivias. El mismo papa leyó públicamente algunos textos durante el sínodo de Tréveris y declaró que tales visiones eran fruto de la intervención del Espíritu Santo. Tras la aprobación, envió una carta a Hildegarda, pidiéndole que continuase escribiendo sus visiones. Con ello dio comienzo no solo la actividad literaria aprobada canónicamente, sino también la relación epistolar con múltiples personalidades de la época, tanto políticas como eclesiásticas, tales como el ya mencionado Bernardo de Claraval, Federico I Barbarroja, Enrique II de Inglaterra o Leonor de Aquitania, que pedían sus consejos y orientaciones. Tal fue su reconocimiento, que llegó a ser conocida como la Sibila del Rin.
También en 1148 y sin haber concluido la redacción del Scivias, una visión la hizo concebir la idea de partir de Disibodenberg y marchar a un lugar «donde no había agua y donde nada era placentero» inspirándola así para la fundación de un monasterio en la colina de san Ruperto (Rupertsberg), cerca de Bingen al oeste del río Rin en la desembocadura del Nahe, para trasladar a la crecida comunidad y emanciparla de los monjes de Disibodenberg.
Sin embargo, Kuno, entonces abad de Disibodenberg, se opuso a su salida, lo que contrarió a la monja en gran medida, al punto de ocasionarle trastornos físicos, que fueron atribuidos a causas divinas:
Decían que había sido engañada por la vanidad. Cuando lo oí, mi corazón se afligió, mi carne y mis venas se secaron, y durante muchos días yací en cama.
Ante esta situación intervino la marquesa Ricardis de Stade (Richardis von Stade),29 madre de la monja que servía de secretaria a Hildegarda, quien logró convencer a Enrique I, arzobispo de Maguncia (1142—1153), de que diera la autorización para la salida de las religiosas y la fundación del nuevo monasterio. Hacia 1150, se trasladó a Rupertsberg con cerca de veinte de sus monjas, obtuvo el permiso del conde Bernardo de Hildesheim, propietario del terreno elegido y fundó el monasterio de Rupertsberg, del cual se convirtió en abadesa.
Por esa época, su asistente y secretaria Ricardis la abandonó para convertirse en abadesa del convento de Bassum en Sajonia. Ello causó la tristeza y oposición de Hildegarda, que luego reflejaría en serias cartas de protesta al arzobispo Hartwig de Bremen, hermano de Ricardis, quien había influido para conseguir el cargo abacial; llegó a apelar hasta al papa, sin conseguir que la monja volviera. Ricardis murió al año de la separación.
Un año después del traslado concluyó el Scivias y de esa misma época datan sus dos libros de contenidos sobre ciencias naturales (Physica) y medicina (Cause et cure), en los cuales expuso gran cantidad de conocimientos sobre el funcionamiento del cuerpo humano, de herbología y otros tratamientos médicos de su época basados en las propiedades de piedras y animales. Asimismo, comenzó la colección de cantos que tituló Symphonia armonie celestium revelationum, que compuso para atender a las necesidades litúrgicas de su comunidad. Según algunas cronologías, también de 1150 dataría el inicio del Liber vite meritorum.
Hacia 1163, como fruto de sus constantes visiones, comenzó la escritura del Liber divinorum operum, la tercera de sus tres obras más importantes y que tardaría alrededor de diez años en concluir. Sin embargo, la abadesa alternó la vida contemplativa y de escritora con la de predicación y fundación, ya que en 1165 fundó un segundo monasterio en Eibingen, que visitaba regularmente dos veces a la semana.
La fama de santa y profetisa que llegó a tener la abadesa fue tal que, en 1150, el propio emperador Federico I Barbarroja la invitó a entrevistarse con él en su palacio en Ingelheim. El aprecio mutuo que generó esta entrevista manifestado en las subsecuentes cartas llegó a tal grado que, trece años más tarde, el soberano otorgó un edicto de protección imperial a perpetuidad al monasterio de Rupertsberg.
La labor de escritora de Hildegarda se vio interrumpida muchas veces por los viajes de predicación. Si bien la clausura en sus tiempos no era tan rígida como lo sería a partir de Bonifacio VIII, no dejó de sorprender y admirar a sus contemporáneos que una abadesa abandonara su monasterio para predicar.
El contenido de su predicación giró en torno a la redención, la conversión y la reforma del clero, criticando duramente la corrupción eclesiástica, además de oponerse firmemente a los cátaros; al condenar las doctrinas de estos, proponiendo el combate de sus errores mediante la predicación y la edificación del clero.
En total fueron cuatro los viajes de predicación que realizó: el primero entre 1158 y 1159, en el que viajó a Maguncia y a Wurzburgo. En 1160 realizó el segundo a Tréveris y a Metz. En su tercera predicación, entre 1161 y 1163, viajó por el Rin hasta Colonia. En el último de sus viajes, comprendido entre 1170 y 1171, predicó en la región de Suabia.
Además de estos viajes de predicación, Hildegarda usó las cartas para hacer sentir su opinión ante personajes notables. Con motivo del cisma provocado por la elección del antipapa Víctor IV con el apoyo del emperador Barbarroja, frente al papa romano Alejandro III, alargado a la muerte de Víctor IV con la elección de los también antipapas Pascual III y Calixto III, Hildegarda hizo graves amonestaciones proféticas al primero de estos, así como al emperador mismo.
En el año 1173, poco antes de concluir el Liber divinorum operum, murió el monje Volmar, su más cercano colaborador y secretario, lo que la orilló a ayudarse de los monjes de la abadía de san Eucharius de Tréveris para terminar dicha obra. Durante algún tiempo el monje Godofredo de Disibodenberg le sirvió como amanuense, a la vez que comenzó la redacción de una biografía de la profetisa, pero también él murió poco tiempo después, en 1176. El último de sus secretarios lo encontró en Guiberto de Gembloux, un monje flamenco, con el que había sostenido conversación epistolar iniciada por el interés de éste sobre la manera en que Hildegarda tenía sus visiones.
La última situación crítica a la que tuvo que enfrentarse Hildegarda aconteció en 1178, cuando su comunidad dio sepultura en el cementerio conventual a un noble supuestamente excomulgado. Por la imposición de esta pena eclesiástica, el derecho canónico prohibía su entierro en suelo sagrado. Se pidió a Hildegarda que exhumara el cadáver. Ella se negó e incluso hizo desaparecer cualquier rastro del enterramiento para que nadie pudiera buscarlo. Sostuvo que había sido reconciliado con la Iglesia antes de morir. Los prelados de Maguncia, en ausencia del arzobispo Christian, que estaba en Roma, pusieron en entredicho al monasterio. Por él se prohibió el uso de las campanas, los instrumentos y los cantos en la vida y liturgia de Rupertsberg. Hildegarda se defendió escribiendo una carta de rico contenido doctrinal, donde recogía el significado teológico de la música. Cuando regresó el arzobispo en marzo de 1179, se presentaron testigos que apoyaban la versión de Hildegarda y fue levantado el entredicho.
A los pocos meses de ser levantado el entredicho, el 17 de septiembre de 1179, a los 81 años de edad murió Hildegarda. Las crónicas hagiográficas cuentan que a la hora de su muerte aparecieron dos arcos muy brillantes y de diferentes colores que formaban una cruz en el cielo.
Entre 1180 y 1190 el monje Teoderico de Echternach escribió la Vita (Vida) de Hildegarda, recogiendo pasajes autobiográficos que la monja había dejado y contado. Gregorio IX abrió el proceso de canonización en 1227, aunque no se concluyó. Fue reabierto por Inocencio IV en 1244, sin que tampoco en esta ocasión se llegase a concluir. Sin embargo, debido a la difusión de su culto se la inscribió en el Martirologio romano, incluyéndose además su nombre en algunas letanías; se extrajeron reliquias de su sepulcro; se celebró su fiesta litúrgica; se le atribuyeron milagros y sus representaciones pictóricas y escultóricas comenzaron a ser objeto de veneración.
Sus reliquias fueron conservadas en el convento de Rupertsberg hasta la destrucción de éste en 1632, durante la Guerra de los Treinta Años. Entonces fueron llevadas a Colonia y después a Ebingen donde se depositaron en la iglesia parroquial donde aún reposan.
En 1940 se aprobó oficialmente su celebración para las iglesias locales. Con motivo del 800 aniversario de su muerte, Juan Pablo II se refirió a ella como profetisa y santa. De la misma manera, en 2006, el papa Benedicto XVI también se refirió a Hildegarda como santa y la encomió como una de las grandes mujeres de la cristiandad junto con Catalina de Siena, Teresa de Ávila y la madre Teresa de Calcuta.
En el año 2010 el papa Benedicto XVI dedicó a Hildegarda las Audiencias Generales del 1 y 8 de septiembre, dentro del marco de una serie de catequesis sobre escritores cristianos, siendo la primera mujer presentada en estas catequesis; recordó, entre otras cosas, que los contemporáneos de Hildegarda la consideraron con el título de "profetisa teutónica" y puntualizó el valor teológico de sus escritos y enseñanzas.
En diciembre de 2011, el papa Benedicto XVI anunció su decisión de otorgar a santa Hildegarda el título de "Doctora de la Iglesia". El 10 de mayo de 2012 procedió a inscribirla en el catálogo de los santos y extender su culto litúrgico a la Iglesia universal, en una "canonización equivalente". El 27 de mayo de 2012 durante el rezo del Regina Caeli del día de Pentecostés, el papa determinó la fecha para la proclamación como Doctora. El 7 de octubre de 2012, durante la misa de apertura del Sínodo de los obispos en la Basílica de San Pedro en Roma, se realizó la proclamación oficial por el cual se le concedió el título de Doctora para la Iglesia Universal junto con san Juan de Ávila por el papa Benedicto XVI.
Hildegarda también es venerada por algunas de las Iglesias que conforman la Comunión anglicana, entre ellas la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia episcopal escocesa. Tanto en la Iglesia católica como en la Comunión anglicana se la celebra el 17 de septiembre.
La iconografía religiosa de Hildegarda es escasa, probablemente porque su culto fue local por bastante tiempo. Se la retrata con los atributos propios de una abadesa de la orden de san Benito: báculo abacial y hábito benedictino con velo negro y blanco; sus representaciones más antiguas reproducen la manera en que aparece en las miniaturas de sus escritos: sentada con un estilo en la mano en actitud de escribir sobre un par de tablillas o dictando a un monje, con cinco flamas alrededor de la cabeza representando la visión divina. Más tarde se cambia el estilo por una pluma de ave, con algún pergamino o libro en la mano — comúnmente el Scivias — y algún instrumento musical.