Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XXIII
De la Feria. Salterio III
LUNES DE LA SEMANA XXIII
De la Feria. Salterio III
9 de septiembre
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis
labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias.
Himno: ERES LA LUZ Y SIEMBRAS CLARIDADES
Eres la luz y siembras claridades;
abres los anchos cielos que sostienen,
como un pilar, los brazos de tu Padre.
Arrebatada en rojos torbellinos,
el alba apaga estrellas lejanísimas;
la tierra se estremece de rocío.
Mientras la noche cede y se disuelve,
la estrella matinal, signo de Cristo,
levanta el nuevo día y lo establece.
Eres la luz total, Día del Día,
el Uno en todo, el Trino todo en Uno:
¡gloria a tu misteriosa teofanía! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Salmo 83 - AÑORANZA DEL TEMPLO
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:
cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de altura en altura
hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Un solo día en tu casa
vale más que otros mil,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria,
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Ant 2. Venid, subamos al monte del Señor.
Cántico: EL MONTE DE LA CASA DEL SEÑOR EN LA CIMA DE LOS MONTES Is 2, 2-5
Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán : «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
Él nos instruirá en sus caminos,
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la Ley,
de Jerusalén la palabra del Señor.»
Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven;
caminemos a la luz del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, subamos al monte del Señor.
Ant 3. Cantad al Señor, bendecid su nombre.
Salmo 95 - EL SEÑOR, REY Y JUEZ DEL MUNDO.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.»
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cantad al Señor, bendecid su nombre.
LECTURA BREVE St 2, 12-13
Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendito el Señor ahora y por siempre.
R. Bendito el Señor ahora y por siempre.
V. Solo él hizo maravillas.
R. Ahora y por siempre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito el Señor ahora y por siempre.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias.
Himno: ERES LA LUZ Y SIEMBRAS CLARIDADES
Eres la luz y siembras claridades;
abres los anchos cielos que sostienen,
como un pilar, los brazos de tu Padre.
Arrebatada en rojos torbellinos,
el alba apaga estrellas lejanísimas;
la tierra se estremece de rocío.
Mientras la noche cede y se disuelve,
la estrella matinal, signo de Cristo,
levanta el nuevo día y lo establece.
Eres la luz total, Día del Día,
el Uno en todo, el Trino todo en Uno:
¡gloria a tu misteriosa teofanía! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Salmo 83 - AÑORANZA DEL TEMPLO
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:
cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de altura en altura
hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Un solo día en tu casa
vale más que otros mil,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria,
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Ant 2. Venid, subamos al monte del Señor.
Cántico: EL MONTE DE LA CASA DEL SEÑOR EN LA CIMA DE LOS MONTES Is 2, 2-5
Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán : «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
Él nos instruirá en sus caminos,
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la Ley,
de Jerusalén la palabra del Señor.»
Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven;
caminemos a la luz del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, subamos al monte del Señor.
Ant 3. Cantad al Señor, bendecid su nombre.
Salmo 95 - EL SEÑOR, REY Y JUEZ DEL MUNDO.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.»
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cantad al Señor, bendecid su nombre.
LECTURA BREVE St 2, 12-13
Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendito el Señor ahora y por siempre.
R. Bendito el Señor ahora y por siempre.
V. Solo él hizo maravillas.
R. Ahora y por siempre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito el Señor ahora y por siempre.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Amós 8, 1-14
OTRAS VISIONES
En aquellos días, el Señor me mostró lo siguiente: Un cesto de higos maduros. Y me dijo:
«¿Qué ves, Amós?»
Respondí:
«Un cesto de higos maduros.»
Y me dijo el Señor:
«Maduro está mi pueblo para su fin, y ya no dejará de suceder. Aquel día gemirán las cantoras del templo -oráculo del Señor-, en silencio arrojarán por todas partes numerosos cadáveres. Escuchadlo, los que exprimís a los pobres y despojáis a los miserables, diciendo: "¿Cuándo pasará la luna nueva para vender trigo, y el sábado para ofrecer grano y hasta el salvado de trigo?" Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, y al mísero por un par de sandalias.
Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones. ¿No temblará por ello la tierra, no perecerán sus habitantes? Aunque crezca toda como el Nilo, volverá a bajar como el Nilo de Egipto. Aquel día -oráculo del Señor- haré ponerse el sol a mediodía, y en pleno día oscureceré la tierra. Cambiaré vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegías, vestiré de saco toda cintura y dejaré calva toda cabeza; y habrá un llanto como por el hijo único, el final será un día amargo.
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Irán errantes de oriente a occidente, vagando de norte a sur, buscando la palabra del Señor, y no la encontrarán. Aquel día desfallecerán de sed las hermosas doncellas y los jóvenes. Los que juraban por el crimen de Samaria, diciendo: "Por la vida de tu Dios, Dan; por la vida del Señor de Berseba", caerán para no levantarse.»
RESPONSORIO Am 8, 11. 12; Mt 5, 6
R. Mirad que llegan días en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua. * Irán errantes, buscando la palabra del Señor.
V. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.
R. Irán errantes, buscando la palabra del Señor.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san León Magno, papa, Sobre las bienaventuranzas
(Sermón 95, 8-9: PL 54, 465-466)
MUCHA PAZ TIENEN LOS QUE AMAN TUS LEYES
Con toda razón se promete a los limpios de corazón la bienaventuranza de la visión divina. Nunca una vida manchada podrá contemplar el esplendor de la luz verdadera, pues aquello mismo que constituirá el gozo de las almas limpias será el castigo de las que estén manchadas. Que huyan, pues, las tinieblas de la vanidad terrena y que los ojos del alma se purifiquen de las inmundicias del pecado, para que así puedan saciarse gozando en paz de la magnífica visión de Dios.
Pero para merecer este don es necesario lo que a continuación sigue: Dichosos los que obran la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Esta bienaventuranza, amadísimos, no puede referirse a cualquier clase de concordia o armonía humana, sino que debe entenderse precisamente de aquella a la que alude el Apóstol cuando dice: Estad en paz con Dios, o a la que se refiere el profeta al afirmar: Mucha paz tienen los que aman tus leyes, y nada los hace tropezar.
Esta paz no se logra ni con los lazos de la más íntima amistad ni con una profunda semejanza de carácter, si todo ello no está fundamentado en una total comunión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Una amistad fundada en deseos pecaminosos, en pactos que arrancan de la injusticia y en el acuerdo que parte de los vicios nada tiene que ver con el logro de esta paz. El amor del mundo y el amor de Dios no concuerdan entre sí, ni puede uno tener su parte entre los hijos de Dios si no se ha separado antes del consorcio de los que viven según la carne. Mas los que sin cesar se esfuerzan por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz, jamás se apartan de la ley divina, diciendo, por ello, fielmente en la oración: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Éstos son los que obran la paz, éstos los que viven santamente unánimes y concordes, y por ello merecen ser llamados con el nombre eterno de hijos de Dios y coherederos de Cristo; todo ello lo realiza el amor de Dios y el amor del prójimo, y de tal manera lo realiza que ya no sienten ninguna adversidad ni temen ningún tropiezo, sino que, superado el combate de todas las tentaciones, descansan tranquilamente en la paz de Dios, por nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO Cf. Is 38, 3; 1Jn 2, 6; 5, 3; 2, 5
R. Tengamos para con Dios un corazón íntegro y sincero, * hagamos su voluntad, guardemos sus mandamientos.
V. En esto consiste el perfecto amor de Dios.
R. Hagamos su voluntad, guardemos sus mandamientos.
Del libro del profeta Amós 8, 1-14
OTRAS VISIONES
En aquellos días, el Señor me mostró lo siguiente: Un cesto de higos maduros. Y me dijo:
«¿Qué ves, Amós?»
Respondí:
«Un cesto de higos maduros.»
Y me dijo el Señor:
«Maduro está mi pueblo para su fin, y ya no dejará de suceder. Aquel día gemirán las cantoras del templo -oráculo del Señor-, en silencio arrojarán por todas partes numerosos cadáveres. Escuchadlo, los que exprimís a los pobres y despojáis a los miserables, diciendo: "¿Cuándo pasará la luna nueva para vender trigo, y el sábado para ofrecer grano y hasta el salvado de trigo?" Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, y al mísero por un par de sandalias.
Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones. ¿No temblará por ello la tierra, no perecerán sus habitantes? Aunque crezca toda como el Nilo, volverá a bajar como el Nilo de Egipto. Aquel día -oráculo del Señor- haré ponerse el sol a mediodía, y en pleno día oscureceré la tierra. Cambiaré vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegías, vestiré de saco toda cintura y dejaré calva toda cabeza; y habrá un llanto como por el hijo único, el final será un día amargo.
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Irán errantes de oriente a occidente, vagando de norte a sur, buscando la palabra del Señor, y no la encontrarán. Aquel día desfallecerán de sed las hermosas doncellas y los jóvenes. Los que juraban por el crimen de Samaria, diciendo: "Por la vida de tu Dios, Dan; por la vida del Señor de Berseba", caerán para no levantarse.»
RESPONSORIO Am 8, 11. 12; Mt 5, 6
R. Mirad que llegan días en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua. * Irán errantes, buscando la palabra del Señor.
V. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.
R. Irán errantes, buscando la palabra del Señor.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san León Magno, papa, Sobre las bienaventuranzas
(Sermón 95, 8-9: PL 54, 465-466)
MUCHA PAZ TIENEN LOS QUE AMAN TUS LEYES
Con toda razón se promete a los limpios de corazón la bienaventuranza de la visión divina. Nunca una vida manchada podrá contemplar el esplendor de la luz verdadera, pues aquello mismo que constituirá el gozo de las almas limpias será el castigo de las que estén manchadas. Que huyan, pues, las tinieblas de la vanidad terrena y que los ojos del alma se purifiquen de las inmundicias del pecado, para que así puedan saciarse gozando en paz de la magnífica visión de Dios.
Pero para merecer este don es necesario lo que a continuación sigue: Dichosos los que obran la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Esta bienaventuranza, amadísimos, no puede referirse a cualquier clase de concordia o armonía humana, sino que debe entenderse precisamente de aquella a la que alude el Apóstol cuando dice: Estad en paz con Dios, o a la que se refiere el profeta al afirmar: Mucha paz tienen los que aman tus leyes, y nada los hace tropezar.
Esta paz no se logra ni con los lazos de la más íntima amistad ni con una profunda semejanza de carácter, si todo ello no está fundamentado en una total comunión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Una amistad fundada en deseos pecaminosos, en pactos que arrancan de la injusticia y en el acuerdo que parte de los vicios nada tiene que ver con el logro de esta paz. El amor del mundo y el amor de Dios no concuerdan entre sí, ni puede uno tener su parte entre los hijos de Dios si no se ha separado antes del consorcio de los que viven según la carne. Mas los que sin cesar se esfuerzan por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz, jamás se apartan de la ley divina, diciendo, por ello, fielmente en la oración: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Éstos son los que obran la paz, éstos los que viven santamente unánimes y concordes, y por ello merecen ser llamados con el nombre eterno de hijos de Dios y coherederos de Cristo; todo ello lo realiza el amor de Dios y el amor del prójimo, y de tal manera lo realiza que ya no sienten ninguna adversidad ni temen ningún tropiezo, sino que, superado el combate de todas las tentaciones, descansan tranquilamente en la paz de Dios, por nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO Cf. Is 38, 3; 1Jn 2, 6; 5, 3; 2, 5
R. Tengamos para con Dios un corazón íntegro y sincero, * hagamos su voluntad, guardemos sus mandamientos.
V. En esto consiste el perfecto amor de Dios.
R. Hagamos su voluntad, guardemos sus mandamientos.
Lunes, 9 de
septiembre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,6-11):
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Palabra del Señor
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
PRECES
Invoquemos a Dios, que puso en el mundo a los hombres para que trabajasen concordes para su gloria, y digámosle:
Haz, Señor, que te glorifiquemos.
Te bendecimos, Señor, creador del universo, porque has conservado nuestra vida hasta el día de hoy;
Haz que en toda nuestra jornada te alabemos y te bendigamos.
Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana;
haz que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra.
Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos,
y así todos juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos.
A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros,
concédenos el gozo y la paz.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos confiadamente:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, rey de cielos y tierra, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos; para que, con tu auxilio, podamos ofrecerte hoy en todas nuestras actividades un sacrificio de alabanza grato a tus ojos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
María de la Cabeza nació en Madrid o no lejos de esta localidad.
Sus padres, piadosos y honestos, pertenecían al grupo de los llamados
mozárabes. Fue esposa de san Isidro Labrador. No es fácil decir con qué
santidad y trabajos llevó su vida de mujer casada. Sus ocupaciones eran
arreglar la casa, limpiarla, guisar la comida, hacer el pan con sus propias
manos, todo tan sencillo que lo único que brillaba en su vida eran la humildad,
la paciencia, la devoción, la austeridad y otras virtudes, con las cuales era
rica a los ojos de Dios. Con su marido era muy servicial y atenta. Vivían tan
unidos como si fueran dos en una sola carne, un solo corazón y un alma única.
Le ayudaba en los quehaceres rústicos, en trabajar las hortalizas, y en hacer
pozos no menos que en el oficio de la caridad, sin abandonar nunca su continua
oración.
Como ambos esposos no tenían mayor ilusión que llevar una vida
pura y fervorosamente dedicada a Dios, un día se pusieron de acuerdo para
separarse, después de criar su único hijo, quedándose él en Madrid, y ella
marchándose a una ermita, situada en un lugar próximo al río Jarama. Su nuevo
género de vida solitaria, casi celeste, consistía en obsequiar a la Virgen,
hacer largas y profundas meditaciones, teniendo a Dios como maestro, limpiar la
suciedad de la capilla, adornar los altares, pedir por los pueblos vecinos
ayuda para cuidar la lámpara, y otros menesteres.
Estando entregada a esta clase de vida piadosa, unos hombres
enemigos, sembradores de cizaña en aquel campo tan limpio de malas hierbas,
comunicaron a Isidro que hacía mala vida con los pastores. El santo varón, buen
conocedor de la fidelidad y del pudor de su esposa, rechazó a los delatores
como agentes del diablo. De todos modos quiso saber de donde habían sacado
aquellas especulaciones. La siguió los pasos uno de tantos días. Con sus
propios ojos vio que su mujer, como de costumbre, con la mayor naturalidad, se
acercó al río, que, aquel día bajaba lleno de agua, por las lluvias
abundantes caídas y, con mucho ímpetu extendió su mantilla sobre la corriente
y, como si fuera una barquilla, pasó tranquilamente a la otra orilla, sin
dificultad alguna. Con la contemplación directa de esta escena, repetida en
otros días, el honor de esta mujer continuó intacto ante su marido y ante los
vecinos de la comarca.
En los últimos años de su vida regresó a Madrid y de nuevo empezó
a vivir con la admirable vida santa de antes. Después de morir su marido,
volvió a su querida casa de la Virgen, como si fuera una ciudad bien defendida
por Dios. En este lugar murió, llena de años y méritos.
Fue enterrada piadosa y religiosamente en la misma ermita, en un
lugar, especialmente escogido por miedo a una posible profanación de los
sarracenos. Cuando éstos fueron expulsados a sus tierras africanas, vigente
todavía el ejemplo de la vida santa de esta mujer, fueron localizados sus
restos, gracias a una inspiración del cielo. Al sacarlos, todos advirtieron un
olor especialmente agradable, nunca percibido.
Hoy sus restos se veneran en Madrid. Muchos aseguran que hace
incontables milagros, principalmente curaciones repentinas de dolores de
cabeza. Todas esas circunstancias, examinadas por jueces apostólicos, hicieron
que Inocencio XII aprobara su culto inmemorial y que últimamente Benedicto XIV
le concediera Misa y Oficio propio, asignando la fiesta para un día de mayo en
Madrid y en toda la diócesis toledana.
Al llegar a América, Pedro encontró la terrible injusticia de la
esclavitud institucionalizada que había comenzado ya desde el segundo viaje de
Colón el 12 de enero de 1510, cuando el rey mandó a emplear negros como
esclavos. Se trata de una tragedia que envolvió a unos 14 millones de infelices
seres humanos. Un millón de ellos pasaron por Cartagena. Los esclavos venían en
su mayoría de Guinea, del Congo y de Angola. Los jefes de algunas tribus de
esas tierras vendían a sus súbditos y sus prisioneros. En América los usaban en
todo tipo de trabajo forzado: agricultura, minas, construcción.
Cartagena por ser lugar estratégico en la ruta de las flotas
españolas se convirtió en el principal centro del comercio de esclavos en el
Nuevo Mundo. Mil esclavos desembarcaban cada mes. Aunque se muriera la mitad en
la trayectoria marítima, el negocio dejaba grandes ganancias. Por eso, las
repetidas censuras del papa no lograron parar este vergonzoso mercado humano.
Pedro no podía cambiar el sistema. Pero si había mucho que se
podía hacer con la gracia de Dios. Pero hacía falta tener mucha fe y mucho
amor. Pedro supo dar la talla. En la escuela del gran misionero, el padre
Alfonso Sandoval, Pedro escribió: "Ego Petrus Claver, etiopum semper
servus" (yo Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre". Así
fue. San Pedro no se limitó a quejarse de las injusticias o a lamentarse de los
tiempos en que vivía. Supo ser santo en aquella situación y dejarse usar por Jesucristo
plenamente para su obra de misericordia. En Cartagena durante cuarenta años de
intensa labor misionera se convirtió en apóstol de los esclavos negros. Entre
tantos cristianos acomodados a los tiempos, él supo ser luz y sal, supo hacer
constar para la historia lo que es posible para Dios en un alma que tiene fe.
A pesar de su timidez la cual tuvo que vencer, se convirtió en un
organizador ingenioso y valiente. Cada mes cuando se anunciaba la llegada del
barco esclavista, el padre Claver salía a visitarlos llevándoles comida. Los
negros se encontraban abarrotados en la parte inferior del barco en condiciones
inhumanas. Llegaban en muy malas condiciones, víctimas de la brutalidad del
trato, la mala alimentación, del sufrimiento y del miedo. Claver atendía a cada
uno y los cuidaba con exquisita amabilidad. Así les hacía ver que él era su
defensor y padre.