Musica Para el Alma

domingo, 12 de mayo de 2019

LAUDES LUNES 13 ORACIÓN PARA INICIAR EL DÍA


Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

Laudes - LUNES IV SEMANA DE PASCUA 2019

El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas para el día, lunes, 13 de mayo de 2019.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94

Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya

Laudes

Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya

Salmodia

Antífona 1: Baje a nosotros la bondad del Señor. Aleluya.
Salmo 89

Baje a nosotros la bondad del Señor
Para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. (2P 3,8)

Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.

Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.

¡Cómo nos ha consumido tu cólera
y nos ha trastornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.

Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.

¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria.

Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Antífona 1: Baje a nosotros la bondad del Señor. Aleluya

Antífona 2: Convertiré ante ellos la tiniebla en luz. Aleluya.
Is 42,10-16

Cántico nuevo al Dios vencedor y salvador
Cantan un cántico nuevo delante del trono de Dios. (Ap 14,3)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
llegue su alabanza hasta el confín de la tierra;
+ muja el mar y lo que contiene,
las costas y sus habitantes;

alégrese el desierto con sus tiendas,
los cercados que habita Cadar;
exulten los habitantes de Petra,
clamen desde la cumbre de las montañas;
den gloria al Señor,
anuncien su alabanza en las costas.

El Señor sale como un héroe,
excita su ardor como un guerrero,
lanza el alarido,
mostrándose valiente frente al enemigo.

«Desde antiguo guardé silencio,
me callaba, aguantaba;
como parturienta, grito,
jadeo y resuello.

Agostaré montes y collados,
secaré toda su hierba,
convertiré los ríos en yermo,
desecaré los estanques;
conduciré a los ciegos
por el camino que no conocen,
los guiaré por senderos que ignoran;
ante ellos convertiré la tiniebla en luz,
lo escabroso en llano.»
Antífona 2: Convertiré ante ellos la tiniebla en luz. Aleluya

Antífona 3: El Señor todo lo que quiere lo hace. Aleluya.

Salmo 134,1-12
Himno a Dios, realizador de maravillas
Vosotros sois… un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. (1P 2,9)
Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Antífona 3: El Señor todo lo que quiere lo hace. Aleluya

Lectura Breve
Rm 10, 8b-11
«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación.

Responsorio Breve
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

Primera Lectura

Del libro del Apocalipsis 13, 1-18
LAS DOS BESTIAS
Yo, Juan, vi que salía del mar una bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y sobre los cuernos diez diademas, y sobre las cabezas nombres blasfemos. Esta bestia que yo vi era semejante a un leopardo; sus patas eran como de oso, y su boca como boca de león. La serpiente le dio su poder, su trono y una gran autoridad. Vi la primera de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal había sido curada. Y toda la tierra corría fascinada tras la bestia. Adoraron postrados a la serpiente, porque había dado el poder a la bestia; y adoraron a la bestia, diciendo: «¿Quién hay como la bestia? ¿Quién puede presentarle batalla?» Y se le dio una boca para que profiriese insolencias y blasfemias; y se le dio facultad para hacerlo así durante cuarenta y dos meses. Abrió su boca en blasfemias contra Dios, blasfemando de su nombre y de su tabernáculo y de los que moraban en el cielo. Se le otorgó asimismo poder de combatir contra los santos y de vencerlos. Y se le concedió autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. La adorarán los habitantes de la tierra, todos aquellos cuyo nombre no se encuentra escrito desde la creación del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado.
El que tenga oídos oiga. El que lleve a cautiverio a cautiverio irá. El que mata por la espada a espada morirá. Aquí se requiere perseverancia y la fe de los santos.
Y vi otra bestia que subía de la tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como una serpiente. Ejerció toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella; e hizo que la tierra y sus moradores adorasen a la primera bestia, a aquella cuya herida mortal había sido curada.
Obró grandes prodigios, hasta hacer bajar fuego del cielo a la tierra en presencia de los hombres. Engañó a los habitantes de la tierra con los prodigios que le fue dado obrar en presencia de la bestia. Mandó a los moradores de la tierra que hiciesen una imagen en honor de la bestia (de aquella que tenía la herida de la espada y había revivido). Se le concedió infundir la vida en la estatua de la bestia, hasta el punto de hacer hablar a la estatua y de hacer morir a cuantos no se postrasen ante la estatua de la bestia. Hizo también que a todos, a pequeños y a grandes, a ricos y a pobres, a libres y a esclavos, se les imprimiese una marca en la mano derecha o en la frente; y que nadie pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o la cifra que daba su nombre.
Aquí se requiere sabiduría. Quien tenga inteligencia descifre el número de la bestia.
Es cifra que designa a un hombre. Su cifra es seiscientos sesenta y seis.

Responsorio Ap 3, 5; Mt 10, 22
R. El vencedor será revestido con vestiduras blancas; no borraré jamás su nombre del libro de la vida, * y yo lo proclamaré en presencia de mi Padre y de sus ángeles. Aleluya.
V. El que persevere hasta el fin se salvará.
R. Y yo lo proclamaré en presencia de mi Padre y de sus ángeles. Aleluya.

Segunda Lectura

Del Libro de san Basilio Magno, obispo, sobre el Espíritu Santo
(Cap. 15, Núms. 35-36: PG 32,130-131)
EL ESPÍRITU, DADOR DE VIDA
El Señor, que nos da la vida, estableció con nosotros la institución del bautismo, en el que hay un símbolo y principio de muerte y de vida: la imagen de la muerte nos la proporciona el agua, la prenda de la vida nos la ofrece el Espíritu.
En el bautismo se proponen como dos fines, a saber, la abolición del cuerpo de pecado, a fin de que no fructifique para la muerte; y la vida del Espíritu, para que abunden los frutos de santificación; el agua representa la muerte, haciendo como si acogiera al cuerpo en el sepulcro; mientras que el Espíritu es el que da la fuerza vivificante, haciendo pasar nuestras almas renovadas de la muerte del pecado a la vidaprimera.

Esto es, pues, lo que significa nacer de nuevo del agua y del Espíritu: puesto que en el agua se lleva a cabo la muerte, y el Espíritu crea la nueva vida nuestra. Por eso precisamente el gran misterio del bautismo se efectúa mediante tres inmersiones y otras tantas invocaciones, con el fin de expresar la figura de la muerte, y para que el alma de los que se bautizan quede iluminada con la infusión de la luz divina.
Porque la gracia que se da por el agua no proviene de la naturaleza del agua, sino de la presencia del Espíritu, pues el bautismo no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura.
Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna y, para decirlo todo de una sola vez, el poseer la plenitud de las bendiciones divinas, así en este mundo como en el futuro; pues, al esperar por la fe los bienes prometidos, contemplamos ya, como en un espejo y como si
estuvieran presentes, los bienes de que disfrutaremos.
Y, si tal es el anticipo, ¿cuál no será la realidad? Y, si tan grandes son las primicias, ¿cuál no será la plena realización?

Responsorio
R. Cuando nuestra carne surge del agua del bautismo, dejando en ella sepultados sus antiguos delitos, * el Espíritu Santo desciende del cielo sobre ella, como la paloma del diluvio, para ofrecerle la paz, pues la antigua arca era figura de la Iglesia. Aleluya.
V. ¡Bendito sea el sacramento del bautismo, por el cual obtenemos la salvación eterna!
R. El Espíritu Santo desciende del cielo sobre ella, como la paloma del diluvio, para ofrecerle la paz, pues la antigua arca era figura de la Iglesia. Aleluya.


Lunes, 13 de mayo de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):

EN aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor

Canto Evangélico
Antifona: Yo soy el buen Pastor, que apaciento a mis ovejas y doy mi vida por ellas. Aleluya.

Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Yo soy el buen Pastor, que apaciento a mis ovejas y doy mi vida por ellas. Aleluya

Preces
Oremos a Dios Padre todopoderoso, glorificado por la muerte y resurrección de Cristo, y digámosle confiados:
Ilumina, Señor, nuestras mentes.

Padre, fuente de toda luz, que has querido iluminar el mundo con la gloria de Cristo resucitado, — ilumina, desde el principio de este día, nuestras almas con la luz de la fe.

Tú que por medio de tu Hijo, resucitado de entre los muertos, has abierto a los hombres las puertas de la salvación, — haz que, a través de los trabajos de este día se acreciente nuestra esperanza.

Tú que por medio de tu Hijo resucitado has derramado sobre el mundo tu Espíritu Santo, — enciende nuestros corazones con el fuego de este mismo Espíritu.

Que Cristo, el Señor, clavado en la cruz para librarnos, — sea hoy nuestra redención y nuestra salvación.

Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Terminemos nuestra oración con la plegaria que Cristo nos enseñó: Padre nuestro.

Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

Oración

Oremos:
Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída,
concede a tus fieles la verdadera alegría, para que quienes han sido librados de la
esclavitud del pecado alcancen también la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.