TIEMPO DE CUARESMA
MARTES SANTO
Del Propio del Tiempo. Salterio II
MARTES SANTO
Del Propio del Tiempo. Salterio II
16 de abril
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: OJOS MUERTOS QUE MIRÁIS.
Ojos muertos que miráis
con mirar indescriptible
y con fuerza irresistible
atraéis y cautiváis,
¿por qué, si muertos estáis,
tenéis tan viva expresión
que así turbáis mi razón
trocando vuestras miradas
en dos punzantes espadas
que parten mi corazón?
Al veros, ojos piadosos,
todo mi ser se conmueve.
¿Quién a miraros se atreve
sin llorar, ojos llorosos?
Me cautiváis amorosos,
me reprendéis justicieros,
inspiráis dolor y calma,
sois tiernos y sois severos,
y las borrascas del alma
enfrenáis sólo con veros.
¡Ah! Permitid ojos píos,
ojos que sois el encanto
del cielo, que con mi llanto
borre mis locos desvíos;
bebí en cenagosos ríos
aguas de ponzoñas llenas
que, al infiltrarse en mis venas,
causaron fiebres ardientes.
¡Cómo olvidé que erais fuentes
de aguas dulces y serenas! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Defiende mi causa, Señor, sálvame del hombre traidor y malvado.
Salmo 42 - DESEO DEL TEMPLO.
Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?
¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Defiende mi causa, Señor, sálvame del hombre traidor y malvado.
Ant 2. Tú defendiste, Señor, la causa de mi alma y rescataste mi vida, Señor, Dios mío.
Cántico: ANGUSTIA DE UN MORIBUNDO Y ALEGRÍA DE LA CURACIÓN Is 38, 10-14. 17-20
Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.»
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.»
Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estas acabando.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El Padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú defendiste, Señor, la causa de mi alma y rescataste mi vida, Señor, Dios mío.
Ant 3. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos.
Salmo 64 - SOLEMNE ACCIÓN DE GRACIAS.
¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión,
y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las súplicas.
A ti acude todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.
Dichoso el que tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.
Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;
Tú que afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.
Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y a las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.
Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;
riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
las rodadas de tu carro rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos.
LECTURA BREVE Za 12, 10-11a
Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día será grande el luto de Jerusalén.
RESPONSORIO BREVE
V. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
V. De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
V. Gloria al Padre,y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
PRIMERA LECTURA
Comienza el libro de las Lamentaciones 1, 1-12. 18-20
DESOLACIÓN DE JERUSALÉN
¡Ay, cómo yace solitaria la Ciudad populosa! Como una viuda se ha quedado la grande entre las naciones. La Princesa entre las provincias ha quedado sometida al tributo. Llora que llora por la noche, las lágrimas surcan sus mejillas. Ni uno solo hay que la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, ¡se le han trocado en enemigos!
Judá está desterrada, en postración y en extrema servidumbre. Habita en medio de las naciones, no encuentra sosiego. La acosan todos sus perseguidores entre las angosturas.
Las calzadas de Sión están de luto, pues nadie viene a las solemnidades. Todas sus puertas están desoladas, sus sacerdotes gimiendo, afligidas sus vírgenes, ¡y ella misma repleta de amargura!
Sus adversarios están a la cabeza, sus enemigos viven tranquilos, porque el Señor la ha afligido por sus muchas rebeldías. Sus niños han partido al cautiverio delante del adversario.
De la hija de Sión se ha ido todo su esplendor. Sus príncipes son como ciervos que no encuentran pasto, caminando van sin fuerzas delante del opresor.
Jerusalén recuerda sus días de miseria y de aflicción, cuando a manos del adversario sucumbía su pueblo, sin que nadie viniera en su ayuda. Los adversarios la miraban, riéndose de su ruina.
Mucho ha pecado Jerusalén, se ha vuelto cosa impura. Todos los que la honraban la desprecian, porque han visto su desnudez, y ella misma gime y se vuelve de espaldas. Hasta en su ropa se ven sus inmundicias. No pensó ella en este fin, ¡y ha caído estruendosamente! No hay quien la consuele. «¡Mira, Señor, mi miseria, que el enemigo se agiganta!»
El opresor ha echado mano a todos sus tesoros, y ha visto ella a los gentiles entrar en su santuario, aquellos de quienes tú ordenaste: «¡No entrarán en tu asamblea!»
Su pueblo entero gime buscando pan; dan sus joyas a cambio de alimento, para sustentar la vida. «¡Mira, Señor, y contempla cómo estoy envilecida!»
«¡Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor, con el que el Señor me ha herido en el día de su ardiente cólera!
Justo, muy justo es el Señor, porque yo he sido indócil a sus órdenes. Escuchad, pues, pueblos todos, y mirad mi dolor. Mis doncellas y mis jóvenes han ido al cautiverio. He llamado a mis amantes, pero ellos me han traicionado. Mis sacerdotes y mis ancianos han expirado en la ciudad, mientras buscaban alimento para conservar la vida.»
«¡Mira, Señor, en qué angustia me encuentro! Me hierven las entrañas, el corazón se consume en mi interior, pues he sido muy rebelde. Afuera la espada priva de hijos, y en casa la muerte.»
RESPONSORIO Jb 16, 17; Lm 1, 16. 18. 12
R. Un velo de sombras ha oscurecido mis ojos a causa del llanto, pues está lejos de mí el que me consolaba; mirad, pueblos todos, * si hay dolor semejante a mi dolor.
V. ¡Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino! Mirad y ved.
R. Si hay dolor semejante a mi dolor.
SEGUNDA LECTURA
Del Libro de san Basilio Magno, obispo, Sobre el Espíritu Santo
(Cap. 15, núm. 35: PG 32, 127-130)
ES UNA SOLA LA MUERTE EN FAVOR DEL MUNDO Y UNA SOLA LA RESURRECCIÓN DE ENTRE LOS MUERTOS
Nuestro Dios y Salvador realizó su plan de salvar al hombre levantándolo de su caída y haciendo que pasara del estado de alejamiento, en que había incurrido por su desobediencia, al estado de familiaridad con Dios. Éste fue el motivo de la venida de Cristo en la carne, de su convivencia con los hombres, de sus sufrimientos, de su cruz, de su sepultura y de su resurrección: que el hombre, una vez salvado, recobrara, por la imitación de Cristo, su antigua condición de hijo adoptivo.
Y así, para llegar a una vida perfecta, es necesario imitar a Cristo, no sólo en los ejemplos que nos dio durante su vida, ejemplos de mansedumbre, de humildad y de paciencia, sino también en su muerte, como dice Pablo, el imitador de Cristo: Muriendo su misma muerte, para alcanzar también la resurrección de entre los muertos.
Mas, ¿de qué manera podremos reproducir en nosotros su muerte? Sepultándonos con él por el bautismo. ¿En qué consiste este modo de sepultura, y de qué nos sirve el imitarla? En primer lugar, es necesario cortar con la vida anterior. Y esto nadie puede conseguirlo sin aquel nuevo nacimiento de que nos habla el Señor, ya que la regeneración, como su mismo nombre indica, es el comienzo de una vida nueva. Por esto, antes de comenzar esta vida nueva, es necesario poner fin a la anterior. En esto sucede lo mismo que con los que corren en el estadio: éstos, al llegar al fin de la primera parte de la carrera, antes de girar en redondo, necesitan hacer una pequeña parada o pausa, para reemprender luego el camino de vuelta; así también, en este cambio de vida, era necesario interponer la muerte entre la primera vida y la posterior, muerte que pone fin a los actos precedentes y da comienzo a los subsiguientes.
¿Cómo podremos, pues, imitar a Cristo en su descenso a la región de los muertos? Imitando su sepultura mediante el bautismo. En efecto, los cuerpos de los que son bautizados quedan, en cierto modo, sepultados bajo las aguas. Por esto el bautismo significa, de un modo arcano, el despojo de las obras de la carne, según aquellas palabras del Apóstol: Habéis sido circuncidados, no con operación quirúrgica, sino con la circuncisión de Cristo, que consiste en el despojo de vuestra condición mortal; con Cristo fuisteis sepultados en el bautismo, ya que el bautismo en cierto modo purifica el alma de las manchas ocasionadas en ella por el influjo de esta vida en carne mortal, según está escrito: Lávame: quedaré más blanco que la nieve. Por esto reconocemos un solo bautismo salvador, ya que es una sola la muerte en favor del mundo y una sola la resurrección de entre los muertos, y de ambas es figura el bautismo.
RESPONSORIO Rm 6, 3. 5. 4
R. Cuantos en el bautismo fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en su muerte. * Y si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de su muerte, también lo estaremos por la imagen de su resurrección.
V. Por nuestro bautismo fuimos sepultados con él, para participar de su muerte.
R. Y si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de su muerte, también lo estaremos por la imagen de su resurrección.
Comienza el libro de las Lamentaciones 1, 1-12. 18-20
DESOLACIÓN DE JERUSALÉN
¡Ay, cómo yace solitaria la Ciudad populosa! Como una viuda se ha quedado la grande entre las naciones. La Princesa entre las provincias ha quedado sometida al tributo. Llora que llora por la noche, las lágrimas surcan sus mejillas. Ni uno solo hay que la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, ¡se le han trocado en enemigos!
Judá está desterrada, en postración y en extrema servidumbre. Habita en medio de las naciones, no encuentra sosiego. La acosan todos sus perseguidores entre las angosturas.
Las calzadas de Sión están de luto, pues nadie viene a las solemnidades. Todas sus puertas están desoladas, sus sacerdotes gimiendo, afligidas sus vírgenes, ¡y ella misma repleta de amargura!
Sus adversarios están a la cabeza, sus enemigos viven tranquilos, porque el Señor la ha afligido por sus muchas rebeldías. Sus niños han partido al cautiverio delante del adversario.
De la hija de Sión se ha ido todo su esplendor. Sus príncipes son como ciervos que no encuentran pasto, caminando van sin fuerzas delante del opresor.
Jerusalén recuerda sus días de miseria y de aflicción, cuando a manos del adversario sucumbía su pueblo, sin que nadie viniera en su ayuda. Los adversarios la miraban, riéndose de su ruina.
Mucho ha pecado Jerusalén, se ha vuelto cosa impura. Todos los que la honraban la desprecian, porque han visto su desnudez, y ella misma gime y se vuelve de espaldas. Hasta en su ropa se ven sus inmundicias. No pensó ella en este fin, ¡y ha caído estruendosamente! No hay quien la consuele. «¡Mira, Señor, mi miseria, que el enemigo se agiganta!»
El opresor ha echado mano a todos sus tesoros, y ha visto ella a los gentiles entrar en su santuario, aquellos de quienes tú ordenaste: «¡No entrarán en tu asamblea!»
Su pueblo entero gime buscando pan; dan sus joyas a cambio de alimento, para sustentar la vida. «¡Mira, Señor, y contempla cómo estoy envilecida!»
«¡Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor, con el que el Señor me ha herido en el día de su ardiente cólera!
Justo, muy justo es el Señor, porque yo he sido indócil a sus órdenes. Escuchad, pues, pueblos todos, y mirad mi dolor. Mis doncellas y mis jóvenes han ido al cautiverio. He llamado a mis amantes, pero ellos me han traicionado. Mis sacerdotes y mis ancianos han expirado en la ciudad, mientras buscaban alimento para conservar la vida.»
«¡Mira, Señor, en qué angustia me encuentro! Me hierven las entrañas, el corazón se consume en mi interior, pues he sido muy rebelde. Afuera la espada priva de hijos, y en casa la muerte.»
RESPONSORIO Jb 16, 17; Lm 1, 16. 18. 12
R. Un velo de sombras ha oscurecido mis ojos a causa del llanto, pues está lejos de mí el que me consolaba; mirad, pueblos todos, * si hay dolor semejante a mi dolor.
V. ¡Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino! Mirad y ved.
R. Si hay dolor semejante a mi dolor.
SEGUNDA LECTURA
Del Libro de san Basilio Magno, obispo, Sobre el Espíritu Santo
(Cap. 15, núm. 35: PG 32, 127-130)
ES UNA SOLA LA MUERTE EN FAVOR DEL MUNDO Y UNA SOLA LA RESURRECCIÓN DE ENTRE LOS MUERTOS
Nuestro Dios y Salvador realizó su plan de salvar al hombre levantándolo de su caída y haciendo que pasara del estado de alejamiento, en que había incurrido por su desobediencia, al estado de familiaridad con Dios. Éste fue el motivo de la venida de Cristo en la carne, de su convivencia con los hombres, de sus sufrimientos, de su cruz, de su sepultura y de su resurrección: que el hombre, una vez salvado, recobrara, por la imitación de Cristo, su antigua condición de hijo adoptivo.
Y así, para llegar a una vida perfecta, es necesario imitar a Cristo, no sólo en los ejemplos que nos dio durante su vida, ejemplos de mansedumbre, de humildad y de paciencia, sino también en su muerte, como dice Pablo, el imitador de Cristo: Muriendo su misma muerte, para alcanzar también la resurrección de entre los muertos.
Mas, ¿de qué manera podremos reproducir en nosotros su muerte? Sepultándonos con él por el bautismo. ¿En qué consiste este modo de sepultura, y de qué nos sirve el imitarla? En primer lugar, es necesario cortar con la vida anterior. Y esto nadie puede conseguirlo sin aquel nuevo nacimiento de que nos habla el Señor, ya que la regeneración, como su mismo nombre indica, es el comienzo de una vida nueva. Por esto, antes de comenzar esta vida nueva, es necesario poner fin a la anterior. En esto sucede lo mismo que con los que corren en el estadio: éstos, al llegar al fin de la primera parte de la carrera, antes de girar en redondo, necesitan hacer una pequeña parada o pausa, para reemprender luego el camino de vuelta; así también, en este cambio de vida, era necesario interponer la muerte entre la primera vida y la posterior, muerte que pone fin a los actos precedentes y da comienzo a los subsiguientes.
¿Cómo podremos, pues, imitar a Cristo en su descenso a la región de los muertos? Imitando su sepultura mediante el bautismo. En efecto, los cuerpos de los que son bautizados quedan, en cierto modo, sepultados bajo las aguas. Por esto el bautismo significa, de un modo arcano, el despojo de las obras de la carne, según aquellas palabras del Apóstol: Habéis sido circuncidados, no con operación quirúrgica, sino con la circuncisión de Cristo, que consiste en el despojo de vuestra condición mortal; con Cristo fuisteis sepultados en el bautismo, ya que el bautismo en cierto modo purifica el alma de las manchas ocasionadas en ella por el influjo de esta vida en carne mortal, según está escrito: Lávame: quedaré más blanco que la nieve. Por esto reconocemos un solo bautismo salvador, ya que es una sola la muerte en favor del mundo y una sola la resurrección de entre los muertos, y de ambas es figura el bautismo.
RESPONSORIO Rm 6, 3. 5. 4
R. Cuantos en el bautismo fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en su muerte. * Y si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de su muerte, también lo estaremos por la imagen de su resurrección.
V. Por nuestro bautismo fuimos sepultados con él, para participar de su muerte.
R. Y si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de su muerte, también lo estaremos por la imagen de su resurrección.
Lecturas del Martes Santo
Martes, 16
de abril de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,21-33.36-38):
En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
- «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
- «Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
- «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
- «Lo que vas hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
"Donde yo voy, vosotros no podéis ir"»
Simón Pedro le dijo:
- «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió:
- «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
- «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
- « ¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».
Palabra del Señor
En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
- «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
- «Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
- «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
- «Lo que vas hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
"Donde yo voy, vosotros no podéis ir"»
Simón Pedro le dijo:
- «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió:
- «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
- «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
- « ¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Glorifícame tú, Padre, con la gloria que tenía junto a ti, antes que el mundo existiese.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Glorifícame tú, Padre, con la gloria que tenía junto a ti, antes que el mundo existiese.
PRECES
Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y digámosle:
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,
conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.
Tú que, elevado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado,
sana nuestras heridas.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,
haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.
Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido,
perdónanos también a nosotros, pecadores.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Siguiendo la enseñanza de Jesucristo, que nos ha hecho hijos de Dios, digamos juntos a nuestro Padre:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la pasión del Señor que alcancemos tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.