Musica Para el Alma

miércoles, 29 de agosto de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
De la primera carta a Timoteo 2, 1-15
EXHORTACIÓN A HACER PLEGARIAS UNIVERSALES
Hijo mío, Timoteo: Te recomiendo ante todo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en dignidad, para que gocemos de una vida tranquila y sosegada, en el temor de Dios y con dignidad humana.

Esto es hermoso y grato a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y único es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, el cual se entregó a sí mismo como precio de rescate por todos. Éste es el testimonio que nos ha dado Dios a su tiempo; y para su promulgación me ha constituido mensajero y apóstol -digo la verdad, no miento- y maestro de los gentiles en la fe y en la verdad.

Así, pues, quiero que los hombres oren en todo lugar levantando al cielo las manos purificadas, limpias de ira y de altercados. Asimismo, que las mujeres se presenten en la asamblea con traje decoroso, arregladas con recato y sobriedad, sin peinados complicados, ni oro, ni joyas, ni suntuosos vestidos. Su ornato deben ser las buenas obras, como conviene a mujeres que hacen profesión de religiosidad. Durante la instrucción, las mujeres guarden silencio en actitud sumisa. No consiento que la mujer enseñe ni ejerza autoridad sobre el hombre; debe mantenerse en silencio. Fue Adán primero en ser creado, después Eva. Y no fue Adán el seducido, sino Eva, que una vez seducida incurrió en la transgresión. Pero la mujer se salvará por el cumplimiento de sus deberes maternales, si persevera en la fe, en el amor y en la santidad.
RESPONSORIO    1Tm 2, 5-6; Hb 2, 17
R. Hay un solo Dios, y único es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, * el cual se entregó a sí mismo como precio de rescate por todos.
V. Por eso debía ser semejante en todo a sus hermanos, para poderse apiadar de ellos.
R. El cual se entregó a sí mismo como precio de rescate por todos.
SEGUNDA LECTURA
De las Instrucciones de san Columbano; abad
(Instrucción 13, Sobre Cristo fuente de vida, 2-3: Opera, Dublín 1957, pp. 118-120)
TÚ ERES, SEÑOR, TODO NUESTRO BIEN
Escuchemos, hermanos, la voz de la Vida que nos invita a beber de la fuente de vida; el que nos llama es no sólo fuente de agua viva, sino también fuente de vida eterna, fuente de luz y de claridad; él es aquel de quien proceden todos los bienes de sabiduría, de vida y de luz eterna. El Autor de la vida es fuente de vida, el Creador de la luz es origen de toda claridad; por eso, despreciando las cosas visibles y pasando por encima de las cosas terrestres, dirijámonos hacia los bienes celestiales, sumergidos en el Espíritu como los peces en el agua, y dirijámonos a la fuente del agua viva para beber de ella el agua viva que brota para comunicar vida eterna.

Ojalá te dignaras, Dios de misericordia y Señor de todo consuelo, hacerme llegar hasta aquella fuente, para que en ella pudiera, junto con todos los sedientos, beber del agua viva en la fuente viva y, saciado con su abundante suavidad, me adhiriera con fuerza cada vez mayor a un tal manantial y pudiera decir: «¡Cuán dulce es la fuente del agua viva, cuyo manantial brota para comunicar vida eterna!»

Oh Señor, tú mismo eres aquella fuente que, aunque siempre bebamos de ella, siempre debemos estar deseando. Señor Jesucristo, danos sin cesar de ese agua para que brote en nuestro interior una fuente de agua viva que nos comunique la vida eterna. Pido cosas ciertamente grandes, ¿quién lo negará? Pero tú, Rey de la gloria, nos prometes dones excelsos y te complaces en dárnoslos: nada hay más excelso que tú mismo, y tú has querido darte y entregarte a nosotros.

Por eso te pedimos que nos enseñes a valorar lo que amamos, que eres tú mismo, pues nuestro amor no desea bien alguno fuera de ti. Tú eres, Señor, todo nuestro bien, nuestra vida y nuestra luz, nuestra salvación, nuestro alimento y nuestra bebida. Infunde en nuestro corazón, Señor Jesús, la suavidad de tu Espíritu y hiere nuestra alma con tu amor para que cada uno de nosotros pueda decir con toda verdad: «Muéstrame dónde está el amor de mi alma, porque desfallezco, herido de amor.»

Deseo, Señor, desfallecer herido de esta forma. Dichosa el alma a quien de esta manera ha herido el amor: esta alma busca la fuente y bebe, siempre, sin embargo, bebiendo tiene sed, deseando encuentra agua, teniendo sed siempre bebe; así, amando siempre busca y cuando es herida es sanada. Ojalá se digne herirnos de este modo nuestro Dios y Señor Jesucristo, el piadoso y poderoso médico de nuestras almas, que es uno con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO    Jn 4, 13-15
R. El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed; * el agua que yo le dé se convertirá en él en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.
V. Señor, dame de ese agua, para que no sienta ya más sed.
R. El agua que yo le dé se convertirá en él en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.

ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, que unes en un mismo sentir los corazones de los que te aman, impulsa a tu pueblo a amar lo que pides y a desear lo que prometes, para que, en medio de la inestabilidad de las cosas humanas, estén firmemente anclados nuestros corazones en el deseo de la verdadera felicidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.