Musica Para el Alma

martes, 17 de julio de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
Del libro de Job 4,1-21
DISCURSO DE ELIFAZ
Respondió Elifaz de Temán:

«Si alguien se atreviera a hablarte, ¿lo aguantarías? Pero ¿quién puede frenar las palabras? Tú que a tantos dabas lecciones y fortalecías los brazos inertes, que con tus palabras levantabas al que tropezaba y sostenías las rodillas que se doblaban, hoy, que te toca a ti, ¿no aguantas?, ¿te turbas, hoy que todo cae sobre ti? ¿No es tu confianza el temor de Dios, y una vida honrada tu esperanza?

¿Recuerdas un inocente que haya perecido? ¿Dónde se ha visto un justo exterminado? Yo he visto, a los que aran y siembran maldad y miseria, recogerlas. Sopla Dios, y perecen; su aliento enfurecido los consume. Aunque ruge el león y responde la leona, les arrancan los dientes a los cachorros, muere el león falto de presa, y las crías de la leona se dispersan.
Oí furtivamente una palabra, apenas percibí su murmullo: en una visión de pesadilla, cuando el letargo cae sobre el hombre, me sobrecogió un terror, un temblor que estremeció todos mis huesos. Un viento me rozó la cara, se me eriza el vello.

Estaba en pie -no lo conocía-, sólo una figura ante mis ojos, un silencio; después oí una voz: "¿Puede el hombre ser justo frente a Dios, o un mortal ser puro frente a su Creador? En sus mismos ángeles descubre faltas, ni aun a sus criados los encuentra fieles, pues, ¿cómo estarán limpios ante su Hacedor los que habitan en casas de arcilla, cimentadas en barro? Entre el alba y el ocaso se desmoronan; sin que se advierta, perecen para siempre; les arrancan las cuerdas de la tienda y mueren sin haber aprendido."»
RESPONSORIO    Jb 4, 17-18; Sal 50, 7
R. ¿Puede el hombre ser justo frente a Dios, o un mortal ser puro frente a su Creador? * En sus mismos ángeles descubre faltas, ni aún a sus criados los encuentra fieles.
V. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
R. En sus mismos ángeles descubre faltas, ni aún a sus criados los encuentra fieles.
SEGUNDA LECTURA
De las Confesiones de san Agustín, obispo.
(Libro 10, 26, 37-29, 40: CSEL 33, 255-256)
TODA MI ESPERANZA ESTA PUESTA EN TU GRAN MISERICORDIA
Señor, ¿dónde te hallé para conocerte -porque ciertamente no estabas en mi memoria antes que te conociese-, dónde te hallé, pues, para conocerte, sino en ti mismo, lo cual estaba muy por encima de mis fuerzas? Pero esto fue independientemente de todo lugar, pues nos apartamos y nos acercamos, y, no obstante, esto se lleva a cabo sin importar el lugar. ¡Oh Verdad!, tú presides en todas partes a todos los que te consultan y, a un mismo tiempo, respondes a todos los que te interrogan sobre las cosas más diversas. Tú respondes claramente, pero no todos te escuchan con claridad. Todos te consultan sobre lo que quieren, mas no todos oyen siempre lo que quieren. Óptimo servidor tuyo es el que no atiende tanto a oír de ti lo que él quisiera, cuanto a querer aquello que de ti escuchare.

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, ya no habrá más dolor ni trabajo para mí, y mi vida será realmente viva, llena toda de ti. Tú, al que llenas de ti, lo elevas, mas, como yo aún no me he llenado de ti, soy todavía para mí mismo una carga. Contienden mis alegrías, dignas de ser lloradas, con mis tristezas, dignas de ser aplaudidas, y no sé de qué parte está la victoria.

¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! Contienden también mis tristezas malas con mis gozos buenos, y no sé a quién se ha de inclinar el triunfo. ¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! Yo no te oculto mis llagas. Tú eres médico, y yo estoy enfermo; tú eres misericordioso, y yo soy miserable.

¿Acaso no está el hombre en la tierra cumpliendo un servicio militar? ¿Quién hay que guste de las molestias y trabajos? Tú mandas tolerarlos, no amarlos. Nadie ama lo que tolera, aunque ame el tolerarlo. Porque, aunque goce en tolerarlo, más quisiera, sin embargo, que no hubiese qué tolerar. En las cosas adversas deseo las prósperas, en las cosas prósperas temo las adversas. ¿Qué lugar intermedio hay entre estas cosas, en el que la vida humana no sea una lucha? ¡Ay de las prosperidades del mundo, pues están continuamente amenazadas por el temor de que sobrevenga la adversidad y se esfume la alegría! ¡Ay de las adversidades del mundo, una, dos y tres veces, pues están continuamente aguijoneadas por el deseo de la prosperidad, siendo dura la misma adversidad y poniendo en peligro la paciencia! ¿Acaso no está el hombre en la tierra cumpliendo sin interrupción un servicio militar? Pero toda mi esperanza estriba sólo en tu muy grande misericordia. ¡Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras!
RESPONSORIO    S. Agustín, Confesiones; Lc 19, 10
R. ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! * Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera.
V. Vino el Hijo del hombre a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
R. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera.

ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino recto, concede a todos los cristianos que se aparten de todo lo que sea indigno de ese nombre que llevan, y que cumplan lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.