PRIMERA LECTURA
De la carta a los Filipenses 3, 17-4, 9
PERSEVERAD FIRMES Y ALEGRES EN EL SEÑOR
Hermanos: Seguid todos mi ejemplo y fijaos en los que caminan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque hay muchos de quienes os decía con frecuencia, y ahora hasta con lágrimas lo digo, que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su paradero es la perdición, su dios es el vientre y su gloria está en su vergüenza. Sólo en las cosas de la tierra ponen su corazón. En cambio, para nosotros, nuestros derechos de ciudadanía radican en los cielos, de donde esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el Señor. El transfigurará nuestro cuerpo de humilde condición en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su imperio todas las cosas.
Así pues, hermanos, a quienes tanto amo y a quienes tanto deseo ver, vosotros sois mi gozo y mi corona. Perseverad firmes en el Señor.
Ruego a Evodia y a Síntique que vivan en buena inteligencia, unidas en el Señor. Y te recomiendo también a ti, Sícigo, «fiel colaborador», que les prestes ayuda. Ellas me asistieron en la lucha por la causa del Evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.
Estad siempre alegres en el Señor. Otra vez os lo digo: Estad alegres. Que vuestra bondad sea conocida de todos. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna. Pero en toda necesidad presentad a Dios vuestras peticiones mediante la oración y la súplica, acompañadas con la acción de gracias. Y la paz de Dios, que está por encima de todo conocimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Finalmente, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta, hermanos. Seguid practicando lo que habéis aprendido y recibido, lo que habéis oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con vosotros.
RESPONSORIO Ef 4, 17; 1Ts 5, 16-18
R. Esto es lo que aseguro en el Señor: que no andéis ya como lo hacen los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios, sino procurad siempre el bien entre vosotros y para con todos. * Porque ésa es la voluntad de Dios en Cristo Jesús sobre nosotros.
V. Alegraos siempre, orad sin cesar y dad gracias a Dios en toda ocasión.
R. Porque ésa es la voluntad de Dios en Cristo Jesús sobre nosotros.
SEGUNDA LECTURA
De los Comentarios de san Ambrosio, obispo, sobre los salmos.
(Salmo 1, 4. 7-8: CSEL 64, 4-7)
DULZURA DEL LIBRO DE LOS SALMOS
Aunque es verdad que toda la sagrada Escritura está impregnada de la gracia divina, el libro de los salmos posee, con todo, una especial dulzura; el mismo Moisés, que narra en un estilo llano las hazañas de los antepasados, después de haber hecho que el pueblo atravesara el mar Rojo de un modo admirable y glorioso, al contemplar cómo el Faraón y su ejército habían quedado sumergidos en él, superando sus propias cualidades (como había superado con aquel hecho sus propias fuerzas), cantó al Señor un cántico triunfal. También María, su hermana, tomando en su mano el pandero, invitaba a las otras mujeres, diciendo: Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar.
La historia instruye, la ley enseña, la profecía anuncia, la reprensión corrige, la enseñanza moral aconseja; pero el libro de los salmos es como un compendio de todo ello y una medicina espiritual para todos. El que lo lee halla en él un remedio específico para curar las heridas de sus propias pasiones. El que sepa leer en él encontrará allí, como en un gimnasio público de las almas y como en un estadio de las virtudes, toda la variedad posible de competiciones, de manera que podrá elegir la que crea más adecuada para sí, con miras a alcanzar el premio final. Aquel que desee recordar e imitar las hazañas de los antepasados hallará compendiada en un solo salmo toda la historia de los padres antiguos, y así, leyéndolo, podrá irla recorriendo de forma resumida. Aquel que investiga el contenido de la ley, que se reduce toda ella al mandamiento del amor (porque quien ama al prójimo ya ha cumplido la ley), hallará en los salmos con cuánto amor uno solo se expuso a graves peligros para librar a todo el pueblo de su oprobio; con lo cual se dará cuenta de que la gloria de la caridad es superior al triunfo de la fuerza.
Y ¿qué decir de su contenido profético? Aquello que otros habían anunciado de manera enigmática se promete clara y abiertamente a un personaje determinado, a saber, que de su descendencia nacerá el Señor Jesús, como dice el Señor a aquél: A uno de tu linaje pondré sobre tu trono. De este modo en los salmos hallamos profetizado no sólo el nacimiento de Jesús, sino también su pasión salvadora, su reposo en el sepulcro, su resurrección, su ascensión al cielo y su glorificación a la derecha del Padre. El salmista anuncia lo que nadie se hubiera atrevido a decir, aquello mismo que luego, en el Evangelio, proclamó el Señor en persona.
RESPONSORIO Sal 56, 8-9
R. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. * Voy a cantar y a tocar para ti.
V. Despierta, gloria mía; despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
R. Voy a cantar y a tocar para ti.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.