Musica Para el Alma

domingo, 10 de junio de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
De la carta a los Filipenses 1, 12-26
CUALQUIER CIRCUNSTANCIA ES APTA PARA QUE CRISTO SEA GLORIFICADO
Quiero que sepáis, hermanos, que mi situación actual ha contribuido, más que otra cosa, al progreso del Evangelio; tanto que en todo el pretorio y fuera de él se ha hecho público que estoy encadenado por Cristo. Debido a esto, la mayor parte de los hermanos, cobrando confianza en el Señor por mis cadenas, redoblan su intrepidez para predicar sin miedo la palabra de Dios. Es cierto que algunos van predicando a Cristo movidos por envidia y espíritu de rivalidad, pero otros lo hacen con nobleza de sentimientos. Éstos lo hacen movidos por la caridad, sabiendo que estoy puesto por Dios para defensa del Evangelio; pero aquéllos lo hacen por rivalidad, con intenciones torcidas, pensando que añaden mayor aflicción a mis cadenas.

Pero ¿qué importa? Como quiera que sea, con malas o buenas intenciones, Cristo es predicado, y yo me alegro y me alegraré. Sé que esto redundará en provecho mío, debido a vuestra oración y a la asistencia del Espíritu de Jesucristo. Tengo la firme esperanza de que en ningún caso he de fracasar, y que con toda seguridad, ahora como siempre, Cristo será enaltecido en mí, ya sea por mi vida o ya sea por mi muerte. Que para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia.

Pero si el vivir esta vida mortal supone para mí una labor fructífera, ¿qué voy a escoger? No lo sé. Me encuentro en esta alternativa: por un lado, ansío partir para estar con Cristo, que, sin duda alguna, es lo mejor para mí; pero, por otro, comprendo que quedarme en esta vida es más provechoso para vosotros. Convencido como estoy de esto, sé que me quedaré y estaré con todos vosotros para vuestro progreso y júbilo en la fe. Así os procuraré, por mi nueva presencia entre vosotros, nuevos motivos de gloria en Cristo Jesús.
RESPONSORIO    Flp 1, 20-21
R. Tengo la firme esperanza de que en ningún caso he de fracasar, y que con toda seguridad, ahora como siempre, * Cristo será enaltecido en mí, ya sea por mi vida o ya sea por mi muerte.
V. Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia.
R. Cristo será enaltecido en mí, ya sea por mi vida o ya sea por mi muerte.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de san Cromacio, obispo, sobre el evangelio de san Mateo
(Tratado 5, 1. 3-4: CCL 9. 405-407)
VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto del monte; ni se enciende una lámpara para meterla bajo el celemín, sino para ponerla sobre el candelero, así alumbra a todos los que están en la casa. El Señor dijo a sus discípulos que eran la sal de la tierra, porque ellos, por medio de la sabiduría celestial, condimentaron los corazones de los hombres que, por obra del demonio, habían perdido su sabor. Ahora añade también que son la luz del mundo, ya que, iluminados por él mismo, que es la luz verdadera y eterna, se convirtieron ellos también en luz que disipó las tinieblas.

Puesto que él era el sol de justicia, con razón llama a sus discípulos luz del mundo, ya que ellos fueron como los rayos a través de los cuales derramó sobre el mundo la luz de su conocimiento; ellos, en efecto, ahuyentaron del corazón de los hombres las tinieblas del error, dándoles a conocer la luz de la verdad.

También nosotros, iluminados por ellos, nos hemos convertido de tinieblas en luz, tal como dice el Apóstol: Un tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Y también: Todos sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas.

En este mismo sentido habla san Juan en su carta, cuando dice: Dios es luz, y el que permanece en Dios está en la luz, como él también está en la luz. Por lo tanto, ya que tenemos la dicha de haber sido liberados de las tinieblas del error, debemos caminar siempre en la luz, como hijos que somos de la luz. Por esto dice el Apóstol: Aparecéis como antorchas en el mundo, presentándole la palabra de vida.

Si así no lo hacemos, es como si, con nuestra infidelidad, pusiéramos un velo que tapa y oscurece esta luz tan útil y necesaria, en perjuicio nuestro y de los demás. Por esto también incurrió en castigo aquel siervo que prefirió esconder el talento, que había recibido para negociar un lucro celestial, antes que ponerlo en el banco, como sabemos por el Evangelio.

Así, pues, aquella lámpara resplandeciente, encendida para nuestra salvación, debe brillar siempre en nosotros. Poseemos, en efecto, la lámpara de los mandatos celestiales y de la gracia espiritual, acerca de la cual afirma el salmista: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. De ella dice también Salomón: El consejo de la ley es lámpara.

Por consiguiente, nuestro deber es no ocultar esta lámpara de la ley y de la fe, sino ponerla siempre en alto en la Iglesia, como en un candelero, para la salvación de todos, para que así nos beneficiemos nosotros de la luz de su verdad y para que ilumine a todos los creyentes.
RESPONSORIO    Hch 11, 23-24
R. Cuando Bernabé llegó a Antioquía y vio la gracia de Dios, se llenó de júbilo; * pues era un hombre de gran virtud, lleno del Espíritu Santo y de una grande fe.
V. Y exhortaba a todos a que con entera voluntad permaneciesen fieles al Señor.
R. Pues era un hombre de gran virtud, lleno del Espíritu Santo y de una grande fe.

ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que, después de haber infundido en abundancia la fe y el Espíritu Santo en San Bernabé, lo destinaste para que anunciara a los pueblos paganos el mensaje de salvación, haz que el Evangelio de Cristo, que él predicó valerosamente, sea proclamado con fidelidad por nuestras palabras y nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.