PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol Santiago 4, 13b-5, 11
AGUARDAD CON PACIENCIA HASTA LA MANIFESTACIÓN DEL SEÑOR
Queridos hermanos: Escuchad, ahora, vosotros, los que decís: «Hoy o mañana iremos a tal ciudad y pasaremos allí el año; nos dedicaremos al negocio y lograremos pingües ganancias.» ¡Pero si no sabéis siquiera qué os va a suceder mañana! ¿Qué es vuestra vida? Sois un poco de vapor que aparece un momento y al punto se disipa. En vez de eso debíais decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.» Ahora os jactáis de vuestras insolentes palabras. Toda jactancia de esa clase es mala. En conclusión, quien sabe hacer el bien y no lo hace comete un pecado.
Escuchad, ahora, vosotros, los ricos; y romped a llorar a gritos por las calamidades que os van a venir. Vuestras riquezas están podridas, y vuestros vestidos consumidos por la polilla. Vuestro oro y vuestra plata están comidos de la herrumbre. Su herrumbre será una acusación contra vosotros, y como fuego consumirá vuestras carnes. Habéis acumulado tesoros para los últimos días. Mirad que clama el jornal retenido de los obreros que han segado vuestros campos; y los clamores de los segadores han llegado hasta los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis llevado una vida de delicias sobre la tierra: os habéis entregado al placer y habéis cebado vuestros cuerpos para el día de la matanza. Habéis condenado al justo y le habéis dado muerte, pues él no os opone resistencia.
Aguardad, pues, con paciencia, hermanos, hasta la manifestación del Señor. Ved cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra. Lo va aguardando pacientemente, hasta que la tierra reciba las lluvias tempranas y las tardías. Aguardad también vosotros con toda paciencia, fortaleced vuestros corazones, porque la manifestación del Señor está ya cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el Juez está a las puertas. Tomad, hermanos, como dechados de sufrimiento y de constante espera a los profetas que hablaron en el nombre del Señor.
Ved cómo ahora proclamamos bienaventurados a los que perseveraron en el sufrir. Habéis oído ponderar la paciencia de Job, y habéis visto el fin que le otorgó el Señor; porque el Señor es compasivo y misericordioso en extremo.
RESPONSORIO St 5, 10. 9b; Mt 24, 44
R. Tomad, hermanos, como dechados de sufrimiento y de constante espera a los profetas que hablaron en el nombre del Señor. * Mirad que el Juez está a las puertas.
V. Estad preparados, porque, a la hora que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre.
R. Mirad que el Juez está a las puertas.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de Balduino de Cantorbery, obispo.
(Tratado 6: PL 204, 466-467)
EL SEÑOR DISCIERNE LOS PENSAMIENTOS Y SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN
El Señor conoce, sin duda alguna, todos los pensamientos y sentimientos de nuestro corazón; en cuanto a nosotros, sólo podemos discernirlos en la medida en que el Señor nos lo concede. En efecto, el espíritu que está dentro del hombre no conoce todo lo que hay en el hombre, y en cuanto a sus pensamientos, voluntarios o no, no siempre juzga rectamente. Y, aunque los tiene ante los ojos de su mente, tiene la vista interior demasiado nublada para poder discernirlos con precisión.
Sucede, en efecto, muchas veces, que nuestro propio criterio u otra persona o el tentador nos hacen ver como bueno lo que Dios no juzga como tal. Hay algunas cosas que tienen una falsa apariencia de virtud, o también de vicio, que engañan a los ojos del corazón y vienen a ser como una impostura que embota la agudeza de la mente, hasta hacerle ver lo malo como bueno y viceversa; ello forma parte de nuestra miseria e ignorancia, muy lamentable y muy temible.
Está escrito: Cree uno que su camino es recto, y va a parar a la muerte. Para evitar este peligro nos advierte san Juan: Examinad los espíritus si provienen de Dios. Pero ¿quién será capaz de examinar si los espíritus provienen de Dios, si Dios no le da el discernimiento de espíritus, con el que pueda examinar con agudeza y rectitud sus pensamientos, afectos e intenciones? Este discernimiento es la madre de todas las virtudes, y a todos es necesario, ya sea para la dirección espiritual de los demás, ya sea para corregir y ordenar la propia vida.
La decisión en el obrar es recta cuando se rige por el beneplácito divino, la intención es buena cuando tiende a Dios sin doblez. De este modo, todo el cuerpo de nuestra vida y de cada una de nuestras acciones será luminoso, si nuestro ojo está sano. Y el ojo sano es ojo y está sano cuando ve con claridad lo que hay que hacer y cuando, con recta intención, hace con sencillez lo que no hay que hacer con doblez. La recta decisión es incompatible con el error; la buena intención excluye la ficción. En esto consiste el verdadero discernimiento: en la unión de la recta decisión y de la buena intención.
Todo, por consiguiente, debemos hacerlo guiados por la luz del discernimiento, pensando que obramos en Dios y ante su presencia.
RESPONSORIO Mi 6, 8; Sal 36, 3
R. Se te ha dado a conocer, oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios desea de ti: * simplemente que practiques la justicia, que ames la misericordia, y que camines humildemente con tu Dios.
V. Confía en el Señor y haz el bien, y habitarás tu tierra si eres fiel a lo que él desea de ti.
R. Simplemente que practiques la justicia, que ames la misericordia, y que camines humildemente con tu Dios.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.