Musica Para el Alma

viernes, 26 de mayo de 2017

UNA LUZ

De la primera carta del apóstol san Juan 3, 18-24
FE EN CRISTO Y AMOR AL PRÓJIMO, REQUISITOS NECESARIOS PARA AGRADAR A DIOS
Hijos míos, no amemos de palabra y con la lengua, sino con las obras y de verdad. En ello conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos ante él nuestra conciencia, si algo llega ésta a reprocharnos, pues Dios es más grande que nuestra conciencia y lo conoce todo.

Hermanos, si la conciencia no nos reprocha nada, tenemos plena confianza ante Dios. Y todo cuanto pidamos lo recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le es grato.

Y éste es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos mutuamente conforme al mandamiento que nos dio. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Y conocemos que permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado.
RESPONSORIO    1Jn 3, 24; Sir 1, 9. 10
R. Quien guarda los mandamientos de Dios permanece en Dios y Dios en él; * y conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado. Aleluya.
V. Dios mismo creó la sabiduría y la derramó sobre todas sus obras.
R. Y conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Gregorio de Nisa, obispo, sobre el Cantar de los cantares
(Homilía 15: PG 44, 1115-1118)
YO LES HE DADO LA GLORIA QUE TÚ ME DISTE
Cuando el amor llega a eliminar del todo el temor, el mismo temor se convierte en amor; entonces llega a comprenderse que la unidad es lo que alcanza la salvación, cuando estamos todos unidos, por nuestra íntima adhesión al solo y único bien, por la perfección de la que nos hace participar la paloma mística.

Algo de esto podemos deducir de aquellas palabras: Es única mi paloma, mi perfecta; es la única hija de su madre, la predilecta de quien la engendró.

Pero las palabras del Señor en el Evangelio nos enseñan esto mismo de una manera más clara. Él, en efecto, habiendo dado, por su bendición, todo poder a sus discípulos, otorgó también los demás bienes a sus elegidos, mediante las palabras con que se dirige al Padre, añadiendo el más importante de estos bienes, el de que, en adelante, no estén ya divididos por divergencia alguna en la apreciación del bien, sino que sean una sola cosa, por su unión con el solo y único bien. Así, unidos en la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz, como dice el Apóstol, serán todos un solo cuerpo y un solo espíritu, por la única esperanza a la que han sido llamados.

Pero será mejor citar literalmente las divinas palabras del Evangelio: Para que todos sean uno -dice-; para que, así como tú, Padre, estás en mi y yo en ti, sean ellos una cosa en nosotros.

El nexo de esta unidad es la gloria. Nadie podrá negar razonablemente que este nombre, gloria, se atribuye al Espíritu Santo, si se fija en las palabras del Señor, cuando dice: Yo les he dado la gloria que tú me diste. De hecho, dio esta gloria a los discípulos, cuando les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

Y esta gloria que él poseía desde siempre, antes de la existencia del mundo, la recibió él también al revestirse de la naturaleza humana; y, una vez que esta naturaleza humana de Cristo fue glorificada por el Espíritu Santo, la gloria del Espíritu fue comunicada a todo ser que participa de esta naturaleza, empezando por los apóstoles.

Por esto dice: Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mi para que sean perfectos en la unidad. Por esto, todo aquel que va creciendo de la niñez hasta alcanzar el estado de hombre perfecto llega a aquella madurez espiritual, capaz de entender las cosas, capaz, por fin, de la gloria del Espíritu Santo, por su pureza de vida, limpia de todo defecto; éste es la paloma perfecta a la que se refiere el Esposo cuando dice: Es única mi paloma, mi perfecta.
RESPONSORIO    Cf. Jn 15, 15; cf. 14, 26; 15, 14
R. Ya no os llamaré siervos, sino amigos; porque sabéis todo lo que he hecho en medio de vosotros. * Recibid en vosotros el Espíritu Santo, el Abogado que el Padre os enviará. Aleluya.
V. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando.
R. Recibid en vosotros el Espíritu Santo, el Abogado que el Padre os enviará. Aleluya.

ORACIÓN.
OREMOS,
Mueve, Señor, nuestros corazones para que se adhieran siempre a obrar el bien; que, tendiendo sin desfallecer hacia lo mejor, alcancemos vivir también en la eternidad los bienes del misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.