De la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-11
EL MANDAMIENTO NUEVO
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.
Y sabemos que hemos llegado a conocerlo si guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, miente; y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra posee el perfecto amor de Dios. En eso conocemos que estamos en él. Quien dice que está siempre en él debe andar de continuo como él anduvo.
Carísimos, no es nuevo el mandamiento que os escribo, sino que es un mandamiento antiguo que habíais recibido ya desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. Y, sin embargo, es un mandamiento nuevo el que os escribo, el cual es una realidad en él y en vosotros; porque las tinieblas van pasando y ya brilla la luz verdadera.
Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está todavía en las tinieblas. Quien ama a su hermano está siempre en la luz; y no hay ocasión de ruina en él. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, y camina en las tinieblas sin saber adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
RESPONSORIO Jn 13, 34; 1Jn 2, 10. 3
R. Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente como yo os he amado. * Quien ama a su hermano está siempre en la luz. Aleluya.
V. Sabemos que hemos llegado a conocer a Cristo, si guardamos sus mandamientos.
R. Quien ama a su hermano está siempre en la luz. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de Dídimo de Alejandría, Sobre la Santísima Trinidad
(Libro 2, 12: PG 39, 667-674)
EL ESPÍRITU SANTO NOS RENUEVA EN EL BAUTISMO
El Espíritu Santo, en cuanto que es Dios, junto con el Padre y el Hijo, nos renueva en el bautismo y nos retorna de nuestro estado deforme a nuestra primitiva hermosura, llenándonos de su gracia, de manera que ya nada nos queda por desear; nos libra del pecado y de la muerte; nos convierte de terrenales, esto es, salidos de la tierra y del polvo, en espirituales; nos hace partícipes de la gloria divina, hijos y herederos de Dios Padre, conformes a la imagen del Hijo, coherederos y hermanos de éste para ser glorificados y reinar con él; en vez de la tierra nos da el cielo y nos abre generosamente las puertas del paraíso, honrándonos más que a los mismos ángeles; y con las aguas sagradas de la piscina bautismal apaga el gran fuego inextinguible del infierno.
Hay en el hombre un doble nacimiento, uno natural, otro del Espíritu divino. Acerca de uno y otro escribieron los autores sagrados. Yo voy a citar el nombre de cada uno de ellos, así como su doctrina.
Juan: A cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, dio poder de llegar a ser hijos de Dios, los cuales traen su origen no de la sangre ni del deseo carnal ni de la voluntad del hombre, sino del mismo Dios. Todos los que creen en Cristo, afirma, han recibido el poder de llegar a ser hijos de Dios, esto es, del Espíritu Santo, y de llegar a ser del mismo linaje de Dios. Y, para demostrar que este Dios que nos engendra es el Espíritu Santo, añade estas palabras de Cristo en persona: Te aseguro que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.
La piscina bautismal, en efecto, da a luz de manera visible al cuerpo visible de la Iglesia, por el ministerio de los sacerdotes; pero el Espíritu de Dios, invisible a todo ser racional, bautiza espiritualmente en sí mismo y regenera, por ministerio de los ángeles, nuestro cuerpo y nuestra alma.
Juan el Bautista, en relación con aquella expresión: De agua y de Espíritu, dice, refiriéndose a Cristo: Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Ya que nosotros somos como una vasija de barro, por eso necesitamos en primer lugar ser purificados por el agua, después ser fortalecidos y perfeccionados por el fuego espiritual (Dios, en efecto, es un fuego devorador); y, así, necesitamos del Espíritu Santo para nuestra perfección y renovación, ya que este fuego espiritual es también capaz de regar, y esta agua espiritual es capaz de fundir como el fuego.
RESPONSORIO Is 44, 3. 4; Jn 4, 14
R. Derramaré agua abundante sobre el suelo sediento, y torrentes en la tierra seca. * Derramaré mi Espíritu y crecerán como álamos junto a las corrientes de agua. Aleluya.
V. El agua que yo le dé se convertirá en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.
R. Derramaré mi Espíritu y crecerán como álamos junto a las corrientes de agua. Aleluya.
ORACIÓN.
OREMOS,
Te pedimos, Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.