Del libro del Apocalipsis 22, 10-21
FUNDAMENTO DE NUESTRA ESPERANZA
A mí, Juan, me dijo esto el ángel:
«No cierres bajo sello el contenido de la profecía escrita en este libro, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca. Que el malo siga aún en su maldad; que el manchado prosiga aún manchándose; que el justo persista en su justificación; y que el santo continúe todavía en su santidad.
"Mira, llego en seguida y traigo conmigo mi salario; yo daré a cada uno según sus obras. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin. Dichosos los que lavan sus vestiduras, así tendrán derecho al árbol de la vida, y tendrán acceso por las puertas a la ciudad. Fuera quedarán los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira. Yo, Jesús, he enviado a mi ángel, para revelaros estas cosas referentes a las Iglesias. Yo soy el vástago y la descendencia de David, el lucero radiante del alba".»
El Espíritu y la esposa dicen: «¡Ven!» Y el que escucha, diga: «¡Ven!» Y el que tenga sed y quiera, que venga a beber gratuitamente el agua de la vida.
Yo prevengo a todo el que escucha las palabras proféticas contenidas en este libro: S¡ alguno les añade algo, Dios añadirá sobre él el castigo de las plagas, que quedan descritas en este libro. Y si alguno quita algo de las palabras proféticas en él contenidas, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que en este libro quedan descritos.
El que da testimonio de todo esto dice:
«Sí. Pronto vendré.»
Amén. Ven, Señor Jesús.
La gracia del Señor Jesús esté con todos.
RESPONSORIO Ap 22, 16. 17. 20; Is 55, 1. 3
R. Yo soy el vástago y la descendencia de David, el lucero radiante del alba; el Espíritu y la esposa dicen: «¡Ven!» * y el que escucha, diga: «¡Ven!» Ven, Señor Jesús. Amén. Aleluya.
V. Sedientos todos, acudid por agua; inclinad el oído, venid a mí.
R. Y el que escucha, diga: «¡Ven!» Ven, Señor Jesús. Amén. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 148, 1-2: CCL 40, 2165-2166)
EL ALELUYA PASCUAL
Toda nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza de Dios, porque en ella consistirá la alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede hacerse idóneo de la vida futura, si no se ejercita ahora en esta alabanza. Ahora, alabamos a Dios, pero también le rogamos. Nuestra alabanza incluye la alegría, la oración, el gemido. Es que se nos ha prometido algo que todavía no poseemos; y, porque es veraz el que lo ha prometido, nos alegramos por la esperanza; mas, porque todavía no lo poseemos, gemimos por el deseo. Es cosa buena perseverar en este deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces cesará el gemido y subsistirá únicamente la alabanza.
Por razón de estos dos tiempos -uno, el presente, que se desarrolla en medio de las pruebas y tribulaciones de esta vida, y el otro, el futuro, en el que gozaremos de la seguridad y alegría perpetuas-, se ha instituido la celebración de un doble tiempo, el de antes y el de después de Pascua. El que precede a la Pascua significa las tribulaciones que en esta vida pasamos; el que celebramos ahora, después de Pascua, significa la felicidad que luego poseeremos. Por tanto, antes de Pascua celebramos lo mismo que ahora vivimos; después de Pascua celebramos y significamos lo que aún no poseemos. Por esto, en aquel primer tiempo nos ejercitamos en ayunos y oraciones; en el segundo, el que ahora celebramos, descansamos de los ayunos y lo empleamos todo en la alabanza. Esto significa el Aleluya que cantamos.
En aquel que es nuestra cabeza, hallamos figurado y demostrado este doble tiempo. La pasión del Señor nos muestra la penuria de la vida presente, en la que tenemos que padecer la fatiga y la tribulación, y finalmente la muerte; en cambio, la resurrección y glorificación del Señor es una muestra de la vida que se nos dará.
Ahora, pues, hermanos, os exhortamos a la alabanza de Dios; y esta alabanza es la que nos expresamos mutuamente cuando decimos: Aleluya. «Alabad al Señor», nos decimos unos a otros; y, así, todos hacen aquello a lo que se exhortan mutuamente. Pero procurad alabarlo con toda vuestra persona, esto es, no sólo vuestra lengua y vuestra voz deben alabar a Dios, sino también vuestro interior, vuestra vida, vuestras acciones.
En efecto, lo alabamos ahora, cuando nos reunimos en la iglesia; y, cuando volvemos a casa, parece que cesamos de alabarlo. Pero, si no cesamos en nuestra buena conducta alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de lo que a él le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios atienden a tu corazón. Pues, del mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz, así los oídos de Dios escuchan nuestros pensamientos.
RESPONSORIO Jn 16, 20
R. Vuestra tristeza se convertirá en gozo. Aleluya.
V. El mundo se alegrará, mientras vosotros estaréis tristes.
R. Pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. Aleluya.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que por el nuevo nacimiento del bautismo has infundido en nosotros la vida eterna, concédenos alcanzar la plenitud de la gloria a los que, por la justificación, has hecho capaces de llegar a la inmortalidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.