Musica Para el Alma

lunes, 1 de mayo de 2017

UNA LUZ

Del libro del Apocalipsis 8, 1-13
EL MUNDO ES CASTIGADO POR SIETE ÁNGELES
Cuando abrió el Cordero el séptimo sello, se hizo un silencio en el cielo, como de media hora.

Vi a los siete ángeles que están en la presencia de Dios. Y se les dieron siete trompetas. Vino otro ángel y se puso en pie junto al altar, con un incensario de oro. Y se le dio gran cantidad de incienso, para que lo ofreciese en representación de las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro, que está delante del trono. Y el humo del incienso subió a la presencia de Dios, de mano del ángel, en representación de las oraciones de los santos. Tomó entonces el ángel el incensario, lo llenó con fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra. Y hubo truenos, estrépito, relámpagos y terremoto.

Los siete ángeles, que tenían las siete trompetas, se dispusieron a tocarlas.

Tocó el primero la trompeta; y hubo pedrisco y fuego mezclados con sangre, que fueron arrojados sobre la tierra. La tercera parte de la tierra quedó abrasada; quedó abrasada la tercera parte de los árboles; y toda la hierba verde se quemó.

Tocó el segundo ángel la trompeta; y algo así como una ingente montaña, ardiendo en llamas, fue arrojada al mar.

Convirtióse en sangre la tercera parte del mar; murió la tercera parte de los seres vivos que hay en el mar; y la tercera parte de las naves fue destruida.

Tocó el tercer ángel la trompeta; y cayó del cielo una enorme estrella que ardía como una tea; y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales de las aguas. El nombre de esta estrella es Ajenjo. Convirtióse en ajenjo la tercera parte de las aguas; y muchos de los hombres murieron a consecuencia de las aguas, porque se habían vuelto amargas.

Tocó el cuarto ángel la trompeta; y fue herida la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas. Con eso se ensombreció la tercera parte de los astros; el día perdió una tercera parte de su esplendor e igualmente la noche.

Y tuve otra visión. Oí un águila que volaba en lo más alto de los cielos, clamando con poderosa voz:

«¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra cuando suenen las trompetas de los tres ángeles que están ya por sonar!»
RESPONSORIO    Ap 8, 3. 4; cf. 5, 8
R. El ángel se puso en pie junto al altar, con un incensario de oro. Y se le dio gran cantidad de incienso; * y el humo del incienso subió a la presencia de Dios. Aleluya.
V. Cada ángel tenía una copa de oro llena de incienso, que significaba las oraciones de los santos.
R. Y el humo del incienso subió a la presencia de Dios. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De las disertaciones de san Atanasio, obispo
(Disertación sobre la encarnación del Verbo, 8-9: PG 25, 110-111)
LA ENCARNACIÓN DEL VERBO
El Verbo de Dios, incorpóreo e inmune de la corrupción y de la materia, vino al lugar donde habitamos, aunque nunca antes estuvo ausente, ya que nunca hubo parte alguna del mundo privada de su presencia, pues, por su unión con el Padre, lo llenaba todo en todas partes.

Pero vino por su benignidad, en el sentido de que se nos hizo visible. Compadecido de la debilidad de nuestra raza y conmovido por nuestro estado de corrupción, no toleró que la muerte dominara en nosotros ni que pereciera la creación, con lo que hubiera resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para sí un cuerpo como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan sólo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más excelente; pero él tomó nuestro mismo cuerpo.

En el seno de la Virgen, se construyó un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que había de darse a conocer y habitar; de este modo, habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre con un amor sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres, quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a todos, ya que agotó toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza alguna para ensañarse con los demás hombres, semejantes a él; con ello también, hizo de nuevo incorruptibles a los hombres, que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.

Por esta razón asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la corrupción.

De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y víctima limpia de toda mancha, alejó al momento la muerte de todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar de ellos.

De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pagó con su muerte la deuda que habíamos contraído, y, así, el Hijo de Dios, inmune a la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.

Es verdad, pues, que la corrupción de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que habita entre ellos por su encarnación.
RESPONSORIO    Jr 15, 19. 20; 2Pe 2, 1
R. Serás como mi boca, te pondré frente a este pueblo como muralla de bronce inexpugnable; * lucharán contra ti, mas no podrán vencerte, pues yo estoy contigo. Aleluya.
V. Habrá falsos maestros que introducirán sectas perniciosas, y llegarán hasta a negar al Señor que los rescató.
R. Lucharán contra ti, mas no podrán vencerte, pues yo estoy contigo. Aleluya.

ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que suscitaste a san Atanasio como preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, haz que nosotros, iluminados por sus enseñanzas y ayudados por sus ejemplos, crezcamos en tu conocimiento y en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.