Musica Para el Alma

domingo, 12 de marzo de 2017

UNA LUZ

De las Catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo
(Catequesis 3, 24-27: SC 50, 165-167)
MOISÉS y CRISTO
Los judíos vieron maravillas; también tú las verás, y más grandes y sorprendentes que cuando los judíos salieron de Egipto. Tú no viste sumergirse al Faraón con su ejército, pero has visto al diablo con todo su poder cubierto por las olas. Los judíos atravesaron el mar Rojo; tú has atravesado el dominio de la muerte. Ellos fueron liberados de Egipto; tú has sido liberado de los demonios. Los judíos escaparon de la esclavitud en país extranjero; tú has escapado de la esclavitud, mucho más triste, del pecado.

¿Quieres aún más pruebas de que has sido honrado con dones mayores? Los judíos, entonces, no pudieron contemplar el rostro glorificado de Moisés, a pesar de que era consiervo y congénere suyo; tú, en cambio, has contemplado la gloria del rostro de Cristo. Y el apóstol Pablo afirma: Todos nosotros reflejamos como en un espejo en nuestro rostro descubierto la gloria del Señor.

Ellos tenían entonces a Cristo que los seguía; pero, de un modo mucho más real, nos sigue ahora a nosotros. Pues entonces el Señor los acompañaba en atención a Moisés, pero ahora os acompaña no sólo en atención a Moisés, sino por vuestra obediencia. Ellos, al salir de Egipto, encontraron el desierto; tú, al salir de este mundo, encontrarás el cielo. Ellos tuvieron como guía e ilustre caudillo a Moisés; pero nosotros tenemos como guía y caudillo al otro Moisés, que es Dios mismo.

¿Cuál fue la nota distintiva del primer Moisés? Moisés -dice la Escritura- era el hombre más humilde del mundo. Esta característica se la podemos atribuir, sin temor a equivocarnos, a nuestro Moisés, ya que en él moraba íntima y consubstancialmente el Espíritu suavísimo. Entonces, Moisés, alzando las manos al cielo, hacía caer el maná, pan de ángeles; nuestro Moisés alza las manos al cielo y nos proporciona el alimento eterno. Aquél golpeó la roca e hizo salir torrentes de agua; éste toca la mesa, golpea la mesa espiritual y hace manar las fuentes del Espíritu. Por esto la mesa está situada en medio, cual una fuente, para que los rebaños acudan a la fuente desde todo lugar y beban de sus aguas salvadoras.

Disponiendo, pues, de una fuente tal, de una mesa abastecida con tal abundancia de alimentos de toda clase, de tanta abundancia de bienes espirituales, acerquémonos con un corazón sincero y una conciencia pura, para que alcancemos gracia y misericordia en el tiempo oportuno: la gracia y la misericordia del Hijo único, nuestro Señor y salvador Jesucristo, por el cual y con el cual sea la gloria, el honor y el poder al Padre y al Espíritu dador de vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO    Hb 11, 24-27a
R. Por la fe Moisés, siendo ya adulto, rehusó ser llamado hijo de una hija del Faraón, y prefirió sufrir males con el pueblo de Dios a disfrutar de las ventajas pasajeras del pecado; * pues tenía la mirada puesta en la recompensa.
V. Tuvo por mayor riqueza el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto, y así, por la fe, abandonó Egipto.
R. Pues tenía la mirada puesta en la recompensa.

ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, tu que para nuestro progreso espiritual nos mandas dominar nuestro cuerpo mediante la austeridad, ayúdanos a huir también de todo pecado y a entregarnos, con amor filial, al cumplimiento de tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.