Primera lectura
Lunes 29 de febrero
Lectura del segundo libro de los Reyes 5, 1-15a
En aquellos días, Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre notable y muy estimado por su señor, pues por su medio el Señor había concedido la victoria a Siria. Pero, siendo un gran militar, era leproso. Una banda de arameos habían hecho una incursión trayendo de la tierra de Israel a una muchacha, que pasó al servicio de la mujer de Naamán. Dijo ella a su señora: - «Ah, si mi señor pudiera presentase ante el profeta que hay en Samaria. Él lo curaría de su lepra». Fue (Naamán) y se lo comunicó a su señor diciendo: - «Esto y esto ha dicho la muchacha de la tierra de Israel». Y el rey de Siria contestó: - «Vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel.» Entonces tomó en su mano diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez vestidos nuevos y un carta al rey de Israel que decía: - «Al llegarte esta carta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán para que lo cures de su lepra». Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó las vestiduras, diciendo: -«¿Soy yo un dios para repartir vida y muerte? Pues me encarga nada menos que curar a un hombre de su lepra. Daos cuenta y veréis cómo está buscando querella contra mí». Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras y mandó a que le dijeran: - «¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.» Llego Naamán con sus carros y caballos y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo. Envió este un mensajero a decirle: - «Ve a lávate siete veces en el Jordán. Tu carne renacerá y quedarás limpio». Naamán se puso furioso y se marchó diciendo: - «Yo me había dicho: “Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra”. El Abana y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Podría bañarme en ellos y quedar limpio» Dándose la vuelta , se marcho furioso. Sus servidores se le acercaron para decirle: - «Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: “Lávate y quedarás limpio!”» Bajó, pues, y se baño en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio. Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando: - «Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel».
Palabra de DIOS