*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*LAUDES*
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía,
bendice a tu Dios. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él
guía, bendice a tu Dios. Aleluya.
Himno: ES LA PASCUA REAL, NO YA LA SOMBRA.
Es la Pascua real, no ya la sombra,
la verdadera pascua del Señor;
la sangre del pasado es solo un signo,
la mera imagen de la gran unción.
En verdad, tú, Jesús, nos protegiste
con tus sangrientas manos paternales;
envolviendo en tus alas nuestras almas,
la verdadera alianza tú sellaste.
Y, en tu triunfo, llevaste a nuestra carne
reconciliada con tu Padre eterno;
y, desde arriba, vienes a llevarnos
a la danza festiva de tu cielo.
Oh gozo universal, Dios se hizo hombre
para unir a los hombres con su Dios;
se rompen las cadenas del infierno,
y en los labios renace la canción.
Cristo, Rey eterno, te pedimos
que guardes con tus manos a tu Iglesia,
que protejas y ayudes a tu pueblo
y que venzas con él a las tinieblas. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dad gracias al Señor porque es
eterna su misericordia. Aleluya.
Ant 2. Aleluya. Creaturas todas del Señor,
bendecid al Señor. Aleluya.
Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aleluya. Creaturas todas del Señor,
bendecid al Señor. Aleluya.
Ant 3. Todo ser que alienta, alabe al
Señor. Aleluya.
Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta, alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Todo ser que alienta, alabe al
Señor. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Tm 2, 8. 11-13
Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre
los muertos. Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él,
viviremos también con él. Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos
también con él; si rehusamos reconocerle, también él nos rechazará; si le somos
infieles, él permanece fiel; no puede él desmentirse a sí mismo.
RESPONSORIO BREVE
V. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu
nombre.
V. Pregonando tus maravillas.
R. Invocando tu nombre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu
nombre.
V. La
palabra de Dios es viva y eficaz.
R. Más penetrante que espada de doble filo.
PRIMERA LECTURA
Comienza el libro del Qohelet (o Predicador) 1, 1-18
VANIDAD DE LAS COSAS
Palabras del Qohelet, hijo de David y rey de Jerusalén. ¡Vanidad de vanidades!
—proclama el Qohelet—. ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el
hombre de todo su fatigoso afán bajo el sol?
Una generación va, otra generación viene; pero la tierra sigue siempre
subsistiendo. Sale el sol y se pone el sol, corre hacia su lugar y vuelve luego
a salir de allí. Sopla hacia el sur el viento y gira luego hacia el norte, gira
que te gira sigue el viento y vuelve el viento a girar. Todos los ríos van al
mar y el mar nunca se llena; al lugar a donde van los ríos, allá mismo volverán
luego a fluir.
Todo trabaja más de cuanto el hombre puede ponderar, y no se sacia el ojo de
ver ni el oído de oír. Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará; nada
nuevo hay bajo el sol. Si algo hay de que se diga: «Mira, eso sí que es nuevo»,
aun eso ya existió en los siglos que nos precedieron. No hay recuerdo de las
cosas pasadas ni tampoco quedará memoria de las futuras en los hombres que
después vendrán.
Yo, el Qohelet, he sido rey de Israel en Jerusalén. He aplicado mi corazón a
investigar y a explorar con sabiduría cuanto acaece bajo el cielo. ¡Es ésta una
dura labor que Dios ha encomendado a los humanos para que en ella se ocupen! He
observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar
vientos. Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no puede contarse.
Yo me había dicho en mi corazón: «Tengo una sabiduría grande y extensa, mayor
que la de todos mis predecesores en Jerusalén; mi corazón ha contemplado mucha
sabiduría y ciencia. He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, así como
también a conocer la locura y el desvarío.» Pero ya he comprendido que aun esto
mismo es como atrapar vientos, pues: donde abunda la ciencia abundan las penas,
y quien acumula saber acumula dolor.
RESPONSORIO Qo 1, 14; 5, 14; 1Tm 6, 7
R. He observado cuanto sucede bajo el sol y he
visto que todo es vanidad y atrapar vientos. * Como
salió del vientre de su madre, desnudo volverá el hombre, como ha venido; y
nada podrá sacar de sus fatigas que pueda llevar consigo.
V. Nada trajimos al mundo; de modo que nada
podemos llevarnos de él.
R. Como salió del vientre de su madre, desnudo
volverá el hombre, como ha venido; y nada podrá sacar de sus fatigas que pueda
llevar consigo.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio
de san Mateo
(Homilía 15, 6. 7: PG 57, 231-232)
SAL DE LA TIERRA Y LUZ DEL MUNDO
Vosotros sois la sal de la tierra. Es como si les dijera: «El mensaje que se os
comunica no va destinado a vosotros solos, sino que habéis de transmitirlo a
todo el mundo. Porque no os envío a dos ciudades, ni a diez, ni a veinte; ni
tan siquiera os envío a toda una nación, como en otro tiempo a los profetas, sino
a la tierra, al mar y a todo el mundo, y a un mundo por cierto muy mal
dispuesto.» Porque al decir: Vosotros sois la sal de la tierra, enseña que
todos los hombres han perdido su sabor y están corrompidos por el pecado. Por
ello exige sobre todo de sus discípulos aquellas virtudes que son más
necesarias y útiles para el cuidado de los demás. En efecto, la mansedumbre, la
moderación, la misericordia, la justicia son unas virtudes que no quedan
limitadas al provecho propio del que las posee, sino que son como unas fuentes
insignes que manan también en provecho de los demás. Lo mismo podemos afirmar
de la pureza de corazón, del amor a la paz y a la verdad, ya que el que posee
estas cualidades las hace redundar en utilidad de todos.
«No penséis —viene a decir— que el combate al que se os llama es de poca
importancia y que la causa que se os encomienda es exigua: Vosotros sois la sal
de la tierra.» ¿Significa esto que ellos restablecieron lo que estaba podrido?
En modo alguno. De nada sirve echar sal a lo que ya está podrido. Su labor no
fue ésta; lo que ellos hicieron fue echar sal y conservar, así, lo que el Señor
había antes renovado y liberado de la fetidez, encomendándoselo después a
ellos. Porque liberar de la fetidez del pecado fue obra del poder de Cristo;
pero él no recaer en aquella fetidez era obra de la diligencia y esfuerzo de
sus discípulos. ¿Te das cuenta de cómo va enseñando gradualmente que éstos son
superiores a los profetas? No dice, en efecto, que hayan de ser maestros de
Palestina, sino de todo el orbe.
«No os extrañe, pues —viene a decirles—, si, dejando ahora de lado a los demás,
os hablo a vosotros solos y os enfrento a tan grandes peligros. Considerad a
cuántas y cuán grandes ciudades, pueblos, naciones os he de enviar en calidad
de maestros. Por esto no quiero que seáis vosotros solos prudentes, sino que
hagáis también prudentes a los demás. Y muy grande ha de ser la prudencia de
aquellos que son responsables de la salvación de los demás, y muy grande ha de
ser su virtud, para que puedan comunicarla a los otros. Si no es así, ni tan
siquiera podréis bastaros a vosotros mismos.
En efecto, si los otros han perdido el sabor, pueden recuperarlo por vuestro
ministerio; pero si sois vosotros los que os tornáis insípidos, arrastraréis
también a los demás con vuestra perdición. Por esto, cuanto más importante es
el asunto que se os encomienda, más grande debe ser vuestra solicitud.» Y así,
añade: Si la sal pierde su sabor, ¿con qué la vais a salar? No vale para otra
cosa, sino para tirarla fuera y que la pise la gente.
Para que no teman lanzarse al combate, al oír aquellas palabras: Cuando os
insulten y persigan y propalen contra vosotros toda clase de calumnias, les
dice de modo equivalente: «Si no estáis dispuestos a tales cosas, en vano
habéis sido elegidos. Lo que hay que temer no es el mal que digan contra
vosotros, sino la simulación de vuestra parte; entonces sí que perderíais
vuestro sabor y-seríais pisoteados. Pero si no cejáis en presentar el mensaje
con toda su austeridad, si después oís hablar mal de vosotros, alegraos. Porque
lo propio de la sal es morder y escocer a los que llevan una vida de molicie.
Por tanto, estas maledicencias son inevitables y en nada os perjudicarán, antes
serán prueba de vuestra firmeza. Mas si, por temor a ellas, cedéis en la
vehemencia conveniente, peor será vuestro sufrimiento, ya que entonces todos
hablarán mal de vosotros y todos os despreciarán; en esto consiste el ser
pisoteado por la gente.»
A continuación, propone una comparación más elevada: Vosotros sois la luz del
mundo. De nuevo se refiere al mundo, no a una sola nación ni a veinte ciudades,
sino al orbe entero; luz que, como la sal de que ha hablado antes, hay que
entenderla en sentido espiritual, luz más excelente que los rayos de este sol
que nos ilumina. Habla primero de la sal, luego de la luz, para que entendamos
el gran provecho que se sigue de una predicación austera, de unas enseñanzas
tan exigentes. Esta predicación, en efecto, es como si nos atara, impidiendo
nuestra dispersión, y nos abre los ojos al enseñarnos el camino de la virtud.
No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto del monte; ni se enciende una
lámpara para meterla bajo el celemín. Con estas palabras, insiste el Señor en
la perfección de vida que han de llevar sus discípulos y en la vigilancia que
han de tener sobre su propia conducta, ya que ella está a la vista de todos, y
el palenque en que se desarrolla su combate es el mundo entero.
RESPONSORIO Hch 1, 8; Mt 5, 16
R. Recibiréis la fortaleza del Espíritu Santo, que
descenderá sobre vosotros; * y
seréis mis testigos hasta los últimos confines de la tierra.
V. Alumbre vuestra luz a los hombres para que,
viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial.
R. Y seréis mis testigos hasta los últimos confines
de la tierra.
*Lecturas del Domingo 20º del Tiempo Ordinario - Ciclo C*
Domingo,
14 de agosto de 2022
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Lucas
(12,49-53)*
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!
Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se
cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora
estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán
divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la
hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la
suegra».
Palabra del Señor
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Antífona
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona
PRECES
Dios nos ama y sabe lo que nos hace falta; invoquémosle, pues,
diciendo:
Te bendecimos y en ti confiamos, Señor.
Te alabamos, Dios todopoderoso, Rey del universo, porque a nosotros, injustos y
pecadores, nos has llamado al conocimiento de la verdad;
haz que te sirvamos con santidad y justicia.
Vuélvete hacia nosotros, Señor, tú que has querido abrirnos la puerta de tu
misericordia,
y haz que nunca nos apartemos del camino que lleva a la vida.
Ya que hoy celebramos la resurrección del Hijo de tu amor,
haz que este día transcurra lleno de gozo espiritual.
Da, Señor, a tus fieles el espíritu de oración y de alabanza,
para que en toda ocasión te demos gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Movidos ahora todos por el mismo Espíritu que nos da Cristo resucitado acudamos
a Dios, de quien somos verdaderos hijos, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman,
infunde el amor de tu nombre en nuestros corazones, para que, amándote en todo
y sobre todas las cosas, consigamos tus promesas que superan todo deseo. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: HACEDOR DE LA LUZ: TÚ QUE CREASTE
Hacedor de la luz: tú que creaste
la que brilla en los días de este suelo,
y que, mediante sus primeros rayos,
diste principio al universo entero.
Tú que nos ordenaste llamar día
al tiempo entre la aurora y el ocaso,
ahora que la noche se aproxima
oye nuestra oración y nuestro llanto.
Que cargados con todas nuestras culpas
no perdamos el don de la otra vida,
al no pensar en nada duradero
y al continuar pecando todavía.
Haz que, evitando todo lo dañoso
y a cubierto de todo lo perverso,
empujemos las puertas celestiales
y arrebatemos el eterno premio.
Escucha nuestra voz, piadoso Padre,
que junto con tu Hijo Jesucristo
y con el Santo Espíritu Paráclito,
reinas y reinarás en todo siglo. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la
aurora. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo mismo te engendré entre
esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.
Ant 2. Dichosos los que tienen hambre y
sed de ser justos, porque ellos serán saciados.
Salmo 111- FELICIDAD DEL JUSTO
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichosos los que tienen hambre y
sed de ser justos, porque ellos serán saciados.
Ant 3. Alabad al Señor, sus siervos todos,
pequeños y grandes. Aleluya.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados
cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente
decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada
estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos,
pequeños y grandes. Aleluya.
LECTURA BREVE Hb 12, 22-24
Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén
del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los
primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los
justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y
a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.
RESPONSORIO BREVE
V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.
V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Mujer, grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mujer, grande es tu fe; que se
cumpla lo que deseas.
PRECES
Alegrándonos en el Señor, de quien vienen todos los dones,
digámosle:
Escucha, Señor, nuestra oración.
Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre
fuese glorificado desde donde sale el sol hasta el ocaso,
fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.
Haz que seamos dóciles a la predicación de los apóstoles,
y sumisos a la fe verdadera.
Tú que amas la justicia,
haz justicia a los oprimidos.
Libera a los cautivos, abre los ojos al ciego,
endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Haz que nuestros hermanos que duermen ya el sueño de la paz
lleguen, por tu Hijo, a la santa resurrección.
Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos
a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman,
infunde el amor de tu nombre en nuestros corazones, para que, amándote en todo
y sobre todas las cosas, consigamos tus promesas que superan todo deseo. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.