*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO DE NAVIDAD
MIÉRCOLES
DE LA SEMANA II
Del Propio - Salterio II
3 de enero
LAUDES
(Oración de
la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. A Cristo, que por nosotros ha
nacido, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: VER A DIOS EN LA CRIATURA
Ver a Dios en la criatura,
ver a Dios hecho mortal,
ver en humano portal
la celestial hermosura.
¡Gran merced y gran ventura
a quien verlo mereció!
¡Quién lo viera y fuera yo!
Ver llorar a la alegría,
ver tan pobre a la riqueza,
ver tan baja a la grandeza
y ver que Dios lo quería.
¡Gran merced fue en aquel día
la que el hombre recibió!
¡Quién lo viera y fuera yo!
Poner paz en tanta guerra,
calor donde hay tanto frío,
ser de todos lo que es mío,
plantar un cielo en la tierra.
¡Qué misión de escalofrío
la que Dios nos confió!
¡Quién lo hiciera y fuera yo! Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro
Dios?
Salmo 76 - RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE
ISRAEL.
Alzo mi voz a Dios gritando,
Alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?
Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:
mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro
Dios?
Ant. 2. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Cántico: ALEGRIA DE LOS HUMILDES EN DIOS 1S
2,1-10
Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.
No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quién pesa las acciones.
Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Ant. 3. El Señor reina, la tierra goza.
Salmo 96 - EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS
DIOSES.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El Señor reina, la tierra goza.
. LECTURA BREVE Is 62, 11-12
Decid a la ciudad de Sión: «Mira a tu Salvador que llega, el
premio de su victoria lo acompaña, su recompensa lo precede. Los llamarán
"Pueblo santo", "Redimidos del Señor"»
RESPONSORIO BREVE
V. El
Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
V. Los
confines de la tierra la han contemplado.
R. Aleluya,
aleluya.
V. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
V. El Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia.
R. Para que conozcamos al verdadero Dios.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Cantar de los cantares 5, 2--6, 2
LA ESPOSA BUSCA Y ALABA AL ESPOSO
Estaba durmiendo, mi corazón en vela, cuando oigo a mi amado que me llama:
«Ábreme, hermana mía, amada mía, mi paloma sin mancha: que tengo la cabeza
cuajada de rocío, mis rizos, del relente de la noche.»
Ya me quité la túnica, ¿cómo voy a ponérmela de nuevo? Ya me lavé los pies,
¿cómo voy a mancharlos otra vez? Mi amor introduce la mano por la abertura: me
estremezco al sentirlo, al escucharlo se me escapa el alma.
Ya me he levantado a abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra; mis
dedos, mirra que fluye por la manilla de la cerradura. Yo misma abro a mi
amado, abro, y mi amado se ha marchado ya. Lo busco, y no lo encuentro; lo
llamo, y no responde. Me encontraron los guardias que rondan la ciudad. Me
golpearon e hirieron, me quitaron el manto los centinelas de las murallas.
Muchachas de Jerusalén, os conjuro que, si encontráis a mi amado, le digáis...
¿qué le diréis?... que estoy enferma de amor.
¿Qué distingue a tu amado de los otros, tú, la más bella? ¿Qué distingue a tu
amado de los otros, que así nos conjuras?
Mi amado es blanco y sonrosado, descuella entre diez mil. Su cabeza es de oro,
del más puro, sus rizos son racimos de palmera, negros como los cuervos; sus
ojos dos palomas a la vera del agua, que se bañan en leche y se posan al borde
de la alberca; sus mejillas, macizos de bálsamo que exhalan aromas; sus labios
son lirios con mirra que fluye; sus brazos, torneados en oro, engastados con
piedras de Tarsis; su cuerpo es de marfil labrado, todo incrustado de zafiros;
sus piernas, columnas de mármol, apoyadas en plintos de oro.
Gallardo como el Líbano, juvenil como un cedro; es muy dulce su boca, todo él,
pura delicia. Así es mi amado, mi amigo, muchachas de Jerusalén.
¿Adónde fue tu amado, la más bella de todas las mujeres? ¿Adónde fue tu amado?
Queremos buscarlo contigo.
Ha bajado mi amado a su jardín, a los macizos de las balsameras, el pastor de
jardines a cortar azucenas. Yo soy para mi amado, y él es para mí; él pastorea
entre azucenas.
RESPONSORIO Ct 5, 2; Ap 3, 20
R. Mi amado me llama: * «Ábreme, hermana mía,
amada mía.»
V. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno
me abre, cenaré con él y él conmigo.
R. Ábreme, hermana mía, amada mía.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Tratado 17, 7-9: CCL 36, 174-175)
EL DOBLE PRECEPTO DE LA CARIDAD
Lleno de amor ha venido a nOsotros el mismo Señor, el maestro de la caridad, y
al venir ha resumido, como ya lo había predicho el profeta, el mensaje divino,
sintetizando la ley y los profetas en el doble precepto de la caridad.
Recordad conmigo, hermanos, cuales sean estos dos preceptos. Deberíais
conocerlos tan perfectamente que no sólo vinieran a vuestra mente cuando yo os
los recuerdo, sino que deberían estar siempre como impresos en vuestro corazón.
Continuamente debemos pensar en amar a Dios y al prójimo: A Dios con todo el
corazón, con toda el alma, con toda la mente; y al prójimo como a nosotros
mismos.
Éste debe ser el objeto continuo de nuestros pensamientos, éste el tema de
nuestras meditaciones, esto lo que hemos de recordar, esto lo que debemos
hacer, esto lo que debemos conseguir. El primero de los mandamientos es el amor
a Dios, pero en el orden de la acción debemos comenzar por llevar a la práctica
el amor al prójimo. El que te ha dado el precepto del doble amor en manera
alguna podía ordenarte amar primero al prójimo y después a Dios, sino que
necesariamente debía inculcarte primero el amor a Dios, después el amor al
prójimo.
Pero piensa que tú, que aún no ves a Dios, merecerás contemplarlo si amas al
prójimo, pues amando al prójimo purificas tu mirada para que tus ojos puedan
contemplar a Dios; así lo atestigua expresamente san Juan: Quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.
Escucha bien lo que se te dice: ama a Dios. Si me dijeras: «Muéstrame al que
debo amar», ¿qué podré responderte sino lo que dice el mismo san Juan: Nadie ha
visto jamás a Dios? Pero no pienses que está completamente fuera de tu alcance
contemplar a Dios, pues el mismo apóstol dice en otro lugar: Dios es amor y
quien permanece en el amor permanece en Dios. Por lo tanto, ama al prójimo y
encontrarás dentro de ti el motivo de este amor; allí podrás contemplar a Dios,
en la medida que esta contemplación es posible.
Empieza, por tanto, amando al prójimo: Parte tu pan con el que tiene hambre, da
hospedaje a los pobres que no tienen techo, cuando veas a alguien desnudo
cúbrelo, y no desprecies a tu semejante.
¿Qué recompensa obtendrás al realizar estas acciones? Escucha lo que sigue:
Entonces brillará tu luz como la aurora. Tu luz es tu Dios, él es tu aurora,
porque a ti vendrá después de la noche de este mundo. Él, ciertamente, no
conoce el nacimiento ni el ocaso, porque permanece para siempre.
Amando al prójimo y preocupándote por él, progresas sin duda en tu camino. Y
¿hacia dónde avanzas por este camino sino hacia el Señor, tu Dios, hacia aquel
a quien debemos amar con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente?
Aún no hemos llegado hasta el Señor, pero al prójimo lo tenemos ya con
nosotros. Preocúpate, pues, de aquel que tienes a tu lado mientras caminas por
este mundo y llegarás a aquel con quien deseas permanecer eternamente.
RESPONSORIO 1Jn 4, 10-11. 16
R. Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. *
Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
V. Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos
tiene y hemos creído en él.
R. Si Dios nos amó de esta manera, también
nosotros debemos amarnos unos a otros.
*Lecturas del
3 de Enero. Feria de Navidad*
Miércoles, 3 de enero de 2024
Evangelio
*Lectura
del santo Evangelio según san Juan (1,29-34)*
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije:
"Trás de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía
antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua para
que sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado el Espíritu que bajaba del
cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me
envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el
Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu
Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de
Dios.»
Palabra del Señor
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant. La Palabra
se hizo carne y puso su morada entre nosotros, llena de gracia y de verdad, y
de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc
1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. La Palabra se hizo carne y puso su
morada entre nosotros, llena de gracia y de verdad, y de su plenitud todos
hemos recibido gracia sobre gracia. Aleluya.
PRECES
Acudamos alegres a nuestro Redentor, al Hijo de Dios hecho hombre
para renovar al hombre, y digámosle confiados:
Quédate con nosotros, oh Enmanuel.
Oh Jesús, Hijo de Dios vivo, esplendor del Padre, luz increada, rey de la
gloria, sol de justicia e hijo de la Virgen María,
ilumina con la luz de tu encarnación el día que ahora empezamos.
Oh Jesús, consejero admirable, Dios poderoso, padre sempiterno, príncipe de la
paz,
haz que los ejemplos de tu humanidad santa sean norma para nuestra vida.
Oh Jesús, todopoderoso y paciente, humilde de corazón y obediente,
manifiesta a todos los hombres la belleza de la humildad.
Oh Jesús, padre de los pobres, gloria de los fieles, pastor bueno, luz
indeficiente, sabiduría infinita y bondad inmensa, camino, verdad y vida para
todos,
concede a tu Iglesia el espíritu de pobreza.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Como Jesucristo, también nosotros somos hijos de Dios; por eso con él nos
atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACIÓN
Dios nuestro, que quisiste que en el parto de la santísima Virgen María la
carne de tu Hijo no quedara sometida a la antigua sentencia dada al género
humano, concédenos, ya que por el nacimiento de Cristo hemos entrado a
participar de esta renovación de la creatura, que nos veamos libres del
contagio de la antigua condición. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos
de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde
de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.