*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
DOMINGO
SEMANA I
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos
vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos
vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA
Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.
Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.
Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.
Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.
Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria.
Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por ti madrugo, Dios mío, para
contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.
Ant 2. En medio de las llamas, los tres
jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. En medio de las llamas, los tres
jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
Ant 3. Que el pueblo de Dios se alegre por
su Rey. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que el pueblo de Dios se alegre por
su Rey. Aleluya.
LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12
¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!
La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor,
y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de
nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de
nosotros.
V. La
palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.
PRIMERA LECTURA
Comienza el libro de Tobit 1, 1-25
PIEDAD DEL ANCIANO TOBIT
Historia de Tobit, hijo de Tobiel, de Ananiel, de Aduet, de Gabael, de la
familia de Asief, de la tribu de Neftalí, deportado desde Tisbé —al sur de
Cadés de Neftalí, en al alta Galilea, por encima de Jasor, detrás de la ruta
occidental, al norte de Safed— durante el reinado de Salmanasan, rey de Asiria.
Yo, Tobit, procedí toda mi vida con sinceridad y honradez, e hice muchas
limosnas a mis parientes y compatriotas deportados conmigo a Nínive de Asiria.
De joven, cuando estaba en Israel, mi patria, toda la tribu de nuestro padre
Neftalí se separó de la dinastía de David y de Jerusalén, la ciudad elegida
entre todas las tribus de Israel como lugar de sus sacrificios, en la que había
sido edificado y consagrado a perpetuidad el templo, morada de Dios.
Todos mis parientes, y la tribu de nuestro padre Neftalí, ofrecían sacrificios
al becerro que Jeroboam, rey de Israel, había puesto en Dan, en la serranía de
Galilea; mientras que muchas veces era yo el único que iba a las fiestas de
Jerusalén, como se lo prescribe a todo Israel una ley perpetua. Yo corría a
Jerusalén con las primicias de los frutos y de los animales, con los diezmos
del ganado y la primera lana de las ovejas, y lo entregaba a los sacerdotes,
hijos de Aarón, para el culto; el diezmo del trigo y del vino, del aceite, de
las granadas, de las higueras y demás árboles frutales, se lo daba a los
levitas que oficiaban en Jerusalén. El segundo diezmo lo cambiaba en dinero,
juntando lo de seis años, y cuando iba cada año a Jerusalén lo gastaba allí. El
tercer diezmo lo daba cada tres años a los huérfanos y viudas y a los
prosélitos agregados a Israel. Lo comíamos según lo prescrito en la ley de
Moisés acerca de los diezmos, y según el encargo de Débora, madre de mi abuelo
Ananiel (porque mi padre murió, dejándome huérfano).
De mayor, me casé con una mujer de mi parentela llamada Ana; tuve de ella un
hijo y le puse de nombre Tobías. Cuando me deportaron a Asiria como cautivo,
vine a Nínive. Todos mis parientes y compatriotas comían manjares de los
gentiles, pero yo me guardé muy bien de hacerlo. Y como yo tenía muy presente a
Dios, el Altísimo hizo que me ganara el favor de Salmanasar, y llegué a ser su
proveedor. Hasta que murió, yo solía ir a Media, y allí hacía las compras en
casa de Gabael, hijo de Gabri, en Ragués de Media, donde dejé en depósito unos
sacos con cuarenta arrobas de plata.
Cuando murió Salmanasar, su hijo Senaquerib le sucedió en el trono. Las rutas
de Media se cerraron y ya no pude volver allá. En tiempo de Salmanasar hice
muchas limosnas a mis compatriotas: di mi pan al hambriento y mi ropa al
desnudo; y, si veía a algún israelita muerto y arrojado tras la muralla de
Nínive, lo enterraba. Así enterré a los que mató Senaquerib al volver huyendo
de Judea; el Rey del cielo lo castigó por sus blasfemias, y él, despechado,
mató a muchos israelitas; yo cogí los cadáveres y los enterré a escondidas;
Senaquerib mandó buscarlos, pero no aparecieron. Un ninivita fue a denunciarme
al rey, diciéndole que era yo el que los había enterrado. Me escondí, y, cuando
me cercioré de que el rey lo sabía y que me buscaban para matarme, huí lleno de
miedo. Entonces, me confiscaron todos los bienes; se lo llevaron todo para el
tesoro real y me dejaron únicamente a mi mujer, Ana, y a mi hijo, Tobías.
No habían pasado cuarenta días cuando a Senaquerib lo asesinaron sus dos hijos;
huyeron a los montes de Ararat, y su hijo Asaradón le sucedió en el trono.
Asaradón puso a Ajicar, hijo de mi hermano Anael, al frente de la hacienda
pública, con autoridad sobre toda la administración. Ajicar intercedió por mí y
pude volver a Nínive. Durante el reinado de Senaquerib de Asiria, Aljicar había
sido copero mayor, canciller, tesorero y contable, y Asaradón lo repuso en sus
cargos. Ajicar era de mi parentela, sobrino mío.
Durante el reinado de Asaradón regresé a casa; me devolvieron mi mujer, Ana, y
mi hijo Tobías.
RESPONSORIO Cf. Tb 1, 19. 20; 2, 9; 1, 15
R. Tobit hacía muchas limosnas a sus compatriotas:
daba su pan al hambriento y su ropa al desnudo; * y,
si veía a algún israelita muerto, lo enterraba.
V. Salía a visitar a todos los cautivos y les daba
consejos saludables.
R. Y, si veía a algún israelita muerto, lo
enterraba.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermón 46, 13: CCL 41, 539-540)
SOBRE LOS CRISTIANOS DÉBILES
A los malos pastores, a los falsos pastores, a aquellos pastores que buscan sus
intereses personales, no los de Cristo Jesús, les dice el Señor: No fortalecéis
a las débiles. En efecto, estos pastores se aprovechan de la leche y de la lana
de sus ovejas, pero descuidan, en cambio, el bien de su rebaño y no fortalecen
a las ovejas débiles. Según creo, existe diferencia entre la oveja simplemente
débil y la oveja propiamente enferma, aunque algunas veces a la débil se la
llame también enferma.
Me gustaría, hermanos, llegar a explicaros esta diferencia que media entre lo
simplemente débil y lo propiamente enfermo; intentaré hacerlo en la medida en
que soy capaz de comprenderlo; otros habrá, sin duda, que, o porque son más
peritos en la Escritura o porque habrán alcanzado una luz más abundante, podrán
hacerlo mejor; yo os diré simplemente lo que comprendo, a fin de que, ya desde
ahora, no os veáis totalmente privados del conocimiento de la Escritura. Débil
es aquel de quien se teme que pueda sucumbir cuando la tentación se presenta;
enfermo, en cambio, es aquel que se halla ya dominado por alguna pasión, y se
ve como impedido por alguna pasión para acercarse a Dios y aceptar el yugo de
Cristo.
Pensad en aquellos hombres que tienen ya deseos de vivir virtuosamente, que se
esfuerzan por ir adquiriendo las diversas virtudes, y que, con todo, están
menos dispuestos a sufrir lo que es malo que a realizar lo que es bueno. En
realidad la fortaleza cristiana incluye no sólo obrar lo que es bueno, sino
también resistir a lo que es malo. Quienes, por tanto, desean sinceramente
practicar la justicia pero no quieren o no se ven aún con ánimos para tolerar
los sufrimientos, estos tales son los débiles. En cambio, los que se entregan a
la vida mundana y viven cautivos de alguna mala pasión, éstos están alejados
incluso del bien obrar, no tienen fuerzas ni posibilidades de obrar el bien y
por ello podemos llamarlos con toda propiedad enfermos.
De esta forma tenía enferma el alma aquel paralítico cuyos portadores, al ser
impedidos por la multitud de poder presentar ante el Señor al que llevaban en
la camilla, abrieron un boquete en el techo de la casa para lograr su intento.
Es como si tú intentaras hacer algo parecido con tu alma, abriendo un boquete
en el techo para poner ante el Señor el alma paralítica con sus miembros
totalmente inmóviles; quiero decir, el alma vacía de buenas obras, llena, en
cambio, de pecados y enferma por sus muchas pasiones. Si, pues, ves que todos
tus miembros están sin movimiento y que tu alma está como paralítica, pero
deseas llegarte al médico y quieres mostrarle lo que está oculto (quizás este
médico habita en tu interior, y tú, que desconoces el sentido oculto de la
Escritura, no has advertido su presencia), abre un boquete en el techo y
colócate, como aquel paralítico, ante Jesús.
Habéis escuchado ya lo que se dice a los que no actúan y descuidan su deber
pastoral: No vendáis a las heridas, ni recogéis las descarriadas: os lo hemos
ya recordado. La oveja estaba herida por el miedo de las tentaciones, y el
pastor le hubiera podido dar un remedio para esta herida, es decir, hubiera
podido recordarle aquellas palabras de consuelo: Fiel es Dios para no permitir
que seáis tentados más allá de lo que podéis; por el contrario, él dispondrá
con la misma tentación el buen resultado de poder resistirla.
RESPONSORIO 1Co 9, 22-23
R. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a
los débiles; * me he hecho todo para todos,
para salvarlos a todos.
V. Todo esto lo hago por el Evangelio, para ser
partícipe del mismo.
R. Me he hecho todo para todos, para salvarlos a
todos.
*Lecturas del Domingo 25º
del Tiempo Ordinario - Ciclo C*
Domingo,
18 de septiembre de 2022
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Lucas
(16,1-13)*
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar
sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque
en adelante no podrás seguir administrando».
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no
tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que,
cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que
los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os
falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo
poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la
verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y
amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No
podéis servir a Dios y al dinero».
Palabra del Señor
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.
PRECES
Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol
de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.
Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las
primicias de este día;
te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante
este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte
ni santo; aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo
tu dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas
alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: DIOS DE LA LUZ, PRESENCIA ARDIENTE.
Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.
Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.
Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.
Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.
Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará
eternamente. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Desde Sión extenderá el Señor el
poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.
Ant 2. En presencia del Señor se estremece
la tierra. Aleluya.
Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?
En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En presencia del Señor se estremece
la tierra. Aleluya.
Ant 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño
de todo. Aleluya.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados
cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente
decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada
estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño
de todo. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-4
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y
Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder
nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con
que nosotros somos consolados por Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
R. En la bóveda del cielo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El reino de los cielos es una perla fina: el que la encuentra
vende todo lo que tiene y la compra.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El reino de los cielos es una perla
fina: el que la encuentra vende todo lo que tiene y la compra.
PRECES
Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y
digámosle confiadamente:
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y
unidad entre ellos
y signo de salvación para todos los pueblos.
Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.
A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.
Concede, Señor, al mundo el don de la paz
y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la
felicidad eterna.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte
ni santo; aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo
tu dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas
alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.