*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*TIEMPO
PASCUAL*
VIERNES DE LA SEMANA VII
Del Común de varios mártires. Salterio III
3 de junio
*SANTOS CARLOS LWANGA y COMPAÑEROS*, mártires. (MEMORIA)
Durante los años 1885 a 1887, muchos cristianos sufrieron la muerte en Uganda,
por orden del rey Mwanga, en odio a su religión; algunos de ellos servían en la
misma corte real o eran adictos a la persona del rey. Entre ellos destacan
Carlos Lwanga y sus veintiún compañeros, los cuales, con una adhesión
inquebrantable a la fe católica, fueron decapitados unos, otros quemados, por
el hecho de no haber querido someterse a los impúdicos deseos del rey.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires. Aleluya.
Himno: TESTIGOS DE LA SANGRE.
Testigos de la sangre
con sangre rubricada,
frutos de amor cortados
al golpe de la espada.
Testigos del amor
en sumisión callada,
canto y cielo en los labios
al golpe de la espada.
Testigos del dolor
de vida enamorada;
diario placer de muerte
al golpe de la espada.
Testigos del cansancio
de una vida inmolada
a golpe de Evangelio
y al golpe de la espada.
Demos gracias al Padre
por la sangre sagrada;
pidamos ser sus mártires,
y a cada madrugada
poder morir la vida
al golpe de la espada. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado. Aleluya.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado. Aleluya.
Ant 2. Cristo, cargado con nuestros pecados, subió al leño. Aleluya.
Cántico: LAMENTACIÓN DEL PUEBLO EN TIEMPO DE HAMBRE Y DE GUERRA - Jr
14,17-21
Mis ojos se deshacen en lágrimas,
día y noche no cesan:
por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
una herida de fuertes dolores.
Salgo al campo: muertos a espada;
entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote
vagan sin sentido por el país.
¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por que nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.
Señor, reconocemos nuestra impiedad,
la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre,
no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cristo, cargado con nuestros pecados, subió al leño. Aleluya.
Ant 3. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones. Aleluya.
Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones. Aleluya.
LECTURA BREVE 1Jn 5, 3-5
En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus
mandamientos no son pesados, pues todo el que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe; porque, ¿quién es el que
vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
RESPONSORIO BREVE
V. La alegría eterna coronará a los santos. Aleluya, aleluya.
R. La alegría eterna coronará a los santos. Aleluya, aleluya.
V. Vivirán en el gozo y la exultación.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. La alegría eterna coronará a los santos. Aleluya, aleluya.
V. En tu
resurrección, oh Cristo. Aleluya.
R. El cielo y la tierra se alegran. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los Apóstoles 28, 1-14
VIAJE DE PABLO DESDE MALTA A ROMA
En aquellos días, una vez a salvo, nos enteramos de que la isla se llamaba
Malta. Los indígenas nos mostraron una bondad poco común; encendieron una gran
hoguera y nos recibieron benignamente a todos, protegiéndonos contra la lluvia
que caía y el frío. Pablo recogió un montón de leña y, al echarla al fuego, una
víbora, a la que el calor hizo salir fuera, hizo presa en su mano. Cuando los
indígenas vieron el reptil colgado de su mano, se dijeron unos a otros:
«Seguro que este hombre es un asesino. Ha escapado del mar, pero la justicia
divina no le deja vivir.»
Pero Pablo sacudió el reptil sobre el fuego sin recibir daño alguno, cuando
ellos esperaban que se iba a hinchar en seguida o que caería muerto de repente.
Después que estuvieron bastante tiempo a la expectativa, viendo que nada
anormal le sucedía, cambiaron de parecer y empezaron a decir que era un dios.
En aquellos alrededores había una finca que pertenecía al principal de la isla,
llamado Publio; éste nos acogió en su casa y nos hospedó amigablemente durante
tres días. El padre de Publio estaba enfermo en cama, atacado por la fiebre y
por la disentería. Entró Pablo a visitarlo y, después de hacer oración, le impuso
las manos y lo curó. Ante este acontecimiento, los demás enfermos de la isla
venían y recobraban la salud. Ellos, por su parte, nos colmaron de honores y,
cuando partimos, nos proveyeron de todo lo necesario.
Después de pasados tres meses, zarpamos en una nave alejandrina que había
invernado en la isla y que llevaba por insignia a Cástor y Pólux. Hicimos
escala en Siracusa, donde permanecimos tres días. De allí, bordeando la costa,
dimos vista a Regio; al día siguiente comenzó a soplar el viento sur, y, al
cabo de dos días, llegamos a Pozzuoli. Allí encontramos algunos hermanos, que
nos invitaron a quedarnos con ellos siete días. Y así llegamos a Roma.
RESPONSORIO Mc 16, 15. 16. 17. 18
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. * El
que crea y se bautice se salvará. Aleluya.
V. Invocando mi nombre, arrojarán los demonios, hablarán distintas
lenguas y capturarán serpientes con sus manos.
R. El que crea y se bautice se salvará. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De la Homilía del papa Pablo sexto, en la canonización de los
mártires de Uganda
(AAS 56 [1964], 905-906)
LA GLORIA DE LOS MÁRTIRES SIGNO DE RENOVACIÓN
Estos mártires africanos añaden una nueva página a aquella lista de vencedores
llamada Martirologio, página que contiene unos hechos a la vez siniestros y
magníficos; página digna de formar parte de aquellas ilustres narraciones de la
antigua África, que nosotros, los que vivimos en esta época, pensábamos, como
hombres de poca fe, que nunca tendrían una continuación adecuada.
¿Quién hubiera podido sospechar, por ejemplo, que aquellas actas, tan
conmovedoras, de los mártires escilitanos, de los mártires cartagineses, de los
mártires de la «blanca multitud» de Útica, recordados por san Agustín y
Prudencia, de los mártires de Egipto, ampliamente ensalzados en los escritos de
Juan Crisóstomo, de los mártires de la persecución de los vándalos, se verían
enriquecidas en nuestro tiempo con nuevas historias, en las que se narrarían
unas hazañas no inferiores en fortaleza y en brillantez?
¿Quién hubiera podido imaginar que a aquellos ilustres mártires y confesores
africanos, tan conocidos y recordados, como Cipriano, Felicidad y Perpetua, y
Agustín, aquel gran hombre, añadiríamos un día los nombres tan queridos de
Carlos Lwanga, de Matías Mulumba Kalemba y de sus veinte compañeros? Sin
olvidar aquellos otros, de confesión anglicana, que sufrieron la muerte por el
nombre de Cristo.
Estos mártires africanos significan, en verdad, el inicio de una nueva era. No
permita Dios que el pensamiento de los hombres retorne a las persecuciones y
conflictos de orden religioso, sino que tiendan a una renovación cristiana y
civil.
África, regada con la sangre de estos mártires, los primeros de esta nueva era
(y quiera Dios que los últimos, tratándose de un holocausto tan grande y de
tanto precio), África renace libre y dueña de sí misma.
Aquel crimen, del que ellos fueron víctima, es tan abominable y tan
significativo, que proporciona un motivo claro y suficiente para que este nuevo
pueblo adquiera una formación moral, para que prevalezcan nuevas costumbres
espirituales y sean transmitidas a los descendientes, para que sea como un
símbolo eficaz del paso de un estado de vida simple y primitivo, en el que no
faltaban unos valores humanos dignos de consideración, pero que era también
corrompido y débil y como esclavo de sí mismo, a una cultura más civilizada,
que tienda a unas más elevadas expresiones de la mente humana y a unas
superiores condiciones de vida social.
RESPONSORIO S. Cipriano, Carta 58
R. Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras
luchamos por la fe. * Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar
bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo. Aleluya.
V. Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con un
espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una entrega total.
R. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la
mirada de Dios y ser coronados por Cristo. Aleluya.
*Lecturas del Viernes de la 7ª semana de
Pascua*
Viernes, 3 de junio
de 2022
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Juan (21,15-19)*
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a
Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice: «Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le
contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú
mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las
manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.»
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Estad alegres y contentos, santos de Dios, pues vuestra recompensa
es grande en el cielo. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Estad alegres y contentos, santos de Dios, pues vuestra recompensa
es grande en el cielo. Aleluya.
PRECES
Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al
recordar hoy a los santos mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios,
aclamémosle diciendo:
Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida
como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.
Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar
su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.
Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus
pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre
del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, que has querido que la sangre de los mártires sea
semilla de nuevos cristianos, haz que el campo de tu Iglesia, regado con la
sangre de san Carlos Lwanga y de sus compañeros mártires, produzca abundante cosecha
para tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: VEN, CREADOR, ESPÍRITU AMOROSO
Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama
y con tu soberana gracia inflama
los pechos que criaste poderoso.
Tú que abogado fiel eres llamado,
del Altísimo don, perenne fuente
de vida eterna, caridad ferviente,
espiritual unción, fuego sagrado.
Tú te infundes al alma en siete dones,
fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.
Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza,
haznos vencer la corporal flaqueza,
con tu eterna virtud fortalecidos.
Por ti, nuestro enemigo desterrado,
gocemos de paz santa duradera,
y, siendo nuestro guía en la carrera,
todo daño evitemos y pecado.
Por ti al eterno Padre conozcamos,
y al Hijo, soberano omnipotente,
y a ti, Espíritu, de ambos procedente,
con viva fe y amor siempre creamos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Yo, el Señor, soy el que te salva y el que te rescata. Aleluya.
Salmo 134 I - HIMNO A DIOS POR SUS MARAVILLAS
Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.
Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos;
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo, el Señor, soy el que te salva y el que te rescata. Aleluya.
Ant 2. Bendito el reino que viene de nuestro padre David. Aleluya.
Salmo 134 II.
Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.
Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,
tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor;
fieles del Señor, bendecid al Señor.
Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendito el reino que viene de nuestro padre David. Aleluya.
Ant 3. Cantemos al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.
Cántico: CANTO DE LOS VENCEDORES Ap 15, 3-4
Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cantemos al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 8, 14-17
Todos cuantos se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Que no
habéis recibido espíritu de esclavitud, para recaer otra vez en el temor, sino
que habéis recibido espíritu de adopción filial, por el que clamamos: «¡Padre!»
este mismo Espíritu se une a nosotros para testificar que somos hijos de Dios;
y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de
Cristo, si es que padecemos juntamente con Cristo, para ser glorificados
juntamente con él.
RESPONSORIO BREVE
V. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
R. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
V. Os lo enseñará todo.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Abogado, el Espíritu, permanece con vosotros y estará en
vosotros. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Abogado, el Espíritu, permanece con vosotros y estará en
vosotros. Aleluya.
PRECES
Demos gracias a Cristo, que por medio del Espíritu Santo levantó
la esperanza de los apóstoles y llena de dones a la Iglesia, y, unidos a todos
los fieles, supliquémosle, diciendo:
Levanta, Señor, la esperanza de tu Iglesia.
Señor Jesús, mediador entre Dios y los hombres, tú que has elegido a los
sacerdotes como colaboradores tuyos,
haz que por la acción de tus ministros todos los hombres lleguen al Padre.
Haz que los pobres y los ricos se ayuden mutuamente, reconociéndote a ti como
único Señor,
y que los ricos no pongan su gloria en sus bienes.
Revela tu Evangelio a todos los pueblos,
para que todos alcancen el don de la fe.
Envía tu Espíritu consolador a los que viven desconsolados,
para que enjugue las lágrimas de los que lloran.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Purifica a los difuntos de todas sus culpas
y recíbelos en tu reino, junto con tus santos y elegidos.
Concluyamos nuestras súplicas con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Ayúdanos, Señor, Dios nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo,
para que podamos mantenernos fieles a tu voluntad y llevar una conducta digna
de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.