*EL VALOR
DE LA SANGRE DE CRISTO*
¿Deseas conocer el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que
la profetizaron y recordemos los antiguos relatos de Egipto.
Inmolad -dice Moisés- un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos
jambas y el dintel de la casa. «¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero
irracional ¿puede salvar a los hombres dotados de razón?» «Sin duda -responde
Moisés-: no porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene
una profecía de la sangre del Señor.»
Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre
simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de
Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más lejos.
¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde
brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el
costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los
soldados se acercó con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió agua
y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la
eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del
templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza
hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el
cordero, y yo recibo el fruto del sacrificio.
Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con
indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra
interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del
bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la
Iglesia: cón el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo,
es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado, ambos, del costado.
Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue
formada Eva.
Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados
de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que
Dios formó a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio
el agua y la sangre salidas de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la
misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía,
así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.
Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento
la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma
manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con
su propia sangre y con su leche a aquel a quien ha dado a luz, así también
Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho
renacer.
*De las Catequesis de
san Juan Crisóstomo*