*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*Santa Hildegarda de Bingen*
VIERNES SEMANA IV
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Himno: POR EL DOLOR CREYENTE QUE BROTA DEL PECADO.
Por el dolor creyente que brota del pecado,
por no haberte querido de todo corazón,
por haberte, Dios mío, tantas veces negado,
con súplicas te pido, de rodillas, perdón.
Por haberte perdido, por no haberte encontrado,
porque es como un desierto nevado mi oración;
porque es como una hiedra sobre el árbol cortado
el recuerdo que brota cargado de ilusión,
Porque es como la hiedra, déjame que te abrace,
primero amargamente, lleno de flor después,
y que a ti, viejo tronco, poco a poco me enlace,
y que mi vieja sombra se derrame a tus pies. Amén
SALMODIA
Ant 1. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con
Espíritu firme.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con
Espíritu firme.
Ant 2. Alégrate, Jerusalén, porque en ti serán congregados todos los
pueblos.
Cántico: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA LIBERACIÓN DEL PUEBLO - Tb 13,
10-15. 17-19
Anuncien todos los pueblos sus maravillas
y alábenle sus elegidos en Jerusalén,
la ciudad del Santo;
por las obras de tus hijos te azotará,
pero de nuevo se compadecerá
de los hijos de los justos.
Confiesa dignamente al Señor
y bendice al Rey de los siglos,
para que de nuevo sea en ti
edificado su tabernáculo con alegría,
para que alegre en ti a los cautivos
y muestre en ti su amor hacia los desdichados,
por todas las generaciones y generaciones.
Brillarás cual luz de lámpara
y todos los confines de la tierra vendrán a ti.
Pueblos numerosos vendrán de lejos
al nombre del Señor, nuestro Dios,
trayendo ofrendas en sus manos,
ofrendas para el rey del cielo.
Las generaciones de las generaciones
exultarán en ti.
Y benditos para siempre todos los que te aman.
Alégrate y salta de gozo por los hijos de los justos,
que serán congregados,
y al Señor de los justos bendecirán.
Dichosos los que te aman;
en tu paz se alegrarán.
Dichosos cuantos se entristecieron por tus azotes,
pues en ti se alegrarán
contemplando toda tu gloria,
y se regocijarán para siempre.
Bendice, alma mía, a Dios, rey grande,
porque Jerusalén con zafiros y esmeraldas
será reedificada,
con piedras preciosas sus muros
y con oro puro sus torres y sus almenas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alégrate, Jerusalén, porque en ti serán congregados todos los
pueblos.
Ant 3. Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
Salmo 147 - RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
LECTURA BREVE Ga 2, 19b-20
Estoy crucificado con Cristo; vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó
hasta entregarse por mí.
RESPONSORIO BREVE
V. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
R. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
V. Desde el cielo me enviará la salvación.
R. El Dios que hace tanto por mí.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
Primera Lectura
Del libro del profeta Oseas 14, 2-10
LLAMAMIENTO A LA CONVERSIÓN, PROMESA DE SALUD
Esto dice el Señor: «Israel, conviértete al Señor tu Dios, pues
por tu pecado has sucumbido. Preparad vuestro discurso, volved al Señor y
decidle: "Perdona del todo la iniquidad, recibe benévolo el sacrificio de
nuestros labios. No nos salvará Asiria, no montaremos ya a caballo, no
volveremos a llamar Dios a la obra de nuestras manos. En ti encuentra piedad el
huérfano."
Yo curaré sus extravíos, los amaré con largueza, mi cólera se apartará de
ellos. Seré para Israel como rocío, florecerá como azucena, arraigará sus
raíces como el Líbano.
Brotarán sus vástagos, será su esplendor como un olivo, su aroma como el
Líbano.
Volverán a descansar a mi sombra, harán brotar el trigo, florecerán como la
viña; será su fama como la del vino del Líbano. Efraín, ¿qué te importan ya los
ídolos? Yo lo atiendo y lo miro: yo soy como un ciprés siempre verde, de mí
proceden tus frutos.
¿Quién es el sabio que lo comprenda, el prudente que lo entienda? Rectos son
los caminos del Señor: los justos andan por ellos, más los pecadores en ellos
tropiezan.»
Responsorio Os 14, 5; J1 3, 21
R. Yo curaré sus extravíos, los amaré con largueza, * y
mi cólera se apartará de ellos.
V. Yo vengaré su sangre, no quedará impune; el Señor
establecerá su morada en Sión.
R. Y mi cólera se apartará de ellos.
Segunda Lectura
Del sermón de san Agustín, obispo, sobre los pastores
(Sermón 46,10-I 1: CCL. 41, 536-538)
PREPÁRATE PARA LAS PRUEBAS
Ya habéis oído lo que los malos pastores aman. Ved ahora lo que
descuidan. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a
las heridas, es decir, a las que sufren; no recogéis a las descarriadas, ni
buscáis a las perdidas; y maltratáis brutalmente a las fuertes, destrozándolas
y llevándolas a la muerte. Decir que una oveja ha enfermado quiere significar
que su corazón es débil de tal manera que puede ceder ante las tentaciones en
cuanto sobrevengan y la sorprendan desprevenida.
El pastor negligente, cuando recibe en la fe a alguna de estas ovejas débiles,
no le dice: Hijo mío, cuando te acerques al temor de Dios, prepárate para las
pruebas; mantén el corazón firme, sé valiente. Porque quien dice tales cosas, ya
está confortando al débil, ya está fortaleciéndole, de forma que, al abrazar la
fe, dejará de esperar en las prosperidades de este siglo. Ya que, si se le
induce a esperar en la prosperidad, esta misma prosperidad será la que le
corrompa; y, cuando sobrevengan las adversidades, lo derribarán y hasta acabarán
con él.
Así, pues, el que de esa manera lo edifica, no lo edifica sobre piedra, sino
sobre arena.
Y la roca era Cristo. Los cristianos tienen que imitar los sufrimientos de
Cristo, y no tratar de alcanzar los placeres. Se conforta a un pusilánime cuando
se le dice: "Aguarda las tentaciones de este siglo, que de todas ellas te
librará el Señor, si tu corazón no se aparta lejos de él. Porque precisamente
para fortalecer tú corazón vino él a sufrir, vino él a morir, a ser escupido y
coronado de espinas, a escuchar oprobios, a ser, por último, clavado en una
cruz. Todo esto lo hizo él por ti, mientras que tú no has sido capaz de hacer
nada, no ya por él, sino por ti mismo."
¿Y cómo definir a los que, por temor de escandalizar a aquellos a los que se dirigen,
no sólo no los preparan para las tentaciones inminentes, sino que incluso les
prometen la felicidad en este mundo, siendo así que Dios mismo no la prometió?
Dios predice al mismo mundo que vendrán sobre él trabajos y más trabajos hasta
el final, ¿y quieres tú que el cristiano se vea libre de ellos? Precisamente
por ser cristiano tendrá que pasar más trabajos en este mundo.
Lo dice el Apóstol: Todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo será perseguido.
Y tú, pastor que tratas de buscar tu interés en vez del de Cristo, por más que aquél
diga: Todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo será perseguido, tú insistes
en decir: "Si vives piadosamente en Cristo, abundarás en toda clase de
bienes. Y, si no tienes hijos, los engendrarás y sacarás adelante a todos, y
ninguno se te morirá." ¿Es ésta tu manera de edificar? Mira lo que haces,
y dónde construyes. Aquel a quien tú levantas está sobre arena. Cuando vengan
las lluvias y los aguaceros, cuando sople el viento harán fuerza sobre su casa,
se derrumbará, y su ruina será total.
Sácalo de la arena, ponlo sobre la roca; aquel que tú deseas que sea cristiano,
que se apoye en Cristo. Que piense en los inmerecidos tormentos de Cristo, que
piense en Cristo, pagando sin pecado lo que otros cometieron, que escuche la
Escritura que le dice: El Señor castiga a sus hijos preferidos. Que se prepare
a ser castigado, o que renuncie a ser hijo preferido.
Responsorio 1 Ts 2, 4. 3
R. Así como hemos sido juzgados aptos por Dios para confiarnos
el Evangelio, así lo predicamos.* No buscamos agradar
a los hombres, sino a Dios.
V. Nuestra exhortación no procede del error, ni de la impureza,
ni con engaño.
R. No buscamos agradar a los hombres, sino a Dios.
*Lecturas del Viernes de la 24ª semana del
Tiempo Ordinario*
Viernes, 17 de septiembre de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (8,1-3)*
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo,
predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas
mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la
Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa,
intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el
sol que nace de lo alto.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el
sol que nace de lo alto.
PRECES
Confiados en Dios, que cuida con solicitud de todos los que ha
creado y redimido con la sangre de su Hijo, invoquémosle diciendo:
Escucha, Señor, y ten piedad.
Dios misericordioso, asegura nuestros pasos en el camino de la verdadera
santidad,
y haz que busquemos siempre cuanto hay de verdadero, noble y justo.
No nos abandones para siempre, por amor de tu nombre
no olvides tu alianza con nosotros.
Con alma contrita y espíritu humillado te seamos aceptos,
porque no hay confusión para los que en ti confían.
Tú que has querido que participáramos en la misión profética de Cristo,
haz que proclamemos ante el mundo tus maravillas.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Dirijámonos al Padre, con las mismas palabras que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Te pedimos, Señor, tu gracia abundante, para que nos ayude a
seguir el camino de tus mandatos, y así gocemos de tu consuelo en esta vida y
alcancemos la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de
los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
*Santa Hildegarda de Bingen*
Hildegarda nació en Bermersheim, en el valle del Rin (actualmente
Renania-Palatinado, en Alemania), durante el verano del año 1098, en el seno de
una familia noble alemana acomodada.8 Fue la menor de los diez hijos de
Hildeberto de Bermersheim, caballero al servicio de Meginhard, conde de
Spanheim, y de su esposa, Matilde de Merxheim-Nahet, y por eso fue considerada
como el diezmo para Dios, entregada como oblata y consagrada desde su
nacimiento a la actividad religiosa, según la mentalidad medieval.10De esta
manera, fue dedicada por sus padres a la vida religiosa y entregada para su
educación a la condesa Judith de Spanheim (Jutta), hija del conde Esteban II de
Spanheim y, por tanto, noble como ella, quien la instruyó en el rezo del salterio,
en la lectura del latín —aunque no le enseñó a escribirlo o, cuando menos, no
con pericia—, en la lectura de la Sagrada Escritura y en el canto gregoriano.
Durante algunos años maestra y discípula vivieron en el castillo
de Spanheim. Cuando Hildegarda cumplió catorce años, ambas se enclaustraron en
el monasterio de Disibodenberg. Este monasterio era masculino, pero acogió a un
pequeño grupo de enclaustradas en una celda anexa, bajo la dirección de Judith.
La ceremonia de clausura solemne fue celebrada el 1 de noviembre de 1112 y en
ella participaron Hildegarda, Judith y otra enclaustrada más, también infante.
En 1114, la celda se transformó en un pequeño monasterio, a fin de poder
albergar el creciente número de vocaciones. En ese mismo año, Hildegarda emitió
la profesión religiosa bajo la regla benedictina, recibiendo el velo de manos
del obispo Otón de Bamberg. De esta manera continuó su educación monástica
rudimentaria dirigida por Judith.
Judith murió en 1136, con fama de santidad tras haber llevado una
vida de mucha austeridad y ascesis, que incluyó largos ayunos y penitencias
corporales. Hildegarda, a pesar de su juventud, fue elegida como abadesa
(magistra) de manera unánime por la comunidad de monjas.
Desde niña, Hildegarda tuvo débil constitución física, sufría de
constantes enfermedades y experimentaba visiones. En una hagiografía posterior
escrita por el monje Teoderico de Echternach se consignó el testimonio de la
propia Hildegarda, donde dejó constancia que desde los tres años tuvo la visión
de «una luz tal que mi alma tembló». Estos hechos continuaron aún durante los
años en que estuvo bajo la instrucción de Judith quien, al parecer, tuvo
conocimiento de ellos. Vivía estos episodios conscientemente, es decir, sin
perder los sentidos ni sufrir éxtasis. Ella los describió como una gran luz en
la que se presentaban imágenes, formas y colores; además iban acompañados de
una voz que le explicaba lo que veía y, en algunos casos, de música.
En 1141, a la edad de cuarenta y dos años, sobrevino un episodio
de visiones más fuerte, durante el cual recibió la orden sobrenatural de
escribir las visiones que en adelante tuviese. A partir de entonces, Hildegarda
escribió sus experiencias, que dieron como resultado el primer libro, llamado
Scivias (Conoce los caminos), que no concluyó hasta 1151. Para tal fin, tomó
como secretario y amanuense a uno de los monjes de Disibodenberg llamado Volmar
y, como colaboradora, a una de sus monjas, llamada Ricardis de Stade.
No obstante, siguió teniendo reticencias para hacer públicas sus
revelaciones y los textos resultantes de ellos, por lo que para disipar sus
dudas recurrió a uno de los hombres más prominentes y con mayor reputación
espiritual de su tiempo: Bernardo de Claraval, a quien dirigió una sentida
carta pidiéndole consejo sobre la naturaleza de sus visiones y la pertinencia
de hacerlas de conocimiento general. En dicha misiva, enviada hacia 1146,
confesaba al ilustre monje cisterciense que lo había visto en una visión «como
un hombre que veía directo al sol audaz y sin miedo», y al mismo tiempo que se
atribuía a sí misma «debilidad» solicitaba su consejo:
Padre, estoy profundamente perturbada por una visión que se me ha
aparecido por medio de una revelación divina y que no he visto con mis ojos
carnales, sino solamente en mi espíritu. Desdichada, y aún más desdichada en mi
condición mujeril, desde mi infancia he visto grandes maravillas que mi lengua
no puede expresar, pero que el Espíritu de Dios me ha enseñado que debo creer.
[...]
Por medio de esta visión, que tocó mi corazón y mi alma como una
llama quemante, me fueron mostradas cosas profundísimas. Sin embargo, no recibí
estas enseñanzas en alemán, en el cual nunca he tenido instrucción. Sé leer en
el nivel más elemental, pero no comprenderlo plenamente. Por favor, dame tu
opinión sobre estas cosas, porque soy ignorante y sin experiencia en las cosas
materiales y solamente se me ha instruido interiormente en mí espíritu. De ahí
mi habla vacilante. [...]
La respuesta de Bernardo no fue ni muy extensa ni tan elocuente
como la carta enviada por Hildegarda, pero en ella la invitaba a «reconocer
este don como una gracia y a responder a él ansiosamente con humildad y
devoción [...]». Además, parece que el abad de Claraval posteriormente
intervino ante el papa Eugenio III en favor de Hildegarda, ya que tenía trato
personal con el obispo de Roma porque éste era también cisterciense y antiguo
discípulo suyo.
Precisamente, el arzobispo Enrique de Maguncia bajo cuya
jurisdicción se encontraba el monasterio de Disibodenberg, y que estaba
enterado de las visiones y profecías de Hildegarda, mandó una comisión al papa
Eugenio para informarse de lo sucedido y lograr que se declarara sobre la
naturaleza de tales dones. El papa se encontraba por aquellos días en Tréveris
para presidir el sínodo que se celebró en aquella ciudad entre 1147 y 1148.
En 1148, un comité de teólogos, encabezado por Albero de
Chiny-Namur, obispo de Verdún, a petición del papa, estudió y aprobó parte del
Scivias. El mismo papa leyó públicamente algunos textos durante el sínodo de
Tréveris y declaró que tales visiones eran fruto de la intervención del
Espíritu Santo. Tras la aprobación, envió una carta a Hildegarda, pidiéndole
que continuase escribiendo sus visiones. Con ello dio comienzo no solo la
actividad literaria aprobada canónicamente, sino también la relación epistolar
con múltiples personalidades de la época, tanto políticas como eclesiásticas,
tales como el ya mencionado Bernardo de Claraval, Federico I Barbarroja,
Enrique II de Inglaterra o Leonor de Aquitania, que pedían sus consejos y
orientaciones. Tal fue su reconocimiento, que llegó a ser conocida como la
Sibila del Rin.
También en 1148 y sin haber concluido la redacción del Scivias,
una visión la hizo concebir la idea de partir de Disibodenberg y marchar a un
lugar «donde no había agua y donde nada era placentero» inspirándola así para
la fundación de un monasterio en la colina de san Ruperto (Rupertsberg), cerca
de Bingen al oeste del río Rin en la desembocadura del Nahe, para trasladar a
la crecida comunidad y emanciparla de los monjes de Disibodenberg.
Sin embargo, Kuno, entonces abad de Disibodenberg, se opuso a su
salida, lo que contrarió a la monja en gran medida, al punto de ocasionarle
trastornos físicos, que fueron atribuidos a causas divinas:
Decían que había sido engañada por la vanidad. Cuando lo oí, mi
corazón se afligió, mi carne y mis venas se secaron, y durante muchos días yací
en cama.
Ante esta situación intervino la marquesa Ricardis de Stade
(Richardis von Stade),29 madre de la monja que servía de secretaria a
Hildegarda, quien logró convencer a Enrique I, arzobispo de Maguncia
(1142—1153), de que diera la autorización para la salida de las religiosas y la
fundación del nuevo monasterio. Hacia 1150, se trasladó a Rupertsberg con cerca
de veinte de sus monjas, obtuvo el permiso del conde Bernardo de Hildesheim,
propietario del terreno elegido y fundó el monasterio de Rupertsberg, del cual
se convirtió en abadesa.
Por esa época, su asistente y secretaria Ricardis la abandonó para
convertirse en abadesa del convento de Bassum en Sajonia. Ello causó la
tristeza y oposición de Hildegarda, que luego reflejaría en serias cartas de
protesta al arzobispo Hartwig de Bremen, hermano de Ricardis, quien había
influido para conseguir el cargo abacial; llegó a apelar hasta al papa, sin
conseguir que la monja volviera. Ricardis murió al año de la separación.
Un año después del traslado concluyó el Scivias y de esa misma
época datan sus dos libros de contenidos sobre ciencias naturales (Physica) y
medicina (Cause et cure), en los cuales expuso gran cantidad de conocimientos
sobre el funcionamiento del cuerpo humano, de herbología y otros tratamientos
médicos de su época basados en las propiedades de piedras y animales. Asimismo,
comenzó la colección de cantos que tituló Symphonia armonie celestium
revelationum, que compuso para atender a las necesidades litúrgicas de su
comunidad. Según algunas cronologías, también de 1150 dataría el inicio del
Liber vite meritorum.
Hacia 1163, como fruto de sus constantes visiones, comenzó la
escritura del Liber divinorum operum, la tercera de sus tres obras más
importantes y que tardaría alrededor de diez años en concluir. Sin embargo, la
abadesa alternó la vida contemplativa y de escritora con la de predicación y
fundación, ya que en 1165 fundó un segundo monasterio en Eibingen, que visitaba
regularmente dos veces a la semana.
La fama de santa y profetisa que llegó a tener la abadesa fue tal
que, en 1150, el propio emperador Federico I Barbarroja la invitó a entrevistarse
con él en su palacio en Ingelheim. El aprecio mutuo que generó esta entrevista
manifestado en las subsecuentes cartas llegó a tal grado que, trece años más
tarde, el soberano otorgó un edicto de protección imperial a perpetuidad al
monasterio de Rupertsberg.
La labor de escritora de Hildegarda se vio interrumpida muchas
veces por los viajes de predicación. Si bien la clausura en sus tiempos no era
tan rígida como lo sería a partir de Bonifacio VIII, no dejó de sorprender y
admirar a sus contemporáneos que una abadesa abandonara su monasterio para
predicar.
El contenido de su predicación giró en torno a la redención, la
conversión y la reforma del clero, criticando duramente la corrupción
eclesiástica, además de oponerse firmemente a los cátaros; al condenar las
doctrinas de estos, proponiendo el combate de sus errores mediante la
predicación y la edificación del clero.
En total fueron cuatro los viajes de predicación que realizó: el
primero entre 1158 y 1159, en el que viajó a Maguncia y a Wurzburgo. En 1160
realizó el segundo a Tréveris y a Metz. En su tercera predicación, entre 1161 y
1163, viajó por el Rin hasta Colonia. En el último de sus viajes, comprendido
entre 1170 y 1171, predicó en la región de Suabia.
Además de estos viajes de predicación, Hildegarda usó las cartas
para hacer sentir su opinión ante personajes notables. Con motivo del cisma
provocado por la elección del antipapa Víctor IV con el apoyo del emperador
Barbarroja, frente al papa romano Alejandro III, alargado a la muerte de Víctor
IV con la elección de los también antipapas Pascual III y Calixto III,
Hildegarda hizo graves amonestaciones proféticas al primero de estos, así como
al emperador mismo.
En el año 1173, poco antes de concluir el Liber divinorum operum,
murió el monje Volmar, su más cercano colaborador y secretario, lo que la
orilló a ayudarse de los monjes de la abadía de san Eucharius de Tréveris para
terminar dicha obra. Durante algún tiempo el monje Godofredo de Disibodenberg
le sirvió como amanuense, a la vez que comenzó la redacción de una biografía de
la profetisa, pero también él murió poco tiempo después, en 1176. El último de
sus secretarios lo encontró en Guiberto de Gembloux, un monje flamenco, con el
que había sostenido conversación epistolar iniciada por el interés de éste
sobre la manera en que Hildegarda tenía sus visiones.
La última situación crítica a la que tuvo que enfrentarse
Hildegarda aconteció en 1178, cuando su comunidad dio sepultura en el
cementerio conventual a un noble supuestamente excomulgado. Por la imposición
de esta pena eclesiástica, el derecho canónico prohibía su entierro en suelo
sagrado. Se pidió a Hildegarda que exhumara el cadáver. Ella se negó e incluso
hizo desaparecer cualquier rastro del enterramiento para que nadie pudiera buscarlo.
Sostuvo que había sido reconciliado con la Iglesia antes de morir. Los prelados
de Maguncia, en ausencia del arzobispo Christian, que estaba en Roma, pusieron
en entredicho al monasterio. Por él se prohibió el uso de las campanas, los
instrumentos y los cantos en la vida y liturgia de Rupertsberg. Hildegarda se
defendió escribiendo una carta de rico contenido doctrinal, donde recogía el
significado teológico de la música. Cuando regresó el arzobispo en marzo de
1179, se presentaron testigos que apoyaban la versión de Hildegarda y fue
levantado el entredicho.
A los pocos meses de ser levantado el entredicho, el 17 de
septiembre de 1179, a los 81 años de edad murió Hildegarda. Las crónicas
hagiográficas cuentan que a la hora de su muerte aparecieron dos arcos muy
brillantes y de diferentes colores que formaban una cruz en el cielo.
Entre 1180 y 1190 el monje Teoderico de Echternach escribió la
Vita (Vida) de Hildegarda, recogiendo pasajes autobiográficos que la monja
había dejado y contado. Gregorio IX abrió el proceso de canonización en 1227,
aunque no se concluyó. Fue reabierto por Inocencio IV en 1244, sin que tampoco
en esta ocasión se llegase a concluir. Sin embargo, debido a la difusión de su
culto se la inscribió en el Martirologio romano, incluyéndose además su nombre
en algunas letanías; se extrajeron reliquias de su sepulcro; se celebró su
fiesta litúrgica; se le atribuyeron milagros y sus representaciones pictóricas
y escultóricas comenzaron a ser objeto de veneración.
Sus reliquias fueron conservadas en el convento de Rupertsberg
hasta la destrucción de éste en 1632, durante la Guerra de los Treinta Años.
Entonces fueron llevadas a Colonia y después a Ebingen donde se depositaron en
la iglesia parroquial donde aún reposan.
En 1940 se aprobó oficialmente su celebración para las iglesias
locales. Con motivo del 800 aniversario de su muerte, Juan Pablo II se refirió
a ella como profetisa y santa. De la misma manera, en 2006, el papa Benedicto
XVI también se refirió a Hildegarda como santa y la encomió como una de las
grandes mujeres de la cristiandad junto con Catalina de Siena, Teresa de Ávila
y la madre Teresa de Calcuta.
En el año 2010 el papa Benedicto XVI dedicó a Hildegarda las
Audiencias Generales del 1 y 8 de septiembre, dentro del marco de una serie de
catequesis sobre escritores cristianos, siendo la primera mujer presentada en
estas catequesis; recordó, entre otras cosas, que los contemporáneos de
Hildegarda la consideraron con el título de "profetisa teutónica" y
puntualizó el valor teológico de sus escritos y enseñanzas.
En diciembre de 2011, el papa Benedicto XVI anunció su decisión de
otorgar a santa Hildegarda el título de "Doctora de la Iglesia". El
10 de mayo de 2012 procedió a inscribirla en el catálogo de los santos y
extender su culto litúrgico a la Iglesia universal, en una "canonización
equivalente". El 27 de mayo de 2012 durante el rezo del Regina Caeli del
día de Pentecostés, el papa determinó la fecha para la proclamación como
Doctora. El 7 de octubre de 2012, durante la misa de apertura del Sínodo de los
obispos en la Basílica de San Pedro en Roma, se realizó la proclamación oficial
por el cual se le concedió el título de Doctora para la Iglesia Universal junto
con san Juan de Ávila por el papa Benedicto XVI.
Hildegarda también es venerada por algunas de las Iglesias que
conforman la Comunión anglicana, entre ellas la Iglesia de Inglaterra y la
Iglesia episcopal escocesa. Tanto en la Iglesia católica como en la Comunión
anglicana se la celebra el 17 de septiembre.
La iconografía religiosa de Hildegarda es escasa, probablemente
porque su culto fue local por bastante tiempo. Se la retrata con los atributos
propios de una abadesa de la orden de san Benito: báculo abacial y hábito
benedictino con velo negro y blanco; sus representaciones más antiguas
reproducen la manera en que aparece en las miniaturas de sus escritos: sentada
con un estilo en la mano en actitud de escribir sobre un par de tablillas o
dictando a un monje, con cinco flamas alrededor de la cabeza representando la
visión divina. Más tarde se cambia el estilo por una pluma de ave, con algún
pergamino o libro en la mano — comúnmente el Scivias — y algún instrumento
musical.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: ERES LA LUZ Y SIEMBRAS CLARIDADES.
Eres la luz y siembras claridades,
eres amor y siembras armonía
desde tu eternidad de eternidades.
Por tu roja frescura de alegría,
la tierra se estremece de rocío,
Hijo eterno del Padre y de María.
En el cielo del hombre, oscuro y frío,
eres la luz total, fuego del fuego,
que aplaca las pasiones y el hastío.
Entro en tus esplendores, Cristo, ciego;
mientras corre la vida paso a paso,
pongo mis horas grises en tu brazo,
y a ti, Señor, mi corazón entrego. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Día tras día te bendeciré, Señor, y explicaré tus proezas.
Salmo 144 I - HIMNO A LA GRANDEZA DE DIOS.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus creaturas.
Que todas tus creaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;
explicando tus proezas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Día tras día te bendeciré, Señor, y explicaré tus proezas.
Ant 2. Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú estás cerca de
los que te invocan.
Salmo 144 II
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú estás cerca de
los que te invocan.
Ant 3. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Cántico: CANTO DE LOS VENCEDORES Ap 15, 3-4
Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
LECTURA BREVE Rm 8, 1-2
No hay ya condenación alguna para los que están en Cristo Jesús, porque la ley
del espíritu de vida en Cristo Jesús me libró de la ley del pecado y de la
muerte.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
R. Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
V. Muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.
R. Para llevarnos a Dios.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo murió por nuestros pecados, para llevarnos a Dios.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Acuérdate, Señor, de tu misericordia como lo habías prometido a
nuestros padres.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Acuérdate, Señor, de tu misericordia como lo habías prometido a
nuestros padres.
PRECES
Invoquemos a Cristo, en quien confían los que conocen su nombre,
diciendo:
Confirma, Señor, lo que has realizado en nosotros.
Señor Jesucristo, consuelo de los humildes,
dígnate sostener con tu gracia nuestra fragilidad, siempre inclinada al pecado.
Que los que por nuestra debilidad estamos inclinados al mal,
por tu misericordia obtengamos el perdón.
Señor, a quien ofende el pecado y aplaca la penitencia,
aparta de nosotros el castigo merecido por nuestros pecados.
Tú que perdonaste a la mujer arrepentida y cargaste sobre los hombros la oveja
descarriada,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz,
abre las puertas del cielo a todos los difuntos que en ti confiaron.
Siguiendo las enseñanzas de Jesucristo, digamos al Padre celestial:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que tu Hijo sufriese por
la salvación de todos, haz que, inflamados en tu amor, sepamos ofrecernos a ti
como víctima viva. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.