*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Alfonso María de Ligorio*
DOMINGO SEMANA II
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.
Himno: CRISTO, EL SEÑOR
Cristo, el Señor,
como la primavera,
como una nueva aurora,
resucitó.
Cristo, nuestra Pascua,
es nuestro rescate,
nuestra salvación.
Es grano en la tierra,
muerto y florecido,
tierno pan de amor.
Se rompió el sepulcro,
se movió la roca,
y el fruto brotó.
Dueño de la muerte,
en el árbol grita
su resurrección.
Humilde en la tierra,
Señor de los cielos,
su cielo nos dio.
Ábranse de gozo
las puertas del Hombre,
que al hombre salvó.
Gloria para siempre
al Cordero humilde
que nos redimió. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.
Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.
Ant 2. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.
Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.
Ant 3. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.
Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta, alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.
LECTURA BREVE Ez 36, 25-27
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras
inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os
infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y
os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis
según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
RESPONSORIO BREVE
V. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tú nombre.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tú nombre.
V. Pregonando tus maravillas.
R. Invocando tú nombre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tú nombre.
Primera Lectura
Del primer libro de los Reyes 19, 1-9a. 11-21
EL SEÑOR SE MANIFIESTA A ELÍAS
En aquellos días, Ajab refirió a Jezabel cuanto había hecho Elías
y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas. Envió Jezabel un mensajero
a Elías, diciendo: «Que los dioses me hagan esto y me añadan esto otro, si
mañana a estas horas no te he puesto a ti como a uno de ellos.»
Él tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá
y dejó allí a su criado. Él caminó por el desierto una jornada de camino, y fue
a sentarse bajo
una retama. Se deseó la muerte y dijo: «¡Basta ya, Señor! ¡Toma mi vida, porque
no soy mejor que mis padres!»
Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel lo tocó y le dijo:
«Levántate y come.»
Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de
agua.
Comió y bebió y se volvió a acostar. Volvió por segunda vez el ángel del Señor,
lo tocó y le dijo: «Levántate y come, porque el camino que te queda por andar
es demasiado largo.»
Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta
días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb. Allí entró en una
cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra del Señor, que le
dijo: «Sal y ponte en el monte ante el Señor.»
Y he aquí que el Señor pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las
montañas y quebrantaba las rocas ante el Señor; pero no estaba el Señor en el
huracán. Después del huracán, sobrevino un temblor de tierra; pero no estaba el
Señor en el terremoto.
Después del temblor, vino fuego; pero no estaba el Señor en el fuego. Después
del fuego, se percibió un murmullo ligero de una suave brisa. Al oírlo Elías
cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue
dirigida una voz que le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?»
Él respondió: «Ardo en celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los
hijos de Israel te han abandonado, han derribado, tus altares y han pasado a espada
a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.»
El Señor le dijo: «Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de Damasco.
Vete y unge a Jazael como rey de Aram. Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey
de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel-Mejolá, lo ungirás como profeta
en tu lugar. Al que escape a la espada de Jazael lo hará morir Jehú, y al que
escape a la espada de Jehú lo hará morir Eliseo. Pero me reservaré siete mil en
Israel; todas las rodillas que no se doblaron ante Baal, y todas las bocas que
no lo besaron.»
Partió Elías de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando.
Había delante de él doce yuntas y él estaba con la duodécima. Pasó Elías junto
a él y le echó su manto encima. Eliseo abandonó los bueyes, corrió tras de
Elías y le dijo: «Déjame ir a besar a mi padre y a mi madre y te seguiré.»
Le respondió: «Anda, vuélvete, pero mira lo que he hecho contigo.»
Volvió atrás Eliseo, tomó el par de bueyes y los sacrificó, asó su carne con el
yugo de los bueyes y la repartió a sus gentes, que comieron. Después se
levantó, se fue tras de Elías y entró a su servicio.
Responsorio Cf. Ex 33, 22. 20; Jn
1, 18
R. Dijo Dios a Moisés: «Cuando pase mi gloria ante ti, te
pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya
pasado; * pues nadie puede ver a Dios y seguir viviendo.»
V. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo unigénito, que está en
el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.
R. Pues nadie puede ver a Dios y seguir viviendo.
Segunda Lectura
Comienza la carta llamada de Bernabé
(Caps. 1, 1-8; 2,1-5: Funk 1, 3-7)
LA ESPERANZA DE LA VIDA, PRINCIPIO Y TÉRMINO DE NUESTRA FE
Salud en la paz, hijos e hijas, en el nombre del Señor que nos ha
amado.
Ya que las gracias de justificación que habéis recibido de Dios son tan grandes
y espléndidas, me alegro sobremanera, y, más que toda otra cosa, de la dicha y
excelencia de vuestras almas. Pues habéis recibido la gracia del don
espiritual, plantada en vosotros.
Me felicito aún más, con la esperanza de ser salvado, cuando veo de verdad el
Espíritu que se ha derramado sobre vosotros del abundante manantial que es el
Señor. Hasta tal punto me conmovió el veros, cosa tan deseada para mí, cuando
estaba entre vosotros.
Aunque os haya hablado ya muchas veces, estoy profundamente convencido de que
me quedan todavía muchas cosas por deciros, pues el Señor me ha acompañado por
el camino de la justicia. Me siento obligado a amaros más que a mi propia vida,
pues una gran fe y una gran caridad habitan en vosotros por la esperanza de
alcanzar la vida divina.
Considerando que obtendré una gran recompensa si me preocupo de hacer
partícipes a unos espíritus como los vuestros, al menos en alguna medida, de
los conocimientos que he recibido, he decidido escribiros con brevedad, a fin
de que, con la fe, poseáis un conocimiento perfecto.
Tres son las enseñanzas del Señor: la esperanza de la vida, principio y término
de nuestra fe; la justicia, comienzo y fin del juicio; el amor en la alegría y
el regocijo, testimonio de las obras de la justicia.
El Señor, en efecto, nos ha manifestado por medio de sus profetas el pasado y
el presente, y nos ha hecho gustar por anticipado las primicias de lo porvenir.
Viendo, pues, que estas cosas se van cumpliendo en el orden en que él las había
predicho, debemos adelantar en una vida más generosa y más excelsa en el temor
del Señor. Por lo que respecta a mí, no como maestro, sino como uno de vosotros,
os manifestaré algunas enseñanzas que os puedan alegrar en las presentes
circunstancias.
Ya que los días son malos y que el Altivo mismo posee poder, debemos, estando vigilantes
sobre nosotros mismos, buscar las justificaciones del Señor. Nuestra fe tiene como
ayuda el temor y la paciencia, y como aliados la longanimidad y el dominio de nosotros
mismos. Si estas virtudes permanecen santamente en nosotros, en todo lo que atañe
al Señor, tendrán la gozosa compañía de la sabiduría, la inteligencia, la
ciencia y el conocimiento.
El Señor nos ha dicho claramente, por medio de los profetas, que no tiene
necesidad ni de sacrificios ni de holocaustos ni de ofrendas, cuando dice: ¿Qué
me importa el número de vuestros sacrificios? —Dice el Señor—. Estoy harto de
holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y
machos cabríos no me agrada, ¿por qué entráis a visitarme? ¿Quién pide algo de
vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No me traigáis más dones vacíos, más
incienso execrable. Novilunios, Sábados, asambleas, no los aguanto.
Responsorio Ga 2, 16; Gn 15, 6
R. Sabemos que el hombre se justifica por creer en Cristo
Jesús. * Nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados
por la fe en Cristo.
V. Abraham creyó al Señor y le fue reputado por justicia.
R. Nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados
por la fe en Cristo.
*Lecturas del Domingo 18º del Tiempo Ordinario - Ciclo B*
Domingo, 1 de agosto de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (6,24-35)*
En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a
las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las
señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por
la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna.
Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha
puesto su sello en él.»
Le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de
Dios?»
Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.»
«¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos?
¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto,
como dice la Escritura: "Dios les dio a comer pan del cielo."»
Jesús les contestó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del
cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que
Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.»
Ellos le pidieron: «Señor, danos siempre ese pan.»
Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más
tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Antifona: Yo soy el pan de vida; el que venga
a mí no tendrá más hambre, y el que crea en mí jamás
tendrá sed.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
+Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Yo soy el pan de vida; el que venga a mí no tendrá más hambre, y el
que crea en mí jamás tendrá sed.
PRECES
Invoquemos, hermanos, a nuestro Salvador, que ha venido al mundo
para ser «Dios-con-nosotros», y digámosle confiadamente:
Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.
Señor Jesús, sol que nace de lo alto y primicia de la humanidad resucitada,
haz que siguiéndote a ti no caminemos nunca en sombras de muerte, sino que
tengamos siempre la luz de la vida.
Que sepamos descubrir, Señor, cómo todas las creaturas están llenas de tus
perfecciones,
para que así, en todas ellas, sepamos contemplarte a ti.
No permitas, Señor, que hoy nos dejemos vencer por el mal,
antes danos tu fuerza para que venzamos al mal a fuerza del bien.
Tú que, bautizado por Juan en el Jordán, fuiste ungido con el Espíritu Santo,
asístenos durante este día para que actuemos movidos por este mismo Espíritu.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a
la humanidad caída, conserva a tus fieles en continua alegría y concede los
gozos del cielo a quienes has librado de la muerte eterna. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
*San Alfonso María de Ligorio*
San Alfonso nació cerca de
Nápoles el 27 de septiembre de 1696. Siendo aún niño fue visitado por San Francisco
Jerónimo el cual lo bendijo y predijo para él grandes bendiciones y sabiduría.
A los 16 años, caso excepcional obtiene el grado de doctor en ambos derechos,
civil y canónico, con notas sobresalientes en todos sus estudios.
Para conservar la pureza de su
alma escogió un director espiritual, visitaba frecuentemente a Jesús
Sacramentado, rezaba con gran devoción a la Virgen y huía de todos los que
tuvieran malas conversaciones.
Su padre, que deseaba hacer de él
un brillante político, lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender
música, artes y detalles de la vida caballeresca. Como abogado, el santo
obtenía importantes triunfos; sin embargo, no lo dejaba satisfecho ante el gran
peligro que en el mundo existe de ofender a Dios.
Por revelación divina, San
Alfonso abandona todo y decide convertirse en apóstol incansable del Señor
Jesús. La tarea no fue fácil; tuvo que enfrentar, con gran lucha espiritual, a
su padre y familia, a sus amigos y así mismo. Al fin, a los 30 años de edad
logra ser ordenado sacerdote, y desde entonces se dedicó a trabajar con las
gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades, a quienes les
enseñaba el catecismo.
El 9 de noviembre de 1752 fundó,
junto con otros sacerdotes, la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres
Redentoristas), y siguiendo el ejemplo de Jesús se dedicaron a recorrer
ciudades, pueblos y campos predicando el evangelio. Por 30 años, con su equipo
de misioneros, el santo recorrió campos, pueblos, ciudades, provincias,
permaneciendo en cada sitio 10 o 15 días predicando, para que no quedara ningún
grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente.
San Alfonso fue un escritor muy
prolífico; al morir dejó 111 libros y opúsculos impresos y 2 mil manuscritos.
Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras.
En 1762 el Papa lo nombró obispo
de Santa Agueda. San Alfonso, quien no deseaba asumir el cargo, aceptó con
humildad y obediencia, permaneciendo al frente de la diócesis por 13 años donde
predicó el Evangelio, formó grupos de misioneros y dio catequesis a los más
pequeños y necesitados.
Sus últimos años fueron llenos de
sufrimientos y enfermedades dolorosas; el santo soportó pacientemente todos
estos males, rezando siempre por la conversión de los pecadores y por su propia
santidad. San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787, a la edad de 90 años. El
Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de
la Iglesia en 1875.
DOMINGO SEMANA II
II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: ¿DONDE ESTÁ MUERTE, TU VICTORIA?
¿Dónde está muerte, tu victoria?
¿Dónde está muerte, tu aguijón?
Todo es destello de su gloria,
clara luz, resurrección.
Fiesta es la lucha terminada,
vida es la muerte del Señor,
día la noche engalanada,
gloria eterna de su amor.
Fuente perenne de la vida,
luz siempre viva de su don,
Cristo es ya vida siempre unida
a toda vida en aflicción.
Cuando la noche se avecina,
noche del hombre y su ilusión,
Cristo es ya luz que lo ilumina,
Sol de su vida y corazón.
Demos al Padre la alabanza,
por Jesucristo, Hijo y señor,
denos su espíritu esperanza
viva y eterna de su amor. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.
Ant 2. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.
Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?
Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:
tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.
Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.
Ant 3. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados
cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente
decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Ts 2, 13-14
Nosotros debemos dar continuamente gracias a Dios por vosotros, hermanos, a quienes
tanto ama el Señor. Dios os eligió desde toda la eternidad para daros la salud
por la santificación que obra el Espíritu y por la fe en la verdad. Con tal fin
os convocó por medio del mensaje de la salud, anunciado por nosotros, para
daros la posesión de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE
V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.
V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Venid a mí todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os
daré descanso.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
+Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid a mí todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os
daré descanso.
PRECES
Demos gloria y honor a Cristo, que puede salvar definitivamente a
los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive para interceder en su
favor, y digámosle con plena confianza:
Acuérdate, Señor, de tu pueblo.
Señor Jesús, sol de justicia que iluminas nuestras vidas, al llegar al umbral
de la noche te pedimos por todos los hombres,
que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz.
Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre
y santifica a tu iglesia para que sea siempre inmaculada y santa.
Acuérdate de esta comunidad aquí reunida,
que tú elegiste como morada de tu gloria.
Que los que están en camino tengan un viaje feliz
y regresen a sus hogares con salud y alegría.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Acoge, Señor, a tus hijos difuntos
y concédeles tu perdón y la vida eterna.
Terminemos nuestras preces con la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a
la humanidad caída, conserva a tus fieles en continua alegría y concede los
gozos del cielo a quienes has librado de la muerte eterna. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.