*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Simeón*
Laudes -
JUEVES DESPUÉS DE CENIZA 2021
Jueves, 18 de febrero de 2021.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por
nosotros fue tentado y por nosotros murió.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Este es el día del Señor.
Este es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos.
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.
Salmodia
Antífona 1: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu
gracia.
Salmo
142,1-11
Lamentación y súplica ante la
angustia
El hombre
no se justifica por cumplir la ley, sino por creer en Cristo Jesús. (Ga 2,16)
Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.
Antífona 2: El Señor hará derivar hacia Jerusalén, como
un río, la paz.
Is 66,10-14ª
Consuelo y gozo para la ciudad
santa
La
Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre. (Ga 4,26)
Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias
de sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella,
como un río, la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo,
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
y vuestros huesos florecerán como un prado.»
Antífona 3: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
Salmo 146
(1-11)
Poder y bondad de Dios
A ti, oh
Dios, te alabamos; a ti, Señor, te reconocemos.
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.
Lectura Breve
Cf. 1 Re 8, 51a. 52-53a
Nosotros, Señor, somos tu pueblo y tu heredad; que tus ojos estén
abiertos a las súplicas de tu siervo y a la súplica de tu pueblo Israel, para
escuchar todos sus clamores hacia ti. Porque tú nos separaste para, ti, como
herencia tuya de entre todos los pueblos de la tierra.
Responsorio Breve
V. Él me librará de la red del cazador.
R. Él me librará de la red del cazador.
V. Me cubrirá con su plumaje.
R. Él me librará de la red del cazador.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Él me librará de la red del cazador.
V. El que medita la ley del Señor.
R. Da fruto a su tiempo.
Lecturas
Primera Lectura
Comienza el libro del Deuteronomio 1, 1. 6-18
ÚLTIMAS PALABRAS DE MOISÉS EN MOAB
Éstas son las palabras que dijo Moisés a todo Israel al otro lado
del Jordán, en el desierto, en la Arabá, frente a Sof, entre Farán y Tofel,
Haserot y Dizahab: «El Señor, nuestro Dios, nos dijo en el monte Horeb:
"Basta ya de vivir en este monte, poneos en camino, id a las montañas de
los amorreos, a las poblaciones vecinas de la estepa de la Arabá, de la
montaña, de la tierra baja, del Negueb y de la costa; a Canaán y al Líbano, hasta
el gran río, el Éufrates. Mirad: os he puesto delante la tierra que yo, el
Señor, prometí dar a vuestros padres, a Abraham, Isaac y Jacob."
Entonces yo os dije: "Yo solo no puedo con vosotros. El Señor, vuestro
Dios, os ha multiplicado y sois tan numerosos como las estrellas del cielo. Que
el Señor, Dios de vuestros padres, continúe y os haga mil veces más numerosos,
y os siga bendiciendo, como dijo. Pero ¿cómo voy a poder yo solo con todas vuestras
cargas, vuestro peso y vuestros litigios? Proponed a algunos de cada tribu, a
hombres sabios y de experiencia, y yo los nombraré jefes vuestros."
Y me contestasteis: "Está bien lo que nos propones." Yo elegí como
jefes de vuestras tribus a hombres sabios y de experiencia, y los nombré jefes
vuestros: jefes de mil, de cincuenta y de diez, y magistrados para cada tribu.
Entonces di a vuestros jefes estas normas: “Vosotros escucharéis los pleitos de
vuestros hermanos y juzgaréis con justicia las causas que surjan entre un
hombre con su hermano o un extranjero. No seáis parciales en la sentencia, oíd
por igual al pequeño y al grande; no os dejéis amedrentar por nadie, que la
sentencia es de Dios; y la causa que os resulte demasiado difícil pasádmela, y
yo entenderé en ella." Entonces os mandé todo lo que debíais cumplir.»
Responsorio
R. El Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses, Dios grande,
fuerte y terrible, * él no es parcial ni acepta soborno.
V. Oíd por igual al pequeño y al grande; no os dejéis
amedrentar por nadie, que la sentencia es de Dios.
R. Él no es parcial ni acepta soborno.
Segunda Lectura
De los sermones de san León Magno, papa
(Sermón 6 sobre la Cuaresma, 1-2: PL 54, 285-287)
PURIFICACIÓN ESPIRITUAL POR EL AYUNO Y LA MISERICORDIA
Siempre, hermanos, la misericordia del Señor llena la tierra, y la
misma creación natural es, para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo
lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en
ellos hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable
belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura
inteligente una acción de gracias.
Pero cuando se avecinan estos días, consagrados más especialmente a los
misterios de la redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta
pascual, se nos exige, con más urgencia, una preparación y una purificación del
espíritu.
Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón
de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también
aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos
adoptivos.
Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el
bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de
nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor
en la escala de la perfección, debemos esforzarnos para que nadie se encuentre
bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención.
Por ello, en estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir
aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos,
en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no
sólo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros
vicios.
Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna,
que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables
acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna
desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles.
Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no se ve nunca impedido
hasta tal punto que no pueda querer lo que es bueno.
Pues, de acuerdo con lo que
cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor, el que se compadece caritativamente de quienes sufren
cualquier calamidad es bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia,
sino por el bien de la paz.
Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta
misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no
sólo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres;
de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son
semejantes en el amor y afecto con que la hacen.
Responsorio Cf. 2 Co 6, 4
R. El tiempo del ayuno nos ha abierto las puertas del paraíso,
recibámoslo con buena voluntad y seamos constantes en la oración, * para
que en el día de la resurrección nos gloriemos con el Señor.
V. Acreditémonos siempre en todo como verdaderos servidores de
Dios.
R. Para que en el día de la resurrección nos gloriemos con el
Señor.
*Lecturas
del Jueves después de Ceniza*
Jueves, 18 de febrero de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (9,22-25)*
22 Dijo: «El Hijo del hombre debe
sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas, ser matado y resucitar al tercer día.»
23 Decía a todos: «Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
24 Porque quien quiera salvar su vida, la
perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.
25 Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber
ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: “Si alguno quiere venir en pos de mí —dice el Señor—,
renúnciese a sí mismo, tome
cada día su cruz y sígame.”
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Celebremos la bondad de Dios, que por Cristo se reveló como Padre
nuestro, y digámosle de todo corazón:
*Acuérdate, Señor, de que somos
hijos tuyos*.
Concédenos vivir con toda plenitud el misterio de la Iglesia, — a fin de que
nosotros, y todos los hombres encontremos en ella un sacramento eficaz de
salvación.
Padre, que amas a todos los hombres, haz que cooperemos al progreso de la
comunidad humana, — y que en todo busquemos tu reino con nuestros esfuerzos.
Haz que tengamos hambre y sed de justicia, — y acudamos a nuestra fuente, que
es Cristo, el cual entregó su vida para que fuéramos saciados.
Perdona, Señor, todos nuestros pecados, — y dirige nuestra vida por el camino
de la sencillez y de la santidad.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Porque sabemos que somos hijos de Dios, llenos de confianza nos atrevemos a
decir:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras,
para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a
ti, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la vida eterna.
R. Amén.
*San Simeón*
El Evangelio de San Mateo
describe a San Simeón como uno de los parientes o hermanos del Señor. Su padre
era Cleofás, hermano de San José, y su madre, era hermana de la Virgen María,
siendo Simeón primo carnal del Señor. Sin duda, el santo fue uno de los
hermanos de Jesús que recibió el Espíritu Santo el día de Pentecostés.
Siendo asesinado Santiago el
menor por lo judíos, los apóstoles y discípulos se reunieron para elegir a su
sucesor en la sede de Jerusalén y por unanimidad escogieron a Simeón. El año 66
estalló en Palestina la guerra civil a consecuencia de la oposición de los
judíos a los romanos y parece que los cristianos de Jerusalén recibieron del
cielo el aviso de que la ciudad sería destruida y que debían salir de ella sin
tardanza, refugiándose con el santo en la ciudad de Pela.
Después de la toma y destrucción
de Jerusalén, los cristianos volvieron y se establecieron en las ruinas, hasta
que el emperador Adriano arrasó con los escombros, pero este hecho permitió que
la Iglesia floreciera grandemente y que numerosos judíos se convirtieran al
cristianismo debido a los milagros obrados por los santos. Vaspaciano y
Domiciano mandaron a matar a todos los miembros descendientes de David, pero
Simeón consiguió escapar.
Sin embargo, durante la
persecución de Trajano, fue denunciado como cristiano y descendiente de David,
siendo sentenciado a muerte por el gobernador romano Atico. Fue torturado y
crucificado, soportando con fortaleza y valentía el suplicio, pese a que
contaba con 120 años.
Meditación
sobre las cruces de San Simeón
Las tres cruces:
I.
Nos atraemos cruces y aflicciones por nuestra imprudencia o por
nuestros pecados; debemos soportar con paciencia esas aflicciones, puesto que
nosotros somos su causa. Entra en ti mismo cuando estés afligido: pregúntale a
tu alma por qué está triste, y a menudo encontrarás que tus cruces no son sino
castigo de tu orgullo y de tu avaricia, o de algún otro pecado. Acúsate
entonces a ti mismo por tus sufrimientos; cesa de ser pecador, y cesarás de ser
desgraciado. En todas tus penas pregúntale a tu alma; interrógala: ¿No te
sucede esto sino porque has abandonado al Señor tu Dios? (San Jerónimo).
II.
A veces soportamos cruces que no hemos merecido; nos asemejamos
entonces al santo varón Job. Si tus enemigos te calumnian, si tus amigos te,
traicionan, si la pobreza, la enfermedad o la deshonra te hacen gemir y pasar
la vida en la tristeza, agradece a Dios de que te haya hecho partícipe de sus
sufrimientos y de su cruz. ¿De qué te quejas, si te trata como trató a sus
mejores amigos, como su Padre Eterno lo trató a El mismo? Sufre con Jesús y
como Jesús.
III. Los santos no esperan los sufrimientos; los piden y los
buscan, corren a ellos como el avaro a su tesoro; ¡Y tú, por lo contrario, los
huyes! No te engañes, nunca entrarás en el cielo sin la cruz; porque la cruz de
Jesucristo es la puerta del paraíso. (San Juan Crisóstomo).
El amor a la cruz
Orad por los afligidos.
Oración:
Dios todopoderoso, mirad nuestra debilidad, ved cuán agobiados
estamos bajo el peso de nuestros pecados, y fortificadnos por la intercesión de
San Simeón, vuestro pontífice mártir. Amén.
Vísperas -
JUEVES DESPUÉS DE CENIZA 2021
Jueves, 18
de febrero de 2021.
Vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.
Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.
Entonces proclamaremos:
"¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!
¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!". Amén.
Salmodia
Antífona 1: Tú eres, Señor, mi bienhechor, mi refugio
donde me pongo a salvo.
Salmo
143,1-8
Oración por la victoria y la paz
Su brazo
se adiestró en la pelea cuando venció al mundo; dijo, en efecto: «Yo he vencido
al mundo». (S. Hilario)
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;
mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Antífona 2: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Salmo
143,9-15
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.
Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.
Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.
Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de
nuestro Dios.
Ap 11,
17-18;12,10b-12a
El juicio de Dios.
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Lectura Breve
St 4, 7-8. 10
Vivid sometidos a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros.
Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Pecadores lavaos las manos;
purificad vuestros corazones, gente que obráis con doblez. Humillaos en la
presencia del Señor y él os ensalzará.
Responsorio Breve
V. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
R. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: “Señor, ten misericordia.
”
Canto Evangélico
Antifona: “Quien pierda su vida por amor a mí la salvará para
siempre”, dice el Señor.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Celebremos la misericordia de Dios, que nos ilumina con la gracia
del Espíritu Santo para que nuestra, vida resplandezca con obras de fe y
santidad, y supliquémosle, diciendo:
Renueva, Señor, al pueblo redimido por Cristo.
Señor, fuente y autor de toda santidad, haz que los obispos, sacerdotes y
diáconos, al participar de la mesa eucarística, se unan más plenamente a
Cristo, — para que vean renovada la gracia que les fue conferida por la
imposición de manos.
Impulsa a tus fieles para que, con santidad de vida, participen activamente de
la mesa de la palabra y del cuerpo de Cristo, — y vivan lo que han recibido por
la fe y los sacramentos.
Concédenos, Señor, que reconozcamos la dignidad de todo hombre redimido con la
sangre de tu Hijo, — y que respetemos su libertad y su conciencia.
Haz que todos los hombres sepan moderar sus deseos de bienes temporales, — y
que atiendan a las necesidades de los demás.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Acuérdate, Señor, de todos los que has llamado hoy a la eternidad
— y concédeles el don de la eterna bienaventuranza.
Invoquemos a Dios Padre con la oración que nos enseñó Jesús:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras,
para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a
ti, como a su fin. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la vida eterna.
R. Amén.