*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA
XXV
Del Común de santos varones: para los santos religiosos. Salterio I
23 de septiembre
SAN PÍO DE PIETRELCINA, presbítero (MEMORIA)
Nacido en 1887, San Pío de Pietrelcina , sacerdote capuchino, es el fraile de
las llagas, que se santificó viviendo a fondo en carne propia el misterio de la
cruz de Cristo y cumpliendo en plenitud su vocación de colaborador en la
Redención. En su ministerio sacerdotal ayudó a miles de fieles de todo el
mundo, principalmente mediante la dirección espiritual, la reconciliación
sacramental y la celebración de la eucaristía. Juan Pablo II lo beatificó el
día 2 de mayo de 1999, y lo canonizó el 16 de junio de 2002, estableciendo que
se celebre su fiesta el 23 de septiembre, aniversario de su muerte (1968).
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Aclamemos al Señor, en esta fiesta de san Pío de Pietrelcina.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclamemos al Señor, en esta fiesta de san Pío de Pietrelcina.
Himno: VOSOTROS SOIS LUZ DEL MUNDO.
Vosotros sois luz del mundo
y ardiente sal de la tierra,
ciudad esbelta en el monte,
fermento en la masa nueva.
Vosotros sois los sarmientos,
y yo la Vid verdadera;
si el Padre poda las ramas,
más fruto llevan las cepas.
Vosotros sois la abundancia
del reino que ya está cerca,
los doce mil señalados
que no caerán en la siega.
Dichosos, porque sois limpios
y ricos en la pobreza,
y es vuestro el reino que sólo
se gana con la violencia. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Salmo 35 - DEPRAVACIÓN DEL MALVADO Y BONDAD DE DIOS
El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia.»
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.
Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes,
tu justicia hasta las altas cordilleras;
tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!;
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva
y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.
Ant 2. Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Cántico: HIMNO A DIOS CREADOR DEL MUNDO Y PROTECTOR DE SU PUEBLO Jdt
16, 2-3. 15-19
¡Alabad a mi Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.
Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.
Ant 3. Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
Salmo 46 - ENTRONIZACIÓN DEL DIOS DE ISRAEL
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
El nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
El nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclamad a Dios con gritos de júbilo.
LECTURA BREVE Rm 12, 1-2
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como
hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os
ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para
que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo
perfecto.
RESPONSORIO BREVE
V. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
V. Y sus pasos no vacilan.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
V. Todos
quedaban maravillados.
R. De las palabras que salían de la boca de Dios.
PRIMERA LECTURA
Del libro de Tobit 4, 1-6. 20-23-5, 1-22
EL JOVEN TOBÍAS EMPRENDE EL VIAJE A MEDIA
Aquel día, Tobit se acordó del dinero que había depositado en casa de Gabael,
en Rangués de Media y pensó para sus adentros:
«He pedido la muerte. ¿Por qué no llamo a mi hijo Tobías y le informo sobre ese
dinero antes de morir?»
Entonces, llamó a su hijo Tobías y, cuando se presentó, le dijo:
«Hazme un entierro digno. Honra a tu madre; no la abandones mientras viva.
Tenla contenta y no la disgustes en nada. Acuérdate, hijo, de los muchos
peligros que pasó por tu causa cuando te llevaba en su seno. Y, cuando muera
ella, entiérrala junto a mí en la misma sepultura.
Hijo, acuérdate del Señor toda tu vida; no consientas en pecado ni quebrantes
sus mandamientos. Haz obras de caridad toda tu vida, y no vayas por caminos
injustos, porque a los que obran bien les van bien los negocios. Bendice al
Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que
lleguen a buen fin todas tus sendas y proyectos. Porque no todas las naciones
aciertan en sus proyectos; es el Señor quien, según su designio, da todos los
bienes o humilla hasta lo profundo del abismo. Bien, hijo, recuerda estas
normas; que no se te borren de la memoria.
Y ahora te comunico que en casa de Gabael, el de Gabri, en Ragués de Media,
dejé en depósito cuarenta arrobas de plata. No te apures porque seamos pobres;
si temes a Dios, huyes de todo pecado y haces lo que le agrada al Señor, tu
Dios, tendrás muchas riquezas.»
Tobías respondió a su padre Tobit:
«Padre, haré lo que me has dicho. Pero, ¿cómo podré recuperar ese dinero de
Gabael, si ni él ni yo nos conocemos? ¿Qué contraseña puedo darle para que me
reconozca y se fíe de mí y me dé el dinero? Además, no conozco el camino de
Media.»
Tobit le dijo:
«Gabael me dio un recibo, y yo le di el mío; firmamos los dos el contrato,
después lo rompí por la mitad y cogimos cada uno una parte, de modo que una
quedó con el dinero. ¡Veinte años hace que dejé en depósito ese dinero.! Bien,
hijo, búscate un hombre de confianza que pueda acompañarte, y le pagaremos por
todo lo que dure el viaje. Vete a recuperar ese dinero.»
Tobías salió a buscar un guía experto que lo acompañase a Media. Cuando salió,
se encontró con el ángel Rafael, parado ante él; pero no sabía que era un ángel
de Dios. Le preguntó:
«¿De dónde eres, buen hombre?»
Respondió:
«Soy un israelita, compatriota tuyo, y he venido aquí buscando trabajo.»
Tobías le preguntó:
«Sabes por dónde se va a Media?»
Rafael le dijo:
«Si. He estado allí muchas veces y conozco muy bien todos los caminos. He ido a
Media con frecuencia, parando en casa de Gabael, el paisano nuestro que vive en
Ragués de Media. Ragués está a dos días enteros de camino desde Ecbatana,
porque queda en la montaña.»
Entonces Tobías le dijo:
«Espérame aquí, buen hombre, mientras voy a decírselo a mi padre. Porque
necesito que me acompañes; ya te lo pagaré.»
El otro respondió:
«Bueno, espero aquí, pero no te entretengas.»
Tobías fue a informar a su padre, Tobit:
«Mira, he encontrado a un israelita compatriota nuestro.»
Tobit le dijo:
«Llámalo, para que yo me entere de qué familia y de qué tribu es, y si es de
confianza para acompañarte, hijo.»
Tobías salió a llamarlo:
«Buen hombre, mi padre te llama.»
Cuando entró, Tobit se adelantó a saludarlo. El ángel le respondió:
«¡Que tengas salud!»
Pero Tobit comentó:
«¿Qué salud puedo tener? Soy un ciego que no ve la luz del día. Vivo en la
oscuridad, como los muertos, que ya no ven la luz. Estoy muerto en vida: oigo
hablar a la gente, pero no la veo.»
El ángel le dijo:
«Ánimo, Dios te curará pronto; ánimo.»
Entonces Tobit le preguntó:
«Mi hijo Tobías quiere ir a Media. ¿Podrías acompañarlo como guía? Yo te lo
pagaré, amigo.»
Él respondió:
«Sí. Conozco todos los caminos. He ido a Media muchas veces, he atravesado sus
llanuras y sus montañas; sé todos los caminos.»
Tobit le preguntó:
«Amigo, ¿de qué familia y de qué tribu eres? Dímelo.» Rafael respondió:
«¿Qué falta te hace saber mi tribu?» Tobit dijo:
«Amigo, quiero saber exactamente tu nombre y apellido.»
Rafael respondió:
«Soy Azarías, hijo del ilustre Ananías, compatriota tuyo.»
Entonces, Tobit le dijo:
«¡Seas bienvenido, amigo! No te enfades si he querido saber exactamente de qué
familia eres. Ahora resulta que tú eres pariente nuestro, y de muy buena
familia. Yo conozco a Ananías y a Natán, los dos hijos del ilustre Semeías.
Iban conmigo a adorar a Dios en Jerusalén, y no han tirado por mal camino. Los
tuyos son buena gente. Bienvenido, hombre; eres de buen linaje.» Y añadió:
«Te daré como paga una dracma diaria, y la manutención lo mismo que a mi hijo.
Acompáñale, y ya añadiré algo a la paga.»
Rafael respondió:
«Lo acompañaré. No tengas miedo; sanos marchamos y sanos volveremos; el camino
es seguro.»
Tobit le dijo:
«Amigo, Dios te lo pague.»
Luego, llamó a Tobías y le habló así:
«Hijo, prepara el viaje y vete con tu pariente. Que el Dios del cielo os
proteja allá y os traiga de nuevo sanos y salvos; que su ángel os acompañe con
su protección, hijo.»
Tobías besó a su padre y a su madre y emprendió la marcha, mientras Tobit le
decía: «¡Buen viaje!»
RESPONSORIO Tb 4, 20; 14, 10. 11
R. Bendice al Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos
todos tus caminos, * para que lleguen a buen fin todos tus proyectos.
V. Practica lo que es agradable a sus ojos, con toda sinceridad y con
todas tus fuerzas.
R. Para que lleguen a buen fin todos tus proyectos.
SEGUNDA LECTURA
De las cartas de San Pío de Pietrelcina
(Carta 500; 510; Epist.1, 1065; 1093-1095, Edic. 1992)
ALZARÉ FUERTE MI VOZ A ÉL Y NO CESARÉ
En fuerza de esta obediencia me resuelvo a manifestarle lo que sucedió en mí
desde el día 5 por la tarde que se prolongó durante todo el 6 del corriente mes
de agosto.
No soy capaz de decirle lo que pasó a lo largo de este tiempo de superlativo
martirio. Me hallaba confesando a nuestros seráficos la tarde del 5, cuando de
repente me llené de un espantoso terror ante la visión de un personaje celeste
que se me presenta ante los ojos de la inteligencia. Tenía en la mano una
especie de dardo, semejante a una larguísima lanza de hierro con una punta muy
afilada y parecía como si de esa punta saliese fuego. Ver todo esto y observar
que aquel personaje arrojaba con toda violencia tal dardo sobre el alma fue
todo uno. A duras penas exhalé un gemido, me parecía morir. Le dije al seráfico
que se marchase, porque me sentía mal y no me encontraba con fuerzas para
continuar. Este martirio duro sin interrupción hasta la mañana del día siete.
No sabría decir cuánto sufrí en este periodo tan luctuoso. Sentía también las
entrañas como arrancadas y desgarradas por aquel instrumento mientras todo
quedaba sometido a hierro y fuego.
Y ¿qué decirle con respecto a lo que me pregunta sobre cómo sucedió mi
crucifixión? ¡Dios mío, qué confusión y humillación experimento al tener que
manifestar lo que tú has obrado en esta tu mezquina criatura!
Era la mañana del 20 del pasado mes de septiembre en el coro, después de la
celebración de la santa misa, sentí una sensación de descanso, semejante a un
dulce sueño. Todos los sentidos internos y externos, incluso las mismas
facultades del alma se encontraron en una quietud indescriptible. Durante todo
esto se hizo un silencio total en torno a mí y dentro de mí; siguió luego una
gran paz y abandono en la más completa privación de todo, como un descanso
dentro de la propia ruina. Todo esto sucedió con la velocidad del rayo.
Y mientras sucedía todo esto, me encontré delante de un misterioso personaje,
semejante al que había visto la tarde del 5 de agosto, que se diferenciaba de
éste solamente en que tenía las manos, los pies y el costado manando sangre.
Sólo su visión me aterrorizó; no sabría expresar lo que sentí en aquel momento.
Creí morir y habría muerto si el Señor no hubiera intervenido para sostener mi
corazón, el cual latía como si se quisiera salir del pecho. La visión del
personaje desapareció y yo me encontré con las manos, los pies y el costado
traspasados y manando sangre. Imaginad qué desgarro estoy experimentando
continuamente casi todos los días. La herida del corazón mana asiduamente
sangre, sobre todo desde el jueves por la tarde hasta el sábado.
Padre mío, yo muero de dolor por el desgarro y la subsiguiente confusión que yo
sufro en lo más íntimo del corazón. Temo morir desangrado, si el Señor no
escucha los gemidos de mi corazón y retira de mí este peso. ¿Me concederá esta
gracia Jesús que es tan bueno? ¿Me quitará al menos esta confusión que
experimento por estas señales externas? Alzaré fuerte mi voz a él sin cesar,
para que por su misericordia retire de mí la aflicción, no el desgarro ni el
dolor, porque lo veo imposible y yo deseo embriagarme de dolor, sino estas
señales externas que son para mí de una confusión y humillación indescriptible
e insostenible.
El personaje del que quería hablarle en mi anterior, no es otro que el mismo
del que le hablé en otra carta mía y que vi el 5 de agosto. El continúa su actividad
sin parar, con gran desgarro del alma. Siento en mi interior como un continuo
rumor, como el de una cascada, que está siempre echando sangre. ¡Dios mío!
Es justo el castigo y recto tu juicio, pero trátame al fin con misericordia.
Señor —te diré siempre con tu profeta—: Señor no me corrijas con ira, no me
castigues con cólera. Padre mío, ahora que conoces toda mi interioridad, no
desdeñes de hacer llegar hasta mí la palabra de consuelo, en medio de tan feroz
y dura amargura.
RESPONSORIO Mt 16, 24; Hb 12, 2
R. Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, * tome
su cruz y sígame.
V. Cristo en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin
miedo a la ignominia.
R. Tome su cruz y sígame.
Miércoles,
23 de septiembre de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Lucas (9,1-6):
1 Convocando a los Doce, les dio
autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades;
2 y los envió a proclamar el Reino de Dios y
a curar.
3 Y les dijo: «No toméis nada para el
camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada
uno.
4 Cuando entréis en una casa, quedaos en
ella hasta que os marchéis de allí.
5 En cuanto a los que no os reciban,
saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio
contra ellos.»
6 Saliendo, pues, recorrían los pueblos,
anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. «El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana
y mi madre», dice el Señor.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. «El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana
y mi madre», dice el Señor.
PRECES
Adoremos, hermanos, a Cristo, el Dios santo, y, pidiéndole que nos
enseñe a servirle con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días,
aclamémosle diciendo:
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado,
compadécete de nuestras debilidades.
Señor Jesús, que a todos nos llamas a la perfección del amor,
danos el progresar por caminos de santidad.
Señor Jesús, que nos quieres sal de la tierra y luz del mundo,
ilumina nuestras vidas con tu propia luz.
Señor Jesús, que viniste al mundo no para que te sirvieran, sino para servir,
haz que sepamos servir con humildad a ti y a nuestros hermanos.
Señor Jesús, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser,
haz que un día podamos contemplar la claridad de tu gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Oremos ahora al Padre, como nos enseñó el mismo Jesús:
Padre nuestro...
ORACION
Tú, Señor, que concediste a san Pío de Pietrelcina el don de
imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros,
por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra
vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo.
Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: FELIZ QUIEN HA ESCUCHADO LA LLAMADA
Feliz quien ha escuchado la llamada
al pleno seguimiento del Maestro,
feliz porque él, con su mirada,
lo eligió como amigo y compañero.
Feliz el que ha abrazado la pobreza
para llenar de Dios su vida toda,
para servirlo a él con fortaleza,
con gozo y con amor a todas horas.
Feliz el mensajero de verdades
que marcha por caminos de la tierra,
predicando bondad contra maldades,
pregonando la paz contra las guerras. Amén.
SALMODIA
Ant 1. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Salmo 26 I - CONFIANZA ANTE EL PELIGRO
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;
y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Ant 2. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.
Salmo 26 II
Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.
Ant 3. Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.
Cántico: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER
RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Cf. Col 1, 12-20
Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.
LECTURA BREVE Rm 8, 28-30
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha
llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a
ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A
los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que
justificó, los glorificó.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es justo y ama la justicia.
R. El Señor es justo y ama la justicia.
V. Los buenos verán su rostro.
R. El Señor es justo y ama la justicia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es justo y ama la justicia.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Vosotros, los que lo habéis dejado todo y me habéis seguido, recibiréis
cien veces más y heredaréis la vida eterna.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vosotros, los que lo habéis dejado todo y me habéis seguido,
recibiréis cien veces más y heredaréis la vida eterna.
PRECES
Pidamos a Dios Padre, fuente de toda santidad, que con la
intercesión y el ejemplo de los santos nos ayude, y digamos:
Haz que seamos santos, porque tú, Señor, eres santo.
Padre santo, que has querido que nos llamemos y seamos hijos tuyos,
haz que la Iglesia santa, extendida por los confines de la tierra, cante tus
grandezas.
Padre santo, que deseas que vivamos de una manera digna, buscando siempre tu
beneplácito,
ayúdanos a dar fruto de buenas obras.
Padre santo, que nos reconciliaste contigo por medio de Cristo,
guárdanos en tu nombre para que todos seamos uno.
Padre santo, que nos convocas al banquete de tu reino,
haz que comiendo el pan que ha bajado del cielo alcancemos la perfección del
amor.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Padre santo, perdona a los pecadores sus delitos
y admite a los difuntos en tu reino para que puedan contemplar tu rostro.
Porque nos llamamos y somos hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Tú, Señor, que concediste a san Pío de Pietrelcina el don de
imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros,
por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra
vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu
Hijo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.