Musica Para el Alma

viernes, 21 de septiembre de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Baruc. 3, 9-15. 24--4, 4
LA SALVACIÓN DE ISRAEL ESTÁ EN LA SABIDURÍA
Escucha, Israel, los mandamientos de vida, tiende tu oído para conocer la prudencia. ¿Por qué, Israel, por qué estás en país de enemigos, has envejecido en un país extraño, te has contaminado con cadáveres y has sido contado entre los que bajan al sheol? ¡Es que abandonaste la fuente de la sabiduría! Si hubieras andado por el camino de Dios, habrías vivido en paz eternamente. Aprende dónde está la prudencia, dónde la fuerza, dónde la inteligencia, para saber al mismo tiempo dónde están la longevidad y la vida, dónde la luz de los ojos y la paz. Pero ¿quién ha encontrado la mansión de Dios, quién ha entrado en sus tesoros?

¡Oh Israel, qué grande es la casa de Dios, qué vasto el lugar de su dominio! Grande es y sin límites, excelso y sin medida. Allí nacieron los antiguos famosos gigantes, de alta estatura y expertos en la guerra. Pero no fue a éstos a quienes eligió Dios, ni les enseñó el camino de la sabiduría; y perecieron por no tener prudencia, por su locura perecieron.

¿Quién subió al cielo y la tomó?, ¿quién la hizo bajar desde las nubes? ¿Quién atravesó el mar y la encontró?, ¿quién la traerá a precio de oro puro? No hay quién conozca su camino, nadie imagina sus senderos.

Pero el que todo lo sabe la conoce, con su inteligencia la escrutó hasta el fondo, el que dispuso la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos, el que envía la luz y ella va, el que la llama y temblorosa lo obedece; brillan los astros en su puesto de guardia llenos de alegría, los llama él y dicen: «¡Aquí estamos!», y brillan alegres para su Hacedor.

Éste es nuestro Dios, ningún otro es comparable a él. Él halló todos los caminos de la sabiduría y se la dio a su siervo Jacob, a Israel, su predilecto. Después apareció ella en la tierra y convivió entre los hombres.

Ella es el libro de los preceptos de Dios, la ley que subsiste eternamente: todos los que la guardan alcanzarán la vida, mas los que la abandonan morirán. Vuélvete, Jacob, y abrázala, camina al resplandor de su luz. No cedas tu gloria a otro ni tus privilegios a nación extranjera. Felices somos, Israel, pues lo que agrada al Señor se nos ha revelado.
RESPONSORIO    Rm 11, 33; Ba 3, 32. 37
R. ¡Qué abismo de riqueza es la sabiduría y ciencia de Dios! * ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos!
V. El que todo lo sabe conoce la sabiduría y se la dio a Israel, su predilecto.
R. ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos!
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermon 46, 11-12: CCL 41, 538-539)
OFRECE EL VENDAJE DEL CONSUELO
El Señor azota, dice la Escritura, a todo el que por hijo acoge. ¿Y tú te atreves a decir: «Quizás a ti no te azotará»? Si a ti no te azota quedarás sin duda excluido del número de sus hijos. «¿Pero acaso -continuarás diciendo- azota absolutamente a todos sus hijos?» Sin duda alguna, azota a todos sus hijos, como azotó a su propio Unigénito. Su Unigénito, en efecto, aquel único Hijo engendrado de la misma sustancia que el Padre, igual al Padre por su condición divina, el Verbo, por quien fueron creadas todas las cosas, no tenía en sí mismo posibilidad de ser probado ni azotado. Pero para poder ser azotado se revistió de carne. Si, pues, Dios no perdonó ni a su propio Hijo que no había conocido el pecado, ¿piensas que va a dejar sin pruebas a los hijos adoptivos que conocieron el pecado? El Apóstol dice, en efecto, que hemos sido hechos hijos de adopción para ser coherederos del Hijo único, para ser la herencia de él, como se dice en el salmo: Pídemelo: te daré en herencia las naciones. De ello nos da, pues, un ejemplo cuando nos hace participar en los sufrimientos de su Hijo.

Pero, a fin de que el débil no desfallezca al oír hablar de las pruebas que se avecinan, el pastor no debe ni alentarlo con falsas esperanzas ni atemorizarlo con miedos indebidos. Debe decirle: Prepárate para las pruebas. Y, si al oír estas palabras la oveja empieza a desfallecer y a temer hasta tal punto que ya no se atreve a acercarse, el pastor debe recordarle aquello otro: Fiel es Dios para no permitir que seáis tentados más allá de lo que podéis. Anunciar y recordar las pruebas que se avecinan es como curar a las ovejas enfermas; hablar de la misericordia de Dios, que hace superar las pruebas, al que se asusta desmesuradamente es como vendar las heridas.

Hay algunos, en efecto, que al oír hablar de pruebas futuras se preparan con mayor empeño y buscan con qué remediar su debilidad. Creen que no es suficiente la ayuda que pueden recibir de los fieles y se fortalecen recordando la gloria de los mártires. Pero hay, en cambio, otros que, al oír hablar de las pruebas futuras que necesariamente tiene que soportar el cristiano y de las que están exentos los que no lo son, se descorazonan y claudican.

Ofrece, pues, el vendaje del consuelo y cura a la oveja herida. Dile: «No temas; no te abandonará en tus pruebas aquel en quien has puesto tu fe. Fiel es Dios para no permitir que seas tentado más allá de lo que puedes resistir.» No pienses que soy yo quien te dice esto, lo afirma aquel Apóstol que dice también: ¿Queréis tener pruebas de que Cristo habla por mí? Por tanto, cuando oyes las palabras que acabas de escuchar oyes al mismo Cristo, escuchas al pastor que apacienta a Israel. Pues a Israel también se le dijo: Les diste a comer llanto con medida. Lo que dice el Apóstol: No permitirá Dios que seáis tentados más allá de lo que podéis, es lo mismo que afirma el profeta al hablar de un llanto con medida. No abandones, por tanto, al que te corrige y exhorta, al que te atemoriza y te consuela, al que te hiere y te sana.
RESPONSORIO    Sal 43, 23; Rm 8, 37; Sal 43, 12
R. Por tu causa, Señor, estamos siendo asesinados continuamente, nos tratan como a ovejas de matanza. * Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
V. Nos entregas como ovejas al matadero y nos has dispersado por las naciones.
R. Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.

ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos de bondad y haz que te sirvamos con todo el corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.